Popayán, 4 de diciembre
de 2015
Al finalizar este extraordinario
año 2015 –de aprendizaje a todo nivel–, quiero compartir con ustedes en forma
sintética unas reflexiones. El objetivo es motivar la realización de dos tareas
básicas que le he propuesto a mis más cercanos compañeros y compañeras.
La primera es continuar con la conformación
de una “corriente de pensamiento” que sea el soporte real (incluido “lo
virtual”) de un particular y especial “tanque de pensamiento crítico”. La idea
es simple: escucharnos, leernos, compartir puntos de vista, debatir, discutir.
Cada quién sacará sus conclusiones. Cada cual en su espacio, organización,
grupo o solo, verá que hace con ese conocimiento. Cada quien impulsará las
iniciativas que a bien tenga. Absoluta libertad pero con algo de coordinación
para priorizar temas.
La segunda la planteo a partir de
la situación en Bogotá pero se puede hacer extensiva a cualquier parte. Se
trata de impulsar la coordinación de los esfuerzos organizativos que se realizan
en cada localidad a partir de la “defensa” de los logros o avances realizados
por los últimos gobiernos de izquierda y progresistas pero, –en medio de ese
trabajo–, ir construyendo nuevas formas de democracia directa, deliberativa,
participativa, representativa, etc. Este trabajo es más difícil, por los
problemas de grupismo, sectarismo, sectorialización de la lucha social,
influencia de ONGs, intereses particulares, etc., pero no es imposible. ¡Es el
trabajo!
Con ese preámbulo presento los
siguientes puntos de vista para el debate.
SOBRE
EL PENSAMIENTO CRÍTICO Y EL “MARXISMO”
Inicio afirmando que no existe el
“marxismo”. Lo que existe es el "pensamiento crítico", al cual han
hecho aportes muy importantes Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Mao Tse Tung,
Trostky, Mariátegui, y muchos otros teóricos y revolucionarios, apoyándose en
la producción intelectual de cientos de pensadores de diferentes lugares del
mundo (Grecia, Egipto, mundo árabe, China, Europa, América, África, Asia, etc.),
de diferentes tiempos y de diversas ramas del conocimiento.
Lo que algunos identifican como
“marxismo” es un cuerpo doctrinal que redujo a determinismos económicos algunas
de las ideas de Marx, convirtiéndolos en dogmas que desnaturalizaron
completamente lo que era las bases de un pensamiento crítico en permanente
desarrollo.
Hoy –dentro de ese limitado
marco– existen varios "marxismos" que tienen esa raíz y matriz
dogmática, que sólo puede ser superada si se vuelve a la esencia del
pensamiento crítico que es el rechazo a todo tipo de determinismos.
Así mismo, identificar el
pensamiento de Marx con la ciencia es un error. La ciencia o las ciencias están
en permanente evolución y desarrollo. Más bien podríamos decir que Marx hizo
grandes esfuerzos por construir un pensamiento crítico apoyándose en lo más
avanzado de la ciencia de su tiempo.
Pienso que como fruto del
desarrollo de las ciencias y de la filosofía (dialéctica, cuántica, sistemas
complejos, ciencias de la complejidad, complejidad no-lineal), del avance
científico y tecnológico y de los desarrollos de las ciencias sociales con base
en las luchas de los pueblos y de los trabajadores, existen importantísimos
aportes teóricos de intelectuales como Walter Benjamín, Herbert Marcuse, Aníbal
Quijano, Immanuel Wallerstein, David Harvey, Antonio Negri, y muchos otros, que
deben ser asimilados por los revolucionarios “prácticos” y convertirlos en pensamiento-acción.
Pero así mismo, estamos en mora
de revisar, estudiar y re-crear, conceptos y lecturas de la naturaleza, la
sociedad y el pensamiento que elaboraron los pueblos antiguos y ancestrales,
que también nos pueden servir en este momento de la evolución humana, en donde
el conocimiento lógico formal que le dio vida al “racionalismo occidental” pareciera
no contar con las suficientes herramientas conceptuales para continuar
avanzando. Creo que todo ese conocimiento nos puede servir, y de hecho, las
“ciencias de la complejidad” empiezan a hallar interesantes conexiones con ese
pensamiento llamado “mágico”.
SOBRE
EL CONCEPTO DE REVOLUCIÓN
Uno de los problemas que nos han
impedido entendernos es que tenemos disímiles ideas –muchas veces contrarias–
sobre lo que es “la revolución”. La mayoría de las veces los malentendidos
surgen porque estamos hablando de cosas diferentes. Hay revolución espiritual,
científica, política, cultural, social, económica, tecnológica y muchas más.
Existe la revolución de las cosas pequeñas y de las cosas grandes. Cada quien,
de acuerdo a su formación, situación, concepción y necesidades, le da prioridad
a alguna de ellas.
Quienes aceptan la existencia de
los “modos de producción”, su principal referente de revolución, en el momento
actual, es el surgimiento y desarrollo de relaciones sociales de producción de
carácter post-capitalista que superen las relaciones de dominación que son la
esencia del capitalismo. Quienes creen que ya existen las condiciones materiales
y espirituales (objetivas y subjetivas) para que ello se pueda hacer mediante la
utilización del Estado, le dan prioridad
a la revolución política. Aquellos que piensan –a partir de la evaluación
de experiencias anteriores– que así existan condiciones materiales, mientras la
cultura individualista no sea superada, esos intentos de revoluciones dirigidas
por minorías “iluminadas”, llevarán inevitablemente al fracaso. Por ello, sus
referentes serán la revolución cultural, la acción local, la educación, las
reformas, “la revolución de las cosas pequeñas”, etc.
Podríamos seguir describiendo
cada una de las posiciones de acuerdo a las diversas formaciones, concepciones
y necesidades concretas. Sin embargo, en aras de la síntesis planteo mi
posición.
Es muy importante “separar”
metodológicamente cada una de esas temáticas. En la historia han existido todas
esas revoluciones. Todas son realizadas por los seres humanos. En unos casos es
una acción consciente, en otras no. En unas situaciones son fruto de esfuerzos
individuales muy especializados, en otras, es el resultado de la acción, muchas
veces espontánea pero no totalmente inconsciente (más instintiva e intuitiva que
racional) de grandes grupos de personas. En algunos casos, las revoluciones
políticas logran su objetivo parcial y temporal, pero siempre involucionan con
el tiempo hacia formas contrarias a las que se han propuesto. El fenómeno del
“bonapartismo” es, en general, la constante. Así se haya llegado al poder por
vías pacíficas o armadas. Sin embargo, a pesar de los “retrocesos” y
“fracasos”, las revoluciones políticas han logrado avances importantes –así aparezcan
limitados en un balance histórico de amplia cobertura–, para desencadenar
nuevos procesos de cambio.
Es indudable que, por ejemplo, el
paso del feudalismo al capitalismo en Europa, se vio acelerado o facilitado con
la “toma” del poder político por parte de la burguesía, que le dio paso a lo
que podríamos denominar la forma perfecta de dominación de una clase social
sobre el conjunto de la sociedad, con la aparición y creación de la “democracia
representativa de carácter parlamentario”. Frente a ese Estado, las clases
subalternas, entre ellas el proletariado, no han podido diseñar una estrategia
apropiada para hacer lo mismo que la burguesía hizo con las fuerzas retrógradas
que sostenían el feudalismo, lo que en mi concepto sugiere inmediatamente que,
esas clases subalternas no han construido una “hegemonía cultural, social y
económica” lo suficientemente elaborada y consistente, para ser complementada
con la revolución política. Pero los intentos son un hecho, es imposible
“programarlos” y lo que hay que hacer es aprender de ellos.
En el momento actual, la
contradicción fundamental del capitalismo sigue siendo la misma: la
socialización cada vez más amplia del proceso productivo, la apropiación cada
vez más centralizada y privada de la riqueza social, y el fortalecimiento del
consumismo compulsivo y el control ideológico que promueve el individualismo
extremo. Pero paralelamente, hace aparición la economía colaborativa, el
“prosumidor” (categoría elaborada por Jeremy Rifkin) y nuevas formas de
“gobiernos de los bienes comunes” (concepto trabajado por Elinor Ostrom). La
fusión entre el productor y el consumidor se logra con base y por efecto del
desarrollo del “internet de las cosas” y otros avances tecnológicos en el campo
de la energía y la información. Es decir, como lo previó Marx, el desarrollo de
las fuerzas productivas (incluidas las del “productor” y “trabajador”) van
creando las condiciones para socavar las bases del capitalismo.
Con base en las anteriores
formulaciones creo que en el momento actual se están dando las condiciones para
actuar en dos niveles: una, la lucha por acceder al control del “Estado
heredado”, no con las pretensiones de “hacer” con ese aparato los cambios
estructurales que el mundo requiere, pero sí para neutralizar a las fuerzas que
se oponen a la democracia (incluida la democracia burguesa) e impulsar cambios
paulatinos y parciales en el ámbito de lo político, social y económico. Dos, la
lucha por construir con los pueblos y los trabajadores nuevas formas de
democracia “desde abajo” que se constituyan en formas de auto-gobierno,
siguiendo la orientación desarrollada por Marx en su evaluación de la Comuna de
París (1871). El énfasis debe ser colocado en esta segunda tarea, que es la que
deberá colocar el ritmo y la fuerza para poder socavar y destruir el Estado
heredado y avanzar hacia cambios más profundos.
Estos últimos aspectos serán
desarrollados o complementados en los siguientes apartes o subtemas.
Nota: Esta es la parte
introductoria de un documento en preparación.
http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.co/
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