COLOMBIA: DE LA FISURA A LA
FRACTURA
Popayán, enero 3 de 2013
Se ha hecho visible una fisura al interior de las clases dominantes en
Colombia[1]. Constatar
ese hecho tiene un gran significado para nuestras luchas democráticas y
populares. No percibir, no aceptar o no dar importancia a esa situación, es
negativo para nuestro inmediato futuro.
La oligarquía latifundista y ganadera no coincide – en este instante –
con los análisis políticos y geopolíticos que hace la burguesía
transnacionalizada. Ese fenómeno no se presentaba desde la década de los años
60 del siglo XX, cuando la burguesía industrial encabezada por Carlos Lleras
Restrepo y Hernán Echavarría Olózaga impulsó una tímida reforma agraria.
Esa diferencia y posible fractura en el seno de las clases dominantes crea
condiciones para avanzar en la democratización del sistema político del país. Es
evidente que sin el empuje de los sectores democráticos y populares tal
rompimiento será intrascendente. Pero, esa “ayuda” debe hacerse garantizando
nuestra independencia y autonomía para lo que se necesita una consistente
claridad y una elaborada capacidad política.
Sabemos que la burguesía transnacionalizada sólo puede enfrentar al
latifundismo ganadero en el marco institucional existente. No va a avanzar
hacia una verdadera reforma agraria democrática pero sí está comprometida (y
presionada) con la devolución de las tierras a los desplazados y la reparación
moral de las víctimas Además, todos los
pasos que desarrolle para afectar intereses gran-latifundistas los hará forzada
por los sectores populares movilizados y en lucha. Ella sola no puede aunque
quisiera.
Desgraciadamente parece que las fuerzas democráticas y las de izquierda no
estuvieran maduras para manejar esa especie de alianza parcial contra el latifundismo ganadero. Da la impresión
que no fuéramos lo suficientemente conscientes del inmenso poder a nivel
económico, político e institucional que todavía detenta este sector de las
clases dominantes. Se requiere una visión política que sepa diseñar – en medio
de la lucha – una serie de etapas y períodos, jugando con claridad a las
alianzas de clases y sectores de clase, apuntando a despejar el camino para
construir una nueva hegemonía política.
En Colombia es indispensable derrotar el latifundismo ganadero que en
política se expresa como "ultraderecha" y oscurantismo sectario. Esa
sería una primera etapa. Y no hablamos de que su derrota sea económica, que
sólo podrá ser tarea de las fuerzas revolucionarias y verdaderamente
democráticas. Estamos hablando de su
derrota política, lo que significa empezar a liberar a la Nación de las
costumbres políticas construidas sobre la base del gamonalismo y del
clientelismo rampante.[2]
Es posible que por diversos factores como la dispersión y la debilidad
en que se encuentra el movimiento campesino y popular (fruto de décadas de
represión y persecución), no podamos derrotar plena e inmediatamente a la
oligarquía latifundista ganadera, es decir, tanto en lo político como en lo económico,
pero su sola derrota política (que sería la terminación del conflicto armado
mediante el logro de una “paz política”[3])
se constituye en un paso fundamental para despejar el camino hacia cambios
estructurales trascendentales.
Es evidente que más adelante – al igual que lo vienen haciendo los
pueblos de Latinoamérica – tendremos que ajustar cuentas con la burguesía
transnacionalizada. Y en ello la terminación del conflicto armado es un
paso de gran importancia.
El sólo hecho de que el pueblo colombiano se de cuenta por experiencia
propia – rápida y masivamente – que el problema de la guerra interna no es la
causa de los problemas que lo aquejan, crea condiciones para que los sectores
políticos democráticos y populares – si actúan con visión estratégica – puedan
avanzar a pasos agigantados en el próximo futuro.
Es importante aclarar que ello significa una alianza parcial con la
burguesía transnacionalizada, para hacer las reformas políticas que el país
requiere. Una alianza que en otros países no hubo necesidad de hacer porque algunas
de las burguesías latinoamericanas del siglo XX fueron capaces de realizar por
su cuenta las reformas políticas y económicas, entre ellas la agraria, debilitando
y muchas veces derrotando a las fuerzas retrógradas y cavernarias. En otros
países fue la revolución la que hizo la reforma agraria democrática derrotando
plenamente a las oligarquías latifundistas.
En Colombia tenemos la oportunidad de avanzar, así sea mínimamente. El
problema es que se quiere obtener "todo el paquete de una vez", sin
tener en cuenta la correlación de fuerzas y todo el entramado social y político
que se ha acumulado en las últimas décadas de nuestra existencia.
[1]
Ver: “2013: ¿Santos enfrentará al latifundismo ganadero?”: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=161737
[2] En
ese sentido es interesante analizar la experiencia del Cauca. Aquí la
oligarquía latifundista fue derrotada territorial y económicamente por el
movimiento indígena y campesino en los años 80s del siglo XX. Sin embargo, no
hemos podido derrotar políticamente a sus herederos (Iragorris, Valencias,
Salazares, etc.).
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