Análisis prospectivo hacia
2018…
ENTRE EL POPULISMO DE DERECHA Y LA DERECHA NEOLIBERAL
Popayán, 14 de junio
de 2016
Dentro de dos (2) años en
Colombia estaremos eligiendo presidente de la república para el periodo 2018-2022.
Lo más seguro es que habrá segunda vuelta ante la dispersión de las fuerzas
políticas. ¿Volveremos al escenario recurrente de tener que escoger entre lo
malo y lo peor? ¿Entre la derecha neoliberal y el populismo de derecha? ¿Entre
la derecha “pacifista” y la extremo-derecha guerrerista? ¿Entre los agentes de
Santos y los de Uribe?
Acaba de ocurrir en Perú. En el
país vecino los demócratas y la izquierda se vieron obligados (igual que en
Colombia en 2014) a apoyar un candidato neoliberal para impedir el triunfo del “fujimorismo”.
Raúl Zibechi plantea que todo indica que “el fujimorismo está sólidamente
asentado en la sociedad peruana, en particular en los sectores populares”, que “mantendrá
una fuerza considerable” y que su “crecimiento en el quinquenio lo muestra como
una fuerza avasallante” (http://bit.ly/1Q1qz4R).
¿Aquí el “uribismo” seguirá vigente? No
lo creo.
En Colombia no se repetirá ese
escenario. La polarización entre Santos y Uribe tiene cansada a la gente. Esa
confrontación –casi personal– ha generado un enorme desgaste entre las fuerzas
que se la han jugado por la “paz”, ya sea a favor o en contra. Tanto Uribe como
Santos muestran un deterioro político creciente. El escepticismo y la incredulidad
sobre el proceso de paz empiezan a transferirse hacia sus principales actores. Es
lo que se percibe como constante entre la mayoría de la población. Y la
izquierda también sufre ese desgaste tanto por la división interna como por su identificación
con la guerrilla.
Es absolutamente previsible, casi
inevitable, que aparezca en Colombia un movimiento que logre unificar a amplios
sectores sociales que rechazan esa polarización. Dichos sectores ya se han
deslindado del populismo autoritario y corrupto del expresidente Uribe, del “reformismo”
enmermelado de Santos, y del asistencialismo paternalista que representa la
izquierda. Esos sectores sociales rechazan la disyuntiva entre derecha-izquierda.
Sin embargo, quienes quieran encarnarlo, tendrán que elaborar propuestas creíbles
frente a la paz, a la lucha contra la corrupción y a la protección del medio ambiente.
Todo está servido.
Identificar esa aspiración política
que se va forjando en la mente y en el sentir de amplios sectores de la
población colombiana es clave para jugar con acierto hacia el futuro. Además, al
interior de ese “movimiento ciudadano” puede incubarse un Nuevo Proyecto Político
que logre entusiasmar a la juventud citadina que rechaza la “política” pero
quiere actuar frente a tanta corrupción, injusticia, indignidad, caos
institucional y ausencia de alternativas viables.
Es evidente que los liderazgos de
izquierda –cualquiera sea la tendencia o grupo– no están en condiciones de
liderar ese movimiento ciudadano. Gustavo Petro que se proyectaba como un líder
de izquierda alejado y hasta contrario a las FARC y, como un consecuente
luchador contra la corrupción, perdió esa aura. En medio de su entusiasmo por
la paz y de las afujías por mantenerse en el cargo de alcalde, debilitó ese
perfil que había construido tiempo atrás.
Por ello el campo le queda
abierto a personalidades como Sergio Fajardo, Claudia López o algún “outsider”
que cumpla con los requisitos mínimos y que levante un programa político que
recoja ese sentir creciente de “renovación” que se empieza a respirar entre un
buen sector de la población colombiana. Su meta deberá ser unificar a todas las
fuerzas susceptibles de ser unidas y, por lo menos, obtener el segundo lugar en
la primera vuelta presidencial de 2018. Luego, obtener el triunfo en la segunda.
Un movimiento de ese tipo tiene
todas las posibilidades de crecer y competir con éxito. Puede comprometerse a
cumplir con firmeza e integridad los acuerdos de paz que se firmen con las FARC
y tratar de ampliarlos a las demás fuerzas insurgentes. Y lo puede hacer porque
no carga con las limitaciones y taras ideológicas que pesan sobre los hombros y
atormentan el alma de quienes han vivido con parcial intensidad el conflicto
armado. Son fuerzas y personas renovadoras. Portan en sus genes un nuevo código
y en su espíritu un nuevo aliento.
Pueden incluso ofrecer no sólo un
período de gobierno sino un proyecto de largo aliento para construir la
verdadera paz. Sin la corrupción autoritaria y mafiosa de Uribe pero sin la podredumbre
clientelista de Santos; sin el espíritu vengativo del primero pero sin la
debilidad complaciente del segundo; con la mano dura de Uribe pero dentro de la
legalidad jurídica que ha respetado Santos; sin permitir impunidad pero sin caer
en un leguleyismo desgastante; sin el espejo retrovisor revanchista pero sin la
ilusión mentirosa de quien idealiza la “paz precaria” para quedar inscrito en
la historia. Sin el odio compulsivo del uno y con la moderación prudente del
otro.
Todos sabemos que se requiere tanto
del esfuerzo disciplinado, juicioso y firme de varios gobiernos como del
trabajo sacrificado y entusiasta de la sociedad y el pueblo para construir la
paz en Colombia. Dicha labor tendrá que ser acompañada de la actitud
responsable y seria de un proyecto político que sea modelo ejecutante de una transformación
democrática de nuestro país. Solo haciendo pedagogía con el ejemplo se
consolidará la convivencia pacífica. Prevemos que los conflictos sociales se incrementarán
pero su resolución deberá ser el motivo y el escenario de la participación y no
el de la exclusión o de la represión estatal.
Si amplios sectores democráticos,
progresistas y de izquierda entienden el momento, comprenden la necesidad de un
período de transición pacífica y tienen paciencia estratégica, podrán
contribuir con modestia y sin protagonismos a derrotar plena y paralelamente a
los dos compadres (Santos-Uribe) que ante ese escenario se unirán
irremediablemente alrededor de Vargas Lleras, en la eventualidad de que –como
se prevé– sea el candidato de todas las derechas-derechas.
Así, se irá despejando el
panorama en Colombia. Con paciencia democrática.
SERGIO FAJARDO ES SÓLO UNA APUESTA DE LA DERECHA Y LA ULTRADERECHA PARA QUITARLE FUERZA A LOS VERDADEROS PARTIDOS DE CAMBIO DE IZQUIERDA. EL ESCRITOR HACE UN PÉSIMO ANÁLISIS POLÍTICO DE LA REALIDAD. NO HAY SINO QUE VER CÓMO EL PARTIDO VERDE SE ALINDERÓ CON CAMBIO RADICAL PARA ACABAR CON BOGOTÁ, ESA ES LA VERDADERA PROPUESTA DE ESE PARTIDO, ENGAÑAR Y ROBAR, CON DISCURSO DE PROGRESISMO. CREO FERNANDO QUE TE EQUIVOCAS Y PRESUMO TU BUENA FE, PERO CREO QUE EL ÚNICO QUE HA DEMOSTRADO PODER TRABAJAR SIN MAFIAS, SIN CORRUPCIÓN Y SERUN LIDER DE MASAS Y CORRECTO ES PETRO, FAJARDO TUVO UNA PÉSIMA GESTIÓN (NO ES SINO VER QUE EN MEDELLÍN HAY CADA VEZ MÁS POBREZA Y AUTORITARISMO) Y MOCKUS ES UN TRAIDOR SOLAPADO.
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