Popayán, 9 de enero
de 2022
Al día siguiente de ser fundada Popayán en 1537 por los
invasores españoles encabezados por Sebastián Moyano (de Benalcázar), sus
habitantes temían que los pueblos indígenas que fueron desplazados de su
territorio atacaran e incendiaran la ciudad. Así ocurrió con Caloto que fue establecido
en territorio nasa y fue seis (6) veces destruido por los pueblos originarios
hasta que se trasladó a tierras planas del norte del Cauca.
Ese miedo y angustia fue determinante para diseñar la
estructura de la ciudad que después de 486 años mantiene características urbanísticas
que se corresponden con ese sentimiento de desamparo y terror frente a los
pueblos nativos.
Así, las familias poderosas organizaron sus casas alrededor de
la plaza central y en su entorno ubicaron las viviendas de colaboradores y
sirvientes blancos. Ese núcleo fue rodeado por una empalizada al estilo de una
ciudad fortificada europea para garantizar su defensa. La “semana santa” con
sus ritos religiosos era una forma de “conexión espiritual” con España para
poder soportar la presión psicológica de sentirse sitiados y acosados.
En las cercanías de la ciudad se ubicaron los pueblos
“yanaconas” que constituían el grueso de los ejércitos con los que lograron
derrotar a la confederación de pueblos “pubenenses” en la batalla de Guasábara.
Son el origen de corregimientos y veredas como Cajete, Julumito, Puelenje,
Pueblillo, etc., que fungían como barrera “étnica” frente a la amenaza indígena
nativa.
Es decir, Popayán por esos tiempos era una pequeña villa
rodeada de comunidades “yanaconas” traídas del norte de Perú y reclutadas en la
travesía por territorios de Ecuador y el Putumayo, por donde arribaron los
ejércitos invasores al Macizo Colombiano para luego bajar al Valle de Pubenza y
fundar la ciudad.
¿Cuáles son las características urbanísticas de “enclave
colonial” que conserva la ciudad de Popayán? ¿Qué peculiaridades conserva que
reflejan el miedo compulsivo de las viejas familias payanesas aristocráticas?
Cualquier aficionado al urbanismo puede identificar el
principal problema que tiene la ciudad en cuanto a expansión territorial. La
ubicación del Aeropuerto y el Batallón se destaca por encima de cualquier otro
factor. Es un verdadero “tapón” hacia el noroccidente cercano que sirve de “resguardo”
a las principales “tierras de engorde” que son propiedad de herederos de
grandes terratenientes.
La distancia del puerto aéreo tan próxima al centro de la
ciudad y, además, protegido por el batallón del ejército, se corresponde con la
necesidad de “huir rápidamente” en caso de ataque y, aunque en 1949 cuando fue
inaugurado ya no era una amenaza real, refleja muy bien un sentimiento
acumulado a lo largo de siglos.
Hoy la ciudad vive un apogeo de expansión hacia el
noroccidente “no tan cercano”. Pareciera ser un fenómeno similar a lo que
ocurrió después del terremoto de 1983, pero es una situación muy diferente. En
aquellos años muchas de las familias campesinas de áreas circundantes se
apropiaron de tierras (asentamientos) que no eran estratégicas para las castas
dominantes, y lo hicieron en forma espontánea.
Al contrario, en la actualidad, el crecimiento “caótico” es
fruto de una planeación subterránea y subrepticia, oculta y secreta. Esa “expansión
inducida” ejerce una enorme presión sobre los cerros tutelares, los humedales y
las riveras de los ríos (Cauca, Ejido, Molino, etc.) y crea condiciones para la
urbanización de nuevos espacios alrededor de la “variante” a la Panamericana,
en donde la tierra ha adquirido un valor superlativo y los negocios
inmobiliarios generan enormes ganancias a los empresarios.
Todo lo anterior no es casual. Es fruto de una estrategia calculada
por la alianza que surgió a partir de 1992 entre los herederos de la oligarquía
terrateniente, los transportadores que controlaron el Concejo Municipal hasta
2015, y los comerciantes emergentes que se fueron convirtiendo en
inversionistas inmobiliarios, que les permitió –además– superar un momento de
crisis de hegemonía política que se vivió en la región.
La construcción de los llamados “anillos viales” y la localización
del centro comercial Campanario (sobre un humedal) hizo parte de esa dinámica.
Lograron monopolizar el poder político local e impedir a lo largo de tres (3)
décadas la aprobación de un verdadero Plan de Ordenamiento Territorial que democratice
la propiedad de la tierra, traslade el aeropuerto y el batallón a nuevos
lugares, y promueva un crecimiento planificado que proteja –a la vez– los
ecosistemas hídricos de la ciudad.
En ese sentido, el año 2023 va a ser fundamental. El proceso
de cambio que se frustró en 2015 debe ser continuado. En esa ocasión el enorme
triunfo electoral del pueblo payanés fue desperdiciado por un alcalde inepto y corrupto,
y permitió que en 2019 la casta política tradicional que representa los
intereses de los “rentistas de la tierra”, recuperara el poder en cabeza del
actual mandatario. Es hora de superar todos esos “tapones” y avanzar por nuevos
caminos.
Excelente interpretación del trasfondo político del urbanismo local y del actual crecimiento caótico, pero calculado de la ciudad. Seguro que los destinos de la ciudad serán más democráticos e incluyentes.
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