LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE FRANCISCO MOSQUERA
Por Fernando Dorado,
militante del PTC
El pasado 1° de agosto se cumplieron 21 años del fallecimiento
de Francisco Mosquera Sánchez, fundador del MOIR y del Partido del Trabajo de Colombia,
destacado dirigente del proletariado y el pueblo colombiano, quien dedicó su
vida a la construcción de un partido político que contribuyera a la
transformación democrática de nuestro país, lograr la soberanía nacional y
avanzar –de acuerdo a nuestras particularidades– hacia una sociedad socialista,
justa, equitativa y liberadora de la creatividad humana y popular.
Hoy que Colombia se acerca a la solución política negociada
del conflicto armado y que se empiezan a generar condiciones para que los sectores
populares y la sociedad en general puedan –después de más de 60 años de
violencia– participar plenamente en la vida política de nuestra Nación, se hace
necesario identificar los principales aportes teóricos y las enseñanzas
prácticas que nos dejó este extraordinario dirigente, para así mismo, con esa
contribución, abordar con mayor claridad y capacidad los retos que tenemos
hacia el futuro.
En primer lugar podemos decir que “Pacho” Mosquera fue uno de
los pocos revolucionarios marxistas –que en su época– se enfrentó a la oleada
de falso radicalismo que invadió las mentes de casi la absoluta mayoría de
dirigentes y organizaciones que enfrentaban al imperialismo estadounidense, a
las oligarquías entreguistas y pretendían conquistar la independencia política
y la soberanía nacional.
Ese falso radicalismo que rayó con el “infantilismo de
izquierda” convirtió a la revolución cubana en una fórmula mecánica para ser
aplicada en los países de América Latina y del Tercer Mundo, y sobre todo,
elaboró la tesis de que la principal forma de lucha era la armada, desechando
como “mamertismo” u oportunismo, la utilización de las elecciones u otras
formas de lucha legal. A su lado apareció la “teoría del foco insurreccional” y
el cortoplacismo –el ver a la revolución a la vuelta de la esquina– hizo
carrera entre la mayoría de las organizaciones y militantes revolucionarios de
la época (años 60s del siglo XX).
Frente a esa avalancha de abstencionismo paralizante, que
aislaba a los revolucionarios del conjunto de la población, se alzó la voz
–casi solitaria– de Pacho Mosquera. Así, en medio de una permanente y
persistente lucha ideológica y política, fue construyendo una fuerza organizada
que se apoyó, principalmente en sectores obreros y en una parte del
estudiantado revolucionario, y estableció las bases de un verdadero partido
proletario.
Pero Mosquera no se limitó sólo a combatir esas tendencias
aventureras que llamaban a la insurrección sin tener en cuenta la situación
real, la correlación de fuerzas y las condiciones particulares del desarrollo
histórico de nuestro país. A la par, usando métodos revolucionarios, enfrentó las
prácticas políticas que al impulsar la participación electoral sacrificaban la
independencia política de los trabajadores colocándose a la cola de la
burguesía. Mosquera demostró cómo esas
prácticas eran herencias mal asimiladas de los denominados “frentes populares”
que se constituyeron a nivel mundial en los años 30s y 40s del siglo XX para
derrotar el fascismo.
Esa gran contribución y enseñanza histórica de ese pensador,
práctico y organizador revolucionario que era Pacho Mosquera sigue siendo
vigente en la actualidad. Por un lado, la vida demostró que el camino
insurreccional –así existieran motivos para alzarse en armas– no era el adecuado
para la nación colombiana. La práctica concreta demostró que tanto la
oligarquía como el imperialismo estadounidense tenían las condiciones no sólo
para neutralizar a las fuerzas insurrectas sino que estaban en capacidad de
convertir ese conflicto armado en herramienta o instrumento para derrotar
cualquier proceso de cambio que se desarrollara en Colombia.
Fue así como en medio de esa guerra protagonizada por
guerrilleros y soldados en su gran mayoría de origen campesino, los grandes
terratenientes y empresarios nacionales y extranjeros se apropiaron de inmensos
territorios e invaluables recursos naturales. Han usado la llamada lucha
contra-insurgente para despojar a campesinos e indígenas de sus tierras. Degradaron
calculadamente a niveles inimaginables la lucha armada para utilizar la
consigna de la “lucha anti-terrorista” para poner en marcha un brutal y
criminal aparato paramilitar que usaron para exterminar toda expresión de lucha
y resistencia social. De esa manera asesinaron
miles de dirigentes sindicales y populares con el argumento de que eran agentes
o colaboradores de la subversión armada.
Esa fue la estrategia, diseñada y financiada por el imperio
estadounidense, para convertir a todo un país en su principal lacayo en América
Latina. Instrumentalizaron el conflicto armado a su favor para impedir que un
movimiento civilista enfrentara y derrotara las políticas neoliberales y anti-populares como
ha sucedido en otros países latinoamericanos. Esas políticas fueron impuestas a
la sombra de la lucha contra la guerrilla desde finales de la década de los
años 80s del siglo XX.
Y claro, Francisco Mosquera vislumbró esa situación y anunció,
casi que proféticamente, que los EE.UU., vendrían por todo, como está
sucediendo. “Vienen por la tela, el telar y la que teje” escribió en el número
34 de la Tribuna Roja en 1979. Y más adelante, evaluando la caída de la Unión
Soviética y del Bloque Socialista de
Europa Oriental, formuló su mayor aporte teórico a la revolución
colombiana, planteando que el blanco de la lucha se había reducido a las
cúpulas plutocráticas de la burguesía financiera y que era necesario organizar
el más amplio “frente único patriótico de salvación nacional”.
Ese aporte y enseñanza está vigente. Ahora, de cara a la
terminación del conflicto armado debemos tener en cuenta esas lecciones
políticas que nos dejó el camarada Mosquera. Debemos impulsar la más amplia
unidad de todos los sectores sociales y políticos que aspiran a re-construir
nuestro país en paz, a conquistar la soberanía política para avanzar en la
construcción de autonomía económica, y que entienden que la principal e
inmediata tarea es construir democracia a todos los niveles, depurar la
democracia representativa y avanzar hacia nuevas formas de democracia directa,
deliberativa, participativa y ciudadana.
Son numerosas e importantes las enseñanzas de Francisco
Mosquera en el terreno de la economía política, la historia, su visión
internacionalista, la táctica y la estrategia. Se debe resaltar su convicción
leninista de que “sin teoría revolucionaria no existe movimiento
revolucionario” y su compromiso con la juventud sobre la base del planteamiento
de que “no se puede transformar el mundo sin el concurso de los jóvenes”.
Debemos recuperar y repensar esas magníficas enseñanzas de
Mosquera para, asimilando aportes y contribuciones de otros pensadores,
políticos y revolucionarios colombianos como Jorge Eliécer Gaitán, Antonio García
Nossa, Camilo Torres, Estanislao Zuleta, Orlando Fals Borda y otros muchos,
potenciar y perfeccionar nuestra práctica política para responder con eficacia
a los innumerables y complejos problemas que tenemos por delante, hoy que el
capitalismo vive una profunda crisis que incluso pone en entredicho la
sobrevivencia de la humanidad ante el peligro de guerras nucleares o una
hecatombe ambiental.
A realizar ese esfuerzo y tarea teórico-práctica llamamos a la
intelectualidad, a los académicos veteranos y jóvenes, y a los luchadores
revolucionarios que por un motivo u otro se han quedado en el camino por
cansancio o escepticismo. Sabemos que Francisco Mosquera, desde donde esté, nos
acompañará e iluminará con su espíritu y lucidez proletaria y revolucionaria.
¡Eso esperamos!
Cali, 10 de agosto de 2015
E-mail: ferdorado@gmal.com
/ Twitter: @ferdorado
No hay comentarios:
Publicar un comentario