EL ERROR NO FUE HABER
ENTREGADO LAS ARMAS
Popayán, 21 de mayo de 2019
Los
principales dirigentes de las Farc todavía no se percatan que fueron derrotados
políticamente. En realidad, fue una auto-derrota largamente labrada por ellos
mismos. Y aunque pueden seguir afirmando de por vida que no fueron vencidos en
la guerra, eso no servirá de nada. Tienen con urgencia que explicarse lo que
ocurrió y el cómo sucedió.
Dos
actitudes predominantes han surgido al interior del llamado “partido de la
rosa” o Fuerza del Común. La de quienes priorizan la acción política desde el
Congreso y desde allí pretenden defender el proceso de paz, y la de quienes
llaman lastimera e infructuosamente a que el pueblo se movilice por la paz,
como lo hace Iván Márquez en su último comunicado.
El problema
es que si no evalúan las causas de su derrota política… ¿cómo podrían
contribuir al triunfo de la paz? Ambos grupos de dirigentes de la antigua
guerrilla fariana, aún no reconocen la causa de su derrota. Es urgente que lo
hagan.
Entre esos
errores se destacan los siguientes:
El primero,
creer en la palabra de una oligarquía que solo estaba interesada en
desarmarlos. El segundo, que esa oligarquía no es monolítica y que en su
interior –desde la Colonia– medran gentes que siempre se han encargado de pasar
por los cuchillos a los rebeldes. Y aunque los Santos actúen con aparente buena
voluntad y buenos modales, a la hora de la verdad no les importa la forma como los
Uribes cobran su venganza. Algunos gestos ya hacen desde su cómoda posición,
pero de allí no pasan porque entre ellos no se pisan los callos.
El tercero,
no entender que debido al proceso de degradación política de la guerrilla
colombiana, ocurrido durante los últimos 35 años, la gran mayoría del pueblo
colombiano los adversa y, solo algunos sectores rurales que necesitan de los
servicios de una “policía rural”, extrañan su ausencia por temas de seguridad,
pero no se van a hacer matar por su proyecto político, que, últimamente, solo estaba
en la cabeza de algunos dirigentes y en los textos escritos de las Conferencias
pero, eran olvidados al otro día de haberse aprobado.
Y el cuarto
y, más importante de todos, no comprender que la lucha armada para poder
“triunfar” en la época del capitalismo neoliberal y despótico en que vivimos,
debe estar absolutamente sostenida por un pueblo organizado y ligada a la
defensa de un territorio, y que su soporte más importante no son ni siquiera
los fusiles sino la capacidad política de quienes han asumido el camino de la
rebelión para defender su autonomía, como lo demuestran los pueblos indígenas
del sur de México y los Kurdos del Norte de Siria.
Coloco
“triunfar” entre comillas porque son conquistas parciales, verdaderas gestas de
firmeza social y política, que las grandes potencias económicas y los gobiernos
de las “naciones subordinadas” deben reconocer y respetar, no porque quieran
sino porque en la geopolítica global no pueden avasallar y masacrar a esos
pueblos insurgentes, que representan la resistencia y los anhelos de millones
de personas que quisieran imitarlos en su lucha pero, que, al no poder hacerlo,
por lo menos se solidarizan abiertamente con esos atrevidos y valerosos pueblos
que son un faro de dignidad y de valor humano en medio del océano de
injusticia, inequidad y despojo que se vive a lo ancho y largo del planeta.
Gustavo
Petro tiene razón cuando en un trino le
dice a Iván Márquez que “el error no es dejar las armas, el error es no estar
al frente de la sociedad para defender la paz”. La verdad es que quienes hoy muestran
su ingenuidad quejándose lastimeramente de la perfidia del Estado y se aíslan de
la lucha política abierta, con su actitud le ayudan a Uribe a desprestigiar a
la JEP y debilitan la acción de los magistrados de las Cortes Judiciales que se
la están jugando, no por las Farc como quieren hacer ver los uribistas, sino
por una doctrina jurídica de paz construida al calor de los acuerdos. Márquez debería
asumir su curul de senador y el Paisa tendría que presentarse a la JEP, y demostrar
que están dispuestos a cumplir con su palabra.
Claro,
tendrán que hacerlo con mucha cautela y sapiencia. “No dar papaya”, no confiar
ni en su propia sombra, porque como ocurrió con Jesús Santrich, detrás de él mismo estaba el “judas” Marlon
Marín, dispuesto a traicionarlo en las primeras de cambio. Ese es otro error,
antes de desmovilizarse deberían haber depurado sus filas de tanto vividor y
negociante que se les subió a su “proyecto” en la época de las “vacas gordas”.
Las Farc
parecen haber llegado tarde y despistados a la lucha política legal, pero si rectifican
a tiempo, pueden hacer su aporte. Claro, si olvidan su “ego” y aterrizan en la
dura realidad.
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