domingo, 4 de diciembre de 2011

EL ESPÍRITU DE LA REVOLUCIÓN

EL ESPÍRITU DE LA REVOLUCIÓN

Popayán, diciembre 5 de 2011

El fantasma de la revolución ha reaparecido. El espíritu de la subversión social está otra vez rondando la tierra. El alma popular de 1789, 1830, 1845, 1871, 1917 y 1968 se ha manifestado. El 15-O es el primer levantamiento planetario. Por primera vez la humanidad habló un solo lenguaje: el idioma de la rebeldía. La utopía ha encarnado… ¡otra vez!

¿Cómo es posible? Las más íntimas fibras humanas se han movido ante la gravedad de la trampa existencial que vivimos. La crisis generalizada de nuestra forma de vida ha movido a millones de personas de todos los continentes. Aún no son mayoría pero los acompaña la fuerza mística de la convicción. Es lo que alienta la actual oleada de protestas. Todos y cada uno de quienes se han movilizado saben que interpretan los sentimientos de las mayorías que todavía no se atreven a enfrentar el miedo. Por ello tienen prisa pero no afán.

A diferencia de los protestantes del siglo XX, los actuales sublevados no se sienten representando a otros. Son conscientes que tienen que convencer al 99% de la población mundial. No quieren reemplazar a nadie. Esa es la clave de las revoluciones árabes – la tunecina y egipcia – y del movimiento de los “indignados” españoles y de los “ocupas-WS” de los EE.UU. Es por esa razón que no recurren a la violencia. Sus marchas y concentraciones son simbólicas, masivas y multitudinarias, pero civilistas. Su fuerza es por esencia política. Van desbarrancando los poderes a la manera de un deslave que socava los cimientos de edificios y construcciones. Son auténticos tsunamis sociales.

Han iniciado un proceso que – por el ambiente de fragilidad que vive la sociedad humana –, se constituye en un suceso histórico. Se venía acumulando desde hace mucho tiempo pero sólo hasta ahora encontró el momento, la oportunidad y el sujeto social para irrumpir. El momento – la crisis sistémica del capitalismo –, la oportunidad – la decadencia del imperio estadounidense –, y el sujeto histórico – el “proletariado del siglo XXI”. [1]

La era de acuario – con nuevos paradigmas trascendentales – está en plena marcha. No es un milagro, no es fruto de fuerzas esotéricas ni producto de profecías. Es el resultado de la acumulación de factores sociales, económicos, políticos, culturales y ecológicos que promueven el cambio. Los componentes fueron proveídos, era lógico y natural que aflorara.

Es un movimiento espiritual. Paradójicamente afloró con carácter laico en una región como el Norte de África y el Medio Oriente, en donde la religión se había convertido en una herramienta política. Las élites cristiano-judeo occidentales incitaban el fanatismo religioso entre los pueblos musulmanes para tensionar a la humanidad y dominar con base en el miedo. El ser humano reaccionó y dijo: “¡Basta! ¡No jueguen con nuestros valores!”. Así, los fanatismos religiosos han perdido fuerza. Están fuera de base. Es un hecho notable.

También, aparecen reivindicando la dignidad de los pueblos. Acuden todavía a viejos términos o símbolos como “Egipto” o “Túnez” – a falta de un nuevo lenguaje –, pero hacen a un lado los delirios nacionalistas. El concepto de “nación” fue manipulado en esos países por las nuevas oligarquías y las cúpulas corruptas de los ejércitos. Así engañaron y oprimieron a sus pueblos mientras negociaban a sus espaldas con los imperios capitalistas. Es por eso que el “anti-semitismo” o los sentimientos anti-israelíes no hacen parte hoy de los idearios democráticos de los pueblos árabes. Así, el “fundamentalismo nacionalista” y el “anti-imperialismo estrecho” quedaron “descentrados”. Están fuera de foco.[2]

Estos movimientos tienen objetivos universales. Han identificado al poder plutocrático de las mafias financieras internacionales (trans-nacionalizadas, sin patria) como su principal blanco. Saben que su poder lo ha penetrado todo y lo destruye todo. Plantean que la democracia representativa fue secuestrada y puesta al servicio del capital especulativo. Por ello gritan: “¡No nos representan!” Y lo más importante, están empezando a cuestionar todo el modelo de desarrollo sustentado en el consumismo depredador que es una verdadera trampa existencial y una amenaza para la supervivencia humana.

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El estudio y análisis de las clases y sectores sociales que conforman la actual sociedad es una tarea obligatoria para entender el escenario global. Debemos recordar que desde 1924 (derrota de los internacionalistas en la cúpula del bolchevismo ruso) los trabajadores fuimos empujados a la charca “nacionalista”. Se abandonó la lucha por la transformación social. La construcción de una sociedad post-capitalista fue postergada. Los análisis geo-políticos monopolizaron nuestra mente embolatando y anulando la perspectiva anti-sistémica. Hoy ese tipo de enfoques ha hecho crisis.[3] Necesitamos retomar y fundamentar teóricamente el espíritu de la verdadera revolución. La vida lo reclama.



[1] El “proletariado del siglo XXI” es el trabajador profesional, técnico o tecnólogo – “precariado” –, cuya fuerza de trabajo es la inteligencia y su objeto de producción, el conocimiento. Es resultado de la actual fase del capitalismo “post-fordista”. Su naturaleza social y sus condiciones laborales no lo atan al modelo del “Estado de Bienestar”. Muchos de ellos están desempleados o trabajan en condiciones de precariedad e informalidad aberrantes. Son el factor más dinámico de las movilizaciones y protestas del mundo árabe, Europa y EE.UU. En América Latina se han empezado a manifestar a través del estudiantado universitario.

[2] En América Latina enfrentamos la coyuntura de superar los viejos nacionalismos. El imperio estadounidense está a la defensiva y en retroceso. La lucha anti-imperialista debe reorientarse. La “Patria Grande” – como proceso de integración regional – sólo tiene validez siempre y cuando sea liderada por los trabajadores. Las burguesías brasilera, argentina, y ahora la chilena y colombiana, quieren hegemonizarla. Paradójicamente, la “izquierda” sigue atada a “mitos nacionalistas”. De allí que también esté “descolocada”.

[3] Los gobiernos nacionalistas de Sudamérica y una parte de la izquierda tradicional han optado por la defensa de los dictadores árabes perdiendo la oportunidad de influir en las rebeliones y revoluciones en curso.

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