Popayán, 25 de febrero
de 2021
En las elecciones presidenciales
de 2018 -especialmente en la segunda vuelta- se presentó un fenómeno político
que de repetirse en 2022 (y de ser bien manejado por las fuerzas progresistas)
va a ser determinante para lograr un triunfo contundente con Gustavo Petro y
desplazar del poder gubernamental a las fuerzas tradicionales y oligárquicas
colombianas.
Para analizar ese fenómeno me
apoyo en lo ocurrido en el departamento del Cauca. Allí, en junio de 2018 las
bases liberales de todos los municipios obligaron a los candidatos de los partidos tradicionales que habían
apoyado en marzo de ese mismo año para Cámara de Representantes y Senado, a
respaldar a Petro en su aspiración presidencial.
Es más, en algunos municipios de
tradición conservadora ese fenómeno también se hizo presente como se puede
observar en el análisis de las cifras por candidatos de cada uno de esos partidos
en sus respectivos municipios y a nivel departamental.
Las cifras son contundentes si se
comparan las votaciones obtenidas en los municipios, ya sea por Temístocles
Ortega o Luis Fernando Velasco para Senado o para otros candidatos a la Cámara,
con las votaciones logradas por Gustavo Petro en junio/2018. Dichos resultados
fueron contundentes y, por ello, dichos políticos quedaron notificados y sintieron
la fuerza popular y la movilización política que significó ese proceso
electoral en esta región.
Desgraciadamente, en algunas zonas
del Cauca, en donde las guerrillas cometieron numerosos atropellos contra las
comunidades rurales, muchas personas liberales y hasta viejos gaitanistas, fueron
influenciados y manipulados por el uribismo con el argumento de que Petro era
el candidato de las Farc y, por tanto, se perdieron importantes votos.
El reto de 2022: alianzas o no
con políticos tradicionales (y cómo hacerlas)
En marzo de 2022 se realizarán
las elecciones para Congreso (parlamento) y las fuerzas progresistas del Cauca deberán enfrentar el
dilema de realizar o no alianzas con políticos tradicionales que se vienen
acercando a la candidatura de Petro (que hoy es un fuerte “atractor” político) o
de enfrentarlos e intentar desplazarlos de esa representación política.
Para hacerlo se tiene que evaluar
con todo detalle lo que significan las relaciones clientelistas construidas a
lo largo de décadas por parte de políticos de profesión que se han apoyado en las
dádivas y prebendas que les garantiza el control del Estado a nivel nacional
para sostener su poder local y regional en alcaldías y gobernaciones. El
carácter presidencialista del Estado colombiano se expresa en ese terreno con
una innegable fuerza.
Es importante recordar que los movimientos
sociales y las organizaciones alternativas
que han surgido en la región, a pesar que lograron desplazar del gobierno
departamental a las fuerzas tradicionales con ocasión de la elección como
gobernador del dirigente indígena Floro Alberto Tunubalá en 2001, en realidad no
lograron construir -en estos casi 20 años- fuertes partidos o movimientos
políticos progresistas y/o de izquierda.
Es importante insistir en que ese
extraordinario acontecimiento político -que en ese momento también se presentó
en Nariño, Tolima y La Guajira- en el caso del Cauca se apoyó en una poderosa movilización
social de amplia cobertura indígena y campesina que se sostuvo por más de una
década, pero con la particularidad de que no existían las expresiones políticas
que hubieran podido darle continuidad, como si sucedió parcialmente en Nariño y
Tolima.
La hipótesis que se plantea con
base en esa realidad y experiencia vivida consiste en que debemos ser muy conscientes
de lo difícil que es romper esos lazos clientelares soportados desde el
gobierno nacional y, que, por tanto, debemos darle total prioridad al logro
de la presidencia de la república por parte de las fuerzas progresistas y de
izquierda, para romper ese poder clientelar y avanzar por una camino más
despejado.
No obstante, para poder garantizar
desde ahora que ese proceso se va a desarrollar, es necesario colocar dos
condiciones básicas para la realización de ese tipo de alianzas:
Una, que los candidatos provenientes
de los partidos tradicionales que hagan parte de las LISTAS DE UNIDAD
TRANSFORMADORA o del Pacto Histórico, se comprometan no solo con el
Programa Político que ha venido construyendo Gustavo Petro y la Colombia
Humana, sino que se sumen a la tarea de aterrizar ese programa a las realidades
del departamento.
Y dos, que dichos compromisos se
oficialicen de frente a las comunidades, en cada municipio y en eventos
departamentales, con la presencia y aprobación de los dirigentes de los
movimientos y organizaciones sociales y las bases de los partidos políticos
alternativos, progresistas y de izquierda, a fin de que la fuerza popular sea
un factor de presión y garantía de transparencia y coherencia.
Estas dos condiciones son
esenciales para evitar los peligros y/o amenazas que tienen que ver con lo
sucedido en anteriores ocasiones, que es la cooptación y/o domesticación de la
dirigencia alternativa y social por parte de los políticos tradicionales, que se
concreta cuando los dirigentes alternativos o sociales se vuelven politiqueros
de nuevo tipo, lo que significa la
descomposición de los procesos de lucha social y política.
Casos se han dado en el pasado y
no estamos vacunados contra esas enfermedades. La alianza con Santos tuvo un
alto componente de subordinación que debe ser evaluado para no repetirlo. Lo importante
de este nuevo momento es que las fuerzas populares y verdaderamente
democráticas cuentan con un extraordinario candidato (Gustavo Petro) que va
madurando y afinando tanto su programa como la táctica y la estrategia.
Es evidente que lo descrito no es
un fenómeno exclusivo del departamento del Cauca y que las condiciones para
jugar con contundencia hacia un triunfo del progresismo en la primera vuelta,
están dadas en todo el país. Y eso lo saben las fuerzas retrógradas y poderosas
del país.
Nota: En Cauca están dadas
las condiciones para construir una fuerte lista para Cámara con un cupo para el
movimiento indígena (MAIS), otro para las fuerzas alternativas unidas (Colombia Humana, Alianza
Verde, Polo, Marcha Patriótica, ASI, y movimientos sociales), y los otros 2
cupos para “liberales socialdemócratas” que ya se han mostrado proclives al
proyecto progresista.