CLARA…¿SI LA TIENE CLARA?
Bogotá,
18 de septiembre de 2015
Doce años de gobierno de izquierda y …
Doce años de
gobiernos de izquierda y progresistas en Bogotá parecieran estar a punto de
terminar. Esas tres administraciones tenían que servir para consolidar un modelo
de gestión democrático y social en la capital de la república. Pero, la
realidad revela otra cosa.
Las últimas encuestas
muestran que la izquierda puede perder la Alcaldía capitalina (http://bit.ly/1Y4EFU1).
Hoy las fuerzas
del gran capital, los grandes contratistas, los monopolios de la construcción,
los politiqueros de todos los colores y los privatizadores por convicción, se
preparan con todos los fierros para “recuperar” la administración distrital. Y
están a punto de lograrlo.
Es necesario
revisar la historia para poder ubicarnos en la situación actual y tratar de
contribuir con un análisis objetivo que nos permita actuar en forma correcta.
No podemos
olvidar que Gustavo Petro ganó las elecciones para la Alcaldía Distrital debido
a la dispersión de las fuerzas contrarias (derecha extrema, derecha
tradicional, derecha-centro, centro-derecha, etc.). Lo logró solo con el apoyo
del 32% del electorado (http://bit.ly/1iliPLo).
Ese resultado
–que fue bastante precario– sirvió de motivo para hacer los cálculos políticos
que llevaron a las fuerzas antidemocráticas encabezadas por el Procurador a
intentar sacar por la puerta trasera a Petro, cuando se atrevió a tocar los
intereses de los empresarios y monopolios privados del aseo.
La reacción
popular, la acción jurídica en lo nacional e internacional y los acuerdos
políticos que hizo el alcalde con el gobierno central (Santos), le permitieron
aferrarse a la Alcaldía por el resto del período.
Sin embargo,
además del desgaste de casi un año perdido dedicado a defenderse, se acumularon
otra serie de hechos que han llevado a que la campaña mediática de desprestigio
de la Bogotá Humana y de los gobiernos de izquierda, haya calado entre mucha
gente, especialmente entre las clases medias.
Entre esos
hechos está el colapso del sistema de TransMilenio y el incremento de la
delincuencia “menor” (atracos callejeros, robos de celulares, extorsión en los
barrios) que ha generado una percepción de inseguridad ciudadana, que es centuplicada
y generalizada por el “partido de la desinformación” para crear un ambiente de
caos e ingobernabilidad.
Es indudable que
graves errores cometidos en las administraciones de Lucho Garzón y Samuel
Moreno, fueron los antecedentes del minoritario triunfo de Petro, y que la
posible debacle que se pueda venir –que ojalá no lo sea–, no se le podrá
achacar sólo a éste último.
Por el
contrario, veremos que el gobierno de la Bogotá Humana realmente es el primero
que rompe con el modelo de ciudad que desde el Banco Mundial se impuso en
Bogotá durante los dos gobiernos de Mockus y el de Peñalosa.
La matriz mediática
¿Cuál ha sido la
matriz utilizada para desprestigiar la administración de la izquierda entre la
población bogotana?
En primer lugar,
achacar la corrupción del “Cartel de la Contratación” únicamente al Polo
Democrático Alternativo, cuando en ese timo al presupuesto público estuvieron
involucrados concejales, funcionarios y personajes de diversos partidos
políticos.
Lo que no han
podido hacer es comprometer a Petro con ese “cartel” pero usan la
generalización del término de “las izquierdas” para –de alguna manera–,
involucrarlo.
En segundo
lugar, los medios de comunicación y los candidatos en pugna han posicionado la
idea de que la izquierda sólo gobierna para los más pobres, que la visión de la
izquierda colombiana es de tipo “castro-chavista” y que no se ha gobernado en
favor de todos los bogotanos.
Temas como la
movilidad y la seguridad son presentados como los grandes fracasos de la
administración de Petro. No se consideran los logros conseguidos que se pueden
demostrar con cifras. Tampoco se muestra que el colapso de TransMilenio es
fruto de un modelo de ciudad y de un proyecto unimodal de transporte que los
gobiernos de izquierda heredaron y tuvieron que administrar obligadamente.
Se minimizan los
avances conseguidos en políticas de medio ambiente, salud, educación, nutrición
infantil, trabajo cultural, integración social, y la óptima gestión de las
empresas públicas del Distrito que redundaron en su fortalecimiento
administrativo y financiero. Para hacerlo comparan las cifras de esas
realizaciones con algunas metas que se sobredimensionaron al inicio del
gobierno de Petro y no con lo realizado
por otros gobiernos en períodos anteriores.
Pero por sobre
todo, se lanzan campañas finamente orquestadas para imponer la idea de que los
gobernantes de izquierda son ineficientes y poco ejecutivos.
Antecedentes
Desde 1988, con
la elección popular de alcaldes, algunos movimientos sociales y organizaciones
políticas surgidas de ellos, iniciaron la participación electoral para acceder
a administraciones municipales. En diversos departamentos se logró ese objetivo
durante la década de los años 90s.
En Nariño,
Cauca, Guajira y Tolima, expresiones políticas de ese mismo tipo lograron
llegar a administraciones departamentales con Parmenio Cuéllar, Floro Tunubalá,
Lucho Gómez y Guillermo Alfonso Jaramillo, respectivamente. Fue la antesala del
triunfo de Lucho Garzón en Bogotá.
No obstante la
izquierda no estudiaba dichas experiencias ni sacaba lecciones de ellas. Un
sector de la izquierda, surgido del M19, había entrado en una especie de
pragmatismo efectista, y se conformaba sólo con la bandera de la lucha contra
la corrupción.
El otro sector,
más tradicional y ortodoxo, ni siquiera consideraba la participación en cargos
de tipo ejecutivo (alcaldías, gobernaciones). Planteaba que la estructura
capitalista y neoliberal del Estado, impedían cualquier tipo de avance social
en lo local y regional. Para esa izquierda, llegar a dichos cargos era un
desgaste y no valía la pena siquiera intentarlo.
Es así como se
llega a la administración de la ciudad capital sin tener una visión
estratégica. Un sentido muy general de lo “social” y la meta de manejar los
recursos con ética y transparencia fueron las bases de la política “Hambre
Cero” de Lucho Garzón. No se consideró en ningún momento enfrentar el modelo
neoliberal y muy pocos esfuerzos se hicieron por desarrollar nuevas formas de
democracia y participación popular y ciudadana.
El caso de la
administración de Samuel Moreno es mucho más complejo. Él tenía pretensiones
presidenciales. Su hermano, familia y “amigos” se aprovecharon de esa ilusión.
Los agentes y protagonistas del “Cartel de la Contratación”, entre ellos los
Nule, que estaban incrustados en la alcaldía desde los gobiernos de Mockus y
Peñalosa (http://bit.ly/1V033lt), que no fueron
detectados por Garzón, hicieron su agosto con la complicidad de funcionarios de
alto nivel y la despreocupación –miraban para otro lado–, de los dirigentes del
Polo.
Petro,
acompañado por el concejal Carlos Vicente de Roux y el senador Avellaneda,
reaccionó a tiempo, denunció la corrupción que se había incrustado en la
Alcaldía de Bogotá y ello sirvió de insumo para que la izquierda-progresista se
mantuviera al frente de esa administración.
Limitaciones conceptuales y fallas de ejecución
Es evidente que
nuestra izquierda tiene una enorme deuda frente a la extraordinaria experiencia
acumulada, tanto en los municipios y departamentos como en la alcaldía de
Bogotá. No hemos estudiado a fondo ni reflexionado para elaborar lecciones
aprendidas. Tampoco hemos asimilado las enseñanzas de países vecinos y de otras
latitudes.
En el caso de la
Bogotá Humana es indudable que se intenta dar un salto cualitativo. Su programa
es de avanzada, tiene realmente una dimensión global. Sus objetivos atacan tres
graves problemas que son efectos de la hegemonía del capitalismo neoliberal: la
depredación social, la crisis ambiental y el desmonte de los Estados nacionales.
La política de integración social, la lucha contra el cambio climático y la
defensa de lo público, intentan enfrentar esas consecuencias sistémicas.
Sin embargo, al
no haber diseñado un esquema estratégico, Petro les concede una enorme ventaja
a sus contradictores y enemigos. Primero, sobredimensiona algunas metas.
Segundo, torea afanadamente –aún sin posesionarse–, el avispero del poder
privatizador que se ha apoderado de la principal empresa de servicios públicos:
la Empresa de Energía de Bogotá. Tercero, se deja aislar muy rápido de los
medios de comunicación privados, confiando en el poder del Canal Capital.
Cuarto, ataca de frente a los monopolios privados del aseo sin tener una
retaguardia social que lo apoyara con consistencia. Quinto, no construye un
proyecto político ni una coalición fuerte en el Concejo para poder avanzar
paulatinamente en el logro de algunas metas estratégicas.
Es así como,
casi inmediatamente a haber lanzado su ofensiva anti-neoliberal, Petro tiene
que retroceder. Fue obligado a renegociar con los concesionarios privados del
aseo; tuvo que prorrogar los contratos de Transmilenio; echó atrás la rebaja en
las tarifas del sistema de transporte; engavetó proyectos tan importantes como
el Banco Distrital para apoyar proyectos productivos de pequeños y medianos
productores y empresarios y, al final de su mandato, Santos le incumplió y lo
dejó colgado sin la financiación del 70% del Metro.
No se trata de
llegar a la conclusión propia de la izquierda tradicional de que no se puede
hacer nada hasta que se haga la “revolución”. No. Por el contrario, creemos que
SÍ es posible trazar una estrategia que lleve a las fuerzas progresistas y de izquierda
a colocar en primer lugar la construcción y fortalecimiento del movimiento
social, apoyándose en planes y programas que le lleguen a la gente sin
necesidad de romper –de inicio–, con las políticas neoliberales. Mientras
acumulamos fuerza social y organizativa, podemos hacer énfasis en el control
social de los recursos públicos, romper con la gran contratación, crear
veedurías, enfrentar los micro-poderes corruptos que a la sombra de ONGs se han
apoderado de importantes recursos del Distrito, y mostrar un nuevo estilo de
gobierno.
Es decir, se
trata de reconocer desde un principio cuales son nuestras fuerzas y cuáles son
las de los opositores. Hay que recordar
e insistir en que llegar al gobierno no es acceder al Poder. Tenemos y
debemos acumular fuerza con base en procesos organizativos que exploten al
máximo las amplias posibilidades de la “micro-economía” y la “micro-política”,
que giran alrededor de la cotidianidad comunitaria y de proyectos concretos de
apropiación colectiva de lo común y de lo público (algo se ha hecho en ese
terreno).
Tenemos que construir
fuerza social y política con base en tareas concretas y sencillas que entusiasmen
a la gente, y ello es posible hacerlo en unas primeras etapas del cambio. Más
adelante, con esas fuerzas organizadas podremos impulsar cambios y
transformaciones estructurales y sostenibles en el terreno de la “macro-economía”
y de la “macro-política”, que es la que determina la acción central del Estado
en el ámbito general.
Es importante
entender que desprivatizar entidades y empresas del Estado es hoy en día una
obra revolucionaria. Recuperar para “lo público” –que no puede identificarse
totalmente con “lo estatal”–, áreas estratégicas de la economía y de la vida
social, como las empresas de servicios públicos, las comunicaciones, la banca,
los medios de información, los recursos estratégicos (petróleo, carreteras,
comercio exterior, etc.), es hoy una tarea que implica un esfuerzo enorme de los
pueblos y los trabajadores.
Para hacerlo, las
fuerzas del cambio tienen que ser mayoritarias. El pueblo lo entiende y lo dice
con gran sentido común: “No podemos ensillar sin antes traer las bestias”.
La situación actual de cara a las elecciones de octubre
de 2015
Como lo dice
Carlos Vicente de Roux en su carta de renuncia a la candidatura de la Alianza
Verde, la población ya está polarizada entre la continuidad de la izquierda
social y el regreso de las fuerzas de la derecha privatizadora y neoliberal (http://bit.ly/1QKngek).
Esa polarización
y el incumplimiento de Santos a Petro, obligará a todas las fuerzas progresistas
y de izquierda a aglutinarse alrededor de Clara López. La amenaza “uribista” no
podrá lanzarse como argumento para apoyar a Pardo. Incluso, en la eventualidad
de que el candidato liberal (realmente de la “U”, santista) se sumara a Clara –opción
muy poco probable–, la mayoría de quienes lo apoyan se irían para donde Peñalosa
encabezados por César Gaviria y su hijo “delfín”.
Las cartas están
jugadas y la izquierda deberá “restiarse”... ¡jugarse a fondo! Deberá intentar ganar con inteligencia e
integridad o perder con dignidad y sin desteñirse. En vez de estar a la
expectativa de acuerdos burocráticos debe sacudirse y salir a buscar al pueblo
que se ha visto beneficiado por los programas sociales. ¡Con decisión y
valentía!
El problema es…
¿cómo hacerlo bien?
Hasta ahora
Clara López, a pesar de haber recibido apoyos de personalidades y fuerzas
liberales y conservadores independientes, no ha conseguido enviar un mensaje de
amplitud que sirva para “despolizar” su campaña. No ha entendido que
debe quitarse de su entorno algunas personas que encarnan la “sombra” de los
hermanos Moreno. Mantenerlos a su lado envía el mensaje de que la misma
candidata no reconoce que no solo hubo descuido frente a lo que ocurrió en la
administración de Samuel sino que se presentó cierta condescendencia que rayó
con la complicidad.
Se requiere con
urgencia un cambio estratégico en la campaña de Clara. ¡No es cierto que Clara la tenga clara! Debe aprovechar la muy
segura llegada y respaldo de progresistas y un importante sector de los verdes,
para re-lanzar una especie de “Frente, Coalición o Convergencia Ciudadana”, con
nuevos protagonistas, salir al encuentro con las organizaciones sociales,
movimientos ciudadanos, grupos étnicos, animalistas, ambientalistas, jóvenes,
mujeres, LGTBI, etc., y trazarse unos compromisos muy serios para fortalecer la
organización y participación popular y ciudadana durante su gobierno.
Un gran
encuentro social, político, comunitario, popular y ciudadano, debe servir para
refrendar esos compromisos que servirán para darle un nuevo aire a la campaña.
De todas formas ese tipo de eventos deben servir para –en caso de perder–,
organizar desde las bases sociales, desde barrios y localidades, la defensa de las
conquistas sociales logradas durante los últimos 12 años.
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