Frente a la crisis
institucional que se ha acumulado…
DIÁLOGO NACIONAL Y ACUERDO SOBRE LO FUNDAMENTAL
Popayán, 26 de junio
de 2018
Lo que fracasó en este período que va de 2013 a 2018 fue la política de
alianza con sectores de la burguesía transnacional (Santos) y con la burguesía
burocrática (Samper) para derrotar a los grandes latifundistas reaccionarios
aliados de los nuevos terratenientes mafiosos (Uribe), en torno a la “lucha por
la paz”. No obstante, muchos sectores “alternativos” todavía no son conscientes
de ese fracaso e insisten en la misma política para “salvar el proceso de paz”.
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Los resultados de las elecciones
en Colombia muestran un panorama bastante particular y paradójico. Las cifras
obtenidas (10,4 millones de votos para Duque y 8 millones para Petro) crean la
apariencia de una gran fuerza, pero si se observa en detalle, la debilidad y
precariedad es evidente, mucho más en el campo del “ganador” pero también en el
del “perdedor”.
Duque sabe que no tiene la fuerza
y legitimidad moral para encabezar a la Nación y que ganó con un mandato basado
en detener a Petro. El candidato de la Colombia Humana es consciente que no es
la única cabeza de la oposición y que la fuerza acumulada es para impedir la
dictadura (“legal”) de Uribe. El primero no puede gobernar con fluidez mientras
el segundo se puede diluir siendo solo oposición. En tanto, la gente sufre las
consecuencias de la crisis institucional que vive el país a todos los niveles.
Muchos se preguntan… ¿No hay nadie que piense en grande?
Las fuerzas corruptas y
guerreristas están acorraladas pero tienen la capacidad de conducirnos a un
infierno como siempre lo han hecho; las “ciudadanías libres” las derrotaron en
la primera vuelta (27-M) pero no construyeron la cohesión para derrotarlas de
verdad en la segunda (17-J).
Duque acogió obligado las
principales propuestas de Petro y ahora no sabe cómo “bajarse” de ellas. La
continuidad del fin negociado del conflicto armado y la consulta contra la corrupción
lo tienen contra la pared. No sabe cómo satisfacer el hambre de venganza de los
uribistas extremos, no puede defender de frente a los corruptos, y está comprometido
en garantizarle impunidad a su “jefe” (Uribe). Ya imagina los innumerables
conflictos que va a tener cuando incumpla todas sus promesas. Está sentado en
una “vaca loca” que puede incendiar este país en cualquier momento.
Petro en forma forzada tuvo que
bajarse de algunas de las propuestas que iban a “cambiar la historia de
Colombia”; entre ellas, la de la “Constituyente Territorial” que convocaría a amplios
sectores de la sociedad colombiana excluidos de la participación política y que
no creen en el establecimiento oficial. Tiene el reto de mantener la dinámica
de movilización popular logrado en la campaña electoral y, por ello, apoya la
consulta anti-corrupción, debe diseñar un modelo de oposición que unifique a
los sectores alternativos y ayudar a conquistar numerosas alcaldías y gobernaciones
que –supuestamente– serán fundamentales para la disputa presidencial de 2.022.
Lo grave para la Nación es que la
cantidad de problemas acumulados no dan tiempo. La reincorporación de los ex-combatientes
tiene grave problemas; crecen las áreas de cultivos de uso ilícito; los grupos armados
ilegales siguen asesinando dirigentes sociales y a desmovilizados; la situación
fiscal del Estado no es la mejor; el “proceso de paz” está hecho trizas, y a
pesar de los resultados electorales, no hay credibilidad ni confianza entre la
sociedad en su conjunto. Santos destruyó los acuerdos a punta de remiendos y se
requiere un acuerdo nacional para poder avanzar. Es decir, es hora de negociar
con Uribe, único camino para construir reconciliación.
La ley de perdón y olvido (o de “borrón
y cuenta nueva”) que nadie quiere reconocer para no hacerle trampa de frente a
la Corte Penal Internacional, va a tener que ser sacada de debajo de la mesa
con el visto bueno de las víctimas de todos los colores y de los diversos estratos
sociales. En la práctica ya está allí detrás de los acuerdos pero cada quien
quiere obtener más garantías y seguridad porque desconfía de los detalles o de
quién administre la justicia especial.
Por eso hay que coger el toro por
los cuernos, llamar a todas las fuerzas políticas y sociales a hacer el “Acuerdo
sobre lo Fundamental” planteado por Álvaro Gómez Hurtado en 1990 y que fue
retomado recientemente por Gustavo Petro, si no queremos seguir en un tire y
afloje que no trasnocha a la gente en general pero que preocupa y nos distrae
de los problemas que quedaron planteados en la campaña electoral que tienen que
ver con el cambio de matriz productiva, generación de empleo, cambio climático,
salud y educación, reforma política y judicial, etc.
Es decir, existen todas las
condiciones para plantear la convocatoria y realización de un Diálogo Nacional,
reviviendo la idea planteada por Jaime Bateman Cayón en 1980.
Hay que enviarle un mensaje
positivo a la Nación, mostrar que hay gente pensando en avanzar, no pretender
construir la reconciliación hasta que se logre la presidencia. No se puede desaprovechar
el esfuerzo realizado por tanta gente que apoyó a Duque, Petro, Fajardo, Claudia
López, Robledo, De la Calle, Vargas, y todas las fuerzas y personas que
participaron en la pasada campaña electoral. No podemos seguir pensando en “ellos”
y “nosotros”, hay que romper los esquemas y sorprender a crédulos e incrédulos.
Hay que mostrar madurez, generosidad y grandeza, sacudir el tapete y demostrar desde
ahora el respeto al otro a pesar de las diferencias.
Hay que enterrar el estilo de
Santos (que fue el gran derrotado de las pasadas elecciones) que a pesar de su
aparente buena voluntad era obligado –por su naturaleza vacilante y las condiciones
políticas reales– a echar la basura debajo de la alfombra para poder ganar el
Nobel de la Paz pero nos dejó un verdadero tierrero acumulado. Hay que acabar
con la falsa polarización sobre un tema que nos tiene a todos cansados y que de
no resolverse nos puede conducir a una guerra más desgastante y cruel que la
que ya hemos sufrido (“mexicanización” de Colombia). ¡Ya es hora!
Un diálogo nacional que permitiría
convocar a todos los sectores sociales y étnicos, academia, gremios, cortes,
fuerzas políticas, grupos armados y desarmados, a buscar soluciones a los temas
más urgentes y destrabar el camino de la paz y la democracia. Llegó el momento
de hacer las paces entre todos, incluyendo a las FARC y al ELN. En la práctica
es una forma de reconocer el “empate técnico” existente que no se va a resolver
a corto plazo si no dialogamos y cedemos.
La forma de convocarlo y desarrollarlo
es un tema importante pero secundario. Si hay voluntad política lo haremos. Y
no puede ser para solucionar todos los problemas de una vez; se requiere
creatividad para construir las mínimas condiciones de la paz y la democracia.
Ese es el verdadero mandato que acaba de enviar nuestro pueblo, incluyendo el
problema de la corrupción.
Si nos lo proponemos, lo
lograremos. Que despierten y se reactiven quienes recibieron el apoyo de la
ciudadanía colombiana. No es hora de esquivar responsabilidades.
E-mail: ferdorado@gmail.com
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