Popayán, 4 de mayo de
2022
Vivo en un lugar que al igual que
en Cartagena se manifiesta la más nítida expresión de la naturaleza de la casta
oligárquica que ha dominado desde siempre en Colombia. Usaré una de las
características urbanas de esta ciudad, Popayán, para tratar de explicar por
qué las clases dominantes colombianas recurren a la violencia y a la perfidia para
derrotar cualquier proyecto político que amenace con afectar sus intereses y
privilegios.
En esta ciudad el aeropuerto fue
construido en 1949 a menos de un (1) kilómetro del “centro histórico”. Allí vivieron
hasta los años 80s del siglo XX los herederos de los grandes terratenientes y
esclavistas del “Gran Cauca”. Esa jurisdicción correspondió a casi la mitad del
territorio nacional hasta 1903. Y lo curioso es que el aeródromo ocupa todavía ese
lugar. A su lado, está el batallón del ejército en donde funciona la IX
Brigada, una de las más grandes del suroccidente colombiano.
Esas instalaciones aéreas y militares
ocupan un sector estratégico y son uno de los principales obstáculos para el
desarrollo urbanístico de la capital caucana. Constituyen un inexplicable tapón
para el crecimiento armónico y ordenado de la ciudad. Los urbanistas que
conocen del tema así lo certifican. ¿Cuál es la razón de esa cercanía? ¿Qué
tiene que ver ese hecho con la psicología de la oligarquía colombiana? ¿Cuál es
la relación con la posibilidad de que asesinen a Gustavo Petro?
Cuando los españoles fundaron la
ciudad en 1537 lo hicieron expulsando a los pueblos indígenas que habitaban este
territorio. Para hacerlo, trajeron consigo a miles de “yanaconas” reclutados en
Perú y Ecuador. Desde el principio fue un “fuerte militar y eclesiástico”. Instalaron
pequeños “pueblos yanaconas” en los alrededores de la ciudad para protegerse de
los “nativos”. No obstante, esa casta aristocrática vivía en permanente estado
de angustia ante la posibilidad de que sus “protectores” se aliaran con los “indios
malos” para destruir e incendiar la ciudad.
Tenían en mente lo ocurrido con la
ciudad de Caloto que fue quemada y destruida 7 veces por indígenas nasas que no
permitían que en su territorio se estableciera esa “avanzada de colonización y
muerte”. La dejaron tranquila solo hasta que se estableció en la zona plana del
norte del Cauca. Esa fue la razón por la cual la casta dominante de Popayán
localizó el aeropuerto y el batallón lo más cercano posible a sus viviendas para
poder huir oportunamente cuando se produjera el alzamiento indígena que los
perseguía como una pesadilla. Y tal hecho sucedió pero no como lo imaginaban. Los
pueblos indios recuperaron sus tierras y no les preocupó para nada la ciudad.
Y así es como ha vivido la
oligarquía colombiana. Llena de temor y al borde de un ataque de nervios ante
la posibilidad de una rebelión popular. Su más grande temor es que indios,
negros y mestizos se unifiquen con los “blancos pobres” para cuestionar su poder.
Y es la razón de que reaccione con tanta violencia cuando surgen proyectos democráticos
y plebeyos. Los asesinatos de Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, y
numerosos candidatos presidenciales durante la década de los años 80s y 90s del
siglo pasado (XX), son la demostración de esa actitud psicótica y criminal.
Hoy Petro se proyecta como el
próximo presidente de Colombia. Representa a fuerzas democráticas y populares
que son una amenaza para esa casta dominante. El candidato de la oligarquía no da
la talla. El denominado “centro” se difuminó fácilmente. Los ataques del
gobierno Duque en vez de debilitar al candidato progresista, lo fortalecen. No
valen campañas de miedo ni trampas, mentiras y embustes. Es un hecho que
registran hasta las encuestas contratadas y manipuladas por el establecimiento oficial
y los medios de comunicación comprados y a su servicio.
En cualquier otro país una
situación de este tipo sería algo normal y no llegaría a los extremos que se
viven en Colombia. Aquí, los niveles de beligerancia no tienen límites. El
gobierno interviene impunemente en la campaña electoral. La cúpula de militares
corruptos confrontan al candidato de la oposición. Y, lo más preocupante, la
dirigencia del Pacto Histórico denuncia un plan para atentar contra la vida de
su candidato. Es algo gravísimo teniendo en cuenta los antecedentes históricos.
Esta realidad lacerante obliga a que
los sectores democráticos tensionen sus fuerzas. Hay que impulsar campañas de
solidaridad a nivel internacional y asumir las más exigentes medidas de
seguridad y de cuidado. Tanto Petro como Francia pueden realizar una campaña
virtual usando los medios digitales y llamar al pueblo a apropiarse de la
campaña en forma masiva y creativa. Es un deber velar por su vida y evitar que
la oligarquía nos lleve a un nuevo baño de sangre.
Sabemos que el acceso al gobierno
por parte de fuerzas democráticas y populares es el paso inicial para derrotar
políticamente a las fuerzas de la muerte y de la corrupción. Se trata de empezar
a desarmar materialmente a quienes no quieren la paz ni la reconciliación. No
es una tarea fácil pero debe asumirse dentro del marco institucional existente,
con absoluto espíritu democrático y total seriedad. Conocemos los riesgos y
dificultades que ello implica pero no existe otro camino.
¿Cuáles son las circunstancias
que hacen que sea tan difícil para la clase dominante colombiana –“aliada estratégica”
del gobierno de los EE.UU.- aceptar que un gobierno progresista logre llegar a
la primera magistratura de la nación?
Primero, esa oligarquía sabe que
este país es un volcán que ha acumulado demasiada energía potencial y que
cualquier válvula de escape se puede convertir en una explosión de grandes
dimensiones. El nivel de pobreza, desigualdad e injusticia son su principal
combustible.
Segundo, una buena cantidad de
empresarios, terratenientes y políticos corruptos están comprometidos con los graves
crímenes que se cometieron a la sombra de la guerra contra la insurgencia. El
juicio que hoy tiene contra las cuerdas al expresidente Uribe los tiene nerviosos
sobre lo que les podría ocurrir si un gobierno progresista fortalece en verdad el
aparato de justicia.
Tercero, les preocupa el futuro
de los enormes negocios (globales y locales) que giran alrededor de la economía
del narcotráfico y de la violencia que se alimenta de esos recursos. No les
cabe en la cabeza que un gobierno que ellos no controlan pueda develar el
entramado de intereses oscuros que se han armado entre las cúpulas económicas,
políticas, militares y las mafias narcotraficantes.
Cuarto, sus patrones estadounidenses
están preocupados frente al momento geopolítico global. La guerra en Ucrania,
la crisis económica (estanflación), el cambio climático y demás variables que prevén
una aguda inestabilidad política mundial, los pone a la defensiva frente a la
posibilidad de que un gobierno progresista ponga a Colombia a la cabeza de un
nuevo alinderamiento de América Latina por fuera del control del imperio
norteamericano.
No es casual, entonces, que acusen
a Petro de ser “una amenaza para la democracia”, “un enemigo de la nación”, “un
peligro para las instituciones” y demás apelativos descalificadores y ofensivos.
Y todos sabemos que en un país en donde los grupos armados ilegales tienen un amplio
control territorial y comprobadas relaciones con cúpulas de las fuerzas
militares del Estado, esas denominaciones se constituyen en un abierto llamado
y en una orden de atentar contra Petro.
Por todo lo anterior, hay que reiterar
que la oligarquía colombiana siempre ha actuado de esa manera sin que sus altos
representantes se “unten” de sangre. Así es como han defendido sus intereses y
privilegios frente a quienes ellos consideran sus enemigos. Y también, debemos
decir que todas las clases dominantes del mundo lo hacen cuando lo pueden hacer.
Solo que unos son más taimados que otros. Y los taimados son mucho más
peligrosos.
No obstante, no podemos caer en
la provocación o en el terror. Todo apunta a que las fuerzas de la vida pueden
derrotar política y electoralmente a las fuerzas de la muerte. Y de acuerdo a
todas las evidencias, pueden hacerlo en la primera vuelta (29 de mayo). El
momento es crucial para avanzar por vías democráticas y pacíficas, apoyándonos
en la organización y la movilización popular y desechando cualquier tipo de aventura.
¡Colombia va ser una potencia de
la vida y va a derrotar la muerte!
Me encanta como ata la historia y a partir de allí genera un análisis profundo y sereno que termina en un mensaje directo de esperanza e invitación a la acción. Es un placer leerlo y quedar en actitud reflexiva.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y por leerme. Saludos fraternos
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