Movimientos sociales y partidos políticos en Colombia (1)
Popayán, 11 de enero
de 2021
En el anterior artículo
quedó planteada la tarea de impulsar desde las regiones y localidades un
proceso de convergencia y unidad que presione a las cúpulas de los partidos
democráticos, alternativos, progresistas y de izquierda para llegar a acuerdos
y derrotar en las elecciones de 2022 al proyecto autoritario y antidemocrático
que está en cabeza de Uribe pero que parece contar con el apoyo de todo el
bloque oligárquico dominante.
Intentaremos desarrollar este
tema planteado desde la perspectiva de los sectores populares, es decir, no
actuando desde un sector político en particular sino desde el escenario de los
Movimientos Sociales (que no es lo mismo que Organizaciones Sociales), para
contribuir desde esos espacios a la más importante tarea de 2021, que es
construir esa indispensable unidad transformadora.
Son cuatro (4) los temas que
abordamos:
a) La
estrategia política que tiene que ver con la unidad y/o articulación de los
movimientos sociales con los partidos políticos alternativos, progresistas y de
izquierda;
b) La
táctica de este bloque social-alternativo frente a otros sectores democráticos,
a fin de atraer fuerzas políticas diversas, incluso a personalidades y votantes
de los partidos tradicionales y a gentes sin partido (muchos de ellos abstencionistas);
c) Los
métodos de trabajo, organización y de acción, que tienen que ver con las formas
y contenidos democráticos de todo el proceso; y
d) Los
puntos programáticos para construir la unidad, de cara a ser gobierno en 2022
pero, también, en la perspectiva de construir una hegemonía democrática, social
y política hacia el futuro.
Es decir, se trata de ayudar a construir
estrategia y táctica, métodos y programa. En primera instancia se presenta así una
breve reflexión a fin de alimentar el debate, propiciar encuentros y avanzar en
la acción colectiva y comunitaria.
Movimientos sociales y partidos
políticos
La experiencia de América Latina
nos permite plantear que los partidos políticos del tipo “europeo” no han
logrado organizar, movilizar y representar al grueso de los pueblos, en
especial, a los sectores populares. Los partidos tradicionales, liberales y
conservadores, se impusieron desde el siglo XIX con base en los intereses de
los grandes terratenientes, comerciantes y capitalistas. Así, eran organizaciones
políticas autoritarias, antidemocráticas, clientelistas y patrimoniales.
Solo en algunos países en donde
existió un desarrollo capitalista más consistente y en donde la influencia
europea era más visible (Brasil, Uruguay, Argentina y Chile), surgieron partidos
clasistas, partidos de los trabajadores, socialistas y comunistas, aunque en
Uruguay y Argentina fueron permeados y cooptados por corrientes ideológicas
liberales, populistas y hasta, “neo-fascistas” (peronismo).
En los demás países en donde la
clase obrera no tuvo mayor empuje y presencia debido a la debilidad del
desarrollo capitalista, a principios del siglo XX también se organizaron
partidos de los trabajadores (socialistas revolucionarios) pero dichas
organizaciones a partir de 1930 fueron destruidas y/o cooptadas por los
partidos comunistas y liberales, que aprovecharon su fragilidad para imponer la
visión y práctica “euro-céntrica”, vertical, patriarcal, homogenizante, “proletaria”,
que no podía reconocer las
particularidades de nuestro mundo[1],
lo que ha sido una carga negativa para nuestras izquierdas.
En realidad, nunca esos partidos (incluyendo
a los “comunistas”) lograron interpretar y adecuarse a la estructura
“abigarrada” de nuestras sociedades, en donde lo indígena, afro, mestizo,
campesino, colono, etc., no solo es diverso y complejo, sino que las
diferencias de clase no se expresan con tanta fuerza teniendo en cuenta que el colonialismo
y capitalismo no logró romper -hasta hace pocos años- a las sociedades
comunitarias, con economías y dinámicas propias.
No obstante, en los últimos
tiempos, en medio de la heroica resistencia de las comunidades, el gran capital
intenta arrasarlas y destruirlas por medio del despojo violento, que se concreta
con los megaproyectos mineros, extractivistas y turísticos; el narcotráfico y
la violencia; y la nueva ofensiva sobre sus territorios para impulsar agronegocios
de diverso tipo.
Sin embargo, hay que destacar que
muchos de estos sectores se han transformado en pequeños y medianos productores
agrarios que se enfrentan al mercado global de diversas maneras, en medio de
una gran precariedad pero también de una inmensa creatividad. Estos sectores sociales
y productivos han sido importantes proveedores de alimentos durante la actual pandemia
y son un factor económico y cultural a tener en cuenta en el inmediato futuro.
Y, así mismo, han aparecido
nuevos sectores sociales que deben ser reconocidos para poder ser interpretados
y recreados en la lucha política y social. Al lado de las comunidades indígenas
y afros que avanzan en identidad y organización, surgen en las ciudades nuevos sectores
sociales que se expresan de diversas formas con protestas de nuevo tipo,
expresiones culturales y artísticas, estrategias de sobrevivencia, nuevas
formas de organización y de acción.
Así, vemos como en las grandes
ciudades se hicieron visibles en noviembre de 2019 no solo las mujeres y jóvenes
que luchan por sus derechos, sino que -por primera vez- el “precariado” en sus
diversas expresiones se hizo sentir en la movilización social, actuando ya
fuera al lado de las organizaciones sociales tradicionales o en forma paralela,
planteando un programa más político en defensa de la vida, la naturaleza, la
democracia y la paz (puntos programáticos que en octubre de 2020 fueron asumidos por La Minga Indígena y Social).
Al lado de ellos vemos la variedad
de sectores sociales que se expresan a lo ancho y largo de Colombia: vendedores
ambulantes, mototaxistas, sectores LGTBI, ambientalistas, estudiantes,
campesinos, afros e indígenas, que van conformando verdaderos movimientos
sociales y que buscan formas de expresión y representación, sin que los partidos
políticos existentes logren canalizar de una forma creativa todo ese potencial
de lucha y resistencia.
La evolución de los partidos
políticos
En Colombia a partir de 1991 se
inició un proceso de debilitamiento de los partidos tradicionales (liberal y
conservador) y aparecieron nuevas agrupaciones que heredaron su poder y control
clientelista que giraba alrededor del manejo patrimonial y el saqueo de las
arcas del Estado. También, desde el campo de la izquierda aparecieron
expresiones políticas legales como la Alianza Democrática M19, y más adelante
el Frente Social y Político.
Con Álvaro Uribe Vélez (2002)
surge un movimiento político de nuevo tipo, una especie de “nacionalismo
paisa”, de carácter corporativo, anticomunista por esencia, un “populismo autóctono
de derecha” bastante sui géneris, que se venía organizando desde 1994 en
Antioquia, y que se colocó como principal objetivo “salvar a Colombia” del
castro-comunismo o “castro-chavismo” representado en Colombia por las Farc, según esa mirada.
Paralelamente, aparecen nuevas
agrupaciones políticas alternativas, progresistas y de izquierda, que recogen
las expresiones que surgieron en los años 90s del siglo XX, como el Polo
Democrático Alternativo, la Alianza Verde, la Colombia Humana, y otros partidos
más pequeños como la Unión Patriótica, MAIS, ASI y otros, algunos que venían de
procesos de organización anterior, y que como la UP habían sufrido un proceso
de exterminio a manos de fuerzas paramilitares.
En la actualidad, después de un
proceso de paz que oscila entre el fracaso y el avance, entre la perfidia y el
falso cumplimiento, la sociedad colombiana pareciera entrar en una fase de
definiciones. Con todo y lo que ha pasado después de la desmovilización de las
Farc, se ha abierto la posibilidad de que las fuerzas democráticas puedan
derrotar -así sea en el terreno electoral- a las expresiones políticas de la
oligarquía que ha dominado desde hace más de 500 años.
Esa casta dominante construyó a
lo largo de cinco siglos una hegemonía criminal, gran terrateniente y clerical,
autoritaria y ladina, que usa una falsa democracia para someter a los pueblos
por medio de guerras y conflictos armados siempre provocadas y orquestadas desde
las elites dominantes; que odia y desprecia al negro, al indio, al pobre y al
miserable, y explota y segrega a los trabajadores, a los campesinos, a los
precariados, a los pequeños y medianos productores, y al conjunto de los
sectores sociales que sobreviven en medio de la violencia y la desesperanza.
En medio de esa tragedia el
pueblo colombiano nunca dejó de luchar. Surgió la resistencia indígena y
campesina, y las luchas obreras se hicieron sentir. El asesinato del líder
popular Jorge Eliécer Gaitán desencadenó una rebelión armada que mediante diversas
estrategias fue degradada a lo largo de siete décadas. No obstante, en medio de
la persecución, el asesinato selectivo y las masacres abiertas, los pueblos y
comunidades de la ciudad y del campo sostuvieron diversas formas de movimiento y
organización social.
De esa manera se han mantenido la
lucha de los sindicatos y centrales obreras, el movimiento indígena con el CRIC
a la cabeza, organizaciones campesinas y de pequeños y medianos productores
agrarios, movimientos barriales y por el derecho a la vivienda, luchas
permanentes por el derecho al agua y en contra de megaproyectos
minero-energéticos, e infinidad de luchas por servicios públicos, contra la
privatización de la salud y la educación, por la paz, contra la erradicación
forzada de los cultivos de coca, y por democracia.
En gran medida los partidos
alternativos, progresistas y de izquierda son herencia, resultado y realidad de
esas luchas populares. Sin embargo, en la gran mayoría de esas organizaciones
no existe el vínculo y el reconocimiento suficiente de la dinámica de los
movimientos sociales. Existe una separación, a veces abismal, entre algunos de
esos partidos políticos y los movimientos y organizaciones sociales.
Hoy gran parte de esos partidos
alternativos, progresistas y de izquierda, replican muchas de las prácticas de
los partidos tradicionales. A pesar de los esfuerzos que realizan muchos de sus
dirigentes, desgraciadamente se imponen prácticas electoreras alimentadas por
nuevas formas de clientelismo y aspiraciones individualistas que no permiten
que en dichas organizaciones políticas se construya efectiva democracia,
trabajo colectivo y participación creativa.
Ese gran limitante y falencia
debe ser reconocido y abordado para que la estrategia de unidad que se propone logre
efectivamente movilizar a las inmensas mayorías de la población.
Nota: En los siguientes artículos se continuará desarrollando esta idea.
[1]
María Tila Uribe describe con mucho detalle en su libro “Los años escondidos”
lo que sucedió en Colombia con el Partido Revolucionario Socialista fundado en
1926, que también ocurrió en otros países de América Latina. Uribe, M. T.
(1994). “Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década del veinte”.
CESTRA-CEREC, Bogotá, Colombia. Ver: https://www.universilibros.com/temas/ciencias-sociales-y-humanas/novela-historica-y-cronica/los-anos-escondidos
Cordial Saludo , muy Interesante artículo. Les invito a seguir publicando.
ResponderEliminarGracias, saludos
EliminarLos dos párrafos finales antes del Título " La evolución de los partidos..." creo tenemos una gran divergencia y tengo como mirada que haces ajustes a " Tus precariados" para situarlos en tus tesis de Sujeto Revolucionario y todo lo contrario, no eran ellos los grandes manifestantes que fueron expresados en jóvenes estudiantes de secundaria y universitarios alentados por el No Futuro, el Ambientalismo y el Feminismo. Detrás los reductos de los Sindicatos y Partidos de Izquierda. Saludos
ResponderEliminarNo son ajustes, la mayoría de estudiantes son precariados en potencia, muchos de ellos "profesionales precariados". Saludos
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