miércoles, 23 de noviembre de 2011

COLOMBIA: OTRA MIRADA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

COLOMBIA: OTRA MIRADA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

Popayán, 23 de noviembre de 2011

El gran mérito del actual movimiento estudiantil universitario en Colombia es que ha planteado el debate sobre el modelo de desarrollo que avanza en el país. Es el mismo tema que está en la médula de los conflictos que han estallado en el mundo. Se entronca de esa manera con los procesos de movilización social planetaria.

Y no podía ser de otra manera. La mayoría de los actuales estudiantes serán mañana “proletarios con título o con micro-empresa”. Serán trabajadores “calificados” y explotados por el gran capital. Sólo aquellos que hacen parte del círculo exclusivo de la burguesía trans-nacionalizada o que por condiciones particulares obtienen grados de excelencia (apoyo y sacrificio de sus padres, cualidades excepcionales para el estudio u otras), podrán acceder a niveles de dirección de empresas en Colombia o en el exterior o trabajarán en áreas de investigación científica y tecnológica. Uno entre mil.

El resto de profesionales, tecnólogos y técnicos se convertirán – como ya lo son – en trabajadores asalariados (“precariados”) o en desempleados. La minoría encontrará empleo en entidades del Estado o en empresas establecidas (empleo formal real) pero la gran mayoría serán “empleados por cuenta propia” (empleo informalizado). Es importante resaltar que en el sistema productivo internacional los cientos de millones de PYMES existentes, que en más del 95% son micro-empresas con menos de tres (3) empleos y que tienen una vida “competitiva” inferior a dos años, cumplen un papel absolutamente subordinado a los intereses de los grandes consorcios transnacionales. Es trabajo asalariado camuflado.

Esa es la causa principal que ha llevado a millones de jóvenes profesionales del mundo entero a iniciar y encabezar un movimiento planetario contra el poder plutocrático financiero mundial y contra la institucionalidad política – “nacional” y transnacional, (gobiernos y supra-gobiernos, ONU, OTAN, FMI, BM, OMC, etc.) – que están al servicio del capital súper-centralizado del círculo de multi-millonarios trans-nacionalizados. Son los mismos jóvenes que lideran e inspiran las revoluciones árabes, el movimiento de los “indignados” en España y los “ocupas” en EE.UU. No ven futuro o lo ven negro.

Todos los puntos y aspectos que han planteado los dirigentes estudiantiles relacionados con la calidad de la educación y con la Autonomía Universitaria apuntan a responder a la siguiente pregunta: ¿Qué tipo de profesional requieren las empresas que actualmente dominan la economía colombiana y las compañías trans-nacionales que ya tienen planes a 50 años para invertir en Colombia?

La respuesta es una sola: El gran capital requiere un trabajador calificado para aplicar paquetes tecnológicos diseñados en las metrópolis híper-desarrolladas. Y lo que es más grave, el sistema económico colombiano (y mundial) no está en capacidad de absorber esa mano de obra. Serán cada vez más “precariados”[1], en todo el sentido de la palabra: precarios niveles de formación, ingresos bajos, inestabilidad laboral, competencia infernal, obligados a emigrar, subvalorados y discriminados. Sin futuro.

Los estudiantes colombianos han tenido el valor de adelantarse a mirar y a cuestionar las condiciones de vida que el sistema capitalista les ofrece en el mundo laboral y productivo. Por ello ya empiezan a ser cuestionados por el gobierno sobre su “arrogancia y triunfalismo”. ¿Cómo se les ocurre cuestionar temas más allá de lo académico y estrictamente educativo? ¿Quién les dio permiso para hacerlo? ¿Quién los está manipulando? Con intención mordaz los periodistas les dicen: “¡No se dejen utilizar!”[2]

El verdadero triunfo: Transferir la fuerza acumulada a la sociedad

Si los estudiantes mantienen y fortalecen la línea de debatir con toda la sociedad sobre el futuro de la educación superior en Colombia van a hacer una contribución inmensa al desarrollo de un movimiento socio-político de amplio espectro. Se podrá pasar de las luchas contra los efectos de las políticas neoliberales al cuestionamiento de la estructura misma del sistema capitalista.

No dejarse llevar al terreno de las negociaciones inmediatistas es la clave del momento. No permitir que la asociación de rectores universitarios se ponga al servicio de la estrategia del gobierno. Quieren reducir la “concertación” a temas de presupuesto, regulación estrecha del mundo académico, “autonomía universitaria interna” y aspectos “concretos” de la norma.

Es evidente que el movimiento estudiantil no puede echarse sobre sus hombros la transformación estructural del país. Tendrá que llegar a acuerdos con la sociedad y con el gobierno. Deberán diseñar una estrategia que lleve a que los problemas estructurales se debatan ampliamente en diversos escenarios de la sociedad. Será la forma como los estudiantes le transfieren parte de su fuerza acumulada al conjunto del pueblo colombiano. El arte es saber triunfar sin pretender obtener todo de un momento para otro. El “todo” no lo pueden ganar solos.

La tarea entonces – como creo que lo tienen bien claro los dirigentes estudiantiles – es concertar una agenda nacional, con foros y eventos en todo el país, con participación de todos los sectores sociales y políticos, sin afanes y sin limitaciones. Ya se oye hablar de “Constituyentes Educativas”, lo cual puede ser una buena iniciativa.

La concepción de “Contra-poder-desde-abajo” y los limitantes del movimiento

La concepción de “contra-poder-desde-abajo” es fundamental para acumular fuerza y transferirla a la sociedad. Si mantenemos en los movimientos sociales el enfoque de “lucha reivindicativa”, lo acumulado en las luchas se diluye en las “mesas de negociación”.

La reciente lucha de La Minga de Resistencia Social y Comunitaria en 2008 ofrece lecciones de máxima importancia. Veamos:

En octubre de 2008 el movimiento indígena caucano apoyado por otras organizaciones sociales y en el marco del Paro laboral del proletariado cañero (“corteros” de caña), consiguió derrotar a Uribe. Fue el único triunfo en las calles y carreteras del movimiento social colombiano durante esos dos períodos (8 años). Diferente a la derrota política de 2003 cuando Uribe quiso aprobar su referendo neoliberal que después aplicó por decreto.

En Cali los indígenas le dieron la espalda a Uribe, lo desairaron y humillaron, obligándolo a ir hasta el resguardo de La María (Piendamó), territorio ancestral indígena. En ese lugar la dirigencia indígena mantuvo en alto sus propuestas estructurales y no se dejó llevar a la mesa de negociación como hábilmente quería el gobierno. Fue una derrota plena de la política uribista y un gran avance del movimiento social.

¿Qué ocurrió inmediatamente? Los sectores más conservadores del movimiento indígena, las cúpulas burocráticas de sus organizaciones “reivindicativas”, forzaron al conjunto del movimiento a proseguir la movilización hacia Bogotá con el objetivo de “obligar a negociar al gobierno”. Un triunfo de amplio contenido político se puso al servicio de acuerdos puntuales sobre tierras que después de tres años el gobierno no ha cumplido plenamente. Así, se diluyó la fuerza, se le entregó la iniciativa al gobierno, quién montó el espectáculo de la “concertación” mientras en el territorio caucano impulsaba la conformación de organizaciones paralelas controladas y al servicio del gobierno y de las castas dominantes en la región (OPIC).

La esencia del problema está en la concepción de “fuerza”. La fuerza “propia” del movimiento está en el grado de organización, cohesión y unidad de los sectores sociales comprometidos. Sin embargo, la fuerza política acumulada – aspecto fundamental para obtener triunfos y avances – está materializada en el grado de aceptación y apoyo de la sociedad, que neutraliza y/o debilita la fuerza del Estado o de los sectores sociales o políticos a quienes se esté enfrentando. La credibilidad es un aspecto primordial. Por ello, cuando se cometen errores, ya sea que nos dejemos provocar, no actuemos con oportunidad y seguridad, mostremos incoherencia, o que aparezcan intereses ocultos o “subterráneos” ajenos al movimiento, el gobierno o contradictor aprovecha para generar desconfianza en la opinión pública. Así, la fuerza acumulada desaparece o se debilita como por encanto. Quedamos reducidos a lo “propio”. Allí, perdemos.

Análisis de los primeros sucesos del actual movimiento estudiantil

En esta primera fase del movimiento los hechos a resaltar son: 1. Lo acertado del contenido de la propuesta. Se ha ubicado la problemática en el terreno estructural, político. 2. La unidad cualificada de las organizaciones estudiantiles y la participación de universidades públicas y privadas. 3. Los métodos de lucha y decisión pacíficos, lúdicos, creativos, participativos, lo que les ha generado el apoyo y respeto de la ciudadanía. 4. El manejo de medios ha sido adecuado.

La consigna “por educación pública superior gratuita, de alta calidad y sin ánimo de lucro” ha calado en la opinión pública. Igualmente fue correcto condicionar el levantamiento del paro al retiro del Congreso del proyecto de reforma a la Ley 30/92 y obtener el compromiso de elaborar una propuesta de reforma de la educación pública superior con participación de la sociedad. El gobierno aceptó ante la contundencia de la movilización y el amplio apoyo mostrado.

Desde mi propio punto de vista no se ha sabido aprovechar la debilidad del gobierno que, como se observa ahora, necesitaba salir a Europa a mostrarse como el gran estadista, pacificador y defensor de los DD.HH. ante el mundo, y no le convenía dejar al país en medio de un conflicto que coincide con las movilizaciones estudiantiles de Chile y de los “indignados”.

La actitud tradicional del movimiento social en Colombia ha sido la de querer acorralar y derrotar plenamente al gobierno en aspectos puntuales. La mesa de negociación termina siendo el escenario en donde los gobiernos hacen concesiones y aplacan las movilizaciones y conflictos. Después, no cumple lo pactado. De allí la desconfianza de que hablan los dirigentes estudiantiles.

La situación es diferente ahora. La lucha está planteada en el terreno de ganarse a la sociedad, neutralizar las fuerzas vacilantes y/o contrarias y obligar al gobierno a someterse a una dinámica de “democracia participativa”, deliberante, incluyente, en donde las diversas fuerzas de la sociedad puedan participar. El movimiento tiene al gobierno a la defensiva.

Por ello la “fuerza” no puede equipararse al “paro” o a las “movilizaciones”. Es evidente que entre más participación tenga el paro y las marchas, más legitimidad “propia” tiene el movimiento. Pero no es suficiente. La fuerza política no puede basarse en el paro. El paro y las marchas sólo son un medio de llamar la atención. Es la justeza de la propuesta la que garantiza la acumulación de la fuerza y su transformación en un movimiento de gran cobertura y proyección.

Ante la decisión de Santos de retirar el proyecto y la orden a la Ministra de dialogar con los estudiantes, éstos con oportunidad, autonomía, presteza y firmeza debían haber levantado el paro. De inmediato, “decretar” e imponer a los rectores de las universidades sus condiciones para el restablecimiento inmediato de las labores académicas. El mensaje es: “Somos los más interesados en estudiar”. No permitir que el gobierno manipule “la preocupación por la pérdida del semestre”. Todo en la dinámica de fortalecimiento del movimiento y la preparación social e integral de la propuesta. Es un verdadero ejercicio de poder, desde abajo.

Se argumenta que el gobierno podía incumplir. Es posible. Si no retiraba el proyecto muy seguramente los parlamentarios – que presionaron oportunistamente a Santos –, lo habrían retirado, y habría sido una doble derrota del gobierno. Y si no cumplían, quien quedaba mal era el Estado. Los estudiantes habrían multiplicado su fuerza. También se afirma que los rectores se habrían negado a abrir las universidades, como está ocurriendo. Claro, porque el paro no se ha levantado en algunas ciudades. Pero si los estudiantes salen a los medios a plantear que tienen organizadas brigadas para asear y adecuar los claustros universitarios para iniciar clases, los rectores no habrían tenido el más mínimo argumento para negarse.

La actitud de desconfianza en el cumplimiento del gobierno es la típica actitud del movimiento “reivindicativo”, que actúa a la defensiva y no confía en sus propias fuerzas. Lo que se propone como concepción de lucha parte del presupuesto de que somos un poder (contra-poder-desde-abajo), con capacidad de reordenar espacios, de hacer ejercicios de autonomía, de competir en la cotidianidad (no sólo en momentos de “anormalidad”) con los niveles de decisión institucionales. Claro, midiendo la fuerza, sin aventurerismo y sin sobrepasar los objetivos trazados.

La responsabilidad del movimiento y la organización amplia estudiantil ahora está en el plano de organizar las actividades académicas – estudiar con juicio –, y paralelamente proponer e insertar la discusión y la elaboración de la propuesta en la sociedad.

Se deberán organizar foros, eventos, debates públicos, consultas ciudadanas y toda clase de actividades antes de sentarse oficialmente a concertar una propuesta concreta. Dichas actividades deben ser organizadas oficialmente – en condiciones de igualdad – con el Ministerio de Educación, las rectorías y consejos académicos, las secretarías de educación departamentales y municipales, y las organizaciones de estudiantes, profesores y de la sociedad, a fin de garantizar los recursos, difusión, convocatoria y realización exitosa.

En esa dinámica un “contra-poder-desde-abajo” irá surgiendo y alimentándose de la sapiencia popular y social. Las “Constituyentes Educativas” o como se las quiera llamar, podrán ser construidas. El movimiento estudiantil estaría entregándole no sólo un triunfo a su pueblo sino transfiriéndole su fuerza, que bastante la necesita.

Quedaría el insumo para que los “precariados” colombianos se llenen de indignación y de valor para encabezar un movimiento de nuevo tipo en nuestro país. ¡Por Democracia Real YA!



[2] Palabras del periodista Felipe Zuleta Lleras de El Espectador en entrevista con los dirigentes estudiantiles en el Canal Caracol y Caracol Radio (20.11.11).

viernes, 18 de noviembre de 2011

COLOMBIA: EN EL UMBRAL DE LO POSIBLE

Aprendiendo de las reciente elecciones

COLOMBIA: EN EL UMBRAL DE LO POSIBLE

Popayán, noviembre 17 de 2011

A veces el pueblo nos envía mensajes y no lo escuchamos

Las elecciones del 30 de octubre de 2011 mostraron las principales tendencias políticas que se van a consolidar hacia el futuro en Colombia. Las fuerzas democráticas, a pesar de la dispersión y errores cometidos en las elecciones presidenciales de 2010, obtuvieron importantes resultados electorales en diversas ciudades y regiones. Siguen allí y avanzan.

Colombia no podía sustraerse de lo que ocurre en América Latina, especialmente en Sudamérica. Las expresiones democráticas y nacionalistas – de acuerdo a la correlación de fuerzas de las diversas clases –, han ido minando el poder de las oligarquías y la hegemonía imperial. Es un proceso inevitable y seguramente irreversible.

Sobre la base de amplios movimientos sociales y una histórica tradición anti-imperialista, las fuerzas democrático-nacionalistas se han apoyado en líderes carismáticos o en partidos y coaliciones políticas para acceder por vías electorales al control del aparato estatal. Se intenta reversar las políticas neoliberales implementadas por gobiernos oligárquicos durante más de dos (2) décadas, y en algunos casos, avanzar hacia proyectos socialistas.

En Colombia, Perú y Chile, debido a las particulares características violentas que adquirió la lucha política y social a finales del siglo pasado (dictadura de Pinochet, auge de fuerzas subversivas armadas como Sendero Luminoso, FARC, ELN, etc.), los procesos de cambio se habían estancado o su avance era muy lento. Hoy esa situación empieza a ser superada.

Lo que marcan los resultados

Los resultados electorales muestran a Sergio Fajardo y Gustavo Petro como las figuras ganadoras. Quedan proyectados hacia el 2018. Ambos reaccionaron con rapidez y oportunidad para no hundirse con los errores de sus partidos manteniendo los postulados esenciales. Fajardo – con prudencia, sentido orgánico y sin salirse del partido “verde” –, se desligó del neoliberalismo peñalosista y mockusiano, buscando el vínculo con lo social. El pueblo antioqueño lo apreció y lo premió. Los 900 mil votos que obtuvo así lo demuestran.

Petro hizo lo mismo de una forma arriesgada y traumática. Se separó del Polo y se colocó al frente de la denuncia contra la corrupción que Samuel Moreno dejó empotrar en la alcaldía de Bogotá. No tenía otra salida para preservar la credibilidad ganada. Ya tenía en su haber lo construido con el Polo en lo social. Además, los “verdes” le cedieron la bandera de la ética al aceptar el apoyo de Uribe. Traicionaron el “no todo vale”, saltaron de las “no alianzas” a una alianza oportunista y el pueblo los castigó.

En el caso del Polo – aunque su programa plantea con precisión las tareas democráticas – la dirigencia actual se niega a leer el momento. Sin táctica no hay estrategia ni acción política. Además, el grupismo ha impedido construir confianzas internas que son básicas para la acción colectiva. “Hay Polo para rato” es la frase central del balance del senador Jorge Enrique Robledo. Niega el retroceso. En fin, sin espíritu crítico no se va a ninguna parte.

De no ocurrir algo excepcional, Santos asegurará su reelección en el 2014. Uribe desde la derecha y el Polo desde la izquierda – inexorable y dramáticamente –, contribuirán para que el “neoliberalismo con fachada humanitaria” se mantenga por otros tantos años en éste rincón de Sudamérica. Ojalá así no fuera.

Los retos de Petro y Fajardo

Petro y Fajardo tienen retos similares pero opuestos. Ante la nación Petro tiene el perfil social pero pesa todavía el “trauma guerrerista”. Fajardo deberá avanzar hacia lo social con mayor consistencia. Tendrá dificultades en su partido en donde la concepción neoliberal (Peñalosa-Gilma Jiménez) predomina a pesar de los esfuerzos de la senadora Ángela Robledo. “Lucho” Garzón será quien incline la balanza.

Fajardo es consistente en lo administrativo, no tanto en lo político. Petro tiene experiencia, es sagaz y cuenta con visión estratégica. El problema del conflicto armado seguirá siendo su principal dificultad. Si se inicia un proceso de paz con Santos, así se logre avanzar, las fuerzas reaccionarias tratarán de explotar las dudas sobre la capacidad de Petro en la Presidencia para “no entregar el país a los facinerosos”. Es su Talón de Aquiles.

En sus respectivas gestiones gubernamentales Fajardo pareciera tener ventajas. No necesita mostrar grandes obras, se va a centrar en temas sociales como educación y desempleo, tiene el apoyo de los empresarios y sabe unir voluntades para trabajar en temas concretos. Ya lo demostró en la alcaldía de Medellín pero deberá hacer mayor énfasis en lo social y en una verdadera participación social y comunitaria.

Petro no la tiene fácil. Si no cumple el 100% de sus promesas, cualquier porcentaje que le haga falta se lo cobrarán por el triple. Tiene muchos enemigos respirándole en la nuca. Los acumulados negativos que hereda en la administración distrital no se reducen a la corrupción. El colapso del sistema de transporte, la situación de las empresas distritales, la inseguridad que es reflejo del desempleo y la descomposición social – entre otros problemas –, lo enfrentan a una tarea titánica.

El balance lo harán los ciudadanos. Si Fajardo deja sucesor en Antioquia y Petro en Bogotá, será un empate que deberán resolver para llegar unidos a las elecciones de 2018. Si se presentan divididos, el establecimiento oligárquico mantendrá su hegemonía en el gobierno.

El reto para las fuerzas sociales y los proyectos anti-sistémicos

Los movimientos sociales de los trabajadores y las clases excluidas del poder oligárquico en América Latina – en medio de vaivenes, radicalismos, vacilaciones y conflictos –, están comprendiendo que reversar los efectos de las políticas neoliberales y construir una sociedad post-capitalista no es una tarea que se pueda hacer de la noche a la mañana.

Es así como se empieza a entender que para consolidar los procesos de cambio se debe actuar con consistencia tanto al interior del aparato de Estado – ejerciendo gobiernos democráticos y nacionalistas –, como desde los espacios de la organización y la movilización social. Sin embargo, todavía no se asume con convicción la tarea de construir órganos de contra-poder “desde abajo”, pero la necesidad obliga a hacerlo.

En ese escenario se presentan diversos – y necesarios –, conflictos entre las bases de los movimientos sociales y quienes ejercen funciones en el Estado. Es lo que el vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera denomina las “tensiones creativas”[1]. Y tiene que ser así. Es preciso entender que las fuerzas democráticas heredan un Estado de carácter Colonial, excluyente y arbitrario. Es una herramienta del poder oligárquico, burocrático, ineficiente, que se sostiene sobre prácticas clientelistas y una precaria democracia representativa.

Ese Estado no es transformable. Así se aprueben nuevas Constituciones, se lo adorne con contenidos “pluri-nacionales” o se declare “multiétnico” y “pluricultural” – como ocurrió en Colombia –, mantendrá su naturaleza excluyente. Además, no se puede ni debe destruir mientras no se cuente con otro tipo de Estado, que tampoco va a aparecer de un día para otro. Las prácticas burocráticas y clientelistas que también prosperan en las organizaciones sociales son la demostración de que es un problema de cultura y hegemonía social de amplio espectro. Usar el viejo aparato, “socavarlo” y construir pacientemente lo nuevo, pareciera ser la tarea que se tiene entre manos.

Ante la quiebra de la democracia representativa se está retomando la democracia directa y participativa. Está en el centro del debate de los “indignados”. Fue planteada desde la Comuna de Paris (1871) y los “soviets” en Rusia (1917), pero las limitaciones estructurales de los pueblos y la dinámica de la lucha de clases distorsionó el concepto y su práctica degeneró hacia totalitarismos de partido y de individuos.

La democracia directa y participativa no excluye la representatividad. Sólo que la limita, la supedita a la voluntad y decisión mayoritarias. Los funcionarios deben ser elegidos, revocables y removibles, con mandatos precisos, salarios iguales al promedio de un trabajador y su labor deberá estar acompañada de la acción colectiva de la población que deberá irse apropiando de funciones administrativas y de control social.

En Colombia los movimientos sociales empiezan a reconstruir sus lazos comunitarios, sus dinámicas propias y a renovar sus formas de organización y métodos de lucha. Así lo demuestran las luchas de los obreros petroleros y de la palma y, el movimiento estudiantil. La lucha a su interior se dará entre las prácticas reivindicatorias inmediatistas y las que impulsen propuestas de grueso contenido político.

En Colombia el movimiento social deberá aclarar el tema electoral e institucional. Ante los errores de la izquierda tradicional, algunos sectores se desilusionan. Pasan a contraponer la movilización social a la acción electoral o desde el Estado. El abstencionismo hace carrera entre algunos dirigentes. En otros casos, los partidos políticos quieren instrumentalizar la lucha social, lo que genera – con razón – amplio rechazo en las bases sociales.

Sin embargo, el conjunto de la población actúa con inteligencia en ambos terrenos y va marcando la pauta. Es lo que enseñan las elecciones recientes. Hay que aprender de los hechos.



[1] Álvaro García Linera. “Las tensiones creativas de la revolución”. http://www.rebelion.org/docs/134332.pdf

viernes, 11 de noviembre de 2011

LA BURGUESÍA “TRANS-NACIONALIZADA” Y LA REELECCIÓN DE SANTOS

LA BURGUESÍA “TRANS-NACIONALIZADA” Y LA REELECCIÓN DE SANTOS

Popayán, 11 de noviembre de 2011

La fisonomía de clases en Colombia se esclarece desde hace año y medio cuando la burguesía financiera hizo a un lado a Uribe. Se desenreda el ovillo de intereses que estaban entrelazados en el bloque de poder. Las personalidades y figuras – que no los partidos venidos a menos –, representan esos intereses. Lo hacen consciente o inconscientemente.

Terratenientes de antaño, hacendados emergentes y campesinos ricos aliados de la mafia, protagonistas políticos de las últimas décadas de la lucha contra-insurgente – representados por Uribe – se apartan ahora del gobierno de Santos. Uribistas furibundos, conservadores clericales y “verdes” de derecha se agrupan para la disputa política de 2014.

La burguesía trans-nacionalizada – el núcleo de multimillonarios que no tienen patria –, ha rehecho su alianza con la burguesía burocrática. Necesitan una expresión política “nueva”. Actúan tras bambalinas. Tienen que recoger y revivir a los Gavirias, Pastranas, Samperes y Pardos. Pero ahora, serán sólo mandaderos. No necesitan más.

Los burócratas de toda clase, que durante el período de hegemonía uribista se habían refugiado en el partido liberal o acercado al Polo, quieren reagrupar a su partido histórico. Pero sólo será para ponerlo al servicio del proyecto neoliberal que va viento en popa. Dirigentes sindicales de trabajadores del Estado buscan allí su refugio natural. Todos se juntan para recoger los mendrugos que les tiran las transnacionales que vienen por todo.[1]

La burguesía “nacional” – que históricamente ha sido débil, endeble y cobarde – no sabe que hacer. Intentó crear su propio partido, el “verde”. El único que dio la talla fue Sergio Fajardo en Antioquia. Pero para avanzar tuvo que girar hacia lo social. Contrario a lo que hicieron Mockus, Peñalosa y Lucho Garzón. El dilema para Fajardo hacia el 2018 consiste en seguir acercándose al pueblo o entregarse al bloque de poder oligárquico financiero.

Los trabajadores y sectores medios de la sociedad, cada vez más golpeados por las políticas neoliberales, siguen buscando el camino. Los profesionales “precariados” (proletarios con título o con micro-empresa) todavía tienen la ilusión de enriquecerse. La mayoría se subordina a la burguesía financiera. Una minoría sueña con un “proyecto nacional” pero tiene miedo que los trabajadores lideren tal iniciativa. Fajardo y Petro están en sus cuentas.

El conjunto de los trabajadores del Estado y algunos sectores campesinos y urbanos con tradición de lucha de resistencia, siguen apoyando alternativas de izquierda. Las políticas neoliberales los han reducido a su mínima expresión pero son un sector que sigue en la brega. En las elecciones pasadas apoyaron a Petro en Bogotá y a diversos candidatos del Polo, “verdes” y “progresistas” en todo el país.

Los trabajadores “precarizados” del campo y de la ciudad – asalariados tercerizados, trabajadores de la economía informal, y pequeños y medianos productores arruinados, y desempleados – que es la mayoría del pueblo colombiano, muchos de los cuales no participan en política o venden su voto, se habían entusiasmado con el “proyecto uribista”. Creían que la causa de todos sus males era la guerrilla y tenían fe en el “patriotismo” de Uribe. Cada día que pasa este sector del pueblo estará más frustrado. Su papel político será determinante en los próximos años.

2014 y 2018

La burguesía trans-nacionalizada[2] asumió plenamente el poder del Estado en cabeza de Santos. Uribe será oposición. Santos procura sobreaguar los graves problemas fiscales y sociales que heredó de Uribe para aspirar a la reelección en el 2014. Ya lo anunció (ver declaraciones a Claudia Palacios de CNN).[3]

Su comportamiento frente a la protesta social lo desnuda. Todo lo que hizo para fungir de conciliador, defensor de los DD.HH., benefactor de las víctimas y desplazados de la guerra, no lo va a echar a perder de un momento a otro. Las reversadas en el proyecto de reforma educativa y en otras iniciativas, son la confirmación de que va de largo.

Tiene preparadas las excusas para no cumplir en sus primeros cuatro (4) años. “Nos quitó tiempo desmontar la corrupción heredada de Uribe” dirá con desfachatez. “La tragedia invernal nos significó muchos recursos”, será su argumento. Las cifras manipuladas de desempleo y el crecimiento de las exportaciones de materias primas – principalmente de petróleo –, le permitirán seguir prometiendo “prosperidad para todos”.

Viene creando condiciones para engañar – ¡otra vez! – con la bandera de la Paz. Mientras aflojan la presión sobre la guerrilla en regiones donde necesitan despejar el territorio de campesinos, liquidan “a pedido” a comandantes guerrilleros (Mono Jojoy, Cano). Así neutralizan las quejas interesadas de Uribe sobre un supuesto desmonte de la política de seguridad democrática. Juegan al gato y el ratón con lo que queda de insurgencia. La necesitan para criminalizar la lucha social. Son una buena “vacuna” y un eficiente chantaje.

En Colombia la paz y la prosperidad democrática no serán realidad mientras la oligarquía siga en el poder. Si en los próximos años las fuerzas democráticas colombianas no son capaces de detener la política de “trans-nacionalización del territorio” dirigida a profundizar el modelo de “reprimarización de la economía” (venta o alquiler de amplias extensiones de tierra para producir agro-combustibles y explotar a cielo abierto nuestros recursos mineros y energéticos), podremos elegir en 2018 a un administrador eficiente, ético y hasta “democrático”, pero no pasarán de ser un Lula o un Funes “a la colombiana”.

Los trascendentales sucesos mundiales que están en desarrollo, la profundidad de la crisis económica del mundo capitalista, la aparición de una rebeldía social de dimensiones orbitales, la inevitabilidad de un conflicto bélico imperialista de gran impacto para tratar de distraer la atención de los trabajadores y pueblos, todo ello y mucho más, obliga a los trabajadores colombianos a re-pensar su estrategia y formas de organización.

En Colombia se van generando condiciones para un viraje cualitativo en la correlación de fuerzas. Las corrientes democráticas deben recuperar la iniciativa. El movimiento social – sin el protagonismo partidista estrecho que se nota en algunos espacios –, es el que va a marcar la pauta. Los avances y éxitos del movimiento estudiantil, marcan esta tendencia.

Las elecciones recientes (30.10.11) y las movilizaciones sociales en desarrollo, envían claras señales y ofrecen importantes lecciones que es necesario asimilar. Si no lo hacemos, en la próxima coyuntura política le haremos compañía a Uribe desde la “oposición”. Jalando desde ambos extremos sostendremos a Santos en el “centro”. Trabajemos para que ello no ocurra.



[1] El caso más típico es de la UTEN (CGT), sindicato fundado en el Cauca por Alexander Ortiz, ex-dirigente sindical de los trabajadores de la energía eléctrica, hoy convertido en “empresario”. Acaba de venderse a Pacific Rubiales para “afiliar” trabajadores petroleros en Puerto Gaitán (Meta). Hacerle contrapeso a la USO y oficializar un “esquírolaje mercenario” es su función. Sus aliados, Angelino Garzón y Julio Roberto Gómez.

[2] Hasta hace poco tiempo se hablaba de la existencia de una “gran burguesía colombiana aliada de las transnacionales” o “gran burguesía nacional compradora o entreguista”, para significar la existencia de una clase de capitalistas de origen colombiano que estaba entroncada con el gran capital pero que mantenía ciertos niveles de identidad nacional. Hoy ese concepto está desechado. La gran burguesía desde los años 90 se internacionalizó y sólo mantiene su “identidad nacional” para engañar a los trabajadores y a los pueblos.

[3] Santos: "Si no he terminado mis metas para 2014, pensaría en la reelección": http://cnnespanol.cnn.com/2011/11/11/santos-si-no-he-terminado-mis-metas-para-2014-pensaria-en-la-reeleccion/

miércoles, 9 de noviembre de 2011

¡IMPEDIR LA GUERRA IMPERIALISTA!

¡IMPEDIR LA GUERRA IMPERIALISTA!

Popayán, noviembre 10 de 2011

La crisis del mundo capitalista empeora a diario. De fase pre-revolucionaria entramos aceleradamente en una situación de crisis revolucionaria en numerosos países y a nivel orbital. Aunque los pueblos y trabajadores no tienen una dirección colectiva que contribuya a orientar sus luchas – inexorablemente –, la explosividad acumulada se va a desbordar.

La desconfianza en la estabilidad financiera está disparada. La crisis política afecta todos los escenarios. La oligarquía financiera quema sus fusibles: Zapatero, Papandreu y Berlusconi entre los europeos; ya lo habían hecho con Mubarack, Ben Alí y Kadaffi en el mundo árabe; y siguen Obama, la Merkel y Sarkozy. Están en turno.

La crisis es de tal naturaleza que las políticas de ajuste generan más crisis. La aparente inyección de recursos – paquetes de rescate y salvamento de los bancos – se hace sobre la base de aumentar la explotación de los trabajadores, que en el caso del mundo desarrollado ya no son ni la mitad de los trabajadores formales y en el caso de los países dependientes (“en desarrollo”) son menos del 25%. Es por ello que el ajuste debe recortar derechos fundamentales que los trabajadores y los pueblos no se van a dejar tocar.

La ausencia de una dirección revolucionaria es el factor que impide completar el cuadro de una clásica revolución. Sin embargo, como lo enseña la historia, el pueblo es superior a sus dirigentes. Se avanzará en medio de las limitaciones. Nuevos liderazgos tendrán que ocupar los puestos de avanzada. Inicialmente se marcha tímidamente. Es claro que la pérdida de confianza en todo tipo de representación política – por los errores cometidos en el pasado – se convierte en el principal obstáculo para la organización; pero, la necesidad obliga.

El programa ha sido formulado por el mismo movimiento. Profundizar la democracia y golpear el poder del capital financiero, son los aspectos esenciales. Subordinar los poderes representativos (parlamentos, asambleas de diputados, etc.) a la voluntad de órganos de poder popular ampliamente participativos, es la tarea política del momento. Esos nuevos poderes deberán diseñar los mecanismos para desactivar la burbuja especulativa financiera y construir nuevas bases económicas para una transición hacia la sociedad post-capitalista.

Impedir la guerra imperialista de distracción que ya organizan los imperios es una tarea prioritaria nivel internacional. Es tan grave la situación que – al igual que en 1930 –, la única salida que tienen los capitalistas es orquestar una guerra de gran envergadura. Hoy el motivo es la política nuclear de Irán, mañana podrá ser cualquier cosa. Tienen secuestrada a la ONU y la utilizan a discreción. Hay que señalar con firmeza ese peligro y alertar a los pueblos sobre su inminencia. La vida enseña. Los hechos nos darán la razón y activarán el sentido de supervivencia de los pueblos.

La crisis del mundo capitalista occidental no tiene salida en el marco exclusivo de la economía. Durante el siglo XX los EE.UU. y Europa financiaron su crecimiento con la sobre-explotación de los trabajadores y el despojo de los recursos naturales de los países colonizados. Hoy, fruto de las revoluciones nacionalistas y del avance de las potencias emergentes (BRICS) su margen de ganancia se ha estrechado. Por ello tienen que “apretar” a su propia población. Es lo que está en desarrollo.

La guerra que está en preparación será – en lo fundamental – una guerra política. Su misión es distractora. Su función es de “contención”. No se hace para detener a una potencia rival sino para contener el avance de la rebelión que crece como espuma entre los trabajadores y pueblos del mundo. Es una guerra contra-revolucionaria. También es evidente que van a la conquista de importantes fuentes de energía que poseen pueblos y naciones que ya no controlan.

Entre los “indignados” españoles y los “ocupas” de Wall Street el debate debe ser posicionado sin ninguna timidez. No hay salida en el marco de la “democracia burguesa” y menos mientras los grandes poderes financieros no sean bajados de su pedestal.

Así mismo, al interior de los sindicatos se debe luchar con todas las fuerzas contra las cúpulas sindicales que se han vendido a los capitalistas y que hoy apoyan las políticas de ajuste. Desenmascararlos es nuestra obligación y un deber insoslayable.

viernes, 4 de noviembre de 2011

PETRO ALCALDE: A SUPERAR EL TRAUMA GUERRERISTA

PETRO ALCALDE: A SUPERAR EL TRAUMA GUERRERISTA

Popayán, 4 de noviembre de 2011

La derecha recalcitrante está que revienta. Petro ganó. Lo hizo canalizando a una parte del electorado independiente que se expresa en la capital de la república desde finales de los años 80s del siglo XX. Que un “ex-guerrillero” sea el Alcalde de Bogotá – el segundo cargo más importante en Colombia –, es simplemente inconcebible para ellos.

¿Qué pasó? La “teoría de juegos” sirve para explicar el hecho. A veces los jugadores saben que si no cooperan entre ellos, facilitan el triunfo a un competidor minoritario. Sin embargo, son conscientes que retirarse no es la solución. Están inexorablemente condenados a la pugna. Y en el terreno de la pugnacidad también perdían. Petro sabía que debía manejar un perfil conciliador.

Uribe tenía que jugar. Dividió a las fuerzas de la “unidad nacional santista”, incluyendo a los “verdes”. Fue un petardo para Peñalosa. Los comodines fueron Gina y Mockus. Galán y Luna optaron por la figuración personal. No tenían otra salida. El retiro de uno o varios candidatos – como lo demostró el “descarte” mockusiano – no inclinaba la balanza en contra de Petro.

Era como tener una cuerda con varias esferas en medio. La tensión desde los extremos mantiene el equilibrio dinámico que hace que una de las esferas se mantenga en el centro. Ese lugar lo ocupó Petro y ningún otro candidato/a logró desplazarlo. Entre más ataques recibiera de Uribe y el Polo – en forma simultánea –, más se consolidaba su posición. Trabajaron para él.

En el caso del Polo la situación era dramática. Con cara ganaba Petro y con sello perdía el Polo. A pesar de ello, Aurelio Suárez tuvo un excelente desempeño, posicionó varias propuestas que fueron recogidas por el Alcalde electo y mostró el temple de un aguerrido militante de izquierda.

Una sociedad con traumas que avanza a tropezones

Hay quienes creen que si en una etapa de la vida de los pueblos no se consiguen todas las metas propuestas – caso de la Asamblea Constituyente de 1991 –, dan por sentado que hay que volver a ese momento como si nada hubiera ocurrido. Lo real es que las fuerzas productivas y sociales continúan su avance mientras las instituciones se rezagan. Luego deberán ajustarse.

Se parece a la evolución de una persona. Si en su pubertad y adolescencia no maduró en algunos aspectos de su carácter, ese individuo continuará cargando limitaciones y traumas en su vida, pero en otras índoles seguirá adelante. Así son las sociedades.

Colombia, por circunstancias que habrá que precisar, siempre está un paso adelante respecto de América Latina. Sin embargo, no “coronamos”. Somos como un niño precoz – adelantado a su tiempo –, pero que no fructifica. Servimos de escarmiento para que otros aprendan. Somos una sociedad con unos lastres anti-democráticos enormes que, a pesar de todo, sigue caminando.

Ejemplo de esos “adelantos”: La revolución de los comuneros (1781), primer intento de independencia y de conformación de la república (1810), revolución liberal proteccionista (Melo, 1854), revolución liberal más moderna (guerra de los mil días, 1899), luchas indígenas por recuperación de territorio, cultura y autoridad (Quintín Lame, 1914), la revolución liberal-socialista (Gaitán) que fue continuidad de las luchas del PSR (1927), la lucha democrático- nacionalista encabezada por la pequeña burguesía urbana (Bateman-M-19, 1980) que alimentó parcialmente la convocatoria de la Constituyente de 1991. Infortunadamente esos intentos se han quedado a mitad de camino. Pero no se pierden, se acumulan y renacen.

La sociedad sigue su marcha. Los conflictos no resueltos y nuevas contradicciones vuelven a acumular “momentums” de energía. Se crean así, nuevas situaciones revolucionarias. Hoy Colombia vuelve a adelantarse. La “ola verde” juvenil que los tres ex-alcaldes de Bogotá generaron sin querer el año pasado (2010) fue la expresión “a la colombiana” de los jóvenes profesionales “precariados” que hoy se están manifestando en el mundo entero. Siguen allí y pronto mostrarán su rostro de inconformidad y esperanza.

Un trauma en proceso de superación

Ésta elección es una prueba de que hemos empezado a superar el trauma psicológico de la guerra. Fracasó el chantaje (la “amenaza terrorista”), que utilizó Uribe durante 8 años para detener el avance de las fuerzas democráticas. Sin haberse oficializado un proceso de paz, el pueblo colombiano ha enviado un claro mensaje de que es tiempo de reconciliación.

Si Petro realiza una buena gestión como alcalde del Distrito Capital va a ubicarse a las puertas de la presidencia para el 2018. Si la derecha recalcitrante y la izquierda tradicional siguen jalando la cuerda con intensidad, Petro y la población se mantendrán en el “centro”. Es apenas obvio.

Sin embargo, es la vida la que va a obligar a Petro a girar levemente hacia la izquierda. La crisis sistémica mundial y la quiebra del modelo neoliberal que la oligarquía se niega a desmontar, van a fortalecer la lucha de los trabajadores y el pueblo contra unas políticas que acrecientan la pobreza, la inseguridad y el desempleo (o empleo precario) en Colombia.

No son los individuos los que hacen la historia. Son las fuerzas sociales las que determinan su devenir. Las personas – si captan la dirección del movimiento – pueden ser herramientas para potenciar los cambios y consolidarlos. Petro ha sabido, por ahora, captar esa orientación.

Hacia el futuro

El movimiento de los “indignados” españoles y “ocupas” estadounidenses ha puesto en evidencia que el poder financiero plutocrático secuestró y puso a su servicio al llamado “Estado Social de Derecho”. La democracia representativa se agotó, ya no da más.

En ese marco, Petro llegará a la alcaldía a darle continuidad a programas y proyectos que están – en general – condicionados por los intereses del gran capital. Sin embargo, tiene la oportunidad de profundizar las políticas sociales que ya habían iniciado los anteriores alcaldes del Polo, y sobre todo, impulsar un verdadero proceso de participación de las comunidades bogotanas.

Quienes luchamos por cambios que superen la lógica perversa del capitalismo debemos tener agenda propia. Sólo así podremos aprovechar los espacios democráticos que se generen desde la administración. La tarea es construir y fortalecer poderes locales – en cada barrio, comuna y localidad –, impulsar procesos de democracia directa y participativa en todos los ámbitos de la vida económica, social, política y cultural de la ciudad, e iniciar un proceso de apropiación colectiva de los “bienes comunes” (acueducto, empresa de energía, ETB, medio ambiente, etc.).

Todas las formas organizativas que se creen desde abajo, serán soportes para procesos sociales y políticos de mayor calado y profundidad que ya están surgiendo en el país y en el mundo.

El trauma psicológico que nos dejan 60 años de violencia debe ser superado por el pueblo colombiano. Ésta vez debemos “coronar” para alimentar con nuestra experiencia las luchas latinoamericanas y planetarias. Petro – desde el lugar donde el pueblo lo colocó – va a contribuir con una buena terapia democrática. Hay que ayudarle.