La juventud colombiana en busca del tiempo perdido
“No queremos tanto cambiar el gobierno
sino transformar la sociedad”
Popayán, 10 de
diciembre de 2019
Una juventud con una nueva actitud de lucha
Durante la marcha-concierto
realizada el pasado 8 de diciembre por la carrera 7ª de Bogotá se pudo apreciar
el contenido y la forma del discurso de los y las jóvenes que protagonizan una
parte de las protestas tanto en la capital de la república como en Medellín,
Bucaramanga, Cali y otras ciudades. Escuchar a los artistas que convocaron y
organizaron la marcha, a deportistas, académicos, estudiantes y activistas[1]
que hacen parte de este conglomerado social, nos permite entender cómo piensa y
actúa esta juventud que se ha convertido en el sector social movilizado más
mediático y protagónico del paro nacional.
Ellos y ellas saben que
pertenecen a un estrato social relativamente privilegiado en Colombia. Su
mensaje es solidario con campesinos, indígenas, víctimas de la violencia y
demás sectores sociales que aportan su esfuerzo a la riqueza nacional pero no
disfrutan de los más mínimos niveles de vida digna. Por ello, su mensaje
es netamente político, ya que plantean la necesidad de superar la enorme desigualdad
e injusticia que sufre nuestra gente más humilde, y la urgencia de construir
una verdadera democracia que incluya la voz de los excluidos y oprimidos, y
expulse de los niveles de dirección del Estado y el gobierno a los políticos
corruptos para poder resolver los problemas “entre todos”.
En sus intervenciones han trazado
las líneas generales que orientan su accionar: independencia política, actitud no violenta y cultura en movimiento.
Se declaran independientes de cualquier partido o liderazgo político porque
saben que es la única forma de ampliar y fortalecer el movimiento. Son
conscientes que marcar una protesta social con siglas o discursos partidistas
es un error garrafal. Tanto porque el gobierno y los enemigos de la protesta
utilizan ese argumento para generar desconfianzas y engañar a la gente, pero
además, porque se requiere una visión incluyente y profunda para unir a la
mayoría de los colombianos sin ningún tipo de discriminación partidista, religiosa
o identitaria.
Por otro lado, los y las jóvenes llaman
a la población a participar en la protesta con una actitud no violenta y de encuentro
solidario y fraternal entre las mayorías. A pesar que su discurso es directo,
franco, beligerante, que reta a los poderosos y causantes de los problemas
acumulados que vive la nación (lo cual les ha traído fuertes ataques en las
redes sociales y en los medios de comunicación) no se han dejado llevar al
terreno de la falsa polarización que enfrenta a personalidades o grupos de la
política tradicional (incluida la izquierda) que se convierte –aún sin querer– en
un estorbo para desarrollar la necesaria y nítida batalla de ideas.
Es por ello que no han caído en
la trampa de creer que hay que “tumbar” a Duque o llamar a una Constituyente, y
demás caminos que Medófilo Medina califica acertadamente como “delirios
insurreccionales”. Saben que hay que lograr compromisos y cambios inmediatos y
mediatos pero son conscientes que “recién
están comenzando” en la tarea de movilizar y organizar a las grandes
mayorías de la nación. Esta juventud ha mostrado una confianza infinita en la
gente y han tenido una mesura y un tino que sorprende por su madurez, comportamiento
que es una lección para muchos líderes políticos que confunden la verticalidad
de principios con la soberbia, la altisonancia y el protagonismo desmedido. No
quieren cambiar solo un gobierno, quieren transformar la sociedad.
Otra actitud ejemplarizante mostrada
por esta juventud es no involucrarse en asuntos que manejan otros sectores
comprometidos con la lucha social. Respetan la dirección del movimiento (Comité
de Paro) pero seguramente saben de las fricciones y tensiones que existen a su
interior entre dirigentes y tendencias políticas, y por ello, no se involucran
en la dirección formal de este proceso. Saben que su ejemplo y acción (marchas
periféricas, cacerolazos, plantones, actividades culturales, etc.) de una u
otra manera influyen en todo el movimiento y no les interesa instrumentalizar nada.
Un ejemplo a mencionar fue la forma elegante y respetuosa como resolvieron un
pequeño debate sobre el papel de la guardia indígena dentro de las marchas; organizaron
un emotivo homenaje y los invitaron a participar en la marcha del 8D como representantes
de sus pueblos indígenas pero no como “guardias”. Para ellos, la ciudadanía en
su actitud de no-violencia es la garante de su propio control y seguridad.
Finalmente, en esta corta
descripción se debe resaltar algo que ha pasado desapercibido. Los y las
jóvenes de Bogotá han decidido realizar sus marchas llenas de creatividad y
arte dirigiéndolas hacia sus propias localidades y barrios donde viven
(conjuntos residenciales y edificios de apartamentos) con el fin de animar a su
propia gente para garantizar la plena participación de familias enteras. Pero
también, con sus marchas periféricas rechazan la “falsa centralidad del poder”
que pareciera estar representado en la Plaza de Bolívar (Capitolio, Casa de
Nariño, Corte Suprema, Alcaldía y Catedral) y al dejar ese “centro” de lado, muestran
sutilmente en dónde está el efectivo poder. Por ello arrancaron la
marcha-concierto al frente de Corficolombiana y Colpatria, núcleo del poder financiero
de este país. Quieren desfetichizar a los “mandaderos” políticos y enviar un
mensaje que desnude y ponga en la mira el lugar donde en verdad se toman las
decisiones en Colombia.
La dimensión del paro y de la protesta en Colombia
Habíamos planteado que el Comité
de Paro no se ha sintonizado todavía con la dinámica de lucha que le impusieron
los nuevos sectores sociales citadinos, que han sido el soporte de una protesta
continuada a lo largo de casi tres semanas. Algo realmente histórico en
Colombia. Esas fuerzas citadinas incluyen tanto a los sectores sociales que
siempre han participado en las movilizaciones y protestas (estudiantes,
trabajadores, habitantes de barrios, sectores informales), generalmente
influidos por organizaciones de izquierda, como a las “clases medias”
movilizadas (“profesionales precariados”) que por primera vez se manifiestan en
este tipo de ejercicios. Este último sector ha evolucionado en el tiempo, pasó
por militancias políticas de carácter personal (Mockus/2010) a manifestarse en
solidaridad con el paro agrario (agosto/2013), y luego, a marchar masivamente
días después del plebiscito por la paz (marchas de octubre de 2016). El gran
ausente en este paro –por ahora– es el sector rural, a excepción del movimiento
indígena que se ha movido parcialmente.
El Comité de Paro acostumbrado a
hacer jornadas de un día que llevaban al gobierno a entablar diálogos y llegar
a acuerdos desmovilizadores, no ha podido acomodarse todavía ante la nueva
realidad. Vacila entre aceptar condiciones de negociación tradicionales que
siempre han estado al servicio de la desmovilización de las bases que protestan
o lanzarse abiertamente a retar al gobierno y preparar seriamente en las
regiones las fuerzas sociales y ciudadanas para obligar al presidente Duque a
negociar en serio unas medidas urgentes y a concertar una hoja de ruta para
enfrentar la complejidad de problemas acumulados. En vez de replantear su
práctica tradicionalmente reivindicativa y alimentarse del discurso político de
la juventud movilizada, decidieron ampliar los puntos del pliego de exigencias
creyendo que con ese “gancho” podría fortalecer el movimiento y obligar al
gobierno a negociar. Pero, lo evidente es que con la fuerza movilizada actual,
así sea muy importante, todavía no se está en condiciones de obtener resultados
tangibles, y sobre todo, de lograr un acumulado “espiritual” y organizativo (político), que sea un respaldo actuante,
expectante y de presión social, única garantía de la continuidad del proceso. Que,
en últimas, es lo más importante.
Esta semana se debe resolver ese asunto.
Los y las jóvenes le enviaron el domingo 8D un mensaje tanto al gobierno como a
los dirigentes del paro. Ambos lo saben. Pero, cualquiera que sea el parcial
desenlace, la juventud va a seguir hacia adelante. El dilema es el cómo y para
qué.
Las perspectivas hacia el futuro
Lo que ha sucedido en otros países
donde se han producido estallidos similares de la juventud, aún más fuertes que
el nuestro, a partir de la llamada “primavera árabe” y la movilización de los
“indignados” en España en 2011, y lo que viene ocurriendo en Chile, nos puede
dar pistas sobre el desarrollo de las luchas ciudadanas y populares en Colombia
y en el mundo.
En los países árabes la Hermandad
Musulmana y otros partidos políticos canalizaron ese despertar hacia la
institucionalidad existente. En lo fundamental, el movimiento transformador fue
derrotado. Lo mismo pasó con Podemos, partido político que surgió desde los
sectores más inconformes de la sociedad española, que terminó a la cola del
establecimiento dominante, limitando su acción a lo que les permite hacer
dentro de la institucionalidad el poder financiero español y europeo.
Sabemos que esta juventud precariada
(“proletarios” con título universitario o con emprendimiento) no se puede
organizar fácilmente en sindicatos, por cuanto sus condiciones de trabajo no se
lo permiten. Por ello, necesariamente enfrentan, primero, a los gobiernos y,
después, directamente al Estado y al Sistema. Poco a poco han ido descubriendo
que el gran poder financiero global es su verdadero enemigo, y por ello, han
empezado a desarrollar nuevas formas de resistencia y de organización. Y es un
proceso mundial, globalizado y en desarrollo.
En Chile, a lo largo de 50 días
de protestas han aparecido nuevas formas de organización no-partidistas que se
han denominado “asambleas
auto-convocadas”, “cabildos abiertos” y “asambleas territoriales”. Dichas
formas de organización portan el espíritu de los y las jóvenes bogotanos que
hemos detallado arriba: no se alinean con ningún partido político, promueven la
participación y organización permanente de la población, y se postulan como
“otro-poder”, paralelo y diferente en su esencia, al que representan los
partidos políticos (sean del color que sean) y de las instituciones existentes.
Y no quieren tanto cambiar un gobierno sino transformar la sociedad.
Ese “poder paralelo”,
amorfo y fluido, “líquido”, aparentemente desorganizado, sin cabeza visible
para negociar con el establecimiento oligárquico y capitalista, ha logrado un
éxito impensable en ese país. El presidente Piñera ha cedido unilateralmente en
puntos relacionados con pensiones, salarios, reglamentaciones laborales, y
además, concertó con los partidos políticos la realización de un plebiscito
para oficializar la convocatoria a una asamblea constituyente. Es decir, ese
“poder paralelo”, ese “contrapoder”, que tiene millones de cabezas anónimas,
sin necesidad de involucrarse en negociaciones y acuerdos con el gobierno, ha
demostrado ser más efectivo que el tradicional comportamiento de los sindicatos
y partidos políticos de oposición que desgastan su fuerza en arreglos
burocráticos y concertación de leyes, que por lo general, tienen una función
desmovilizadora y engañosa.
Es por esa circunstancia que en
Chile existe actualmente un fuerte debate y una lucha política abierta en torno
al futuro de las “asambleas
auto-convocadas”. Veamos:
1. Unos sectores quieren
convertirlas solo en herramientas de la convocatoria a la Constituyente, o sea,
cooptarlas hacia la institucionalidad heredada. Si eso se impone, los partidos
políticos se apoderarán de todo el proceso y se abortará el proceso de construcción
y consolidación de un “contra-poder” paralelo y alterno que sea el portador de
la lucha anti-sistema.
2. Otros sectores las conciben
como formas de auto-gobierno permanente, propio, auto-gestionario, pero totalmente
aisladas de la institucionalidad existente (al estilo de los zapatistas
mexicanos). Ello lleva a ausentarse y perderse del escenario nacional,
mediático y político, negándose a hacer una amplia pedagogía o Gran Política
(como la que están haciendo en Colombia los jóvenes que llamo “posmodernos”).
3. Y unos más, plantean que es
posible y necesario combinar ambas acciones pero dándole prioridad a la
auto-organización permanente. Ello, para poder jugar dentro de la
institucionalidad con verdadera y efectiva autonomía e independencia, con la
fuerza de la gente organizada pero también con la sapiencia e inteligencia
táctica para apoyar a aliados, neutralizar a los sectores vacilantes y derrotar
y aislar a los contrarios. Esta posición requiere mucha claridad y cuidado.
En Colombia se ha impulsado la
organización de “asambleas populares” por parte de algunas organizaciones
políticas pero solo con la intención de obtener representación en el Comité de
Paro, lo cual está muy lejos de la concepción con que se han organizado las
“asambleas auto-convocadas” en Chile. El Comité de Paro en su última declaración
política ha llamado a organizar en las regiones “comités de paro” en
municipios y departamentos para fortalecer el paro y la protesta hacia el año
entrante (2020), lo cual es muy importante, pero está dentro de la lógica
tradicional, absolutamente reivindicativa y al servicio de la negociación con
el gobierno.
Los y las jóvenes que representan
a las nuevas fuerzas citadinas movilizadas y los integrantes de las
organizaciones sociales y políticas existentes pueden aprender de la
experiencia chilena y plantearse nuevas miradas y otras formas de organización
ciudadana y popular, tanto al servicio del paro y de la movilización como de
una lucha más permanente, anti-sistémica y de mayor proyección, que se
corresponda con sus anhelos de cambio y la consigna de que quieren “no tanto
cambiar un gobierno sino transformar la sociedad”.
Notas:
Acuña A., M. (2019). Esencia de
la revolución chilena de octubre. Rebelion.org: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=262442
Arce, G. (2019). La ciudadanía se
organiza: crean mapa para localizar cabildos y asambleas auto-convocadas en
todo Chile. Chile Despertó: https://www.chiledesperto.cl/2019/11/03/la-ciudadania-se-organiza-crean-mapa-para-localizar-cabildos-y-asambleas-autoconvocadas-en-todo-chile/
Comité Nacional de Paro (2019). Declaración
política – Encuentro nacional sindical, social, étnico y popular. Comisión
Intereclesial de Justicia y Paz: https://www.justiciaypazcolombia.com/declaracion-politica-encuentro-nacional-sindical-social-etnico-y-popular/
Dorado, F. (2019). “Recién
estamos comenzando”: jóvenes marchantes del 8D. Las2Orillas. https://www.las2orillas.co/recien-estamos-comenzando-jovenes-marchantes-del-8d/
Dorado, F. (2019). ¿Qué es el
precariado y por qué está protestando? Rebelion.org:
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=263303
Zibechi, R. (2019). Asambleas
Territoriales: poder popular en formación. Periódico DesdeAbajo: https://www.desdeabajo.info/sociedad/item/38382-asambleas-territoriales-poder-popular-en-formacion.html
[1] En este proceso de
despertar e insurgencia juvenil en Colombia se debe destacar la actitud de
deportistas como Egan Bernal, campeón del Tour de Francia, quien no aceptó un
homenaje del gobierno nacional y organizó una rueda de prensa en su pueblo
natal (Zipaquirá) para reconocer a su gente, hacer visible el sacrificio individual
de viejas glorias del ciclismo y del periodismo deportivo. Esa actitud se ha
venido expresando más abiertamente en artistas como Catalina García de la banda
Monsieur Periné, Mario Muños de Dr. Krápula, Cesar López, Santiago Cruz,
Adriana Lucía, Marta Gómez, Santiago Alarcón y muchos más actores y cantantes, que
representan a una juventud que rompe progresivamente con el servilismo y el
cortesanismo que ha sido predominante entre los sectores medios de la sociedad
colombiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario