VENEZUELA: ¿REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA O BONAPARTISMO
DELIRANTE?
Popayán, 10 de
diciembre de 2015
En Venezuela se juega el futuro
inmediato de los procesos democráticos de América Latina. El rumbo que tome el
llamado “proceso bolivariano” va a influir en forma determinante en todos los
demás “procesos de cambio” de la región.
Por eso preocupan las reacciones
de la cúpula dirigente que actualmente está al frente del gobierno “bolivariano”.
Lo ocurrido ayer, en un hotel del centro de Caracas, con los exministros Jorge
Giordani y Héctor Navarro, es algo demasiado grave como para dejarlo pasar. En
forma agresiva grupos afectos al gobierno sabotearon una rueda de prensa mientras
miembros de la fuerza pública no protegieron a los exfuncionarios agredidos (http://bit.ly/1QxyynP).
Este hecho, protagonizado por
supuestos “colectivos chavistas”, se corresponde con el mensaje que había
enviado el presidente Maduro antes del 6D de que “si perdía las elecciones,
saldría a la calle a defender la revolución”. Pero además, esa actitud de no escuchar
las críticas sino de quererlas acallar porque las califican como “ataques de
traidores”, envía un mensaje más que alarmante. ¿Si eso hacen con altos
exfuncionarios del gobierno de Chávez, que no harán con el ciudadano de a pie?
¿Qué tipo de democracia se está construyendo? ¿Eso es revolución democrática o
socialista?
Pero además, lo que ha anunciado
la cúpula “chavista” de “blindar” jurídica y burocráticamente el control del
gobierno sobre el Tribunal Supremo de Justicia TSJ, posiblemente aprobar nuevas
leyes habilitantes y desde ya, desconocer el poder de la nueva Asamblea
Nacional –ahora en manos de la oposición–, muestra que la derrota electoral no
sólo no ha hecho reflexionar a los principales dirigentes “chavistas” sino que
los ha empujado a actuar con la lógica de la “batalla final”: ¡Vamos por todo o
por nada!
El tema fue recientemente
planteado por el Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera en un encuentro
de gobiernos progresistas de América Latina en Quito. ¿Cómo concebimos la lucha
por la democracia?, se preguntaba el destacado dirigente revolucionario socialista
de la región. ¿Cómo simple instrumento o como camino, realización y objetivo? Es
un tema de máxima importancia en el marco de lo que vive Venezuela, ya que paralelamente
–desde adentro y desde afuera –se promueven con cierto énfasis teorías que
justifican la vía “bonapartista”. Ejemplo de ello es el artículo del destacado
intelectual argentino Atilio Borón denominado “La Trampa” (http://bit.ly/1jPXp9p).
Si reducimos la democracia a un
simple instrumento, la utilizamos mientras sirva a nuestros objetivos. Mientras
tengamos mayorías somos demócratas, cuando el pueblo nos da la espalda es
porque “no nos entendió”, “se confundió” o “fue manipulado por los medios”. Sin
embargo, “nosotros seguimos encarnando la revolución que nos legó el Comandante”.
Pablo Stefanoni lo plantea con toda claridad en su artículo “El ocaso de los
ídolos” (http://goo.gl/mGJ5jl), cuando llama
a las izquierdas latinoamericanas a dar la “pelea en escenarios menos épicos y
más normales, con menos certezas de victorias finales y más energías puestas en
el ‘movimiento’”. Y remata diciendo: “Así evitamos un tipo de populismo que
sostiene que el pueblo siempre tiene razón, salvo cuando vota contra nosotros”.
Es evidente que en Venezuela la
dirigencia del movimiento “bolivariano” –al igual que en la mayoría de los
denominados “procesos de cambio”–, se maneja la matriz ideológica del “salvador
supremo”, el “hacedor de la revolución”, la “vanguardia iluminada”, que encarna
por sí misma la revolución y la verdad. El acto simbólico del presidente Maduro
de irse sólo, acompañado escasamente por un grupo de soldados al lugar donde
está enterrado el presidente Chávez, el día siguiente a la derrota electoral,
tiene como objetivo evidente el de ratificar ante su pueblo que él es el “ungido”
por el Comandante Supremo y que está dispuesto a sacrificarse por la
revolución.
Pero lo tragicómico de dichos
procesos de idealización de la lucha, es que al lado de los que idealizan están
los que no idealizan. Por detrás de los que se inmolan por el pueblo, en medio
de sus delirios revolucionarios, están los que hacen la fiesta, su propia
fiesta, a la sombra de los idealistas. Así se apoderó del Estado y se
enriqueció la actual burguesía rusa, así lo está haciendo la china, y así parece
que lo hacen las castas “boli-burguesas” incrustadas en el proyecto
bolivariano.
Cuando la cúpula de un proceso
como el que se vive en Venezuela –en nombre de la revolución– no está dispuesta
a alternar en el gobierno con sus contradictores o “enemigos”, es porque creían
que tenían el Poder y no sólo el gobierno. En esos casos terminan aferrándose
al gobierno “hasta el final” porque saben que no tienen más. En Nicaragua
cuando los “Sandinistas” perdieron el gobierno a manos de Violeta Chamorro, Daniel
Ortega sabía que ellos tenían “fondo popular”, que habían construido una
incipiente “Hegemonía Social” y que nada oscuro ocultaba su gobierno. Por eso
actuó con “paciencia democrática” y el pueblo lo volvió a elegir. Ahora, en
Venezuela, parece que es muy diferente.
Así mismo, otro de los problemas consiste
en que cuando se colocan los resultados y logros “tangibles” por encima de la
construcción de un verdadero poder popular, todo queda reducido a la gestión de
los funcionarios y a la recepción pasiva de sus “favores” por parte de la
población. Así, el pueblo no es sujeto transformador sino objeto receptor. Y
ese es el caldo de cultivo propicio para el surgimiento de una burocracia que
crea una clientela ferviente, fanática y dependiente de los nuevos “beneficiadores”.
Por ello se termina confundiendo “socialismo” con la “acción desde arriba” de
unos dirigentes que le entregan servicios de educación, salud, vivienda, etc.,
a la gente, como si fueran propiedad de ellos, como si fuera una dádiva y no
una obligación. Lo vimos en estas elecciones recientes en donde el presidente
Maduro acompañado de sus candidatos entregaba taxis y viviendas en eventos
proselitistas.
Dice Estanislao Zuleta[1]
que los procesos de idealización llevan a que en nombre de causas sublimes se
terminen realizando crímenes brutales. Es uno de los problemas que surgen
cuando se revuelve política con religión. La “democracia protagónica” se convierte
en un permanente ritual. Es como asistir a la misa o al rezo. Se reduce la “acción
política” a participar en una marcha, en un mitin o a depositar el voto cada
vez que se convoquen elecciones. De esa manera no se puede construir una verdadera
apropiación del “proceso transformador” por parte de las bases populares, los
dirigentes son “conductores”, las bases son “seguidoras” y la “salvación” la
asegura el partido, el movimiento o el líder.
Cuando la cúpula dirigente no
está dispuesta a apoyarse en el pueblo para combatir la corrupción y la
burocracia, única forma de lograr que las gentes se vinculen a la “Gestión Pública
Desde Abajo”, es porque la podredumbre invadió al organismo. Ello no es posible
porque los “avispados” que están a la sombra de los idealistas, siempre lo
impedirán.
En esos casos se necesita una
revolución desde dentro de la revolución, que es lo que se ha iniciado de una
forma sorpresiva y caótica en Venezuela. Lo grave es que por causa de los “delirios
revolucionarios” todo termine trágicamente y sea el Imperio, a la sombra de la
oposición de derechas, la que termine siendo el “nuevo salvador supremo”. Así
pasaríamos de la gloria a la tragedia y de ésta a la comedia. ¡Todo puede
suceder!
Lo preocupante de que la “revolución
bolivariana” desemboque en un camino “bonapartista” son las consecuencias para todo
el entorno regional. El Imperio está a la expectativa para ejecutar otra de sus
“intervenciones humanitarias” armadas. El proceso de paz que se vive en
Colombia quedaría en el filo de la navaja. La situación es de extremada
gravedad.
[1] Estanislao Zuleta. “Sobre la
idealización en la vida personal y colectiva, y otros ensayos”. Nueva
Biblioteca Colombiana de Cultura, Procultura S. A. Bogotá, 1985.
No hay comentarios:
Publicar un comentario