viernes, 29 de marzo de 2019

Duque quería ser Uribe III, pero no funcionó


Duque quería ser Uribe III, pero no funcionó

Popayán, 29 de marzo de 2019

Duque intentó convencerse en los primeros meses de su gobierno que podía jugar a ser demócrata, moderado y anti-corrupto, o sea, a creerse la mentira que había fabricado para poder ganar las elecciones. Se sentía como una especie de Fajardo II.

Fueron cinco meses en donde casi todo le fracasó e iba en barrena, con un pacto anticorrupción incumplido, una recortada reforma tributaria que convirtió de afán en “ley de financiamiento”, reformas legislativas aplazadas y paro universitario desgastante.

Además, el escándalo de Odebrecht y los entuertos del Fiscal General, lo afectaban negativamente.

Eso duró hasta el atentado del 17 de enero, que provocado o no, lo obligó a convertirse en Uribe III, entendiendo que Uribe I y II fue el Uribe original; el I en sus 8 años y el II en los 8 años de Santos.

A partir de esa fecha, Duque se embarca a hacer trizas el proceso de Paz, suspende el diálogo con el ELN, desconoce el protocolo con Cuba y países garantes, intenta derrocar a Maduro y, con ese escaso aire en la camiseta, presenta sus objeciones a la JEP (forzado por el Fiscal y Uribe).

Sin embargo, su Uribe III no se parece al I y II, porque las condiciones han cambiado, y porque a Duque no le sienta bien el talante autoritario. Más parece un niño con berrinche que un presidente “emberracado”.

Duque es consciente de que Uribe lo empuja a ser Uribe III, no porque quiera que su gobierno salga adelante sino porque no tiene otra manera de garantizar su impunidad. El expresidente-senador sabe que una JEP fuerte y legitimada lo pondría en serios aprietos frente a la verdad y la justicia.

La estrategia de Uribe, que Duque aplica sin mucho entusiasmo, significa enfrentar y fragmentar a todos los partidos aliados del gobierno (Cambio Radical, la U, conservadores y liberales).

Ello, porque el plan de Uribe es revitalizar desde el gobierno al Centro Democrático y convertirlo en la única alternativa de la derecha populista.

Los dirigentes más experimentados de los partidos de derecha vivieron ese proceso en el pasado con Uribe I y han entendido que tienen que girar hacia el “centro”.  

Cambio Radical, la U y liberales, jugaron con Uribe-Duque para derrotar a Petro, pero no están dispuestos a mantener esa dinámica, mucho más cuando observan que Petro se ha debilitado.

Saben que tienen que disputar el “centro” con Alianza Verde y otras tendencias que están apareciendo al interior de sus propios partidos y en el amplio espectro político que Sergio Fajardo no ha logrado encauzar ni organizar.  

Por todo lo anterior, no le aprobarán a Duque las objeciones a la JEP. No quieren fortalecer a Uribe, saben que es un caso juzgado por la Corte Constitucional, y van a dejar que sea el gobierno el que pague los platos rotos.  

Duque vive un momento de extrema debilidad: el gobierno no arranca, la violencia se dispara en regiones y ciudades, Guaidó no cuajó y Maduro no cayó, la coalición de gobierno se diluyó y el querer ser Uribe III no le funcionó.

Y la Minga indígena sigue ahí…

E-mail: ferdorado@gmail.com / Blog:

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