domingo, 15 de agosto de 2010

¡A RADICALIZARNOS POR LA PAZ!

Según la oligarquía, Colombia ya está en “post-conflicto”

¡A RADICALIZARNOS POR LA PAZ!

Popayán, 15 de agosto de 2010

La clase dominante mantiene a nuestra sociedad “al borde de un ataque de nervios”. De la agudización del conflicto se pasa a la distensión, de la tregua al post-conflicto, y de allí, a una nueva exacerbación de la guerra. Es la “estrategia de la tensión”[1]. En ese ir y venir liquida a enemigos y contradictores políticos. Domina al mejor estilo del “macho controlador” que se aprovecha de las debilidades de su insegura mujer.

Desde tiempos de la Colonia, la oligarquía neo-granadina disfruta el poder usando la misma fórmula. Ha perfeccionado ese arte que le permite jactarse de tener la “democracia más antigua y estable de Latinoamérica”. Estimula y mantiene guerras solapadas y utiliza rebeliones controladas. Los gringos también han ayudado y aprendido en ese ejercicio de guerra irregular o guerras inteligentes de 4ª generación.

Arte practicado desde la conquista. Algunos pueblos originarios nunca fueron totalmente derrotados. Empero, las clases poderosas lograron dividir y debilitar a los pueblos indígenas. En nuestra región (Cauca), Sebastián de Belalcázar, lugarteniente de Francisco Pizarro, consiguió consolidar una alianza con pueblos nativos encabezados por los Chisquíos y, con ejércitos “yanaconas”[2], derrotó a la Gran Confederación de pueblos indios que se formó alrededor del hoy llamado Valle de Pubenza (Popayán y alrededores).

A algunos pueblos los “domesticaron” hasta hacerles perder su identidad. Llegaron a acuerdos con otros para aprovechar sus habilidades y recursos. A los que no podían derrotar, los “corrieron” hacia zonas marginales. Y a los más “peligrosos”, los exterminaron. Doctrina religiosa, guerra, enfermedades y toda clase de trampas, engaños y emboscadas fueron sus armas. Todo ello manteniendo las buenas costumbres castellanas y realizando cada año las pulcras y sagradas procesiones de Semana Santa.

No obstante, nuestros pueblos mestizos, afros, indios, de todos los colores y combinaciones, siguen resistiendo. Y también, aprendiendo.

La receta actual

Para la oligarquía y el imperio, Colombia ya está en “Post-conflicto”. La “unidad nacional” busca reintegrar a quienes se estaban alejando del bloque hegemónico: neoliberales, estatistas, burócratas, corruptos, mafiosos. Ya arrimó toda la tropa de dirigentes cortesanos que se cansaron de hacer oposición. No se necesitaba mucho esfuerzo. Son compadres.

También necesitan neutralizar a quienes en serio quieren construir un partido burgués. Les tiran mendrugos y mensajes conciliadores. Uno que otro puesto importante hará vacilar a aquellos que no quieren “embarrarse de pueblo”. Ese es el tire y afloje con el “sector democrático” del Polo y con los “verdes”. Tienen piezas y personas utilizables. Ya se cocinan las alianzas para gobernaciones y alcaldías. Algo deben ceder.

A los más rebeldes de la oposición no domesticable, les dan un tratamiento diferenciado. Los inofensivos, que se especializan en hacer excelentes debates en el Congreso pero que, - de allí no pasan -, los utilizan para decorar el entramado democrático, mientras se jubilan. A los más “radicales”, que eventualmente se salen de la norma, los desaparecen. Siempre habrá un nivel de desorden controlado para que ocurra uno que otro “accidente” o un “atentado terrorista sin origen determinado”.

Así han actuado y seguirán actuando. Es la constante histórica en Colombia. Conflictos, distensiones, treguas, post-conflictos, y nuevos conflictos. Círculo vicioso del caos intervenido y manipulado. Caldo de cultivo para personajillos con ínfulas de grandes hombres, pero con visión de corto plazo. Los grandes “cacaos”[3] y sus asesores gringos son los que mandan. Los presidentes sólo son mandaderos de un conglomerado plutocrático que ha ido adquiriendo formas corporativas “modernas”.

Por ello es que en estas tierras neo-granadinas - hasta la izquierda - le tiene miedo a la aparición de un verdadero caudillo popular.

La receta a veces falla

De vez en cuando, los controles fallan y se llega a extremos. En 1781, un movimiento rebelde (comunero) se salió del molde. El escarmiento fue brutal. En 1854, el general Melo se tomó la presidencia. Fue desterrado. En 1948, una verdadera amenaza “mestiza” (Gaitán) puso en jaque a la oligarquía. Después de 62 años no hemos superado el duelo.

En 2002 apareció una “nueva versión de libertador” – de origen mafioso - con ganas de pacificar definitivamente al país. Su meta era el 2019. Se creyó el cuento de que la oligarquía y el imperio lo apoyarían incondicionalmente. El pueblo, que lo sintió sincero y comprometido, se ilusionó también. Cerró los ojos y soportó inconcebibles y escandalosos crímenes con tal de alcanzar la Paz. Pero no. Ese camino era inviable.

Ahora vuelve la fórmula de la distensión, la tregua, el post-conflicto controlado. Quieren abrir la puerta del diálogo a cuenta gotas. La verdadera bandera de la Paz es peligrosa. Ellos necesitan de la guerra. Quieren esperar a que el pueblo se olvide de la meta “uribista”. Necesitan que la guerrilla se ilusione nuevamente, se tome un respiro. Que no se le vaya a ocurrir hacer la Paz de verdad.

Santos ya se siente en el post-conflicto. Debe mantener la ofensiva militar para calmar al “uribismo furibundo”: unos - los menos -, que en verdad creen en el exterminio; otros - la mayoría -, que viven de la guerra. Pero, los fondos económicos se agotan. Él sabe que los atentados de su mano derecha sirven para “ablandar” su mano izquierda. Quienes ayer lo atacaban por ser el ordenador de los “falsos positivos”, hoy se solidarizan con su política de distensión y su supuesto “respeto a la institucionalidad”.[4] Una política, dos estrategias.

Mientras pasan el mal momento económico restablecen relaciones con los vecinos. Ya llegará la ocasión de retomar la función de peón del imperio contra la revolución bolivariana. Así Santos tendrá la oportunidad de cumplir sus sueños de ser el Tony Blair o el Aznar de Latinoamérica. Mientras… nuevos territorios y riquezas se entregarán a la inversión extranjera. ¡Gracias a Dios, vuelve la normalidad!, dicen los oligarcas “decentes”.

Radicalismo pacifista

Desde el campo popular necesitamos romper el círculo vicioso. Decidirnos autónomamente por la Paz. Demandar con decisión a la insurgencia hacer actos de Paz, empezando por la liberación de rehenes y secuestrados. Exigir al gobierno el fortalecimiento de la justicia – con tutela internacional - para acelerar la condena de los criminales de guerra y sus cómplices que desde el Estado han delinquido durante los últimos 25 años.

Entre tanto hay que debatir a nivel de la sociedad los temas fundamentales para aclimatar una Paz duradera. Si en verdad quieren “diálogo nacional” hay que discutir sobre el modelo de desarrollo, economía del narcotráfico, equidad, tierras, tipo de Estado, tantos y cuantos temas, que deben ser trabajados, dilucidados, socializados.

Todos esos temas – si logramos desencadenar un verdadero movimiento democrático - deberán ser decididos por la sociedad, mediante mecanismos participativos, en un tiempo prudencial, sin que ello dependa de los acuerdos que deban hacer los actores bélicos del conflicto para integrarse a la sociedad.

Si nos radicalizamos por la Paz, manteniendo una posición autónoma y equilibrada frente a quienes desde vertientes opuestas han hecho la guerra, vamos a poder romper con el círculo del “conflicto controlado” que es la herramienta que le ha permitido a la oligarquía dominar por tantos siglos. Si tomamos partido por uno u otro bando, entraremos en su juego.

Que no nos de temor al radicalizarnos por la Paz. El círculo está casi roto, hay que volverlo añicos.



[1] Cívico, Aldo. “¿Estrategia de la tensión?”, El Espectador, domingo 15 de agosto de 2010.

[2] “Yanaconas”, categoría o nivel social subordinado del imperio Inca, que los españoles utilizaron como nombre genérico para designar a pueblos dominados que iban anexando a sus ejércitos para invadir otros pueblos y dominar nuevos territorios.

[3] Grandes “cacaos” se le llama en Colombia a las cabezas visibles de los grandes grupos económicos: Luis Carlos Sarmiento Angulo, Julio Mario Santodomingo, Carlos Ardila Lulle, y Sindicato Antioqueño.

[4] Palabras de Clara López Obregón, presidenta del Polo en el programa Hora 20 de Caracol Radio (04.08.10).

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