viernes, 13 de agosto de 2010

NACIONALISMO E INTERNACIONALISMO

NACIONALISMO E INTERNACIONALISMO

Popayán, 13 de agosto de 2010

No somos nacionalistas, somos universalistas’” ha dicho el ex–candidato del Partido Verde en entrevista concedida a “Razón Pública”.[1] Esta respuesta nos permite abordar un debate que otra vez aflora en Colombia, que fue motivo de importantes discusiones - no resueltas – durante los años 60 y 70 del siglo pasado (XX).

Desde nuestra mirada popular decimos: La lucha por la Nacionalidad es un imperativo ético y una necesidad política. La contribución de los pueblos a las causas de la humanidad pasa - en forma indiscutible -, por la construcción de una Nación independiente, autónoma y soberana. Así lo están demostrando los pueblos de Sudamérica.

Pero además, en Colombia, nuevamente se presenta una coyuntura en donde es imprescindible actuar con inteligencia, como jugadores de ajedrez, y no como los que juegan en la ruleta siempre al mismo número. Y, vuelven a repetir, repetir y repetir.

Introduciendo el tema

La “burguesía nacional”[2] ha demostrado su incapacidad de ser un sujeto político de nuestra Nacionalidad. Comprender esa verdad - con absoluta claridad y en todas sus variables – significa entender su debilidad económica, explicar su inconsecuencia política, identificar sus raíces culturales y falta de identidad.

El Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR, especialmente su fundador y teórico marxista Francisco Mosquera, ha sido la organización política que mayores aportes tiene sobre este tema. Sin embargo, limitaciones conceptuales y prácticas han impedido que esas contribuciones hayan encarnado y tomado fuerza.

Jaime Bateman Cayón, fundador e inspirador del Movimiento 19 de abril M-19, interpretó de manera genial pero - empírica e intuitiva -, los intereses nacionales y democráticos que parte de esa burguesía nacional no encontraba en los partidos tradicionales. Lo hizo con la sensibilidad de un pueblo que tenía en su mente y en su corazón el ideario que había construido dos décadas atrás Jorge Eliécer Gaitán. La vida no le dio la oportunidad de teorizar su práctica que fue latinoamericanista. En su ausencia se perdió el norte. Hoy sus compañeros/as le dan prioridad a la democracia y han arriado la bandera nacional.

Desde su fundación (1930), el Partido Comunista Colombiano PCC contemplaba en su programa el papel progresista que puede y debe jugar la burguesía nacional. Sin embargo, al no ser una formulación propia, los comunistas colombianos nunca pudieron usarla en forma creativa. Fueron aliados subordinados con López Pumarejo (1934) y Gabriel Turbay (1946), y luego la convirtieron en su enemigo principal, como ocurrió con Lleras Restrepo, Galán Sarmiento, el mismo M-19, y ahora, con Antanas Mockus.

La impotencia de la “burguesía nacional”

Numerosos estudiosos de economía y de política colombiana han expuesto con cifras y sesudos análisis cómo la burguesía neo-granadina siempre soportó la tutela política e ideológica de la oligarquía hacendataria. Durante el siglo XIX, a la sombra de una “república de papel”, los grandes terratenientes que eran a la vez, generales de sus ejércitos regionales, impidieron la unidad de la Nación y el desarrollo de la industria. En el siglo XX, transmutan en capitalistas monopólicos. Se consolida así, una oligarquía “moderna”, atada y vendida a los intereses extranjeros. Los Lleras, Echavarría Olózaga, y Galán Sarmiento, representantes del empresariado industrial, son subsumidos en esa alianza oligopólica, antinacional y antidemocrática.

El grave problema para quienes desde la óptica popular queremos construir una Nación autónoma e independiente ha sido identificar y construir el sujeto político capaz de hacernos avanzar. Ante un empresariado capitalista débil, cortesano y vacilante, no hemos encontrado la fórmula para desencadenar nuestra potencialidad popular colombiana.

Buscando los sujetos políticos de la Nacionalidad

La izquierda tradicional apostó a los trabajadores que surgieron durante el siglo XX. El pequeño y combativo proletariado petrolero, los trabajadores del Estado (educación, salud y de empresas de servicios públicos) y los pocos obreros que la mediana industria creó durante la etapa de sustitución de importaciones, después de la crisis capitalista de 1929 y de la segunda guerra mundial, fueron sus bases principales, sin descuidar a campesinos mestizos, afros e indígenas.

Desgraciadamente se impuso en la lucha reivindicativa una visión estrecha, gremialista, sindicalista. La lucha contra la privatización neoliberal es un ejemplo. No se consigue vincular al conjunto de las amplias masas populares, dado que el “sindicalismo estomacal” ha hecho que las comunidades metan en el mismo “costal de la corrupción administrativa” tanto a políticos y burócratas como a los trabajadores mismos. La “vanguardia sindical” se aisló y se enterró a sí misma.[3]

Hoy vemos cómo algunas cúpulas sindicales de esa “camada” (Angelino Garzón, Julio Roberto Gómez) continúan con la tradición de arrodillamiento de los Carrillo, Mercado, y compañía. Mientras tanto, los demás dirigentes programan protestas sin mayor visión política. Se hacen sentir pero sin estrategia y sin coherencia táctica. La protesta por la protesta. La protesta sin propuesta.

Por otra parte, habíamos dicho que en los años 70s y 80s, el M-19 se identificó con el pueblo-pueblo. Interpretó a la enorme masa de colombianos desposeídos que ya Gaitán había movilizado políticamente. Sin embargo, cuando recién empezaba a consolidar su fuerza popular utilizando escenarios como la Constituyente y el Congreso Nacional (1991), la dirigencia del M-19 renuncia a su independencia política. Se ilusiona con la cohabitación en el gobierno neoliberal de César Gaviria. Se cambia gobierno por verdadero poder. Desinfla así las expectativas creadas, deja ver las enormes debilidades conceptuales de sus principales dirigentes, y una vez más nuestro pueblo se ve frustrado en sus anhelos de cambio. Todavía no se evalúa y asimila esa experiencia. Hoy, en cabeza de Petro, se pretende repetir la misma fórmula pero en condiciones más difíciles.

El momento actual

En Colombia, las elites de la “burguesía nacional”, los sectores más pudientes - serviles de la plutocracia imperial -, observan cómo en los demás países de América Latina, especialmente en Sudamérica, las oligarquías están siendo desplazadas del poder político por alianzas populares de diverso carácter. Les preocupa ver cómo las masas oprimidas y excluidas históricamente han empezado a construir su propia Hegemonía Social y Política. Miran – sin saber qué hacer – que esos pueblos están pasando de un nacionalismo estrecho a una estrategia de carácter regional que ha puesto en jaque al poder imperial norteamericano.

Pero ese empresariado nacional que se expresó tímidamente con Mockus, no puede encabezar un proyecto nacional. Sólo los sectores medios y pequeños son ganables para la causa patriótica. Hay que acompañarlos en las luchas sectoriales contra las políticas que los afectan en su economía, como los TLCs, las medidas sanitarias contra productos agrícolas, y otras reivindicaciones puntuales, pero debemos ir mas allá. Debemos actuar como un actor político de primer y altísimo nivel. Hay que mostrarles cómo la permanencia del conflicto armado, de la economía del narcotráfico y de la política de entrega de nuestras riquezas al capital internacional, son las principales causas de sus desgracias y afujías. Y además, que detrás de esos problemas está la mano del imperio.

Es más. Debemos superar el “economismo”[4] con que se ha encarado la lucha contra la dominación extranjera. Esa vacilante burguesía nacional puede acompañarnos en algunos aspectos de la lucha por soberanía política. Así tenga miedo de arriesgarse en la meta de construir autonomía económica, la debemos acompañar y “empujar” en su lucha por la “legalidad democrática”, en su “espíritu ético” contra la corrupción, en sus propósitos “modernizadores” y en la promoción de la “participación ciudadana”. Pero, esa compañía no nos impide señalar, cada que sea necesario, que mientras el poder político esté al servicio de intereses extranjeros es imposible que ellos puedan progresar en forma sostenida.

Allí es donde el MOIR se queda corto. Su actitud frente a la burguesía nacional peca de economista, y a veces, de oportunista. Acompaña sus luchas cafeteras, arroceras, ganaderas, paneleras, pero la rentabilidad política deja mucho qué desear. No levanta la reivindicación campesina por la tierra por temor a “correrlos” o “asustarlos”, cediéndoles en materia grave. Muchos de esos empresarios nacionales del agro se aliaron con la oligarquía y la mafia para apoderarse de las mejores tierras de Colombia, siendo cómplices y coautores de la estrategia paramilitar. Allí queda el MOIR (y el Polo), entre la espada y la pared.

Fruto de esas luchas sectoriales, en donde los pequeños productores siempre son los más activos, los empresarios del campo han negociado - con diversos gobiernos -, apoyos e incentivos que benefician sobre todo a los grandes ganaderos y agricultores. Pero a la vuelta de la esquina terminan arrodillándose ante las políticas antinacionales. Habría que preguntarse: Y nuestros campesinos pobres y medios… ¿qué? Y nuestras víctimas… ¿qué?

Por ello, hoy que el gobierno ha ofrecido retomar las propuestas planteadas por Gustavo Petro frente a las tierras, al agua y a las víctimas de la violencia, no podemos caer en posiciones sectarias. Debemos ayudar. Plantear con firmeza que no basta sólo parcelar unas cuantas haciendas de los narcotraficantes. Que si Santos quiere retomar el programa del Polo sobre la cuestión agraria, se debe impulsar una verdadera reforma agraria democrática que implica renegociar los TLCs, crear un banco de fomento para el campo, promover la organización campesina, y ante todo, crear un ambiente de Paz y liquidar la economía ilegal (narcotráfico).

Somos nacionalistas y verdaderamente internacionalistas

De seguir como vamos, Colombia va a ser convertida en “tierra arrasada” al servicio de las transnacionales capitalistas, con un Estado fallido y canalla, de espaldas al mundo, aislados de nuestros hermanos sudamericanos.

Los trabajadores del campo y de la ciudad (blancos, negros, mestizos e indios), somos la verdadera Nación, quienes la hemos construido y por ello nos duele.

En la Patria Grande que se está construyendo en Latinoamérica, el nacionalismo se caracteriza por sus rasgos primigenios anticoloniales, anti-imperialistas, de independencia y liberación. El acontecer de varios siglos lo confirman y validan.

Importantes sectores de la clase empresarial colombiana han empezando a entender que la “alianza” con los EE.UU. y Europa, ya no compite con lo que ofrece el emergente mercado latinoamericano. Saben que una efectiva alianza regional de Naciones Soberanas, permite enfrentar en mejores condiciones los retos de cada país frente al mundo globalizado.

Para avanzar, la burguesía nacional colombiana debe liberarse de las elites oligárquicas entreguistas, que se tranzan por una comisión del imperio. Deben aprender de la dignidad de los pueblos y ganar en verdadera identidad “indo-afro-euro-americana”.

Para hacerlo deben derrotar el pensamiento de cúpulas intelectuales y académicas que - como en el "universalismo" de Mockus -, niegan el nacionalismo “sudaca” pero se pliegan a los intereses de Wall Street, Goldman Sachs, los clanes Rotchilds, y demás oligopolios financieros que “universalizan” el mercado pero privatizan las ganancias.

Sólo unidos, como una sola fuerza, los pueblos latinoamericanos seremos verdaderamente internacionalistas (“universales”, en el lenguaje de Mockus). Así podremos contribuir con las grandes metas que hoy tiene la humanidad.

Sólo siendo nacionalistas consecuentes podremos ayudar a construir una sociedad que preserve la biodiversidad planetaria y salve a la población humana de la hecatombe degradante que nos lleva a la destrucción.

Nota: Santos representa a la oligarquía y a las elites de la burguesía nacional. Sabe que si no “juega” bien, los empresarios medios y pequeños - que son la mayoría -, van a buscar nuevos caminos. Por ello, los trabajadores del campo y la ciudad, debemos jugar y hacerlo bien. Ni subordinados a su gobierno pero tampoco ajenos al tablero.



[1] Entrevista de Antanas Mockus a Razón Pública: “El rol de la oposición se parece un poco al del perro que ladra al lado del camello que camina” Ver: http://www.razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1238:el-rol-de-la-oposicion-se-parece-un-poco-al-del-perro-que-ladra-al-lado-del-camello-que-camina-antanas-mockus&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27

[2] Se entiende por “burguesía nacional” a los pequeños, medianos y grandes empresarios capitalistas no-monopólicos del campo y de la ciudad, que tienen intereses contrarios al poder imperial extranjero, sean ellos conscientes o no de su situación de subordinación frente al capital internacional.

[3] Solo ahora se empieza a romper con ese tipo de prácticas en la lucha por los Servicios Públicos. Ver: Plataforma Política de la Coordinadora de la Energía del Cauca: http://www.kaosenlared.net/noticia/cauca-colombia-plataforma-politica-coordinadora-energia

[4] Economismo: Doctrina que defiende la primacía de los factores económicos sobre los de cualquier otra índole.

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