Frente a
la acusación injusta y provocadora del Canciller colombiano en el Grupo de Lima…
UN PACTO AMPLIO Y
CONTUNDENTE CONTRA LA GUERRA
Popayán, 4 de mayo de 2019
En Colombia
queremos salir de la guerra; a Venezuela la quieren meter en ella. Sectores
poderosos (internos y externos) que han vivido del conflicto armado se han
confabulado para regresarnos al pasado. Ellos se opusieron y sabotean el
proceso de paz porque éste puso la Verdad
como elemento central a fin de colocar en igualdad de condiciones a todos los actores
que cometieron crímenes y delitos en el marco de la guerra irregular. Y la
verdad para ellos no significa tanto la cárcel como el riesgo de perder poder
económico y político.
No es
difícil identificar quienes son ellos y porqué actúan como lo hacen. Quienes
están comprometidos con los crímenes cometidos por el paramilitarismo ya sea
como actores directos o como terceros colaboradores, no les interesa la Verdad.
Ellos tienen mucho qué perder. Y quienes están interesados en escalar el
conflicto regional quieren someter nuevamente a Cuba, presionan de frente y por
debajo de la mesa para convertir a Colombia en la punta de lanza contra
Venezuela, y preparan abiertamente la guerra en la región.
Usan la amenaza
de guerra para desgastar a las fuerzas de la paz que se resisten a sus planes
bélicos. Tratan de acorralar a la oposición que se ha jugado por la paz: le
niegan la personería jurídica a la Colombia Humana, le quitan curules claves en
el Congreso como la de Mockus a Alianza Verde y Ángela Robledo a Decentes, persiguen con
falsas acusaciones a los dirigentes, y finalmente recurren a la calumnia y al
complot al acusarlos de estar coaligados con el gobierno de Maduro para desestabilizar
las instituciones colombianas, infiltrar los movimientos sociales (Minga),
debilitar su gobernabilidad y hasta atentar contra la vida del presidente
Duque.
En esa
dirección el Canciller Carlos Holmes Trujillo en el Grupo de Lima afirmó ayer
(03.05.2019) que hay “intervencionismo” sobre la gobernabilidad en el país y
señaló que hubo “asesorías del régimen ilegítimo de Maduro infiltradas en la
Minga”, que mantuvo cerrada la vía Panamericana durante varias semanas, hace un
mes. Dijo, además, que están documentadas reuniones de delegados de Maduro con
sectores políticos, que no especificó, “para
diseñar estrategias que atenten contra la estabilidad social en Colombia”.
Ya han
mostrado que no les interesa la continuidad y consolidación del proceso de paz
con las Farc. Van a seguir torpedeando a la JEP hasta que logren la impunidad
para los agentes y funcionarios del Estado y terceros (políticos y empresarios
nacionales y extranjeros que colaboraron con los crímenes del paramilitarismo),
y están provocando y forzando a los militantes de la Farc para que regresen a
la guerra. Les interesa generar el caos y el desorden en todos los frentes,
mostrar a la oposición colombiana como subversiva (al estilo de lo que es la
oposición venezolana) y seguir sembrando el odio y el miedo entre la población.
El proceso de paz y la geopolítica
La
burguesía globalista representada en Colombia por Santos sabía que los
terratenientes despojadores de tierras no iban a transar. Creyó que al desarmar
a la “guerrilla más antigua del mundo”, se podría desencadenar un proceso que
obligara a los sectores enfrentados a mirar hacia adelante y “mejorar” los
acuerdos para superar diferencias. Pero, no logró debilitar la fuerza política
de quienes adversaban los acuerdos, y, por el contrario, con su “demagogia
pacifista” (alentada y compartida por las Farc), los fortaleció al grado que
recuperaron el gobierno.
Y aquí
hemos llegado. Hoy han aparecido nuevos aliados de los terratenientes
despojadores. Un sector minoritario de la sociedad estadounidense (neocons latinos de Florida), amparado y
a la sombra de Trump, intenta utilizar a la facción política que representa los
intereses de esos terratenientes, como punta de lanza para derrocar por la
fuerza al gobierno de Venezuela, y, por ahí derecho, “recuperar” a Cuba y a
Nicaragua, sin importarles (o tal vez, sea su plan) la desestabilización generalizada
del continente americano y de las Antillas.
Todo lo que
se juega detrás del saboteo a la JEP, la extradición de Santrich, el papel
urdidor e intrigante del Fiscal, las presiones de Trump sobre Duque utilizando
el tema de las drogas, todo ello y mucho más, sirve para debilitar la
institucionalidad colombiana a fin de colocar al gobierno actual al servicio
incondicional de la estrategia de guerra de los Pence, Pompeo, Bolton, Abrams,
Rubio, etc. Lo mismo intentan hacer en Brasil. Y lo grave, es que lo están
logrando porque los intereses de esos grupúsculos de fanáticos conservadores
coinciden en el corto y mediano plazo. Su discurso contra todo progresismo los
unifica y potencia.
El grave
problema que tienen consiste en que la oligarquía transnacional, o sea, la
burguesía globalista, no está interesada en ese tipo de estrategia y de conflictos
armados. Esa oligarquía es imperial-colonialista pero no al viejo estilo “nacional”.
En Colombia, aspira a consolidar el “proceso de paz” para abrir nuevos espacios
de inversión transnacional, y con relación a Venezuela, se aguantan al gobierno
de Maduro (como a tantos dictadores) dado que en su debilidad les ha entregado
casi toda la riqueza de ese país.
Esa
burguesía financiera global juega tras bambalinas. Usa a Trump como un bravucón
y tolera los ejercicios de los “neocons
latinos” de Florida, pero sabe que desencadenar un conflicto armado
internacional por las riquezas de Venezuela, no es lo que más le conviene a la
“estabilidad” de la economía
global en este momento en que los indicadores muestran una enorme fragilidad
en el mundo, aunque en los EE.UU. la economía tenga una coyuntura de crecimiento
excepcional.
No
obstante, el peligro que las fuerzas guerreristas comprometidas en esa aventura
logren desatar un “ejercicio parcial y localizado”, “tipo Contras”, no se puede
descartar. En realidad, no hay quien financie una guerra de grandes dimensiones
porque los riesgos son muy grandes y nadie –por ahora– está dispuesto a
correrlos. Eso se demostró el pasado 23 de febrero en el “Concierto de ayuda
humanitaria” en Cúcuta donde solo recaudaron 3,2 millones de dólares.
Resumiendo,
el peligro de una confrontación de gran impacto en el corto plazo no es real. Pero,
en ambos países se utiliza ese riesgo para desinformar, engañar más a los
pueblos y destruir la poca soberanía que tienen ambos países. Por ello, las
fuerzas democráticas deben unirse y actuar. Se debe desenmascarar a quienes
utilizan la amenaza de la guerra para dividir y dominar, y derrotar a las
fuerzas conservadoras y reaccionarias que se han convertido en un obstáculo
para el avance autónomo y democrático de los pueblos.
Un pacto amplio contra la guerra
Tanto en
Colombia como en Venezuela se requiere un Gran Pacto Político entre las fuerzas
políticas de cada país para garantizar un ambiente de paz que permita que la
población de cada Nación logre resolver los problemas acumulados durante las
últimas décadas y se derrote la intervención de gobiernos extranjeros en los
asuntos internos de nuestros países. Son tareas concordantes e íntimamente
relacionadas.
Mientras en
Colombia se permita que los EE.UU. utilicen al presidente Duque para impulsar
el llamado “cerco diplomático” contra el gobierno de Venezuela, el gobierno del
presidente Maduro se verá obligado a apoyarse en otras potencias como Rusia y
China para equilibrar el tablero geopolítico que se ha formado en torno a la
situación del vecino país. Así, se crea un ambiente de tensión que es
aprovechado por fuerzas oscuras para desestabilizar la región.
En Colombia
existen sectores políticos que les interesa tensionar esa situación, no porque
en les interese la violación de los derechos humanos, la democracia y la
tranquilidad del pueblo venezolano, sino porque han sido sirvientes de los
EE.UU., y necesitan generar un clima de guerra para destruir el proceso de paz,
acabar con la JEP y asegurar la impunidad para importantes políticos, altos
funcionarios del Estado, militares y empresarios nacionales y extranjeros que
cometieron numerosos crímenes en el marco del conflicto armado.
En
Venezuela el gobierno de Maduro es el principal beneficiado con esa situación
dado que la injerencia declarada del gobierno de los EE.UU. y de los países que
hacen parte del llamado Grupo de Lima le sirve para ocultar a su pueblo los
errores cometidos en el manejo económico que llevó a la destrucción del aparato
productivo, que ha sido la principal causa para que el gobierno haya perdido el
respaldo de las mayorías, y creado las condiciones para que fuerzas de la
oposición busquen –torpemente– el derrocamiento forzado del gobierno.
Para lograr
ese Pacto Político se necesita con urgencia que las fuerzas democráticas de
cada país consoliden fuerzas que no se alinderen con los polos opuestos
enfrentados, logren constituirse en una corriente de opinión que sirvan para
presionar con fuerza y contundencia a quienes quieren aprovechar esa
confrontación y polarización para imponer agendas e intereses ajenos, y
mantener distraída y desinformada a la población frente a los graves problemas
relacionados con la soberanía, la economía productiva, el empleo, la protección
del medio ambiente y demás temas vitales para cada país.
En Colombia
esa coalición de fuerzas ya se expresó con el rechazo a las objeciones
presentadas por Duque a la Ley Estatutaria de la JEP. Incluye a congresistas y
sectores de los partidos alternativos (Verde, Polo, Colombia Humana, MAIS, UP)
pero también a Cambio Radical, la U y Liberales. Ahora que el gobierno a través
de su Canciller Trujillo ha dado el paso de acusar a “sectores políticos” de
estar concertados con Maduro para atentar contra la institucionalidad
colombiana y contra la vida de Duque, ese “Pacto contra la guerra” debe ser conformado
con toda la urgencia y contundencia que el momento lo requiere.
Duque ha
dado un paso “tipo Guaidó”, es hora de cobrárselo.
E-mail: ferdorado@gmail.com /
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