viernes, 11 de noviembre de 2011

LA BURGUESÍA “TRANS-NACIONALIZADA” Y LA REELECCIÓN DE SANTOS

LA BURGUESÍA “TRANS-NACIONALIZADA” Y LA REELECCIÓN DE SANTOS

Popayán, 11 de noviembre de 2011

La fisonomía de clases en Colombia se esclarece desde hace año y medio cuando la burguesía financiera hizo a un lado a Uribe. Se desenreda el ovillo de intereses que estaban entrelazados en el bloque de poder. Las personalidades y figuras – que no los partidos venidos a menos –, representan esos intereses. Lo hacen consciente o inconscientemente.

Terratenientes de antaño, hacendados emergentes y campesinos ricos aliados de la mafia, protagonistas políticos de las últimas décadas de la lucha contra-insurgente – representados por Uribe – se apartan ahora del gobierno de Santos. Uribistas furibundos, conservadores clericales y “verdes” de derecha se agrupan para la disputa política de 2014.

La burguesía trans-nacionalizada – el núcleo de multimillonarios que no tienen patria –, ha rehecho su alianza con la burguesía burocrática. Necesitan una expresión política “nueva”. Actúan tras bambalinas. Tienen que recoger y revivir a los Gavirias, Pastranas, Samperes y Pardos. Pero ahora, serán sólo mandaderos. No necesitan más.

Los burócratas de toda clase, que durante el período de hegemonía uribista se habían refugiado en el partido liberal o acercado al Polo, quieren reagrupar a su partido histórico. Pero sólo será para ponerlo al servicio del proyecto neoliberal que va viento en popa. Dirigentes sindicales de trabajadores del Estado buscan allí su refugio natural. Todos se juntan para recoger los mendrugos que les tiran las transnacionales que vienen por todo.[1]

La burguesía “nacional” – que históricamente ha sido débil, endeble y cobarde – no sabe que hacer. Intentó crear su propio partido, el “verde”. El único que dio la talla fue Sergio Fajardo en Antioquia. Pero para avanzar tuvo que girar hacia lo social. Contrario a lo que hicieron Mockus, Peñalosa y Lucho Garzón. El dilema para Fajardo hacia el 2018 consiste en seguir acercándose al pueblo o entregarse al bloque de poder oligárquico financiero.

Los trabajadores y sectores medios de la sociedad, cada vez más golpeados por las políticas neoliberales, siguen buscando el camino. Los profesionales “precariados” (proletarios con título o con micro-empresa) todavía tienen la ilusión de enriquecerse. La mayoría se subordina a la burguesía financiera. Una minoría sueña con un “proyecto nacional” pero tiene miedo que los trabajadores lideren tal iniciativa. Fajardo y Petro están en sus cuentas.

El conjunto de los trabajadores del Estado y algunos sectores campesinos y urbanos con tradición de lucha de resistencia, siguen apoyando alternativas de izquierda. Las políticas neoliberales los han reducido a su mínima expresión pero son un sector que sigue en la brega. En las elecciones pasadas apoyaron a Petro en Bogotá y a diversos candidatos del Polo, “verdes” y “progresistas” en todo el país.

Los trabajadores “precarizados” del campo y de la ciudad – asalariados tercerizados, trabajadores de la economía informal, y pequeños y medianos productores arruinados, y desempleados – que es la mayoría del pueblo colombiano, muchos de los cuales no participan en política o venden su voto, se habían entusiasmado con el “proyecto uribista”. Creían que la causa de todos sus males era la guerrilla y tenían fe en el “patriotismo” de Uribe. Cada día que pasa este sector del pueblo estará más frustrado. Su papel político será determinante en los próximos años.

2014 y 2018

La burguesía trans-nacionalizada[2] asumió plenamente el poder del Estado en cabeza de Santos. Uribe será oposición. Santos procura sobreaguar los graves problemas fiscales y sociales que heredó de Uribe para aspirar a la reelección en el 2014. Ya lo anunció (ver declaraciones a Claudia Palacios de CNN).[3]

Su comportamiento frente a la protesta social lo desnuda. Todo lo que hizo para fungir de conciliador, defensor de los DD.HH., benefactor de las víctimas y desplazados de la guerra, no lo va a echar a perder de un momento a otro. Las reversadas en el proyecto de reforma educativa y en otras iniciativas, son la confirmación de que va de largo.

Tiene preparadas las excusas para no cumplir en sus primeros cuatro (4) años. “Nos quitó tiempo desmontar la corrupción heredada de Uribe” dirá con desfachatez. “La tragedia invernal nos significó muchos recursos”, será su argumento. Las cifras manipuladas de desempleo y el crecimiento de las exportaciones de materias primas – principalmente de petróleo –, le permitirán seguir prometiendo “prosperidad para todos”.

Viene creando condiciones para engañar – ¡otra vez! – con la bandera de la Paz. Mientras aflojan la presión sobre la guerrilla en regiones donde necesitan despejar el territorio de campesinos, liquidan “a pedido” a comandantes guerrilleros (Mono Jojoy, Cano). Así neutralizan las quejas interesadas de Uribe sobre un supuesto desmonte de la política de seguridad democrática. Juegan al gato y el ratón con lo que queda de insurgencia. La necesitan para criminalizar la lucha social. Son una buena “vacuna” y un eficiente chantaje.

En Colombia la paz y la prosperidad democrática no serán realidad mientras la oligarquía siga en el poder. Si en los próximos años las fuerzas democráticas colombianas no son capaces de detener la política de “trans-nacionalización del territorio” dirigida a profundizar el modelo de “reprimarización de la economía” (venta o alquiler de amplias extensiones de tierra para producir agro-combustibles y explotar a cielo abierto nuestros recursos mineros y energéticos), podremos elegir en 2018 a un administrador eficiente, ético y hasta “democrático”, pero no pasarán de ser un Lula o un Funes “a la colombiana”.

Los trascendentales sucesos mundiales que están en desarrollo, la profundidad de la crisis económica del mundo capitalista, la aparición de una rebeldía social de dimensiones orbitales, la inevitabilidad de un conflicto bélico imperialista de gran impacto para tratar de distraer la atención de los trabajadores y pueblos, todo ello y mucho más, obliga a los trabajadores colombianos a re-pensar su estrategia y formas de organización.

En Colombia se van generando condiciones para un viraje cualitativo en la correlación de fuerzas. Las corrientes democráticas deben recuperar la iniciativa. El movimiento social – sin el protagonismo partidista estrecho que se nota en algunos espacios –, es el que va a marcar la pauta. Los avances y éxitos del movimiento estudiantil, marcan esta tendencia.

Las elecciones recientes (30.10.11) y las movilizaciones sociales en desarrollo, envían claras señales y ofrecen importantes lecciones que es necesario asimilar. Si no lo hacemos, en la próxima coyuntura política le haremos compañía a Uribe desde la “oposición”. Jalando desde ambos extremos sostendremos a Santos en el “centro”. Trabajemos para que ello no ocurra.



[1] El caso más típico es de la UTEN (CGT), sindicato fundado en el Cauca por Alexander Ortiz, ex-dirigente sindical de los trabajadores de la energía eléctrica, hoy convertido en “empresario”. Acaba de venderse a Pacific Rubiales para “afiliar” trabajadores petroleros en Puerto Gaitán (Meta). Hacerle contrapeso a la USO y oficializar un “esquírolaje mercenario” es su función. Sus aliados, Angelino Garzón y Julio Roberto Gómez.

[2] Hasta hace poco tiempo se hablaba de la existencia de una “gran burguesía colombiana aliada de las transnacionales” o “gran burguesía nacional compradora o entreguista”, para significar la existencia de una clase de capitalistas de origen colombiano que estaba entroncada con el gran capital pero que mantenía ciertos niveles de identidad nacional. Hoy ese concepto está desechado. La gran burguesía desde los años 90 se internacionalizó y sólo mantiene su “identidad nacional” para engañar a los trabajadores y a los pueblos.

[3] Santos: "Si no he terminado mis metas para 2014, pensaría en la reelección": http://cnnespanol.cnn.com/2011/11/11/santos-si-no-he-terminado-mis-metas-para-2014-pensaria-en-la-reeleccion/

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