jueves, 15 de julio de 2010

LOS VERDADEROS MOTORES DE NUESTRA INDEPENDENCIA


El espejo y la guía de la historia

LOS VERDADEROS MOTORES DE NUESTRA INDEPENDENCIA

Popayán, julio 15 de 2010

Cada quien se ve reflejado en el espejo de la historia. Los diversos pueblos, clases sociales y sectores de clase, y sus expresiones políticas actuales, encuentran en la historia los elementos para justificar el comportamiento con el cual se identifican.

Por ello, no sólo es importante analizar los hechos, sino la forma como los actores sociales y políticos actuales los interpretan y explican.

Con ocasión del Bicentenario de la Independencia que se celebra en la mayoría de países de América Latina, re-memorar o re-estudiar la historia nos permite reconocer nuestro pasado para entender el presente y proyectarnos hacia el futuro.

Un amigo ha ideado el término “retro-prospectiva” que consiste en “que cada decisión que vayamos a tomar hoy, intentemos juzgarla como lo harán nuestros descendientes 25, 50, 100 o 200 años después.”[1]

Motor de ignición y motor de fuerza

En la “revolución” de independencia de la Nueva Granada (Colombia) - al igual que en Latinoamérica -, el motor de ignición fue la lucha de los pequeños y medianos productores artesanales y comerciantes de provincia, que eran quienes soportaban las principales cargas impositivas de la opresión colonial.

La prohibición imperial que impedía el desarrollo de la industria autóctona, el impacto de los tributos colonialistas y una serie de privilegios que tenían las elites criollas aliadas de la Corona Española - que eran los verdaderos administradores del dominio colonial -, fueron los principales motivos que empujaron a amplios sectores populares de la provincia del Socorro (actual departamento de Santander), a lanzarse a la lucha (1783). Después se la denominó la “Revolución de los Comuneros”.[2]

Paralelo, corría en silencio por las venas de las sociedades indo-afro-euro-americanas en formación, la sabia popular de la resistencia nativa-originaria, la rebeldía afro-esclava y la lucha mestiza por la sobrevivencia. Este motor de fuerza, con alto contenido étnico (indio, negro, mestizo) y tendencia hacia la expresión proletaria, no había podido expresarse plenamente. Ha empezado a brotar desde la última década del siglo XX y principios del siglo XXI. Es lo que alimenta las actuales revoluciones democrático-nacionalistas de América Latina.

Si en estos procesos de cambio logramos construir efectiva Hegemonía Social Popular, nuestros pueblos y sociedades podrán hacer grandes contribuciones a la humanidad. No se trata sólo de derrotar al imperio y conquistar nuevas “independencias” sino que, además, la vida nos obliga a desarrollar “interdependencias creativas”.

La crisis espiritual, ambiental, alimentaria, migratoria, energética y económica-financiera que vive el mundo capitalista nos obliga a avanzar hacia nuevas formas de relacionamiento entre las personas, los pueblos, las naciones, y con la misma naturaleza. La revisión de la historia nos puede ayudar.

Tesis para el debate

La revolución de independencia recogía básicamente dos tipos de lucha: La de los pequeños y medianos productores, artesanos y comerciantes contra la dominación colonial y, la resistencia nativa-originaria por la supervivencia como pueblos, la rebeldía afrodescendiente contra la dominación esclavista, y la lucha de resistencia mestiza contra los privilegios coloniales, contra la opresión política y por autogobierno o control de los gobiernos.

“La voz del pueblo es la voz de Dios” (comuneros paraguayos), “Unión de los oprimidos contra los opresores” (comuneros neogranadinos), fueron las consignas heredadas de los alzamientos del “Común” de Granada y Castilla perpetrados tres siglos atrás en España.

Las insurrecciones del siglo XVIII ocurridas en diferentes regiones de América fueron derrotadas por la falta de comprensión de quiénes eran los verdaderos enemigos, y la ausencia de una estrategia conjunta. Claro, ello era imposible para esa época. Unificar tan variados intereses de clases y sectores subordinados era muy difícil.

Bolívar, Morelos, O’Higgins, de San Martín y miles de patriotas recogen ese sentir. Sin embargo, son las fuerzas hegemónicas de entonces, la clase terrateniente criolla y las potencias imperiales de la época (Inglaterra, Francia, Holanda, y EE.UU. en formación), las que derrotan a los revolucionarios e imponen su poder.

Las clases dominantes criollas en general, traicionaron el espíritu de la revolución de independencia. Con la retórica de ideas liberales “ilustradas”, crearon repúblicas de papel adornadas con instituciones copiadas de Europa, con formalidades democráticas y apariencia patriótica-nacional, pero con Estados excluyentes, racistas y opresores, puestos al servicio principalmente del imperialismo inglés.

Es importante recordar que Napoleón había ocupado a España a petición de Fernando VII. La rebelión criolla aprovechó la ocasión para concretar la independencia, pero las oligarquías de ese tiempo recelaban del emperador francés. Veían en él a un continuador y propagador de las ideas de la Revolución Francesa. Es decir, recitaban el credo de la revolución pero – en verdad -, temían que encarnara en los pueblos de América.[3]

Los terratenientes y hacendados criollos, que eran también los grandes comerciantes y clérigos católicos, utilizaron la guerra de independencia para hacerse formalmente con un poder que ya compartían y administraban. La mayoría se disfrazó de patriota para controlar la revolución y defender sus intereses económicos y políticos.[4]

Ello explica - entre otras razones - que diversas comunidades indígenas se mantuvieran en el campo “realista”. La clase dominante criolla era profundamente anti-india. Y hoy las elites regionales mantienen el mismo sentimiento, exacerbado por intereses económicos y territoriales.

La mayoría de las naciones que fueron surgiendo se formaron con base en alianzas regionales. En Colombia se crea un centralismo constitucional para negociar con las potencias extranjeras, pero las elites criollas mantienen el poder desde las provincias.[5] Este fenómeno explica la debilidad institucional del Estado neo-granadino, ha sido caldo de cultivo para la economía ilegal, el clientelismo, la corrupción, la supervivencia de ejércitos privados, y es parte de nuestra pre-modernidad.

La forma como se constituyó la 1ª Republica nos lleva a concluir que en Colombia no hubo una verdadera revolución. Fue una independencia formal sin mayores cambios sustanciales.

Los motores actuales

El aprendizaje y las lecciones de la historia sirven para mejorar nuestras estrategias y enfoques de lucha. Los procesos de organización regional, el fortalecimiento y la unificación del movimiento social, y la conciencia de las nuevas realidades geopolíticas, deben ayudarnos a acertar. Tenemos que identificar los motores sociales de hoy, aprender a combinarlos y dosificarlos para poder triunfar.

Es evidente que la actual burguesía nacional no-monopólica – así, por ahora, no tenga plena conciencia de sus problemas -, se puede asimilar a los pequeños y medianos productores, artesanos y comerciantes, de hace dos siglos. Pueden ayudar a encender la chispa de arranque, pero no serán – como no lo fueron entonces – un soporte firme y seguro de un proceso de cambio.

Los pueblos originarios, afros-esclavos y mestizos libertos de finales de la Colonia se asemejan al grueso del proletariado actual, que ha sido desplazado en su mayoría hacia centros urbanos, fruto de la estrategia del imperio y la oligarquía. Aún existen importantes núcleos de resistencia india, negra y campesina mestiza en zonas rurales que levantan reivindicaciones pluri-nacionales, multi-étnicas, territoriales y una reforma agraria democrática.[6] Son puntos de apoyo de gran importancia.

Saber integrar, combinar, dosificar, e impulsar la fuerza de los actuales motores sociales es la tarea del momento. Conocer cómo se mueven esas fuerzas en cada una de nuestras regiones (Caribe, antiguo Eje Cafetero, Suroccidente-Pacífica, Centro-oriente, Llanos orientales-Amazonía)[7], así como en las grandes ciudades, es fundamental para conducir con acierto la locomotora del cambio.

Todas las fuerzas democráticas, partidos políticos, movimientos sociales, expresiones ciudadanas, deben tener un sitial en ese gran torrente socio-político que poco a poco vamos tejiendo. Frente a la estrategia imperial que utiliza la economía del narcotráfico y manipula el conflicto armado para avanzar en su control territorial y despojo de nuestras riquezas, requerimos nuevas miradas y esfuerzos concertados para impedir que las todopoderosas transnacionales continúen arrasando con la resistencia valerosa - pero dispersa – que realizan nuestras comunidades.

Por ello, la lucha por una verdadera independencia y por la constitución de la 2ª República, hacia la construcción de la Patria Grande Latinoamericana y por transformaciones estructurales de la sociedad que enfrenten y superen el estado terminal del “capitalismo senil”[8], deberán estar en nuestra mente en este Bicentenario de la Independencia.





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[1] Aporte de Gustavo Wilches Chaux. Ver: http://eird.org/gestion-del-riesgo/index.html

[2] Es importante anotar que esta rebelión fue continental. “La Rebelión de los Comuneros desde El Socorro a Mérida es muy importante y está enlazada con la rebelión de Tupac Catari en Bolivia y Tupac Amaru en Perú.” (Aporte de Leonardo Mora).

[3] La situación en la España de Fernando VII y la "derrota" de Napoleón no es como la describen o la interpretan algunos historiadores. Napoleón llegó a España invitado por la monarquía borbona, amenazada por la presencia inglesa en Portugal. Según el Tratado de Fontainebleau, 27 de octubre de 1807, Francia y España acordaron invadir a Portugal. Ello dio origen a la huida de la monarquía portuguesa a Brasil. Igual proyecto tuvo la monarquía española, huir a América, posiblemente a México o a Lima. Las tropas de Napoleón para atacar a Portugal tenían que atravesar el territorio español y se estabilizaron en varias ciudades. Luego vino el Pacto de Bayona, la abdicación de Fernando VII y de su padre en favor de Napoleón y con José Bonaparte de monarca, vino la rebelión popular. Napoleón se retira de España, por cuanto su interés estaba en la guerra con Austria, con Inglaterra y la invasión a Rusia. España era el patio trasero de Francia. Pero, ese hecho es fundamental para dar los primeros pasos hacia la independencia de las coloniales americanas. Aquí la rebelión no fue contra Fernando VII, sino, contra los que representaba Napoleón como continuador y propagador de las ideas de la Revolución Francesa. (Aporte de Leonardo Mora).

[4] En el Cauca es mucho más visible esa conversión. Casi todos los “próceres” caucanos en una primera etapa estuvieron del lado de la Corona Española.

[5] Las principales eran: Cauca, Cartagena, Antioquia, Cundinamarca, Boyacá y Santafé.

[6] Las movilizaciones del próximo 20 de julio en Colombia encabezadas por la Marcha Patriótica, La Minga, el pueblo Misak-guambianos, y otros sectores que se movilizan hacia Bogotá y en cada región, son una expresión de la potencialidad de nuestras luchas, pero también, de la dispersión regional del movimiento social, impactado por el conflicto armado y debilitado por la estrategia de muerte y de despojo que impulsa la oligarquía.

[7] En Colombia, México, Perú y otros países centroamericanos compartimos un alto grado de desarrollo regional desigual. Es una condición a tener en cuenta en el estudio de las actuales dificultades. En los países donde una clase o sector social logra una fuerte hegemonía que unifica la Nación, el camino de la liberación se torna más viable.

[8] Capitalismo senil: concepto ideado por Jorge Beinstein y Samir Amin. Ver: http://www.archivochile.com/Imperialismo/doc_poli_imperial/USdocimperial0013.pdf y http://lahistoriadeldia.wordpress.com/2009/11/14/samir-amin-el-capitalismo-senil-descargar-documento-2/

1 comentario:

  1. bicentenario, algo que tenemos que analizar más de lo que ya hemos hecho, nu hay propuestas de cambio, las cosas empeoran cada dìa y no pasa nada; de quien es el compromiso? demasiadas plataformas sociales muy huecfas por dentro, porque la organizacion política se esfuma gravemente.

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