La necesidad de un debate
democrático y franco…
DERROTAR A LOS POLÍTICOS CORRUPTOS ES EL CAMINO PARA CONSOLIDAR LA PAZ
EN COLOMBIA
Bogotá, 13 de marzo
de 2017
Una breve síntesis histórica
La oligarquía asesinó a Gaitán en
1948 porque éste se había apoderado del partido liberal para ponerlo al
servicio del pueblo. Además, era inminente su elección como Presidente de la
República.
Después del crimen, los
verdaderos liberales gaitanistas fueron mermados a sangre y fuego durante los
siguientes años, lo que generó que muchos de ellos se organizaran para resistir
y, más adelante, con la influencia del Partido Comunista se convirtieran en las
FARC.
Los dirigentes liberales se
coaligaron con los conservadores desde 1957 para impedir cualquier
resurgimiento de la rebelión. Le llamaron “Frente Nacional”.
Paralelamente, utilizaron a Alfonso López Michelsen con su Movimiento Revolucionario Liberal MRL para canalizar y controlar a los liberales gaitanistas y a los comunistas que no se fueron para el monte.
Simultáneamente apareció el único
movimiento político que no estuvo de acuerdo con la lucha armada que se
denominó el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR.
En 1970, el inconformismo y la
rebeldía buscaron otros canales de expresión apoyando al General Rojas Pinilla
a quien le robaron las elecciones mediante el fraude y, entonces, apareció el Movimiento
19 de abril M19.
Durante las dos décadas
siguientes el movimiento social y popular se fortalece en muchas regiones y
ciudades de Colombia. Surgen infinidad de movimientos cívicos por todo el país
y las diversas fuerzas insurgentes mantienen y amplían su presencia en muchos
territorios (FARC, ELN, M19, EPL, Quintín Lame y otros grupos).
En 1990 la oligarquía impulsa procesos
de paz con algunas guerrillas (M19, EPL, MAQL, PRT, CRS) y se convoca la
Asamblea Constituyente de 1991 prometiendo la democratización del país. Su plan
fue aplicar el primer paquete neoliberal (apertura económica y privatización de
empresas públicas) usando la cobertura de ese proceso. Lo logran totalmente,
engañando al pueblo con leyes y normas que nunca se cumplen.
En 2002 la oligarquía se unifica
alrededor de Álvaro Uribe Vélez, después del fracaso de los diálogos del Caguán
con las FARC (1998), para intentar la derrota militar de las guerrillas que no
habían participado en los anteriores acuerdos. Los insurgentes habían logrado fortalecer
sus fuerzas –especialmente en lo logístico y militar– aprovechando la
existencia del narcotráfico, la minería legal e ilegal y las economías
paralelas, que les garantizaban un permanente financiamiento de la actividad
subversiva pero habían perdido influencia política debido a la degradación de
la guerra que afectó a amplios sectores populares.
En 2012 Juan Manuel Santos,
siguiendo las órdenes del gobierno de los EE.UU. encabezado por Barack Obama,
quien diseñó un cambio de política frente a Cuba y América Latina, inicia los
diálogos de La Habana con las FARC para terminar el conflicto armado.
Finalmente en noviembre de 2016, después
de más de 4 años de negociaciones (después de la derrota del Plebiscito) se
acuerda una Reforma Constitucional mediante el método del "fast
track" (vía rápida en el Congreso Nacional) y las FARC inician su proceso
de desmovilización.
El momento actual y las alternativas políticas a la vista
En los últimos 27 años la nación
colombiana ha acumulado una serie de problemas que son resultado del modelo de
desarrollo imperante. Se destacan los siguientes: la apropiación monopólica de la
riqueza nacional por poderosos conglomerados capitalistas transnacionales, la desindustrialización
y la reprimarización del aparato productivo, la destrucción de importantes recursos
naturales y de fuentes hídricas, la quiebra fiscal del Estado y la descomposición
del mismo por efecto de la corrupción político-administrativa, la inmensa
desigualdad social y económica, la delincuencia y la inseguridad disparadas a
todos los niveles que están asociadas al desempleo y la pobreza que afecta a
amplios sectores de la población rural y urbana.
Como consecuencia de lo anterior,
existe una fuerte y generalizada percepción entre la ciudadanía que se
requieren cambios sustanciales para reencauzar al país en la búsqueda de
bienestar para las mayorías de la población; mucho más cuando estamos a un paso
del fin del conflicto armado con las guerrillas insurgentes.
Es por ello que en las elecciones
de 2018 se definirán dos aspectos fundamentales que están totalmente relacionados:
a) la derrota política de los enemigos declarados y camuflados de la
terminación del conflicto armado, y b) la derrota de los políticos
clientelistas y corruptos. Estos son sectores políticos imbricados,
superpuestos, solapados y entrelazados, que quieren mantenerse en el gobierno para
aplicar el segundo paquete neoliberal (entrega de territorios, zonas francas y
turísticas, riquezas naturales, biodiversidad y mercados al gran capital
transnacional).
Las burguesías (transnacional,
burocrática y emergente) quieren repetir la experiencia de 1991, en donde a la
sombra del “proceso de paz” mantuvieron su poder político atrayéndose a la
izquierda y a los movimientos políticos organizados por los insurgentes
desmovilizados pero sin ceder en aspectos estructurales (modelo económico y
estructura del Estado), como lo demostraron a lo largo de la negociación con
las FARC.
Sin embargo, todo apunta a que ésta
vez esa fórmula no les va a funcionar. A pesar de contar con la ayuda indirecta
de los terratenientes reaccionarios y otros sectores guerreristas que amenazan
con sabotear y desconocer los “acuerdos de paz”, ha surgido un movimiento
político ("alianza anti-corrupción"), que representa principalmente a
los sectores más avanzados de los trabajadores y de las clases medias de las
ciudades. Las fuerzas que lo integran se han deslindado de las fuerzas
“santistas” y “uribistas” para elegir en 2018 un gobierno que impulse una
verdadera democratización del país, se cumplan y desarrollen plenamente los
acuerdos con las FARC y se inicie un proceso de transformación del país que sea
soporte de una verdadera paz.
La necesidad de un debate abierto y tranquilo
Hoy se ha empezado a desarrollar
un debate al interior de las fuerzas democráticas y de izquierda –no tan
abierto ni con la seriedad y ecuanimidad que requiere el momento– sobre la
estrategia a impulsar. Diversos artículos de prensa han empezado a circular y a
plantear las diversas opiniones sobre este importante asunto.
Quienes sobredimensionan el
peligro de que el “uribismo” regrese al gobierno plantean que hay que
constituir una alianza con sectores políticos del establecimiento (liberales,
de la U, conservadores, etc.) para darle continuidad al proceso de paz.
Quienes aspiran a derrotar simultáneamente
a “santistas” y “uribistas” argumentan que existen las mejores condiciones
políticas para vencer plenamente a todos los políticos corruptos, ganándose a
todas las fuerzas sanas de la Nación y motivando a los amplios sectores
abstencionistas. Ellos están convencidos que esa tarea es la única garantía de
cumplir plenamente los acuerdos de paz y avanzar por nuevos caminos.
Este debate debe profundizarse y
aclararse. Hay que organizar foros donde representantes de amplios y diversos
sectores políticos se encuentren y discutan de cara a la sociedad. Se debe
hacer con apertura mental y respeto mutuo, sin rencores y cobros de cuentas
pasadas, con espíritu de verdadero entendimiento, sin sectarismos ni
revanchismos innecesarios. Sólo así podremos avanzar por caminos de unidad o de
disenso civilizado.
Seguir por la senda de los
ataques arteros reviviendo rivalidades y enfrentamientos del pasado, no es la
actitud consecuente de quienes dicen estar comprometidos con la paz y la
reconciliación.
Excelente articulo
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