¿Coherencia?
Por Andrés H. Flórez
Bogotá, 13 de junio
de 2018
Como profesor de cursos de
escritura académica reclamé siempre a mis estudiantes preservar la coherencia
en sus textos, advirtiendo que así como en la vida, la coherencia es una virtud
muy esquiva, en la escritura lo es mucho más. El asunto va mucho más allá que
errores de ortografía, sintaxis o puntuación. Llamaba, por entonces, la
atención sobre las visibles fracturas entre los párrafos, ausencia de
consistencia en las ideas y, en fin, lo que en diferentes teorías de la
producción textual llamamos coherencia.
Ahora, cuando se esgrime la
coherencia para justificar la decisión de votar en blanco en la segunda vuelta
presidencial, me pregunto si este atributo es comparable cuando se emplea en el
ámbito de las decisiones éticas y no en el universo de las frases en un texto
escrito.
Cuando escucho a los nuevos
promotores del voto en blanco recuerdo los problemas más comunes que
enfrentaban mis estudiantes al atender la solicitud de coherencia que hacía a
sus borradores en aras de que lograran un texto lo más coherente posible. Enumero
en seguida los problemas más frecuentes en la eterna búsqueda de coherencia
textual que coinciden con la búsqueda de coherencia en materia electoral.
1. Apariencia de Coherencia.
Muchos estudiantes resolvían este
problema con soluciones formales o técnicas y lograban apenas una apariencia de
coherencia pero, en el fondo, al menos desde mi punto de vista como profesor,
carecían de consistencia.
La coherencia es un atributo
implícito de los textos, es poco frecuente que un escrito haga alardes de su
coherencia; en cambio, la coherencia a la que invitaba a mis estudiantes, es
una cualidad que atribuye el lector al texto cuando infiere y goza en él de esa cohesión. En el ámbito
electoral vemos a muchos líderes proclamando a los cuatro vientos su coherencia
como la razón principal de su decisión, olvidando que la coherencia es el
resultado de una sucesión de decisiones en el tiempo y no la causa de las
mismas.
2. Decir lo mismo en todo el
texto
Otro error muy común entre mis
estudiantes era la repetición. Para evitar caer en posibles incoherencias
repetían las misas ideas a lo largo del texto. Algunos se decidían por una
copia burda de las mismas palabras en el párrafo inicial y en el final, cayendo
en el peor de los plagios posible, plagiarse a uno mismo. Otros maquillaban
esta monotonía con la ayuda de un diccionario de sinónimos y antónimos. Mi
retroalimentación para esos estudiantes era sencilla: ser coherente no se trata
de decir siempre lo mismo. Muchos promotores del voto en blanco se basan en la
estrategia de la repetición, es decir, como “antes dije que no votaría ni por
uno ni por otro, ahora hago y digo lo mismo”. Aferrarse a una posición personal
desde el inicio a pesar del cambio de circunstancias externas, o evitando toda
discusión teórica, es otra forma de incoherencia.
3. Asumir la postura de
indiferencia
Una decisión muy frecuente de algunos estudiantes, sobre
todo provenientes de disciplinas o ciencias que llaman exactas, era mantener
una idea de coherencia en un contexto de blanco y negro, en mundos sin matices,
en donde abundaban las simplificaciones, las reducciones, los lugares comunes,
las clasificaciones fáciles. Para muchos promotores del voto blanco resultan
iguales o equivalentes, las opciones en disputa, se escuchan afirmaciones como
son igual de malos, son dos caminos equivocados, son dos extremos, etc., etc.
Esas afirmaciones no resisten un mínimo análisis de evidencias
historiográficas, sin embargo, para estos promotores de la pureza y la “incontaminación”,
las dos opciones son igualmente nocivas.
4. No decir nada
Los estudiantes que más me preocupaban
eran aquellos que sucumbían ante la hoja en blanco y terminaban escribiendo
textos llenos de citas y referencias pero que estaban huecos por dentro. Esto
no sólo era señal de una incoherencia mayor sino de una preocupante ausencia de
posiciones y una indiferencia impuesta por las circunstancias, o sea, una
indiferencia de derrota, resultado de la impotencia.
En materia electoral, este cuarto
caso no sólo atañe a los líderes “coherentes” sino a todos los electores, sobre
todo los jóvenes. Estas elecciones, por sus características, revisten de unas
peculiaridades que reclaman todo menos su indiferencia. Son las primeras
elecciones sin las Farc como factor electoral; es la primera vez que a cada
lado de la disyuntiva se ubican dos visiones del mundo y del futuro; es la
primera vez que superado el sofisma de la guerra contra el terrorismo, se
confrontan dos proyectos de Colombia.
Lo más coherente sería entonces
tomar una postura. ¡Es una obligación!
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