Popayán, 26 de julio de 2023
Dos hechos de
carácter internacional confirman que Gustavo Petro tiene una visión bastante acertada
de la realidad geopolítica global. El primero, es el fallo de la Corte
Internacional de Justicia en La Haya, que, aunque se presente como un triunfo
de Colombia frente a las pretensiones de Nicaragua de ampliar su plataforma
continental más allá de 200 millas, tiene otras implicaciones respecto de los intereses de los pueblos raizales de las Antillas caribeñas, y es resultado
de una posición diferente a la “colonial” que impulsaba en el pasado la
oligarquía colombiana, aunque Petro la utilizará para fortalecer su posición
interna.
El otro hecho
está relacionado con la III Cumbre UE-CELAC que se realizó en Bruselas, en
donde la posición de Petro se destacó en todo sentido. Se lograron algunos avances
sobre el cambio climático, se debatió sobre la reforma del sistema financiero
internacional, la protección del desarrollo inclusivo (Cepal),
y se expresó “una profunda preocupación por la guerra en Ucrania”. La declaración final apoya “todos los esfuerzos diplomáticos por una
paz sostenible” sin alinearse con “Occidente” como querían los gobernantes europeos.
El presidente
colombiano en poco tiempo se va convirtiendo en un líder mundial. Poco a poco
ha entendido que la integración regional (latinoamericana y caribeña) es
difícil de lograr a corto plazo. Por ello, aunque no abandona la tarea en la
vecindad, se ha lanzado a hacer conocer sus ideas e iniciativas a nivel internacional,
comprendiendo que en el “Sur Global” están los pueblos y naciones que requieren
soluciones urgentes para enfrentar la crisis sistémica (económica, ambiental, alimentaria,
migratoria, energética, moral, etc.).
Es consciente que
en la mayoría de eventos y encuentros en donde se reúnen mandatarios y
personalidades de muchas regiones y países, no se pasa de la retórica formal y
de declaraciones de buena voluntad que nunca se concretan en decisiones y
acciones concretas. Pero, igualmente, sabe que participando en ellos conoce y
accede a muchas personas, movimientos y organizaciones, que pueden ir
coincidiendo con sus ideas en la medida en que la crisis se profundiza a todo
nivel.
Y, además, ese
ejercicio le ha servido para elaborar con mayor detalle tanto el diagnóstico de
la situación actual como para construir propuestas e iniciativas concretas. Es
interesante explorar ese proceso en que avanza el pensamiento y la acción de Petro
para lograr romper muchos paradigmas existentes en las izquierdas y
progresismos que impiden avanzar por caminos diferentes a los transitados. Petro,
recordando a Walter Benjamin, dice: “La
historia no se repite”.
El capitalismo se enfrenta con el límite de la
vida
Petro viene planteando
algo que es interesante e importante. El capitalismo se enfrenta al límite que
le impone la vida. En lo
de “vida” incluye en forma dialéctica a la naturaleza y al trabajo, a
diferencia de muchos “ambientalistas” y/o “ecologistas” que arguyen que la
contradicción fundamental es hoy entre el Capital y la Naturaleza, olvidando
que el ser humano, para bien o para mal, es un factor determinante en la vida
de este planeta.
Dicho límite, que
siempre había sido concebido por los “marxistas” en relación a la “agudización
de las contradicciones intrínsecas del capitalismo”, en la actualidad tiene
como realización concreta lo que se ha denominado como “cambio climático” (que
se debería llamar “colapso
ambiental”), que amenaza con destruir las condiciones sobre las cuales
evolucionó la vida en la tierra, incluyendo el surgimiento de la especie humana
y de las civilizaciones conocidas.
De acuerdo a
Petro, quien
reivindica a la ciencia como componente indispensable de un “nuevo progresismo”,
no es que la extinción se vaya a dar de un momento a otro. De lo que se trata es
que hemos entrado en una fase “casi” irreversible, en donde la capacidad de
reacción de la humanidad es mínima porque está absolutamente alineada por la economía
del consumo y dividida por potencias imperiales que utilizan el falso nacionalismo
para engañar a sus pueblos. Y, además, esas potencias promueven bloques
geopolíticos (occidente/oriente, “demócratas”/“autócratas”, etc.) e identidades
sectoriales (clases, culturas, etnias, géneros, religiones, etc.) para lograr
sus propósitos.
El problema
consiste, como lo estamos comprobando en los últimos 15 años a partir de la
crisis económica de 2007-2008, en que, a medida que el cambio climático afecte
con más fuerza a la humanidad (como
lo comprobamos a diario), las crisis económicas se harán más agudas y
destructivas, las guerras se volverán más intensas y agresivas, las economías
criminales tendrán más poder desestabilizador, las pandemias de diverso tipo
(incluidas las enfermedades mentales) impactarán más nuestras vidas, y, por
tanto, se hará más difícil que reaccionemos como un “todo”.
Así, el reto que
tenemos es inmediato y concreto. No es simplemente el “cambio climático” como piensan
quienes intentan reducir el tema a lo “ambiental”. Lo que ocurre es que el
capitalismo como modo de producción está degradando y destruyendo las
condiciones materiales, sociales y culturales que
le dieron vida. Y se hace necesario actuar ahora porque mañana será tarde.
¿Cómo enfrentar el problema?
Hasta ahora los
intentos por superar el capitalismo partían del supuesto de que se podía construir
el socialismo en algunos países o regiones y que, dichos ejercicios podrían, con
el apoyo de los Estados gestionados por representantes de los trabajadores y de
los pueblos oprimidos, construir la nueva sociedad asentada en nuevas
relaciones de producción diferentes a las de la explotación capitalista o a las
de la dominación imperial o colonial.
Dichas
experiencias, algunas basadas en el “derrocamiento de las clases dominantes”
por medio de una insurrección popular; u otras, intentadas por medio de la
elección de dirigentes populares como cabeza de los gobiernos (“vía pacífica”)
para transformar los aparatos de los Estados “heredados” y a la sociedad en su
conjunto, no solo han mostrado grandes limitaciones, fracasos y frustraciones,
sino que, a la larga, han demostrado que, como dice Petro, no
es posible superar el mercado por decreto. Esos “socialismos” no
pasaron de ser simples “capitalismos de Estado” (Lenin dixit).
Es decir, el
camino de construir socialismos a partir de “revoluciones políticas” y del
supuesto “control del Estado” por parte de los trabajadores y de los pueblos
oprimidos y/o subordinados, no nos ha conducido a los objetivos propuestos.
Pareciera que olvidamos lo planteado por Marx en cuanto a que “la clase obrera
no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en
marcha para sus propios fines” sino que “había que romper
la máquina burocrático-militar del Estado existente”. El problema a
resolver es ¿Cómo hacerlo?
En la actualidad,
cuando el capitalismo (y su modelo neoliberal) no logró resolver ninguno de los
problemas que ha cargado la humanidad desde sus orígenes (opresión, desigualdad,
injusticia, escasez, guerras, ignorancia, manipulación, etc.), y, por el
contrario, con la teoría del “progreso y el crecimiento ilimitado” ha agudizado
y llevado a sus límites extremos todos esos problemas y empujado a la humanidad
a destruir el sustento material de su vida y a verse enfrentada al peligro de
la extinción de la especie, se hace necesario repensar no solo el objetivo sino
el camino escogido.
Petro en su doble
papel en que lo ha colocado la vida, como presidente de un país de la periferia
capitalista (cabeza formal de un Estado existente) y como activista
revolucionario del mundo (“progresista”), nos convoca a enfrentar con nuevas
miradas la actual realidad del capitalismo y de la humanidad. Intenta desde
este conflictivo rincón de América Latina impulsar algunos cambios de carácter democrático
apoyándose en lo más avanzado que ha surgido en Colombia, pero es consciente
que el escenario es global sin negar la complejidad de lo “local”, “nacional”, “regional”
y “mundial”.
Para ayudarlo se
requiere, por un lado, derrotar los “sueños insurreccionales” que son resultado
de visiones facilistas y cortoplacistas; y por el otro, “volver a soñar con los
pies puestos en la tierra” que significa ser revolucionarios no solo en “lo
político” sino en todas las áreas de la vida.