miércoles, 13 de junio de 2018

¿COHERENCIA?


¿Coherencia?

Por Andrés H. Flórez  

Bogotá, 13 de junio de 2018

Como profesor de cursos de escritura académica reclamé siempre a mis estudiantes preservar la coherencia en sus textos, advirtiendo que así como en la vida, la coherencia es una virtud muy esquiva, en la escritura lo es mucho más. El asunto va mucho más allá que errores de ortografía, sintaxis o puntuación. Llamaba, por entonces, la atención sobre las visibles fracturas entre los párrafos, ausencia de consistencia en las ideas y, en fin, lo que en diferentes teorías de la producción textual llamamos coherencia.

Ahora, cuando se esgrime la coherencia para justificar la decisión de votar en blanco en la segunda vuelta presidencial, me pregunto si este atributo es comparable cuando se emplea en el ámbito de las decisiones éticas y no en el universo de las frases en un texto escrito.

Cuando escucho a los nuevos promotores del voto en blanco recuerdo los problemas más comunes que enfrentaban mis estudiantes al atender la solicitud de coherencia que hacía a sus borradores en aras de que lograran un texto lo más coherente posible. Enumero en seguida los problemas más frecuentes en la eterna búsqueda de coherencia textual que coinciden con la búsqueda de coherencia en materia electoral.

1. Apariencia de Coherencia.

Muchos estudiantes resolvían este problema con soluciones formales o técnicas y lograban apenas una apariencia de coherencia pero, en el fondo, al menos desde mi punto de vista como profesor, carecían de consistencia.

La coherencia es un atributo implícito de los textos, es poco frecuente que un escrito haga alardes de su coherencia; en cambio, la coherencia a la que invitaba a mis estudiantes, es una cualidad que atribuye el lector al texto cuando infiere  y goza en él de esa cohesión. En el ámbito electoral vemos a muchos líderes proclamando a los cuatro vientos su coherencia como la razón principal de su decisión, olvidando que la coherencia es el resultado de una sucesión de decisiones en el tiempo y no la causa de las mismas.

2. Decir lo mismo en todo el texto

Otro error muy común entre mis estudiantes era la repetición. Para evitar caer en posibles incoherencias repetían las misas ideas a lo largo del texto. Algunos se decidían por una copia burda de las mismas palabras en el párrafo inicial y en el final, cayendo en el peor de los plagios posible, plagiarse a uno mismo. Otros maquillaban esta monotonía con la ayuda de un diccionario de sinónimos y antónimos. Mi retroalimentación para esos estudiantes era sencilla: ser coherente no se trata de decir siempre lo mismo. Muchos promotores del voto en blanco se basan en la estrategia de la repetición, es decir, como “antes dije que no votaría ni por uno ni por otro, ahora hago y digo lo mismo”. Aferrarse a una posición personal desde el inicio a pesar del cambio de circunstancias externas, o evitando toda discusión teórica, es otra forma de incoherencia.

3. Asumir la postura de indiferencia

Una decisión  muy frecuente de algunos estudiantes, sobre todo provenientes de disciplinas o ciencias que llaman exactas, era mantener una idea de coherencia en un contexto de blanco y negro, en mundos sin matices, en donde abundaban las simplificaciones, las reducciones, los lugares comunes, las clasificaciones fáciles. Para muchos promotores del voto blanco resultan iguales o equivalentes, las opciones en disputa, se escuchan afirmaciones como son igual de malos, son dos caminos equivocados, son dos extremos, etc., etc. Esas afirmaciones no resisten un mínimo análisis de evidencias historiográficas, sin embargo, para estos promotores de la pureza y la “incontaminación”, las dos opciones son igualmente nocivas.

4. No decir nada

Los estudiantes que más me preocupaban eran aquellos que sucumbían ante la hoja en blanco y terminaban escribiendo textos llenos de citas y referencias pero que estaban huecos por dentro. Esto no sólo era señal de una incoherencia mayor sino de una preocupante ausencia de posiciones y una indiferencia impuesta por las circunstancias, o sea, una indiferencia de derrota, resultado de la impotencia.

En materia electoral, este cuarto caso no sólo atañe a los líderes “coherentes” sino a todos los electores, sobre todo los jóvenes. Estas elecciones, por sus características, revisten de unas peculiaridades que reclaman todo menos su indiferencia. Son las primeras elecciones sin las Farc como factor electoral; es la primera vez que a cada lado de la disyuntiva se ubican dos visiones del mundo y del futuro; es la primera vez que superado el sofisma de la guerra contra el terrorismo, se confrontan dos proyectos de Colombia.

Lo más coherente sería entonces tomar una postura. ¡Es una obligación!

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