Frente al reto de consolidar a
la Colombia Humana…
NUEVAS FORMAS DE OPOSICIÓN EN COLOMBIA
Popayán, 21 de junio
de 2018
Gustavo Petro es el primer
político latinoamericano que plantea con claridad y contundencia el cambio de
la matriz productiva basada en el extractivismo minero-energético
(petróleo-carbón) y la promoción de energías limpias con soporte en fuentes de
energía renovables (solar y eólica). Lo hace en el marco de la economía
capitalista pero atacando las causas estructurales que destruyen la naturaleza
y generan el cambio climático. Lo más interesante es que lo ha realizado con
relativo éxito, posicionando su visión y nuevas temáticas en la agenda
político-electoral.
Además, su propuesta incluye la
industrialización de las materias primas y la democratización de la propiedad
de la tierra con herramientas de mercado (gravando con impuestos a grandes
latifundios improductivos). Su objetivo es construir una economía moderna, con
alto desarrollo tecnológico y participación masiva de los productores urbanos y
rurales existentes (grandes, medianos y pequeños) y de los profesionales y
emprendedores que en la actualidad tienen un limitado campo de acción, teniendo
que migrar muchos de ellos al mundo desarrollado.
Se puede afirmar que la acción
política de este político colombiano y sus colaboradores, teniendo en cuenta
sus antecedentes en el M19, su trabajo a lo largo de los últimos 27 años cuando
se derogó la Constitución de 1886 y se aprobó la de 1991, como parlamentario y
Alcalde de Bogotá (2012-2015), y las referencias teóricas[1]
que el mismo Gustavo Petro ha planteado que le sirven para formular su proyecto
político, se ubica en el marco de la superación de los “progresismos
latinoamericanos” sin desechar sus avances y experiencias.
Se podría definir como un “progresismo
liberal del siglo XXI” (no socialista) que enfrenta los problemas estructurales
de una sociedad pre-moderna como la colombiana y un capitalismo salvaje como el
actual, con el desarrollo de las fuerzas productivas y del conocimiento, y la democratización
de la sociedad con base en la movilización y participación ciudadana, sin
necesidad de “estatismos absorbentes”, “asistencialismos paternalistas” o
procesos vanguardistas que terminan en “ideologismos autoritarios”. Es
indudable que es un camino nuevo al que todavía le falta resolver su relación
con el Estado “heredado” y las formas organizativas “desde abajo”, pero avanza
en la dinámica del hacer y el aprender.
Hay que felicitar a Gustavo Petro
por el trabajo realizado y los resultados obtenidos; no obstante, se deben identificar aspectos negativos, limitaciones y errores. Nada hay perfecto en la
vida.
La preponderancia del imaginario y lo simbólico
Partimos de una primera
conclusión de lo ocurrido el 17 de junio: Con la imagen de una izquierda cercana o parecida a la izquierda de
América Latina, a excepción de Uruguay, es muy difícil, casi imposible, elegir
un presidente de la república en Colombia.
Lo paradójico es que Petro
construyó un programa muy diferente al de toda la izquierda sudamericana. Entonces…
¿qué ocurrió?
La explicación es sencilla. Aunque
su propuesta es diferente, su estilo o forma de hacer política es igual o
similar a la de la izquierda y los gobiernos “progresistas” latinoamericanos que
pasan por un evidente declive o estancamiento. Sus formas de acción política se
pueden asimilar a las de Chávez, Correa, Lula, Evo e incluso a las de Castro y
Ortega. Por ello, todos sus contradictores se dedicaron a meter miedo con base
en su supuesto caudillismo, mesianismo y populismo. Y, la verdad, les funcionó,
en gran medida.
No obstante, el candidato de la
Colombia Humana también cometió algunos errores que reforzaron el miedo (real o
inoculado) al proyecto de Petro. Veamos:
a) No se deslindó a tiempo de Maduro; lo hizo muy
tarde y, por ello, dejó un sabor oportunista casi pasándose al otro extremo.
b) Lo mismo ocurrió con la propuesta de convocar
una Asamblea Nacional Constituyente ANC que sonó a “amenaza”; la propuso sin
necesidad y, después, obligado por las circunstancias, le tocó desprenderse de
ella.
Es importante anotar que la ANC es una fórmula constitucional y legal para
reformar la Constitución Política que fue injustamente estigmatizada hasta por quienes
se dicen demócratas en Colombia. Ello ocurrió por la forma como Maduro utilizó
recientemente ese mecanismo en Venezuela para violar su propia Constitución y
tratar de legitimar su dictadura por medio de una Constituyente que no reforma
ni constituye nada; solo es un ardid para que una pequeña cúpula burócrata-militar
se mantenga en el poder, como en verdad lo hacen (goo.gl/mjfV2w).
c) Fue también un error proponer la compra de
tierras al magnate industrial Carlos Ardila Lulle. Había que tener en cuenta
varios detalles importantes: Son tierras productivas así sean de un monocultivo
cuestionado por su acción depredadora del medio ambiente; detrás de los
ingenios azucareros existen varias cadenas productivas en donde participan
medianos productores de caña; empresas de mantenimiento de vías, diques y
desagües; transporte de la caña y de los trabajadores; proveedores de insumos,
herramientas y repuestos; y, la cadena del dulce y del etanol. Los obreros y
corteros de caña (afros y no afros) no están interesados en volverse granjeros.
Muchos vieron detrás de esa propuesta a los pueblos indígenas que aspiran a
ampliar su territorio. Y, claro, grandes terratenientes y políticos de todos
los sectores (tradicionales y alternativos) utilizaron esa imprudencia para
desgastar a Petro no solo en el Valle del Cauca sino a nivel nacional. Lo
acusaron de ser un “expropiador camuflado” y un chantajista.
d) La sumatoria de esos y otros errores, que fueron
también utilizados por Sergio Fajardo (Coalición Colombia de “centro”) para
crecer entre el 13 de marzo y el 27 de mayo, obligaron a Petro en la segunda
vuelta a aceptar el “apoyo” temeroso y oportunista que le dieron los “verdes”,
teniendo que echarse en sus espaldas esas torpes y pesadas “lápidas de la ley”
(mockusianas).
En la práctica, el 17-J enfrentó el miedo a Uribe contra el terror a
Petro; y ganó el segundo. A pesar del enorme avance de la Colombia Humana quedó
en el imaginario colectivo y de una parte de la sociedad colombiana, la “figura
socializante” del candidato Petro. En cualquier otro país no sería mucho
problema pero en Colombia, con los antecedentes de una izquierda armada como
las Farc, no es la imagen ideal para un proyecto político con vocación de gobierno
y poder.
Necesidad de un nuevo tipo de
oposición
A partir de ese hecho incontrovertible, es necesario resolver el
problema de cómo hacer una oposición que permita posicionar a la Colombia
Humana como el proyecto político que “por ahora no es gobierno” (dixit Petro)
pero que se prepara para gobernar. Se trata de acumular fuerza política para
ser la cabeza del Estado en las próximas elecciones, manteniendo el fervor
popular y juvenil acumulado pero mejorando su imagen ante otros sectores
sociales que buscan formas nuevas de acción política. Es lo que mostró este
ejercicio reciente.
Es muy importante que quede en la
retina de la gente la idea de que –a pesar de las diferencias con el nuevo
presidente Duque– no se actuará como un obstáculo a su gobierno siempre y
cuando sus acciones beneficien a los colombianos. A la vez, demostrar que se tienen
propuestas viables para resolver los problemas de nuestro país y de nuestro
pueblo. Claro, sin renunciar a la oposición vertical cuando sus iniciativas
afecten negativamente a los diversos sectores de la población.
Sería como si la Colombia Humana
y sus aliados se constituyeran en una especie de “Gobierno en la Sombra”, pero
no para hacer oposición tradicional sino para impulsar sus propuestas en todos
los escenarios institucionales y extra-institucionales; que los candidatos a
alcaldes y gobernadores acojan la esencia de su programa y construyan bases organizadas
en municipios y departamentos. Sería una acción de carácter propositivo sin
renunciar en ningún momento a lo logrado hasta ahora. Es una forma de oposición
no contestataria y de alto contenido estadista.
Esa forma de actuar obliga a muchos
de los dirigentes de la Colombia Humana a estudiar y entender las propuestas de
Petro con sentido práctico y adaptándolas a las diversas realidades y
complejidades de las localidades y regiones.
En cuanto a la movilización
social es mejor que la desarrollen los movimientos y organizaciones con total
autonomía, ojalá superando el síndrome de las negociaciones insulsas que solo
les sirven a los gobiernos para ganar tiempo y engañar. Como ocurrió con las
Farc.
Las nuevas realidades de
Colombia, América Latina y el mundo nos obligan a innovar. “O inventamos o erramos”
dijo y enseñó Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Es hora de hacerlo.
[1] Las referencias teóricas
que Gustavo Petro ha planteado son: en el tema económico están autores como
Nicholas Georgescu-Rogen, Jeremy Rifkin, Thomas Piketty y Paul Mason; en
filosofía Michel Foucault y Slavoj Zizek; en teoría política Tony Negri y
Boaventura de Souza Santos; y en ideario político colombiano Rafael Uribe
Uribe, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán y Jaime Bateman Cayón.
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