sábado, 31 de julio de 2010

URIBE Y SANTOS: UNA POLÍTICA, DOS ESTRATEGIAS



URIBE Y SANTOS: UNA POLÍTICA, DOS ESTRATEGIAS

Popayán, 30 de julio de 2010

El tema de la Paz y la reconciliación va a estar nuevamente en la agenda de la oligarquía colombiana. Necesitan un gran “acuerdo político” para ocultar los graves crímenes cometidos durante los últimos 25 años, incluyendo los de Uribe. La presión internacional es fortísima. Todo apunta a que en el mediano plazo necesitan aprobar una “ley de perdón y olvido”. Quieren “borrón y cuenta nueva”.

Si los sectores democráticos y populares no anticipamos ese escenario, si no hacemos el esfuerzo sincero y desprevenido por ponernos de acuerdo, repetiremos la experiencia de 1991. En esa ocasión “unos” se plegaron a la política dominante y “otros” se opusieron de plano al “pacto político”. Mientras los primeros creyeron haber conquistado el “Estado social de Derecho”, los segundos eran asesinados, desaparecidos y/o vilipendiados a la sombra de la lucha contra el “narco-terrorismo”.

Esa terrible experiencia no ha sido racionalizada en forma conjunta. Es parte del debate de nuestra izquierda, que en ocasiones amenaza con fragmentarnos. En aquella época, la oligarquía logró dividirnos más allá de lo que muchos reconocen.[1]

Estrategia a varias bandas

Uribe y Santos juegan concertadamente. Usan la “mano de hierro” del gobierno saliente y el “guante de seda” del entrante. Por un lado, agreden al gobierno bolivariano de Venezuela; y por el otro, muestran modales diplomáticos. Mientras Uribe impulsa en el Congreso una reforma de la justicia quitándole poderes a la rama judicial, Santos envía a su Ministro del Interior a acordar con los magistrados los cambios institucionales. Ah!, y le agregan peleas mediáticas para hacer más creíble su estrategia (rabietas de “Pacho” Santos).

Es la clásica fórmula de la zanahoria y el garrote, ahora desde dos frentes. Necesitan re-legitimar la lucha “anti-terrorista”, vía presión a Chávez. Intentan ablandar a la Corte Suprema de Justicia para nombrar un fiscal de bolsillo, así les toque cambiar la terna. Arman un “rostro humanitario” para aplacar las presiones internacionales por la violación de los DD.HH., que es uno de los temas que más les preocupa por sus implicaciones económicas (TLC-s con EE.UU. y UE).

El paquete es integral: para los trabajadores, “nuevo estatuto del trabajo”; para desplazados y campesinos, una “mini-reforma agraria”; para los indígenas, más “retórica pluri-étnica y multi-cultural”. Para cada sector habrá un plan demagógico. El objetivo: colocarle una fachada “humanitaria” a la entrega de nuestros recursos naturales, abaratar los “costos laborales” para atraer más inversión extranjera, centralizar los recursos estatales para afrontar la crisis fiscal que deja el gobierno de Uribe acabando de paso con lo que queda de descentralización (reforma a la ley de regalías).

Piensan utilizar la bandera de la Paz para profundizar la guerra. Pretenden aplicar la receta de las “negociaciones” del Caguán en el ámbito Sudamericano. Ya son expertos en eso. La internacionalización del conflicto va a ser la forma de comprometer a los gobiernos vecinos con la “amenaza narco-terrorista” e ir preparando condiciones para una intervención militar imperialista contra las revoluciones nacionalistas de la región. La cuota inicial es la diplomacia neo-granadina.

La trampa “pacifista”

La fórmula es la desmovilización y reinserción de la insurgencia a cambio de un “acuerdo político”. Una ley de “Punto Final” que incluya a todos los paramilitares, a políticos comprometidos con la “parapolítica”, incluyendo a empresarios nacionales y extranjeros, y la aplicación de una justicia transicional “suave” para cumplir con los organismos internacionales de justicia. Nada más. A aquellos “sujetos de derecho” que se les comprueben crímenes de lesa humanidad se les aplicarán “penas ejemplarizantes” con sus respectivas rebajas. La verdad y la reparación, serán discurso. Será, en suma, una nueva versión de la Ley de justicia y paz [2].

De allí no se pasará. Nos pondrán a discutir, se harán grandes foros y marchas por la Paz. La oligarquía tiene todos los medios para posicionar su “oferta”, que la hacen pensando en ellos mismos. Tienen las mayorías en el parlamento para aprobar “su ley”. No les importa si la insurgencia la acoge o no. Algunos guerrilleros presos y otros cansados de la guerra, posiblemente se acogerán a la ley. Lo principal será que el “mundo” se entere de la grandeza y generosidad de la clase dominante colombiana.

Los que se opongan a ese acuerdo y a esa nueva oportunidad, serán calificados como intransigentes extremistas. Serán los “aliados del narcoterrorismo”. Los gobiernos de los países vecinos que se involucren – si no tienen claro el asunto – pueden caer en esa trampa. Ya le pasó a Chávez con su mediación en la liberación de los secuestrados y bastante desgaste que le ha traído. Mientras que Uribe se vendió ante la opinión internacional como el gran defensor de la institucionalidad, el presidente bolivariano quedó como el aliado de los “criminales y violentos”.

Y entonces, se preguntarán los “principistas”… ¿en donde quedan las grandes transformaciones estructurales por las que luchó la insurgencia durante más de 40 años? “Eso ya lo conseguiremos una vez se supere esta etapa de nuestra lucha”, contestarán los “pragmáticos”. Y rematarán con: “Lo principal es avanzar hacia la reconciliación de los colombianos”.

¿Qué hacer?

Hemos dicho que en Colombia nos balanceamos cíclicamente entre el “principismo” y “pragmatismo”. Nos parecemos a aquellas doncellas medievales de la antigua Castilla (España) que pasaban rápidamente de la pureza sublime a la entrega fácil y total. Pero, entonces… ¿Qué hacer?

Debemos reafirmar que la oligarquía y el imperio no quieren la Paz. Hace ya un buen tiempo el conflicto armado colombiano está controlado y manipulado por el poder imperial. Es una herramienta de intervención territorial al lado de la economía del narcotráfico. Por ello, van a ofrecer la paz pero preparan la guerra, como hicieron en el Caguán. Ellos sabían – entonces - que la guerrilla no se iba a desmovilizar para caer asesinada por los paramilitares. Pero lograron su objetivo político: se apropiaron de la bandera de la Paz. La insurgencia no mostró flexibilidad ni capacidad política.

La solución es de sentido común. La doncella pone condiciones: “Sí, tendrás mi amor pero primero te casas conmigo”. Ella no le va a pedir amor eterno, ni grandes riquezas, ni la felicidad total, sólo un compromiso que le otorgue derechos sobre su cónyuge.

En Colombia la insurgencia no tiene las condiciones políticas ni la fuerza militar para exigir las grandes transformaciones por las que siempre luchó. Eso lo conoce todo el mundo, y no va a cambiar a corto plazo. Pero, el pueblo colombiano y latinoamericano, representado en los gobiernos y el movimiento social, sí puede – en ese proceso - plantear un tema que está íntimamente ligado al conflicto armado y a la generación de toda clase violencias.

Debemos decir: Aceptamos las condiciones para conseguir la Paz pero debemos acabar con el combustible que alimenta - hoy - todas las guerras imperiales. Paralelo al Acuerdo de Paz debemos exigir la liquidación total de la economía del narcotráfico. La única forma posible es la LEGALIZACION DE LA DROGA. Ya existen todos los estudios y diseños para hacerlo. Sólo es cuestión de voluntad política.[3]

De esta manera la principal causa de la presencia de fuerzas militares (bases) norteamericanas pierde su razón de ser. El Congreso de los EE.UU. y de Colombia se verían obligados a revisar y terminar con los actuales acuerdos de cooperación militar, y transformarlos en una positiva cooperación para fortalecer de verdad la economía agrícola y campesina, y para recuperar las áreas desforestadas.

Hay que precisar: No es un absoluto triunfo contra las políticas neoliberales. No es la revolución democrática ni mucho menos socialista. Pero, sería un importante triunfo político. El pueblo colombiano se pondría a la cabeza de una causa mundial que tiene implicaciones económicas, sociales, ambientales, políticas, culturales, espirituales.

Sólo un gran frente democrático y popular desde México hasta la Patagonia puede ayudarnos a avanzar. No es un problema que podamos resolver solos. Las condiciones están dadas para impulsarlo.

[1] Es bueno recordar que en medio o después de esa experiencia de 1991, la mayoría de la regional de Antioquia del MOIR, una parte del EPL y cuadros importantes del M-19, se entregaron totalmente a la oligarquía. Hoy hacen parte del “uribismo más recalcitrante”. Ver: Desentrañando el proyecto uribista: http://lahistoriadeldia.wordpress.com/2009/03/02/desentranando-el-proyecto-uribista/

[2] La Ley 975 de Justicia y Paz de 2005 le sirvió a Uribe para “desmovilizar” a miles de paramilitares y narcotraficantes que se les habían convertido en un problema, y presentarse como constructor de Paz.

[3] Los planes sectoriales son: Legalización de la producción de hoja de coca y su procesamiento; prohibición y control del tráfico de insumos, armas y de la droga; persecución y alta penalización del lavado de activos; tratamiento como salud pública de la adicción, y otras acciones alternativas a fin de fortalecer entre los campesinos la producción de alimentos y materias primas para poder reemplazar gradualmente los cultivos de uso ilícito. La mitad de los dineros que se destinan a la “guerra contra las drogas” sería suficiente, de acuerdo a varios estudios. Es bueno recordar que en los mismos EE.UU. ya se avanza sobre la legalización de la marihuana (Cannabis sativa).

viernes, 23 de julio de 2010

APROVECHAR HASTA LAS MÁS MÍNIMAS FISURAS


APROVECHAR HASTA LAS MÁS MÍNIMAS FISURAS

Popayán, 23 de julio de 2010

Mientras el resto de Suramérica - a excepción de Perú – está construyendo identidad y soberanía, Colombia se enreda en un laberinto sin salida. El conflicto armado y la economía del narcotráfico son hoy, las más graves manifestaciones de ese embeleco que nos estrangula.

No hemos avanzado como Nación. Tanto la dirigencia oligárquica como la popular - con contadas excepciones -, no hemos podido superar un entronque histórico que nos mantiene en la pre-modernidad. Sólo ahora, después de mucho trasegar, se empiezan a generar condiciones para encontrar nuestro camino. Intento mostrar unas incipientes señales.

El debate actual

La actual coyuntura post-electoral y pre-posesión del nuevo gobierno está impregnada del debate sobre el futuro comportamiento del gobierno del presidente electo Juan Manuel Santos. Algunos se ilusionan con posibles cambios, otros aceptan que puede haber algunas modificaciones “cosméticas”, y los más, sólo ven continuismo.

Para este punto debo recordar a Antonio Gramsci. Fue un dirigente socialista italiano que desarrolló la idea del “bloque hegemónico”. Ese concepto teórico sirve para entender la lucha política en términos de “alianzas en tensión” entre clases y sectores de clases. Es un instrumento útil para ir más allá de los simplismos y de las caracterizaciones planas, que nos impiden ver la realidad y actuar en consecuencia.

Afirmo que en la pasada campaña electoral nuevos sectores sociales actuaron políticamente. El bloque oligárquico hegemónico alcanzó a mostrar fisuras. El empresariado no-monopólico – que sobrevive de manera milagrosa – y las clases medias de las ciudades se ilusionaron con la “ola verde”. Incluso el Sindicato Antioqueño y el Grupo Santodomingo mostraron esas preferencias, pero ante las incoherencias de Mockus, se regresaron al “redil santista”. Esos sectores están allí, van a presionar y ya lo están haciendo.

En reciente entrevista el destacado senador del PDA Jorge Enrique Robledo aseguró: “Es imposible que Santos aplique una sola de las propuestas fundamentales del Polo”.[1] Otro dirigente, Marcelo Torres, proveniente de la misma organización originaria (MOIR), pero ahora principal cabeza del PTC (petrista), afirma en un artículo donde se pregunta “Diferenciación… ¿en qué?”, y responde:

Lo primero que cabría precisar respecto de la mencionada diferenciación es en cuál o cuáles aspectos se manifestaría la misma. No parece tener mayor fundamento esperar que tuviera lugar en el terreno de las políticas económicas y sociales. La trayectoria de Santos como ministro de Hacienda, de Comercio Exterior, de delegado de la Federación de Cafeteros en Londres, no sólo le da muy poco piso a esa expectativa sino que, por el contrario, tales desempeños mostraron un Santos apegado a pie juntillas al modelo neoliberal. Sobre todo, resulta cuesta arriba creer que Santos no seguirá apegado al modelo cuasi-colonial, de país minero-exportador, que para Colombia constituye un indudable retroceso, propio de las fases más tempranas del imperialismo mundial, resultante de los veinte años de modelo neoliberal.”[2]

Estas opiniones llevan a pensar que los análisis se hacen pensando en términos de personas y no de intereses de clases sociales. Creo que se deben percibir y estudiar hasta los más mínimos detalles de la vida, aprovechar las más pequeñas grietas, percibir a la sociedad en pleno movimiento y actuar con base en lo que ese diagnóstico nos indique.

Es claro que por su propia voluntad Santos no haría ni siquiera maquillajes. Pero lo que sí es evidente es que necesitan quitarse la “costra de ilegalidad” que les deja Uribe. Acaba el gobierno de montar un show mediático en la OEA contra Chávez, para tratar de ocultar la gestión de los parlamentarios europeos en La Macarena en donde se sacó a luz la mayor fosa común de que se tenga historia en Colombia.[3] Pero, además, ellos saben que la fórmula del chantaje “anti-terrorista” ha empezado a agostarse y que están obligados a cambiar de estrategia. Eso y mucho más, los obliga a impulsar cambios.

Componentes históricos y económicos del bloque oligárquico

Históricamente el bloque oligárquico colombiano se ha dividido en dos grandes sectores. La clase terrateniente hacendataria que dio origen a los grandes empresarios agro-industriales como son los dueños de los ingenios azucareros, ligados e insertados en la economía global pero que actúan con mentalidad de intermediarios coloniales. Son hoy los principales aliados del gran capital imperialista norteamericano, los que hicieron alianzas con la mafia y con hacendados emergentes. Son los perpetradores de la guerra paramilitar contra la insurgencia y, tal parece, van a seguir siendo liderados por Uribe.

Por otro lado está la burguesía capitalista con vocación industrial, que a la sombra de los grandes terratenientes consiguieron desarrollar una mediana industria colombiana durante el siglo XX. Canalizaron recursos de la economía cafetera y de la pequeña minería y consiguieron ganarse un lugar en la economía colombiana. Hoy, los que han sobrevivido, ven con frustración cómo la mayoría de sus empresas han terminado en manos de transnacionales extranjeras en donde ellos o sus descendientes sólo son accionistas de tercera categoría.

Esa burguesía intentó – tímidamente - durante el siglo XX, impulsar una reforma agraria con Alfonso López Pumarejo (1936) y con Carlos Lleras Restrepo (1966), que se frustró ante la reacción conservadora del sector oligárquico dominante. Es bueno recordar que dichas reformas – al igual que la mayoría de las políticas públicas que se han implementado en América Latina – fueron formuladas desde los organismos internacionales controlados por los EE.UU. a manera de “acciones preventivas”.

En algunos países, las clases subordinadas - mostrando gran capacidad política -, impulsaron esas políticas. En muchos casos se quebró la hegemonía hacendataria y, en otros, los políticos demagogos quedaron en evidencia ante sus propios pueblos. En Colombia, no se consiguió ni lo uno ni lo otro. Se implementó un programa de parcelación de tierras que no afectó la gran propiedad terrateniente, se entregaron y legalizaron territorios colonizados ampliando la frontera agrícola a favor de nuevos hacendados, y en gran medida, se desgastó y derrotó al movimiento campesino. Sólo en determinadas regiones como en el Cauca, en donde las comunidades indígenas hicieron su propia recuperación de territorio, cultura y autoridad - imponiendo su hegemonía social -, se logró un avance importante.

Pero volvamos. Hoy, a pesar del debilitamiento de la clase capitalista industrial colombiana - fruto de la aplicación del paquete neoliberal -, han aparecido otros sectores en el escenario de la economía y empiezan a actuar políticamente. Representan a la pequeña y mediana industria, el comercio, los servicios, el transporte, la tecnología, toda una gama de empresarios que están pidiendo pista. Es una “nueva burguesía nacional en formación” que empieza a manifestarse. Lo intentó hacer con la dirigencia “verde”, pero ahora presiona al presidente electo por un cambio de rumbo.

Un nuevo entorno mundial

Nos interesa identificar los intereses de esa incipiente y débil burguesía nacional. Les interesa el fortalecimiento del mercado interno. El desarrollo tecnológico, la educación científica, más y mejor democracia, legalidad jurídica, son sus banderas. Pero también debemos registrar que los tiempos han cambiado. El poder de Washington y de Europa ya no es el mismo. Nuevas potencias económicas (China, Rusia, India, Brasil) y nuevos bloques económicos hacen su aparición, y como lo demostró la independencia de España, son las circunstancias geopolíticas internacionales las que crean condiciones a los pueblos y a las clases sociales para actuar en determinados momentos.

Sectores capitalistas colombianos han empezado a entender que el conflicto armado en Colombia y la economía del narcotráfico son limitantes para nuestra soberanía y unidad nacional. Cada vez son más conscientes que la estrategia anti-terrorista “bushista” y la guerra contra las drogas “reaganeana”, no están dirigidas a solucionar el problema sino que son herramientas para profundizar nuestra dependencia y perfeccionar su dominación política y económica.

Empujar a estos sectores, manteniendo nuestra independencia como sectores populares, alternativos y de izquierda, no sólo es un deber sino una obligación. Superar el fundamentalismo estrategista que paraliza la acción política es la tarea central del momento. Pero, también hay que cuidarse de caer en el oportunismo pragmatista. Debemos vacunarnos contra el afán inmediatista, no podemos creer ingenuamente que la oligarquía – en cualquiera de sus dos componentes históricos – nos vaya a hacer concesiones gratuitas. No, no podemos olvidar la historia.

Sólo si formulamos una política correcta, si construimos, fortalecemos y mantenemos la unidad de nuestro pueblo, podremos impulsar, empujar, obligar, a que esas débiles expresiones de la burguesía nacional se muevan y actúen en favor del interés nacional. Esa es una de las lecciones que nos dejó la experiencia de la Constituyente de 1991. Se plasmaron en la Constitución importantes derechos fundamentales, se declaró a nuestro país como multiétnico y pluricultural, se aprobó la democracia participativa, pero al pueblo nos faltó fuerza y conciencia para ejercer esos derechos. Nos faltó unidad y organización para ir más allá de la letra muerta de la ley.

Claro, no podemos olvidar que simultáneamente nos ahogaron en sangre.

domingo, 18 de julio de 2010

SANTOS NO ES URIBE… ¿PODEMOS EMPUJARLO?

SANTOS NO ES URIBE… ¿PODEMOS EMPUJARLO?

Popayán, 18 de julio de 2010

Los temas que no se discutieron ni se decidieron abiertamente en las elecciones presidenciales de Colombia/2010, han empezado a mostrar su rostro con ocasión del ascenso del nuevo gobierno. Diversas fuerzas sociales y económicas que no lograron cohesionar una propuesta alternativa al continuismo, hoy presionan de diversas formas.

Los nombramientos de ministros y las críticas a Uribe por sabotear los intentos de mejorar las relaciones con Venezuela, son - en parte - muestra de ello. Pero, aunque no se mencionan, el conflicto armado y el narcotráfico están en el centro de la controversia. La política militarista e intervencionista de los EE.UU. tiene en estos temas su máxima expresión. Tímidamente ya se han escuchado propuestas alternas.[1]

Sectores importantes del bloque hegemónico - especialmente la burguesía colombiana con vocación productivo-industrial -, han empezado a reconsiderar su política. En lo inmediato, el restablecimiento de las relaciones comerciales con Venezuela y Ecuador, es urgente. Pero, las realidades económicas y financieras del mundo industrializado, la decadencia de EE.UU. y Europa, los obliga a acercarse a Brasil, al Mercosur y a otros bloques económicos del mundo.

Veinte (20) años de apertura económica no han traído desarrollo: sólo un aparente crecimiento. Los últimos ocho (8) años de “confianza inversionista” han servido para entregar nuestros recursos naturales al capital extranjero. La apropiación de las empresas nacionales por parte de consorcios extranjeros es un hecho. Ellos lo saben. El gobierno del presidente electo Juan Manuel Santos está en medio de esa tensión.

Las contradicciones y la transición “tranquila”

La oligarquía colombiana va a querer impulsar una transición no traumática. Sin embargo, conciliar tantos intereses encontrados no va a ser fácil. Veamos:

- La línea guerrerista del Pentágono – al frente de las oligarquías reaccionarias de Latinoamérica, con la ayuda de la derecha española -, se opone rabiosamente a cualquier posibilidad de solución negociada del conflicto armado colombiano. No pueden renunciar a esa preciosa herramienta de desestabilización e intervención regional.

- La cúpula uribista - para sobrevivir políticamente y ocultar sus graves crímenes -, debe mantener la polarización interna y externa. Teme - con justa razón -, que el trámite pacífico de las contradicciones político-institucionales, exponga ante el mundo su carácter criminal.

- La oligarquía de origen terrateniente, dueños de los ingenios azucareros del Valle, palmicultores costeños y antioqueños, intermediarios de la gran minería, y algunos banqueros aliados de Uribe, defienden a capa y espada el modelo agro-minero-exportador. Tienen mentalidad colonial y dinámica parasitaria. No quieren cambios.

- El gobierno de los EE.UU. y la plutocracia financiera estadounidense rechazan cualquier posibilidad de “legalización de las drogas”. Además de ser un instrumento imperial de intervención territorial, no pueden renunciar al inmenso flujo de capitales que mueve esa economía ilegal, y menos en época de crisis económica y financiera.[2]

- El gobierno entrante necesita restablecer plenamente las relaciones comerciales con Venezuela y Ecuador. Desea hacerlo sin abordar los problemas asociados al conflicto armado, la economía ilegal y las bases militares gringas. Los gobiernos de los países vecinos y suramericanos, son conscientes del impacto de la guerra interna, los intereses estratégicos estadounidenses y su papel geopolítico. No será nada fácil ese diálogo.

- El chantaje de la “amenaza terrorista” se agotó como fórmula de dominación ideológica. Los empresarios ya no pueden sostener una guerra que sólo genera corrupción al interior de las fuerzas militares y del Estado. La salida de Uribe es la corroboración de un cambio en las prioridades del bloque hegemónico.

La actitud de las fuerzas democráticas y populares colombianas

Las fuerzas democráticas colombianas han respondido en forma dubitativa y contradictoria a la convocatoria de “unidad nacional” planteada por el presidente electo. El único que ha mostrado capacidad de riesgo ha sido Gustavo Petro, pero - al no haber consensuado su acción - ha sido descalificado por su propio partido.[3]

El PDA, verdes, ASI, liberales rebeldes, y el movimiento social en su conjunto, deben y pueden acordar una posición. Tienen que actuar con visión de Estado y de País. Pueden hacerlo con absoluta independencia y autonomía, sin adquirir compromisos burocráticos con el nuevo gobierno. No es posible desaprovechar una coyuntura tan crítica y especial.

Hay que aislar y derrotar a Uribe y a todos los guerreristas en sus diversas expresiones. El “echarle tierra a los crímenes”, el “quedar bien con todo el mundo”, la “transición tranquila”, las “soluciones cosméticas”, todas las falsas salidas en las que es experta la oligarquía bogotana, sólo podrán ser impedidas con verdadera y efectiva acción política. No bastan pronunciamientos, hay que hacer propuestas.

La dirigencia tradicional del Polo debe entender que la oposición no es igual a inacción política. Hay que superar la actitud contestaria. Pero también, Gustavo Petro y sus amigos, tienen que esforzarse por actuar en equipo, con visión orgánica, superando su tendencia al individualismo que desorganiza y confunde a las fuerzas democráticas.

Los verdes deben ir más allá de la deliberación propositiva. La “legalidad democrática”, su principal aporte durante la campaña electoral, debe ser puesta en escena con medidas concretas para obligar al nuevo gobierno a fortalecer la justicia y atacar la corrupción.

Quien quiera “cogerle la caña” a Santos, deberá entender que las propuestas parciales o sectoriales pueden ser cooptadas por el establecimiento y convertidas en fórmulas engañosas y demagógicas. Se requiere fuerza política, visión estratégica y unión de las fuerzas democráticas para abrir verdaderos espacios de decisión amplios y transparentes.

Hay que insistir. La dominación imperial se concreta en la manipulación del conflicto armado y la explotación económica y territorial del narcotráfico. Mientras este factor de poder exista, las soluciones parciales no les sirven a los pueblos y a los trabajadores. Así se entreguen tierras, subsidios y otras ayudas a los campesinos, las dinámicas de poder llevarán inexorablemente a nuevos procesos de concentración de la propiedad, “encadenamientos productivos” al servicio del gran capital - incluyendo el de la droga -, nuevas violencias y nuevos desplazamientos. Lo mismo en el tema del agua y de las víctimas.

La “unidad nacional” tiene en estos temas una prueba de fuego. Si somos capaces de actuar unidos y/o con iniciativa política, sabremos de qué lado empujar a los Santos. Si no avanza, nosotros sí lo haremos.

http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2010/07/santos-no-es-uribe-podemos-empujarlo.html



[1] “La guerra contra las drogas no funciona. Hay que cambiar la receta”; “Castañeda pide a Calderón y Uribe la legalización de las drogas”; “Diez razones para legalizar las drogas”.

http://www.drogasedemocracia.org/Espanol/Destaques.asp?IdRegistro=23; http://www.7medios.com/index.php/2010/04/21/castaneda-pide-a-calderon-y-uribe-la-legalizacion-de-las-drogas/ y http://liberalismogallego.blogspot.com/2006/09/diez-razones-para-legalizar-las-drogas.html

[2] CEPRID “Política antidrogas para la expansión económica y dominación imperial”. www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article897

[3] Ver: “En el Polo no puede haber espacio para el caudillismo”, entrevista de Carlos Gaviria con Cecilia Orozco, http://www.elespectador.com/impreso/cuadernilloa/entrevista-de-cecilia-orozco/articuloimpreso-212734-el-polo-no-puede-haber-espa y video de Jorge Enrique Robledo “Así va a ser la oposición a Santos”. http://semana.pandac.com/multimedia-politica/como-sera-oposicion-santos-responde-jorge-robledo/3276.aspx

jueves, 15 de julio de 2010

LOS VERDADEROS MOTORES DE NUESTRA INDEPENDENCIA


El espejo y la guía de la historia

LOS VERDADEROS MOTORES DE NUESTRA INDEPENDENCIA

Popayán, julio 15 de 2010

Cada quien se ve reflejado en el espejo de la historia. Los diversos pueblos, clases sociales y sectores de clase, y sus expresiones políticas actuales, encuentran en la historia los elementos para justificar el comportamiento con el cual se identifican.

Por ello, no sólo es importante analizar los hechos, sino la forma como los actores sociales y políticos actuales los interpretan y explican.

Con ocasión del Bicentenario de la Independencia que se celebra en la mayoría de países de América Latina, re-memorar o re-estudiar la historia nos permite reconocer nuestro pasado para entender el presente y proyectarnos hacia el futuro.

Un amigo ha ideado el término “retro-prospectiva” que consiste en “que cada decisión que vayamos a tomar hoy, intentemos juzgarla como lo harán nuestros descendientes 25, 50, 100 o 200 años después.”[1]

Motor de ignición y motor de fuerza

En la “revolución” de independencia de la Nueva Granada (Colombia) - al igual que en Latinoamérica -, el motor de ignición fue la lucha de los pequeños y medianos productores artesanales y comerciantes de provincia, que eran quienes soportaban las principales cargas impositivas de la opresión colonial.

La prohibición imperial que impedía el desarrollo de la industria autóctona, el impacto de los tributos colonialistas y una serie de privilegios que tenían las elites criollas aliadas de la Corona Española - que eran los verdaderos administradores del dominio colonial -, fueron los principales motivos que empujaron a amplios sectores populares de la provincia del Socorro (actual departamento de Santander), a lanzarse a la lucha (1783). Después se la denominó la “Revolución de los Comuneros”.[2]

Paralelo, corría en silencio por las venas de las sociedades indo-afro-euro-americanas en formación, la sabia popular de la resistencia nativa-originaria, la rebeldía afro-esclava y la lucha mestiza por la sobrevivencia. Este motor de fuerza, con alto contenido étnico (indio, negro, mestizo) y tendencia hacia la expresión proletaria, no había podido expresarse plenamente. Ha empezado a brotar desde la última década del siglo XX y principios del siglo XXI. Es lo que alimenta las actuales revoluciones democrático-nacionalistas de América Latina.

Si en estos procesos de cambio logramos construir efectiva Hegemonía Social Popular, nuestros pueblos y sociedades podrán hacer grandes contribuciones a la humanidad. No se trata sólo de derrotar al imperio y conquistar nuevas “independencias” sino que, además, la vida nos obliga a desarrollar “interdependencias creativas”.

La crisis espiritual, ambiental, alimentaria, migratoria, energética y económica-financiera que vive el mundo capitalista nos obliga a avanzar hacia nuevas formas de relacionamiento entre las personas, los pueblos, las naciones, y con la misma naturaleza. La revisión de la historia nos puede ayudar.

Tesis para el debate

La revolución de independencia recogía básicamente dos tipos de lucha: La de los pequeños y medianos productores, artesanos y comerciantes contra la dominación colonial y, la resistencia nativa-originaria por la supervivencia como pueblos, la rebeldía afrodescendiente contra la dominación esclavista, y la lucha de resistencia mestiza contra los privilegios coloniales, contra la opresión política y por autogobierno o control de los gobiernos.

“La voz del pueblo es la voz de Dios” (comuneros paraguayos), “Unión de los oprimidos contra los opresores” (comuneros neogranadinos), fueron las consignas heredadas de los alzamientos del “Común” de Granada y Castilla perpetrados tres siglos atrás en España.

Las insurrecciones del siglo XVIII ocurridas en diferentes regiones de América fueron derrotadas por la falta de comprensión de quiénes eran los verdaderos enemigos, y la ausencia de una estrategia conjunta. Claro, ello era imposible para esa época. Unificar tan variados intereses de clases y sectores subordinados era muy difícil.

Bolívar, Morelos, O’Higgins, de San Martín y miles de patriotas recogen ese sentir. Sin embargo, son las fuerzas hegemónicas de entonces, la clase terrateniente criolla y las potencias imperiales de la época (Inglaterra, Francia, Holanda, y EE.UU. en formación), las que derrotan a los revolucionarios e imponen su poder.

Las clases dominantes criollas en general, traicionaron el espíritu de la revolución de independencia. Con la retórica de ideas liberales “ilustradas”, crearon repúblicas de papel adornadas con instituciones copiadas de Europa, con formalidades democráticas y apariencia patriótica-nacional, pero con Estados excluyentes, racistas y opresores, puestos al servicio principalmente del imperialismo inglés.

Es importante recordar que Napoleón había ocupado a España a petición de Fernando VII. La rebelión criolla aprovechó la ocasión para concretar la independencia, pero las oligarquías de ese tiempo recelaban del emperador francés. Veían en él a un continuador y propagador de las ideas de la Revolución Francesa. Es decir, recitaban el credo de la revolución pero – en verdad -, temían que encarnara en los pueblos de América.[3]

Los terratenientes y hacendados criollos, que eran también los grandes comerciantes y clérigos católicos, utilizaron la guerra de independencia para hacerse formalmente con un poder que ya compartían y administraban. La mayoría se disfrazó de patriota para controlar la revolución y defender sus intereses económicos y políticos.[4]

Ello explica - entre otras razones - que diversas comunidades indígenas se mantuvieran en el campo “realista”. La clase dominante criolla era profundamente anti-india. Y hoy las elites regionales mantienen el mismo sentimiento, exacerbado por intereses económicos y territoriales.

La mayoría de las naciones que fueron surgiendo se formaron con base en alianzas regionales. En Colombia se crea un centralismo constitucional para negociar con las potencias extranjeras, pero las elites criollas mantienen el poder desde las provincias.[5] Este fenómeno explica la debilidad institucional del Estado neo-granadino, ha sido caldo de cultivo para la economía ilegal, el clientelismo, la corrupción, la supervivencia de ejércitos privados, y es parte de nuestra pre-modernidad.

La forma como se constituyó la 1ª Republica nos lleva a concluir que en Colombia no hubo una verdadera revolución. Fue una independencia formal sin mayores cambios sustanciales.

Los motores actuales

El aprendizaje y las lecciones de la historia sirven para mejorar nuestras estrategias y enfoques de lucha. Los procesos de organización regional, el fortalecimiento y la unificación del movimiento social, y la conciencia de las nuevas realidades geopolíticas, deben ayudarnos a acertar. Tenemos que identificar los motores sociales de hoy, aprender a combinarlos y dosificarlos para poder triunfar.

Es evidente que la actual burguesía nacional no-monopólica – así, por ahora, no tenga plena conciencia de sus problemas -, se puede asimilar a los pequeños y medianos productores, artesanos y comerciantes, de hace dos siglos. Pueden ayudar a encender la chispa de arranque, pero no serán – como no lo fueron entonces – un soporte firme y seguro de un proceso de cambio.

Los pueblos originarios, afros-esclavos y mestizos libertos de finales de la Colonia se asemejan al grueso del proletariado actual, que ha sido desplazado en su mayoría hacia centros urbanos, fruto de la estrategia del imperio y la oligarquía. Aún existen importantes núcleos de resistencia india, negra y campesina mestiza en zonas rurales que levantan reivindicaciones pluri-nacionales, multi-étnicas, territoriales y una reforma agraria democrática.[6] Son puntos de apoyo de gran importancia.

Saber integrar, combinar, dosificar, e impulsar la fuerza de los actuales motores sociales es la tarea del momento. Conocer cómo se mueven esas fuerzas en cada una de nuestras regiones (Caribe, antiguo Eje Cafetero, Suroccidente-Pacífica, Centro-oriente, Llanos orientales-Amazonía)[7], así como en las grandes ciudades, es fundamental para conducir con acierto la locomotora del cambio.

Todas las fuerzas democráticas, partidos políticos, movimientos sociales, expresiones ciudadanas, deben tener un sitial en ese gran torrente socio-político que poco a poco vamos tejiendo. Frente a la estrategia imperial que utiliza la economía del narcotráfico y manipula el conflicto armado para avanzar en su control territorial y despojo de nuestras riquezas, requerimos nuevas miradas y esfuerzos concertados para impedir que las todopoderosas transnacionales continúen arrasando con la resistencia valerosa - pero dispersa – que realizan nuestras comunidades.

Por ello, la lucha por una verdadera independencia y por la constitución de la 2ª República, hacia la construcción de la Patria Grande Latinoamericana y por transformaciones estructurales de la sociedad que enfrenten y superen el estado terminal del “capitalismo senil”[8], deberán estar en nuestra mente en este Bicentenario de la Independencia.





--------------------------------------------------------------------------------

[1] Aporte de Gustavo Wilches Chaux. Ver: http://eird.org/gestion-del-riesgo/index.html

[2] Es importante anotar que esta rebelión fue continental. “La Rebelión de los Comuneros desde El Socorro a Mérida es muy importante y está enlazada con la rebelión de Tupac Catari en Bolivia y Tupac Amaru en Perú.” (Aporte de Leonardo Mora).

[3] La situación en la España de Fernando VII y la "derrota" de Napoleón no es como la describen o la interpretan algunos historiadores. Napoleón llegó a España invitado por la monarquía borbona, amenazada por la presencia inglesa en Portugal. Según el Tratado de Fontainebleau, 27 de octubre de 1807, Francia y España acordaron invadir a Portugal. Ello dio origen a la huida de la monarquía portuguesa a Brasil. Igual proyecto tuvo la monarquía española, huir a América, posiblemente a México o a Lima. Las tropas de Napoleón para atacar a Portugal tenían que atravesar el territorio español y se estabilizaron en varias ciudades. Luego vino el Pacto de Bayona, la abdicación de Fernando VII y de su padre en favor de Napoleón y con José Bonaparte de monarca, vino la rebelión popular. Napoleón se retira de España, por cuanto su interés estaba en la guerra con Austria, con Inglaterra y la invasión a Rusia. España era el patio trasero de Francia. Pero, ese hecho es fundamental para dar los primeros pasos hacia la independencia de las coloniales americanas. Aquí la rebelión no fue contra Fernando VII, sino, contra los que representaba Napoleón como continuador y propagador de las ideas de la Revolución Francesa. (Aporte de Leonardo Mora).

[4] En el Cauca es mucho más visible esa conversión. Casi todos los “próceres” caucanos en una primera etapa estuvieron del lado de la Corona Española.

[5] Las principales eran: Cauca, Cartagena, Antioquia, Cundinamarca, Boyacá y Santafé.

[6] Las movilizaciones del próximo 20 de julio en Colombia encabezadas por la Marcha Patriótica, La Minga, el pueblo Misak-guambianos, y otros sectores que se movilizan hacia Bogotá y en cada región, son una expresión de la potencialidad de nuestras luchas, pero también, de la dispersión regional del movimiento social, impactado por el conflicto armado y debilitado por la estrategia de muerte y de despojo que impulsa la oligarquía.

[7] En Colombia, México, Perú y otros países centroamericanos compartimos un alto grado de desarrollo regional desigual. Es una condición a tener en cuenta en el estudio de las actuales dificultades. En los países donde una clase o sector social logra una fuerte hegemonía que unifica la Nación, el camino de la liberación se torna más viable.

[8] Capitalismo senil: concepto ideado por Jorge Beinstein y Samir Amin. Ver: http://www.archivochile.com/Imperialismo/doc_poli_imperial/USdocimperial0013.pdf y http://lahistoriadeldia.wordpress.com/2009/11/14/samir-amin-el-capitalismo-senil-descargar-documento-2/

sábado, 10 de julio de 2010

¿QUÉ INDEPENDENCIA VAMOS A CONMEMORAR?



¿QUÉ INDEPENDENCIA VAMOS A CONMEMORAR?

Popayán, julio 9 de 2010

Nunca como ahora Colombia estuvo tan sojuzgada por fuerzas imperiales. A la sombra de la lucha contra el “terrorismo” y el narcotráfico, los EE.UU. debilitaron la resistencia social y política de nuestro pueblo, y se aprovecharon de la fragilidad de la oligarquía colombiana penetrada por la mafia, para someterla a sus anchas.

En el año del Bicentenario de la Independencia, Washington hará sentir su absoluto dominio. Van a aprobar un TLC a su medida. Ya se apropiaron de la mayoría de las empresas “nacionales”[1], y arranca una nueva ofensiva en el campo de la minería, los hidrocarburos y agro-combustibles. “Vienen por todo”, dijo Francisco Mosquera hace 25 años.[2]

Además, van a seguir utilizando a nuestro país como plataforma de operación y herramienta de contención de las revoluciones nacionalistas que han enfrentado su hegemonía continental. La gran reserva petrolera de la Cuenca del Orinoco y del golfo de Venezuela, la biodiversidad y riquezas de la Selva Amazónica, y el potencial hídrico de la cuenca de los ríos Paraná-La Plata, son – entre otros - sus grandes objetivos.

Con el golpe de Estado en Honduras, la utilización de la economía del narcotráfico para desestabilizar la región, y con los Tratados de Libre Comercio, los EE.UU. han conseguido neutralizar el avance de las luchas de liberación nacional en el corredor que va desde México hasta el Perú, pasando por Centroamérica, República Dominicana, Panamá y Colombia. Tienen contra las cuerdas a los gobiernos de Nicaragua y de El Salvador, e intentan con desespero desequilibrar a Cuba.[3]

De igual manera, el Pentágono y sus agencias de inteligencia estratégica, hacen todo lo posible por coordinar a las oligarquías de Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Zulia y Táchira en Venezuela, Guayaquil en Ecuador, las provincias de la Media Luna en Bolivia, y la burguesía agraria de Argentina, para desestabilizar los gobiernos progresistas de la región e impedir la consolidación de los bloques que encabezan Brasil y Venezuela en Sudamérica.

Lo habíamos previsto. Uribe empezaba a ser un estorbo para la estrategia estadounidense[4]. Necesitaban renovar su elite política en Colombia, cambiarle la fachada a la alianza criminal, re-legitimar un Estado al que la sangre de sus víctimas le brota por todas las rendijas. Ahora el turno es para un “oligarca ilustrado”, cosmopolita, globalizado, de “buenas maneras”, que hará cambios de maquillaje, para que todo siga igual.

Las recientes elecciones y el tema nacional

En la pasada campaña electoral el tema de la Paz, el conflicto social y armado que vive el país, y la economía del narcotráfico, fueron temas vedados para los candidatos. Tampoco fue tratada en su real dimensión la apropiación feroz de nuestras riquezas naturales por parte del gran capital imperialista. En verdad, el modelo de desarrollo que se nos ha impuesto no fue abordado en lo más mínimo en los debates.

Durante la campaña electoral asomó la cabeza una tímida reacción ciudadana a la ilegalidad criminal que encabezaba Uribe (“verdes). La oposición de izquierda legal (Polo) se hizo visible con la bandera de la equidad social. Los partidos tradicionales (liberal y conservador) se alinearon al lado del candidato ganador, buscando prebendas burocráticas para disputarse los poderes regionales y locales en las elecciones de octubre de 2011. El continuismo se mantuvo casi intacto.

El falso nacionalismo “anti-chavista” que la oligarquía orquestó, aprovechando la tensión diplomática con Ecuador y Venezuela, sumado a los triunfos militares sobre la insurgencia, se convirtió en una fuerte barrera ideológica-mediática, que obstaculizó el franco debate. El grado de polarización contra todo lo que se asimilara al discurso “bolivariano”, borró de la agenda el tema fundamental de nuestra existencia: la dominación imperialista y la traición oligárquica a los intereses nacionales.

Es claro que el enfoque de todas las campañas políticas – con la excepción parcial de la que presentó Gustavo Petro en los últimos 2 meses de campaña – le facilitó al establecimiento la ocultación del grado de subordinación de la Nación colombiana al imperio y a las transnacionales extranjeras.

Sin embargo, se pudo percibir que amplios sectores del pueblo empezaron a manifestarse en contra de esa política. La corrupción, el desempleo, la inseguridad en las ciudades, fueron temas que movieron a diversos sectores de la población. El chantaje de la amenaza terrorista empezó a mostrar sus limitaciones.

“Unidad Nacional santista” y “Diálogo Nacional petrista”

La convocatoria a la “unidad nacional”, el perfil de los nuevos ministros designados, la apertura a dialogar con la oposición y a adoptar algunos de sus planteamientos (tierra expropiada a los narcotraficantes para entregar a desplazados y campesinos pobres), la disposición a restablecer las relaciones con los gobiernos vecinos y a manejar con criterios profesionales los asuntos internacionales, las buenas maneras frente al poder judicial, la labor mediadora del vice-presidente Angelino Garzón con la iglesia para el tema de derechos humanos y con las cúpulas sindicales para asuntos laborales, todo ello y otros gestos y llamados, como el de “superar los odios y la polarización”, han creado la idea de un distanciamiento entre Santos y Uribe. Hay quienes aseguran que es inminente el rompimiento entre sucesor y patrocinador.

Es posible que Uribe - quien está preocupado por defender sus espaldas y las de sus cómplices -, no haya entendido que su ciclo al servicio del imperio y de la oligarquía colombiana, llegó a su fin. Su “endiosamiento interesado” por parte de los medios de comunicación oligárquicos, lo pueden tener todavía obnubilado. De no reaccionar rápido, Uribe puede terminar enfrentado con sus patronos. Corre el riesgo de convertirse en un apetitoso “chivo expiatorio”. Todo depende de su capacidad de negociación. También, que el poder judicial mantenga su dinámica punitiva frente a los graves crímenes cometidos durante los ocho años de su gobierno. No hay que olvidar que los gringos y los oligarcas muchas veces pagan mal, como lo ratifica el caso del general Noriega en Panamá.

También juega la presión que mantengan las fuerzas democráticas colombianas, las organizaciones de las víctimas y las organizaciones sociales. El nuevo gobierno tiene como función principal la de profundizar la política imperial en Colombia y Latinoamérica, y para ello tienen que ocultar los crímenes que cometieron en alianza con la mafia. Necesitan montar un nuevo ambiente de “apariencia democrática”; de sensibilidad social con los desplazados, las víctimas y los pobres; de preocupación por los temas medio-ambientales; y de concertación con los sectores sindicales y los trabajadores estatales.

Allí es donde las fuerzas democráticas no nos podemos equivocar. Si corremos a ayudarles a montar ese escenario, sin poner condiciones, sin hacer un esfuerzo serio y consistente por unificar a TODOS los sectores populares y fuerzas interesadas en impedir la impunidad y el engaño, entonces la oligarquía y el imperio podrán – aprovechando nuestras debilidades evidentes – salirse con la suya.

Es necesario hacer una profunda reflexión. Cometimos grandes errores durante la pasada campaña electoral y, por tanto, es necesario reencontrarnos. Los amigos del Partido Verde estaban dispuestos a impulsar desde el gobierno una “legalidad democrática”. Es hora de llamarlos a ponerle dientes a ese postulado, y a que sean consecuentes con sus principios “ético-morales”.

El Polo a través de su candidato Petro posicionó unas propuestas sobre tierras, agua, víctimas y equidad social, y audazmente las ha mantenido vigentes con su iniciativa de “Diálogo Nacional”. Es hora de concertar su visión personal con el conjunto del movimiento social. Hay que diseñar una estrategia colectiva y ponerle verdadera sustancia popular a la tarea. Es la única manera de impedir que el nuevo gobierno perfile e implemente fórmulas cosméticas y programas demagógicos, que además de ser una estafa se conviertan en una nueva frustración para nuestro pueblo.

Sólo la más férrea Unidad, de todas las fuerzas políticas democráticas, del movimiento social y de amplios sectores del pueblo colombiano que no participaron de la pasada jornada electoral, podrá efectivamente “cogerle la caña” al nuevo gobierno santista-uribista, salirle al paso a la impunidad y empezar a construir un nuevo camino hacia la conquista de la Segunda (2ª) y verdadera Independencia.

Por ello, este 20 de julio debemos levantar la consigna de luchar por la verdadera independencia de Colombia y por la construcción de la Patria Grande Latinoamericana.

Nota histórica: Es evidente que la Primera (1ª) Independencia, proclamada hace 200 años, fue traicionada por la oligarquía. Una apariencia de república, una “institucionalidad democrática de papel”, ha sido el instrumento legal que les ha servido para promover su falso patriotismo. Por ello, no se entiende que el MOIR (integrante del PDA) avale artículos como “Santander, constructor de la República” de José Fernando Ocampo T., en donde se afirma que “Santander lo que hacía era estructurar la nación y poner a marchar las estructuras políticas y económicas del futuro. Fue un constructor estratégico. Gloria a Francisco de Paula Santander”.[5]



--------------------------------------------------------------------------------

[1]Las principales empresas colombianas han pasado a manos extranjeras y hay nuevos compradores en fila. Ver: http://www.cambio.com.co/714/index.html

[2]Ver: Hernán Pérez R. “Sin maíz no hay país”. http://alainet.org/active/17986&lang=es. Francisco Mosquera, fundador del MOIR dijo: “Vienen por todo: por la plata de los ricos y el sudor y la sangre de los pobres”.

[3]Heinz Dieterich. “El plan para destruir a Cuba”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=108386

[4]Ver: http://selvasorg.blogspot.com/2010/03/colombia-bloque-hegemonico-y-juego.html

[5]Ocampo T., José Fernando. “Santander, constructor de la República”. http://www.moir.org.co/Significado-del-Bicentenario-VIII.html

jueves, 8 de julio de 2010

REIVINDICANDO EL DIÁLOGO ABIERTO

REIVINDICANDO EL DIÁLOGO ABIERTO

Popayán, 8 de julio de 2010

Hay compañeros/as que les molesta que alguien que no tiene títulos, que no tiene “cola”, ni tiene grupo, ni habla a nombre de otros, sino de sí mismo, plantee temas como los que me he atrevido a plantear últimamente.[1]

¿Cómo así que “un fulano que no es nadie se atreve a retar a una serie de colectivos que hacen vida en el partido”?, me decía un anónimo en un correo reciente. Otros más agresivos intentan bloquear el debate abierto, insinuando dudas y sospechas.

En contraste, importantes dirigentes del Polo y del movimiento social - de diversas tendencias -, me han escrito, y me alientan a continuar con la discusión franca y sincera.

He reflexionado sobre el ejercicio que intento realizar. Es muy diferente al de un periodista o articulista, los cuales escriben y publican importantes opiniones - casi todas pagadas por los medios -, pero allí termina su acción.

Lo que he querido hacer es bien diferente, así parezca lo mismo. Toda la vida he sido militante de la lucha popular. Hace algo más de 4 años me afilié al PDA para ayudar – en lo que pudiera – con la campaña de Carlos Gaviria.

En medio del hacer, he llegado al convencimiento – después de mucho activismo, empirismo, errores y limitaciones - que para ser efectivos en la acción política y social, lo fundamental es tener las ideas claras. Cuando la idea está clara, por sí misma se vuelve fuerza. La idea es fuerza.

Las ideas claras no surgen por milagro, no aparecen porque sí, no son obra de una persona por muy estudiosa que sea. En Colombia ya hemos tenido grandes líderes con ideas claras, compenetrados con nuestro pueblo, pero – desgraciadamente – no los hemos cuidado lo suficiente, porque no hemos sido absolutamente conscientes del grado de criminalidad a que llegan las oligarquías y el imperio para defender sus intereses. Allí nos ha faltado claridad.

Destaco a Jorge Eliécer Gaitán, al cura Camilo Torres Restrepo, Jaime Bateman, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, los hermanos Calvo, Francisco Mosquera, y tantos y tantos otros/as dirigentes, que por diferentes causas no cuidamos lo suficiente en su integridad y/o no les facilitamos las condiciones para ponerse a la cabeza de TODO el movimiento democrático y revolucionario de nuestro país.

Reconozco que es arriesgado y hasta presuntuoso, ponerse a opinar sobre los temas que uno considera importantes. Sin embargo, a pesar del riesgo de ser mal interpretado, no entendido, no leído, menospreciado, considero estos escritos - y las opiniones que allí se plasman -, como una sencilla propuesta de diálogo.

Opino y no tengo ningún temor a ser confrontado, rebatido, contradicho, desmentido o, a veces, “atacado” o tergiversado. Por el contrario, quiero estimular ese intercambio. Y, no me importa – en el terreno personal – que a veces se responda de manera fuerte, o con agresividad.

Cuando así ocurre, significa que es un tema que duele, que se tocan “cayos”, que allí hay algo duro, fuerte, un conflicto, algo por des-amarrar; pero, también, que las personas que se pronuncian les lastima algo, están apasionados por una causa, por una lucha, y eso es muy bueno. Comprendo, porque a veces yo también me apasiono.

Hay compañeros/as que me dicen: “Es mejor que eso que dices no se publique, así sea cierto. La gente se puede desestimular, desanimar”. Creo que es una idea equivocada. Podemos y debemos dialogar con mucha gente, sobre diferentes temas, incluso de otros países, en donde los problemas son similares, casi iguales. Lo que en verdad desanima y baja los espíritus es la mentira, la falsedad, la falta de transparencia, la manipulación.

De ese diálogo, si lo hacemos con apertura mental, con sinceridad, con el ánimo de aprender, de escuchar otras opiniones, así sea para reafirmarnos en nuestra idea o para mejorar nuestro trabajo, va surgiendo un pensamiento colectivo, va generándose una idea mucho más rica y compleja que aquella que teníamos cada uno por aparte.

En ese sentido recomiendo un largo ensayo escrito por Luis Guillermo Vasco Uribe denominado “Así es mi método en Etnografía”, sobre su trabajo con comunidades indígenas Chamí y Misak (Guambianas). Es verdaderamente excepcional.[2]

Creo que algunas de sus sugerencias, como la de “recoger los conceptos en la vida”, pueden ser aplicadas a toda la sociedad. Necesitamos desarrollar un verdadero proceso de democratización, para lo cual se requiere impulsar el más amplio y cualificado diálogo. Los partidos políticos que deseen contribuir con esa tarea, también deberían hacer su propio diálogo interno.

Nota: Comparto la intencionalidad de Gustavo Petro al lanzar su propuesta de “Diálogo Nacional”. Sin embargo, creo que deberíamos impulsar con urgencia un “diálogo nuestro”, al interior de las fuerzas democráticas y movimientos sociales. Solo la UNIDAD, como soporte de la fuerza social y política del pueblo, es garantía de que ese tipo de espacios nos ayude a avanzar. De lo contrario, el diálogo con el “establecimiento oligárquico” se convierte en un adorno de la falsa “unidad nacional”. Será utilizado para hacer demagogia, para la apariencia y el engaño. Lo ocurrido con la Constitución de 1991 es una buena muestra y una dura lección. ¿Cuáles son las condiciones mínimas para realizar ese diálogo? ¿Cómo se sentirán las víctimas del conflicto de ser llamadas a dialogar cuando el presidente Uribe es incapaz de pedir perdón a nombre del Estado, y cuando a diario mueren asesinados numerosos defensores de los DD.HH.? Tenemos mucha tela por cortar y mucho por conversar.




[1] Crisis estructural en el PDA y necesidad de una “reingeniería”: http://alainet.org/active/39320&lang=es

[2] Vasco Uribe, Luis Guillermo. “Así es mi método en Etnografía”. http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2010/07/asi-es-mi-metodo-en-etnografia.html

ASÍ ES MI MÉTODO EN ETNOGRAFÍA

THIS IS MY METHOD OF ETHNOGRAPHY

ASSIM É MEU MÉTODO NA ETNOGRAFIA

Luis Guillermo Vasco1

Investigador Independiente (Colombia)

luguiva@cable.net.co


Trascripción revisada y corregida de la charla dictada el día 17 de noviembre del 2000 en el curso Teoría Antropológica II (Malinowski) en la Universidad Nacional de Colombia.

Voy a hablar de cómo es mi trabajo en etnografía. Parto de un conjunto de principios teóricos, la mayor parte de los cuales proviene del marxismo. El primero de estos principios es que el conocimiento, la ciencia, la investigación, no son fines en sí mismos, sino que son medios, son instrumentos... y son instrumentos, como dice Marx, para transformar el mundo. Me supongo qué habrán leído que eso establece una pequeña diferencia con Malinowski. El segundo criterio es que, en lo fundamental, a lo largo de la historia, o de su historia, la etnografía ha servido para la dominación, la explotación de los pueblos y, para el caso nuestro, en lo esencial, de los indios; aunque a raíz de la constitución del 91 los negros comenzaron a pedir que la antropología sirviera también para dominarlos y explotarlos a ellos, y se quejaron porque no había sido así... Leonardo, por supuesto, está poniendo su granito de arena en un campo en el cual hay poco trabajo.

Para seguir leyendo haga click en este Link:http://www.revistatabularasa.org/numero_seis/vasco.pdf