viernes, 4 de noviembre de 2011

PETRO ALCALDE: A SUPERAR EL TRAUMA GUERRERISTA

PETRO ALCALDE: A SUPERAR EL TRAUMA GUERRERISTA

Popayán, 4 de noviembre de 2011

La derecha recalcitrante está que revienta. Petro ganó. Lo hizo canalizando a una parte del electorado independiente que se expresa en la capital de la república desde finales de los años 80s del siglo XX. Que un “ex-guerrillero” sea el Alcalde de Bogotá – el segundo cargo más importante en Colombia –, es simplemente inconcebible para ellos.

¿Qué pasó? La “teoría de juegos” sirve para explicar el hecho. A veces los jugadores saben que si no cooperan entre ellos, facilitan el triunfo a un competidor minoritario. Sin embargo, son conscientes que retirarse no es la solución. Están inexorablemente condenados a la pugna. Y en el terreno de la pugnacidad también perdían. Petro sabía que debía manejar un perfil conciliador.

Uribe tenía que jugar. Dividió a las fuerzas de la “unidad nacional santista”, incluyendo a los “verdes”. Fue un petardo para Peñalosa. Los comodines fueron Gina y Mockus. Galán y Luna optaron por la figuración personal. No tenían otra salida. El retiro de uno o varios candidatos – como lo demostró el “descarte” mockusiano – no inclinaba la balanza en contra de Petro.

Era como tener una cuerda con varias esferas en medio. La tensión desde los extremos mantiene el equilibrio dinámico que hace que una de las esferas se mantenga en el centro. Ese lugar lo ocupó Petro y ningún otro candidato/a logró desplazarlo. Entre más ataques recibiera de Uribe y el Polo – en forma simultánea –, más se consolidaba su posición. Trabajaron para él.

En el caso del Polo la situación era dramática. Con cara ganaba Petro y con sello perdía el Polo. A pesar de ello, Aurelio Suárez tuvo un excelente desempeño, posicionó varias propuestas que fueron recogidas por el Alcalde electo y mostró el temple de un aguerrido militante de izquierda.

Una sociedad con traumas que avanza a tropezones

Hay quienes creen que si en una etapa de la vida de los pueblos no se consiguen todas las metas propuestas – caso de la Asamblea Constituyente de 1991 –, dan por sentado que hay que volver a ese momento como si nada hubiera ocurrido. Lo real es que las fuerzas productivas y sociales continúan su avance mientras las instituciones se rezagan. Luego deberán ajustarse.

Se parece a la evolución de una persona. Si en su pubertad y adolescencia no maduró en algunos aspectos de su carácter, ese individuo continuará cargando limitaciones y traumas en su vida, pero en otras índoles seguirá adelante. Así son las sociedades.

Colombia, por circunstancias que habrá que precisar, siempre está un paso adelante respecto de América Latina. Sin embargo, no “coronamos”. Somos como un niño precoz – adelantado a su tiempo –, pero que no fructifica. Servimos de escarmiento para que otros aprendan. Somos una sociedad con unos lastres anti-democráticos enormes que, a pesar de todo, sigue caminando.

Ejemplo de esos “adelantos”: La revolución de los comuneros (1781), primer intento de independencia y de conformación de la república (1810), revolución liberal proteccionista (Melo, 1854), revolución liberal más moderna (guerra de los mil días, 1899), luchas indígenas por recuperación de territorio, cultura y autoridad (Quintín Lame, 1914), la revolución liberal-socialista (Gaitán) que fue continuidad de las luchas del PSR (1927), la lucha democrático- nacionalista encabezada por la pequeña burguesía urbana (Bateman-M-19, 1980) que alimentó parcialmente la convocatoria de la Constituyente de 1991. Infortunadamente esos intentos se han quedado a mitad de camino. Pero no se pierden, se acumulan y renacen.

La sociedad sigue su marcha. Los conflictos no resueltos y nuevas contradicciones vuelven a acumular “momentums” de energía. Se crean así, nuevas situaciones revolucionarias. Hoy Colombia vuelve a adelantarse. La “ola verde” juvenil que los tres ex-alcaldes de Bogotá generaron sin querer el año pasado (2010) fue la expresión “a la colombiana” de los jóvenes profesionales “precariados” que hoy se están manifestando en el mundo entero. Siguen allí y pronto mostrarán su rostro de inconformidad y esperanza.

Un trauma en proceso de superación

Ésta elección es una prueba de que hemos empezado a superar el trauma psicológico de la guerra. Fracasó el chantaje (la “amenaza terrorista”), que utilizó Uribe durante 8 años para detener el avance de las fuerzas democráticas. Sin haberse oficializado un proceso de paz, el pueblo colombiano ha enviado un claro mensaje de que es tiempo de reconciliación.

Si Petro realiza una buena gestión como alcalde del Distrito Capital va a ubicarse a las puertas de la presidencia para el 2018. Si la derecha recalcitrante y la izquierda tradicional siguen jalando la cuerda con intensidad, Petro y la población se mantendrán en el “centro”. Es apenas obvio.

Sin embargo, es la vida la que va a obligar a Petro a girar levemente hacia la izquierda. La crisis sistémica mundial y la quiebra del modelo neoliberal que la oligarquía se niega a desmontar, van a fortalecer la lucha de los trabajadores y el pueblo contra unas políticas que acrecientan la pobreza, la inseguridad y el desempleo (o empleo precario) en Colombia.

No son los individuos los que hacen la historia. Son las fuerzas sociales las que determinan su devenir. Las personas – si captan la dirección del movimiento – pueden ser herramientas para potenciar los cambios y consolidarlos. Petro ha sabido, por ahora, captar esa orientación.

Hacia el futuro

El movimiento de los “indignados” españoles y “ocupas” estadounidenses ha puesto en evidencia que el poder financiero plutocrático secuestró y puso a su servicio al llamado “Estado Social de Derecho”. La democracia representativa se agotó, ya no da más.

En ese marco, Petro llegará a la alcaldía a darle continuidad a programas y proyectos que están – en general – condicionados por los intereses del gran capital. Sin embargo, tiene la oportunidad de profundizar las políticas sociales que ya habían iniciado los anteriores alcaldes del Polo, y sobre todo, impulsar un verdadero proceso de participación de las comunidades bogotanas.

Quienes luchamos por cambios que superen la lógica perversa del capitalismo debemos tener agenda propia. Sólo así podremos aprovechar los espacios democráticos que se generen desde la administración. La tarea es construir y fortalecer poderes locales – en cada barrio, comuna y localidad –, impulsar procesos de democracia directa y participativa en todos los ámbitos de la vida económica, social, política y cultural de la ciudad, e iniciar un proceso de apropiación colectiva de los “bienes comunes” (acueducto, empresa de energía, ETB, medio ambiente, etc.).

Todas las formas organizativas que se creen desde abajo, serán soportes para procesos sociales y políticos de mayor calado y profundidad que ya están surgiendo en el país y en el mundo.

El trauma psicológico que nos dejan 60 años de violencia debe ser superado por el pueblo colombiano. Ésta vez debemos “coronar” para alimentar con nuestra experiencia las luchas latinoamericanas y planetarias. Petro – desde el lugar donde el pueblo lo colocó – va a contribuir con una buena terapia democrática. Hay que ayudarle.

1 comentario:

  1. Hay que ayudarle a Petro en Bogota, y para el resto del pais un nuevo partido politico que reciba a los que no estamos con la derecha ni con la izquierda recalcitrantes las dos, para abonar el camino para las proximas elecciones donde garanticemos el derecho al trabajo, la salud y la educacion para el pueblo.

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