jueves, 14 de noviembre de 2019

Golpes de Estado y (contra) revoluciones: lucha de clases y/o guerra entre potencias


Golpes de Estado y (contra) revoluciones: lucha de clases y/o guerra entre potencias

Popayán, 14 de noviembre de 2019

Con ocasión de los últimos sucesos ocurridos en Ecuador, Bolivia y Chile, se presenta en la actualidad una aguda controversia conceptual alrededor de la interpretación de los hechos.

Se han publicado una serie de crónicas en donde se pone en primer lugar el análisis de las fuerzas “internas” en confrontación en cada país (clases y sectores de clases, sectores étnicos, de género, culturales, jóvenes, otros) por parte de reconocidos analistas como Raúl Zibechi[1], Gabriel Salazar[2], Pablo Stefanoni, Fernando Molina[3], Pablo Solón[4], Milagros Aguirre[5] y algunos otros y otras intelectuales muy cercanos e integrados a movimientos sociales.

Dichos recuentos y análisis tratan de ser desconocidos, negados o minimizados por los analistas y escritores “progresistas” y de “izquierdas”, apoyándose en enfoques geopolíticos en donde lo predominante es el papel golpista de los EE.UU. y/o de las potencias extranjeras.

En el fondo, es una verdadera batalla ideológica que corre paralela a los hechos que se describen y analizan, que corresponde al necesario y enriquecedor debate en torno a las concepciones políticas sobre lo que es la esencia de la acción política.

Una concepción coloca el acento en la construcción de fuerza popular, de base y permanente, e impulsar una nueva estrategia de emancipación a partir de la auto-organización de los oprimidos y de los trabajadores; la otra, le apuesta todo a la gestión desde el Estado y los gobiernos.

Todos los demás aspectos que se mencionan en esos escritos relacionados con el (anti) extractivismo, (anti) racismo, (anti) patriarcalismo, etc., pueden ser componentes importantes de la realidad y de las luchas, pero no apuntan a lo esencial que es el problema del Poder.

(El verdadero poder, no el “fetiche del poder” que gira alrededor de las “instituciones” y que como se ha demostrado, una vez más, cuando la “democracia” no le funciona al gran capital, ese poder se manifiesta en el monopolio de las armas aunque no resuelve el antagonismo social).

Este aspecto de nuestras luchas fue planteado por Marx desde 1871 después de la Comuna de París cuando afirmó que los oprimidos “no pueden simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines”, sino que hay que “romper la máquina burocrático-militar del Estado[6].

Esta lección de la lucha de los trabajadores solo empezó a ser comprendida plenamente a finales del siglo XX, y puesta en práctica por los zapatistas mexicanos, los mapuches chilenos y los kurdos de Rojaba (Ocalan[7]), en lo que se constituye como una nueva estrategia de los desheredados de la tierra –todavía incipiente pero alentadora– que deberá ser desarrollada por los pueblos y los trabajadores del mundo entero si queremos efectivamente contribuir con el derrumbe del capitalismo y la construcción de un nuevo modo de vida y de producción que supere el infierno capitalista.  

Hasta esos años (90s), las “izquierdas” se limitaban a “penetrar” a los movimientos y organizaciones sociales para “extraer” a los mejores “cuadros”, involucrarlos en las dinámicas de los partidos electorales o en las organizaciones armadas (“vanguardias de la insurrección”), e instrumentalizar las luchas sociales para preparar el derrocamiento de las clases dominantes del poder político (vía pacífica o violenta), reemplazarlas en la dirección del Estado y hacer la revolución “desde arriba”. Ese camino fracasó en el siglo XX y sigue fracasando en el XXI.    

Es evidente también que el análisis geopolítico no se puede desconocer y no se puede dejar en manos de quienes quieren ocultar los errores y las graves fallas (de todo orden) que han cometido los partidos y dirigentes progresistas y de “izquierdas”, acudiendo al argumento de que todo es obra del imperio estadounidense. Se hace necesario echarle una mirada a ese aspecto.

Ya Rusia reconoció a la “auto-nombrada” presidente Jeannine Añez[8]; China tiene grandes negocios alrededor del litio boliviano y Brasil quieren controlar la producción de gas; Putin y Xi se codean con Bolsonaro en el encuentro de los BRICS, y se abrazarán con el que sea (y por debajo de la mesa con Trump), mientras Bolivia, Ecuador, Chile y demás países de América Latina, van caminos de ser “balcanizados” como ocurrió con la antigua Yugoeslavia (Kosovo), Libia, Siria, Ucrania, etc. Es claro que los EE.UU. no podían quedarse por fuera de la rebatiña.

La actual guerra inter-intra-trans y pluri-imperialista que está en desarrollo pareciera que impulsa una desestabilización general y mundial, y es ejecutada por medio de los Estados “nacionales” y por otros organismos supra-estatales (OTAN, etc.), pero, detrás de ese conflicto están las poderosas empresas transnacionales que están totalmente imbricadas entre sí a nivel global. En esa guerra los oprimidos no tienen aliados y solo podemos contar con nosotros mismos.   

Relacionado con lo anterior, es importante identificar el papel que han empezado a jugar las llamadas “clases medias”, que por lo que se ha observado están compuestas por cientos de miles de pequeños y medianos productores (“emprendedores”), que en su mayoría portan en su seno a los “nuevos proletarios” o profesionales y técnicos “precariados”, que han empezado a manifestarse y a actuar como sector social específico, en Bolivia contra Evo, en Chile contra Piñera, en Francia contra Macron, y en general, en todo el mundo capitalista.

Estos pequeños y medianos productores saben que sus “pymes” son negocios absolutamente subordinados y que están al servicio de los grandes conglomerados capitalistas transnacionales, pero como han estado solos y para las “izquierdas” no son “sujetos revolucionarios”, no saben cómo salir de la trampa en que viven y le apuntan a todo lo que represente el “poder”.

Lo anterior requiere un estudio y un análisis consistente que fue iniciado desde el siglo pasado por Guy Standing[9], pero que debe ser continuado para entender a fondo lo que está ocurriendo debajo de la superficie de la sociedad capitalista actual. Esos sectores sociales vienen identificando sus intereses, y a su manera (en el marco del capitalismo) también luchan contra el “estatismo” como lo explican muy bien Pablo Stefanoni y Fernando Molina en sus escritos (Nueva Sociedad y Anfibia)[10].

E-mail: ferdorado@gmail.com



[1] Zibechi, Raúl (11.11.2019). Bolivia: un levantamiento popular aprovechado por la ultraderecha. https://desinformemonos.org/bolivia-un-levantamiento-popular-aprovechado-por-la-ultraderecha/

[2] Salazar, Gabriel (2019). El «reventón social» en Chile. https://nuso.org/articulo/protestas-Chile-estudiantes-neoliberalismo/

[3] Stefanoni, P. y Molina, F. (13.11.2019). ¿Cómo derrocaron a Evo?: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=262362&titular=%BFc%F3mo-derrocaron-a-evo?-

[4] Solón, Pablo (25.02.2016). Algunas reflexiones, autocríticas y propuestas sobre el proceso de cambio en Bolivia https://pablosolon.wordpress.com/2016/02/25/algunas-reflexiones-autocriticas-y-propuestas-sobre-el-proceso-de-cambio/

[5] Aguirre, Milagros (07.11.2019). Las medias verdades de una rebelión de 11 días. http://www.rebelion.org/docs/262149.pdf

[6] Marx, Carlos (1871). “La guerra civil en Francia”.

[7] Abdullah Öcalan es un dirigente político kurdo, presidente del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Está condenado en Turquía a cadena perpetua por cargos de terrorismo y separatismo armado. Impulsor del “confederalismo democrático”.

[8] Sputnik. (14.11.2019). Moscú reconoce a Jeanine Áñez como la presidenta interina de Bolivia hasta las elecciones: https://mundo.sputniknews.com/politica/201911141089316206-moscu-reconoce-a-jeanine-anez-como-la-presidenta-interina-de-bolivia/

[9] Standing, Guy (2003). El precariado: una nueva clase social. Editorial Pasado y Presente.  

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