EL QUE PERSISTA TORPEMENTE EN EL CONFLICTO… ¡PIERDE!
Bogotá, 29 de junio
de 2015
Desde el punto de vista
sociológico (dirían los académicos) el conflicto armado en Colombia se explica
por la confluencia o encuentro de dos sectores de la población profundamente
lastimados, heridos, discriminados, humillados y despojados de sus derechos que
– al tener grandes resentimientos heredados –, fueron fácil presa de la
manipulación oligárquica e imperial.
Un sector es el conformado por
los “hijos bastardos de la familia paisa”, expulsados de las grandes haciendas
antioqueñas, arriados a la aventura y a la colonización más allá del Viejo
Caldas. Ellos se van encontrando en la región central de Colombia, (en las
tierras aledañas a los nevados del Tolima y Huila), con pueblos indios nunca
vencidos (pijaos, yalcones y nasas). Allí, se constituyeron en el núcleo
central de la lucha armada insurgente.
Pedro Antonio Marín (Manuel
Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”), recoge como el que más, el espíritu de
Quintín Lame y lo convierte en resistencia armada.
Pero las grandes mayorías
colombianas no participan directamente en esa lucha. La soportan y sufren. Los
negros afrodescendientes son pacíficos en su gran mayoría. Los mestizos de las
diferentes regiones (nariñenses, caucanos, cundi-boyacenses, caribeños, etc.) son
mansos y hasta “cortesanos” y siempre buscan conciliar.
El problema es que después (entre
1974-1982) el imperio y la oligarquía – usando la economía del narcotráfico –
instrumentalizan el conflicto armado y la convierten en herramienta de
intervención territorial.
Y allí estamos. Entrampados.
Ahora, que se trabaja la memoria
histórica buscando el fin del conflicto armado se debe señalar que la violencia
siempre vino primero de “los de arriba”. Desde la conquista.
Hoy se nos ha vuelto un grave
problema, sobre todo para “los de abajo”.
Pero la historia es la historia y
por eso es tan difícil superar este conflicto.
Hay que entenderlo para
superarlo, sin idealizar a nadie pero reconociendo las causas sociológicas,
económicas y hasta culturales de ese problema… que es de todos.
Si no entendemos lo que ha sucedido... ¿cómo perdonar? Si no comprendemos las razones del alzamiento armado y su
posterior degradación... ¿cómo podremos convivir hacia el futuro los herederos de
guerrilleros, paramilitares y militares comprometidos en graves crímenes?
Ahora, hay que reiterar una vez
más que una cosa era la auténtica resistencia campesina y otra, muy diferente,
en lo que degeneró, principalmente debido a la política usada por los
estrategas gringos para los llamados “conflictos de baja intensidad”: la guerra
sucia (teoría y práctica de las guerras de 4a generación).
La gran falla de la dirigencia de
las FARC es no haber caído en cuenta – a tiempo – en la trampa que se metían.
Pero bueno, de eso se trata la
salida negociada. Allí estamos todos, de una u otra forma, tratando de avanzar.
Y… ¡avanzaremos!
Es inevitable. Ya no hay excusas.
El que persista torpemente en el conflicto… ¡pierde!
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