RAZONES DE FONDO PARA APOYAR LA COALICIÓN COLOMBIA (I)
Popayán, 23 de
diciembre de 2017
Sé que much@s de mis compañer@s de izquierdas no comparten
mi decisión de apoyar a la Coalición Colombia en la actual coyuntura. Es una
situación similar a la de hace 8 años cuando siendo integrante del Polo
Democrático Alternativo, llamé a votar por Antanas Mockus. Ahora, por lo menos,
hemos coincidido con un sector importante de ese partido, encabezado por Jorge
Enrique Robledo y el MOIR, y por personas que hicieron parte del Polo pero que
hoy están con Alianza Verde, como Antonio Navarro.
La Coalición Colombia ha postulado como candidato a la
presidencia al ex-alcalde de Medellín y ex-gobernador de Antioquia, Sergio
Fajardo. También, construyó listas de candidatos al Congreso con Alianza Verde
y el Polo. Así mismo, acaba de presentar su propuesta programática que
acordaron los compromisarios de las fuerzas políticas coaligadas, incluyendo a
Compromiso Ciudadano, agrupación de Fajardo.
Son tres razones las que me permiten tomar esa decisión. La primera,
que responde al seguimiento de las experiencias latinoamericanas y de otras
luchas democráticas que están en pleno desarrollo en el mundo (España, Grecia,
Francia); la segunda, que parte de hacer un balance del proceso de paz
de Colombia en relación a otras experiencias que sirven de referente
(Sudáfrica, Irlanda, Guatemala); y una tercera, que tiene en cuenta las
dinámicas sociales y políticas de las luchas democráticas recientes en nuestro
país.
Son temas que están mutuamente relacionados, se imbrican
entre sí, influyen unos sobre otros, son interdependientes. Su análisis nos
sirve de apoyo y orientación para la toma de decisiones que marcarán la acción
electoral que desarrollaré en la región donde me crié, he vivido y participado
en luchas sociales y políticas durante mis últimos 30 años: el departamento del
Cauca (Colombia). Pero también, para continuar impulsando –especialmente con
jóvenes– la tarea inaplazable de diseñar y construir un Nuevo Proyecto Político
en Colombia.
El marco regional
latinoamericano y global
El seguimiento y estudio de las experiencias de los
movimientos progresistas y de las izquierdas tanto en América Latina como en
otras regiones del planeta como España y Grecia, que presento en forma
resumida, es un elemento fundamental para orientarnos en un momento de reflujo
de las luchas populares, de declive y replanteamiento en el ejercicio de los
gobiernos en diversos países, y de ofensiva del gran capital a escala global.
Un primer aspecto a detallar es de tipo estratégico. En casi todas estas experiencias se impulsaron tareas
y reformas anti-neoliberales (y supuestamente “socialistas”) sin contar con
fuerzas suficientes para enfrentar el poder hegemónico de la gran burguesía
financiera global e imperial (no solo de USA). Así, no se pudo garantizar su continuidad
y consolidación. La más trágica es la de Syriza en Grecia, pero todas ellas
parten de sobredimensionar las fuerzas del cambio. Ese poder capitalista ha
mostrado una enorme capacidad para neutralizar y cooptar nuestros esfuerzos
transformadores y hoy desarrolla acciones económicas y políticas de todo tipo
para debilitar nuestras fuerzas y retomar el control de los gobiernos.
Se puede decir que hubo precipitación. Se idealizó la fuerza
electoral y el poder de los gobiernos; se limitó la acción al campo de la gestión
del “Estado heredado”. Se sobre-estimó el poder de las leyes (Constituyentes) y
se debilitó –de forma sistemática– la fuerza organizativa de los pueblos y de
los trabajadores que delegaron en sus gobernantes la capacidad de transformar
la realidad existente. No se tuvo en cuenta que esa realidad está determinada
por el poder del gran capital, que actúa no sólo desde el aparato estatal sino
también (¡y de qué manera!), desde el terreno de las relaciones sociales,
económicas y culturales. Es una acción molecular, cotidiana y permanente.
Logramos acceder temporal y parcialmente a una parte del
aparato estatal; creímos ingenuamente que esa era la totalidad del “Poder”;
idealizamos una parte de la “cosa” (Estado). Pero el verdadero Poder no logró
ser afectado. El poder financiero,
que pasa por encima y subordina nuestras instituciones nacionales; el cultural, que se manifiesta en comercio
y consumo que es planificado y controlado desde ámbitos globales; y el mediático, el de los medios de
comunicación, que tiene centros de diseño y control en el mundo
híper-desarrollado, siempre estuvo en
manos de nuestros adversarios. La verdadera “cosa”, es mucho más que las
instituciones gubernamentales, e incluso, esas instituciones nunca fueron
transformadas por nosotros y jugaban siempre –desde lo profundo de las
relaciones de dominación– en nuestra contra.
Claro, no se desconoce que se hizo el intento y eso está
bien. Algo muy similar a otras tentativas realizadas en el siglo pasado (XX) en
otras regiones y países (Rusia, China, etc.), y por ello, no se trata de
renegar de esos esfuerzos sino de aprender de ellos.
Lo que podemos concluir en una primera aproximación es que
“la cosa”, el poder hegemónico del gran capital, no es sólo el aparato de
Estado, es mucho más, es la relación de dominación que se concreta en cada uno
de nuestros actos vitales, en las “formas” del trabajo, del consumo, del
entretenimiento, de nuestras vidas. Es el poder micro-celular del capitalismo
que todo lo permea y utiliza a su favor. Sólo el surgimiento de nuevas
relaciones sociales como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas
(economías colaborativas) y la acción consciente de los humanos para
convertirlas en realidades efectivas y nuevas (gobiernos de los bienes
comunes), podrá –en un proceso largo y dispendioso– socavar ese poder,
debilitarlo y reemplazarlo, competir con él y quitarle espacio, en una lucha de
movimientos y posiciones. Ello implica una acción político-cultural de gran
envergadura que debe desarrollarse en todos los ámbitos de la sociedad con una
visión y dinámica de “lucha post-capitalista”.
Esa conclusión no implica que entonces no debamos luchar por
“controlar” el aparato estatal. Hay que hacerlo pero tenemos que diseñar una
estrategia para utilizarlo en nuestro favor y no permitir que ese aparato nos controle a nosotros. Si
identificamos su naturaleza de clase, si ubicamos sus limitaciones, si
apreciamos las fisuras que pueden ser aprovechadas, podremos acertar en nuestra
acción gubernamental colocándola al servicio del fortalecimiento de las fuerzas
reales y organizadas de nuestros pueblos. De lo contrario, llevaremos agua al
molino equivocado. Del afán solo queda el cansancio.
Además de esta conclusión general es necesario precisar
otras falencias y errores cometidos en estos ejercicios de gobierno que han
contribuido con la acción de nuestros adversarios. Hay que cuidarse de no
colocar estos errores como el aspecto principal, ya que se puede constituir en
la base de una “ilusión estatista”, que siempre estará allí como tentación y
justificación para aquellas fuerzas y personas que –en esta fase de nuestras
luchas– se lucraron conscientemente de los ejercicios burocráticos (y hasta
corruptos) de nuestros gobiernos. Entre ellas están:
- El oportunismo político. Al no ser conscientes del
enorme reto que tenemos por delante, nada más y nada menos que derrotar al gran
capital financiero global, y al idealizar el aparato de gobierno para
sostenernos en esos espacios, nos deslizamos hacia prácticas oportunistas.
Aparecieron muchas formas de electorerismos demagógicos y no le hemos dicho la
verdad a nuestra gente. Hemos caído en todo tipo de alianzas electorales y politiqueras
dándole oportunidad a importantes sectores de la burguesía burocrática (y
emergente) para que infiltraran y descompusieran nuestras organizaciones tanto
sociales como políticas. Además, les hemos permitido acceder a importantes
cargos del Estado, corrompiendo nuestros gobiernos, desacreditando nuestros
esfuerzos y luchas, degradando miserablemente la acción política y, dándoles
oportunidad a nuestros enemigos de desprestigiar los procesos de cambio y las
causas revolucionarias y socialistas. Ha sido una verdadera tragedia y una desgracia
en donde la ética y la estética fueron dejadas totalmente de lado.
- Falta de planificación, ineficiencia y despilfarro.
Fruto de esa visión puramente electoralista y de la falta de confianza en las masas, malbaratamos importantes
recursos económicos que durante casi una década nuestros países obtuvieron por
el incremento de los precios del petróleo, gas y otras materias primas. Es
cierto que se financiaron importantes programas sociales y se ampliaron las
coberturas de servicios públicos (salud, educación, vivienda, etc.), pero sin
transformar su esencia capitalista y neoliberal. Pero lo más grave, se colocó
ese gasto social por encima de una estrategia de transformación y
fortalecimiento del aparato productivo que es la única forma de hacer
sostenible y permanente la inversión social y de empezar a construir autonomía
económica y soberanía política. Además, al no priorizar un verdadero proceso de
cambio en la matriz productiva (dependencia de la exportación de materias
primas), hubo –en casi todos los países– un manejo relajado y burocrático de
esos recursos que se constituyó en despilfarro, malos manejos y la constitución
de una nueva burguesía burocrática en el seno de los denominados “procesos de
cambio” que poco a poco se ha colocado al frente de los gobiernos, desvirtuando
lo avanzado y creando desazón y pesimismo.
- Liderazgos caudillistas y mesiánicos. La mayoría de
estos procesos se apoyaron en la acción –casi individual– de dirigentes
carismáticos (Chávez, Lula, Kirchner, Correa, Evo), no se construyeron
verdaderas organizaciones democráticas ni capacidad de control por parte de los
trabajadores, comunidades y ciudadanía en general. Así, a la sombra de esos
caudillos se treparon en el poder gubernamental todo tipo de personajes
nefastos y fuerzas sociales utilitaristas que con el ropaje “bolivariano”,
“ciudadano”, “progresista” o “socialista”, saquearon importantes recursos del
Estado o se posicionaron para construir proyectos políticos anti-democráticos
que por inercia cayeron en prácticas autoritarias y corruptas.
Se han presentado muchos más errores pero el fundamento de
todo es de tipo estratégico. Ha existido mucho afán, una idealización extrema
de lo que se puede hacer "desde arriba" y casi ninguna construcción
de una fuerza (movimiento, partido, organización colectiva) que nos permita
evaluar y corregir sobre la marcha. El movimiento social fue absolutamente
debilitado, ya sea mediante la cooptación burocrática o usando la represión
abierta. La precipitud y la improvisación ha sido la regla general.
Por ello, es mejor, ir despacio, quemar etapas necesarias,
apoyarnos en clases y sectores de clase que estén dispuestos, en el caso
colombiano, a continuar con los acuerdos de paz y a combatir la corrupción
político-administrativa, con sentido nacional y democrático. Es mejor dar pasos
certeros que lanzarnos a grandes saltos sin tener una garrocha fina y una
fuerza organizada y coherente para no estrellarnos en el intento.
Nota: Los otros 2
puntos los desarrollo en el siguiente artículo.
Todo el análisis es interesante. Me permito tomar el siguiente párrafo, por cuanto lo encuentro muy acertado:
ResponderEliminar"- Falta de planificación, ineficiencia y despilfarro. Fruto de esa visión puramente electoralista y de la falta de confianza en las masas, malbaratamos importantes recursos económicos que durante casi una década nuestros países obtuvieron por el incremento de los precios del petróleo, gas y otras materias primas. Es cierto que se financiaron importantes programas sociales y se ampliaron las coberturas de servicios públicos (salud, educación, vivienda, etc.), pero sin transformar su esencia capitalista y neoliberal. Pero lo más grave, se colocó ese gasto social por encima de una estrategia de transformación y fortalecimiento del aparato productivo que es la única forma de hacer sostenible y permanente la inversión social y de empezar a construir autonomía económica y soberanía política. Además, al no priorizar un verdadero proceso de cambio en la matriz productiva (dependencia de la exportación de materias primas), hubo –en casi todos los países– un manejo relajado y burocrático de esos recursos que se constituyó en despilfarro, malos manejos y la constitución de una nueva burguesía burocrática en el seno de los denominados “procesos de cambio” que poco a poco se ha colocado al frente de los gobiernos, desvirtuando lo avanzado y creando desazón y pesimismo."
Cuadra muy bien con lo ocurrido en Venezuela: la piratería ideológica de Chávez.¿Se puede conducir un proceso revolucionario socialista con la ideología aprendida en la Academia Militar y en la Escuela de Las Américas?