AUTORIDADES TRADICIONALES INDÍGENAS EN COLOMBIA REGIONAL
CAUCA
A LA OPINIÓN PÚBLICA NACIONAL E INTERNACIONAL
Si hay alguien en Colombia que
tenga autoridad y razones para luchar y exigir la paz y mostrar estragos y
heridas de la guerra, somos los pueblos indígenas.
Desde el momento de la invasión y
conquista de nuestros territorios y aniquilamiento de nuestras comunidades y
pueblos, la violencia y la guerra de los de arriba, hasta hoy, nos sigue
dejando víctimas, sea por esa misma vía o por el hambre a que estamos
sometidos.
En este último proceso de guerra
y violencia, muchos de nuestros comuneros fueron asesinados; jóvenes reclutados
por uno u otro bando; territorios y comunidades utilizados como escenarios de
guerra, bombardeados y sometidos a duras restricciones para realizar las
actividades comunitarias normales.
Por estas y muchas otras
realidades y situaciones que nos ha tocado vivir hasta estos años recientes, en
la lucha por la recuperación de las tierras, territorios y derechos políticos y
sociales que nos han pertenecido, desde 1.981, en posición pública expresamos y
exigimos el respeto a nuestros pueblos, comunidades, formas propias de lucha, y
exigimos el retiro de todas esas fuerzas beligerantes de dichos territorios. De
manera clara y contundente expresamos que esa guerra, como venía imponiéndose
ya en ese momento, no nos pertenecía, no contribuía a la solución de los
problemas que teníamos, y que al contrario, era un obstáculo para el avance de nuestro
Movimiento.
Por eso, a nosotros no nos ha
costado ningún esfuerzo entender que, no solo teníamos razón desde ese momento,
sino que en el fondo, lo que exigíamos ya desde ese entonces, era ponerle fin a
un conflicto armado que no lo necesitábamos ni lo queríamos, ni nosotros ni el
pueblo colombiano; que no nos servía para luchar por nuestros derechos ni al
pueblo colombiano para luchar por los suyos; que políticamente había perdido su
razón de ser; y que lo único que hacía era servir de pretexto a los mercaderes
de la guerra para hacer negocio y a los terratenientes, a los narcotraficantes
y demás reaccionarios para despojar a los campesinos e indígenas de sus
tierras.
Por eso, veíamos con mucha
esperanza y hemos apoyado las negociaciones de La Habana con el propósito de
ponerle fin a ese conflicto. Aunque hayan vacíos y aspectos que no compartimos
de esos acuerdos, creemos que son necesarios y es el camino para ponerle fin a
ese conflicto armado. La consecución de la paz es otra cosa y otro capítulo.
Esa, ni se firma ni se decreta ni se negocia. Esa será el resultado de otros
procesos de transformaciones políticas y sociales muy diferentes. Pero en el
momento, ante la delicada situación creada por los resultados negativos del
plebiscito nuestra respuesta y exigencia, no pueden ser otras distintas a
declarar con toda seguridad y convicción:
Que apoyamos y exigimos el
respeto a los acuerdos de La Habana. Que todos, pueblo colombiano y pueblos
indígenas, nos levantemos masivamente a exigir la terminación de ese conflicto.
Nada de “Acuerdos Nacionales” de los de arriba para prolongar y enredar los
Acuerdos de La Habana y seguir pisoteando a los de abajo. Estas élites
dominantes de nuestro país no pueden seguir manipulando a su antojo el inmenso
dolor de los millones de víctimas, entre las cuales estamos nosotros y desde
hace mucho tiempo. Que tanto los promotores del SI como los del NO, lo que
persiguen es mantener su dominio intacto sobre nuestros pueblos; pero
particularmente los del NO, representan a los sectores políticos y económicos más
recalcitrantes, fanáticos y reaccionarios. Que es urgente y necesario que sobre
la base de la más amplia movilización popular para desbaratar las maniobras que
están haciendo para abortar el proceso, nos preparemos consiente, seria y muy
ordenadamente para propinarles la más estruendosa derrota en el 2018,
especialmente a ese sector recalcitrante, empeñado en perpetuar la guerra y el
dolor de nuestros pueblos.
No nos dejemos enredar por tantos
“sabios” que han resultado en el momento y tanta “sabiduría” derramada por los
micrófonos y las pantallas de la TV. No nos dejemos mover de nuestro posición
de lucha como la hemos traído y el de la terminación de este conflicto ya.
Rompamos los corrales, los cercos y las barretas entre nosotros mismos que los
beneficiarios de ese conflicto han ayudado a crear y sostener para dividirnos,
aislarnos, separarnos y podernos mantener dispersos en pensamiento acción y
organización. Luchemos por construir unos nuevos fundamentos políticos de
unidad.
Revisemos con seriedad y sinceridad nuestras experiencias pasadas y
cómo estamos trabajando ahora. Construyamos un nuevo ambiente en la relaciones entre
nosotros mismos y desechemos lo que no nos sirve. De otra manera, los de arriba
nos seguirán sometiendo, con guerra o sin ella. No les sigamos haciendo el
servicio.
Colombia, octubre 8/2016
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