La “paz” de Colombia en el
nuevo escenario global
COLOMBIA FRENTE A LA MODERNIDAD “PREMODERNA”
Popayán, 4 de julio
de 2018
“La verdadera felicidad es
comprender”.
Colombia se debate después de las
elecciones entre el mandato de las “ciudadanías libres” de superar la falsa
polarización entre guerra y paz para enfrentar los problemas estructurales de la
Nación o continuar con la espiral de odio y venganza que amenaza con llevarnos
a nuevos ciclos de violencia política. Abordaremos ese dilema en este corto artículo.
Pensar que Santos quería
construir la paz en Colombia ha sido una grave equivocación. Los demócratas
colombianos no entendieron que su único objetivo era desmantelar a las Farc, o
sea, terminar ese conflicto armado sin comprometerse con cambios que
garantizaran la construcción de una paz sostenible. La clase social que él
representa (burguesía transnacional) y el gobierno estadounidense nunca se
propusieron crear condiciones para democratizar el país. No hay una sola señal de
que esa fuera su intención. Ni una sola.
En las últimas décadas sus poderosas
empresas han prosperado en Colombia y obtenido grandes ganancias. Su estrategia
ha convertido a esta “nación” en la tercera economía en crecimiento de América
Latina, después de Brasil y México. Por algo la aceptaron en la OCDE y la OTAN.
Por ello, necesitaban desmantelar un poder armado que no controlaban. No podían
permitir la existencia de una organización armada ilegal de carácter nacional,
con dirección centralizada y un poder de fuego real y creciente, que era un
estorbo para las nuevas inversiones proyectadas en territorios que requieren de
“cierta” tranquilidad para obtener resultados tangibles.
No obstante, sus políticos y estrategas
son conscientes que mientras exista el narcotráfico van a concurrir pequeñas
bandas mercenarias que se disputan el control del territorio y hasta se matan
entre ellas por ser la “policía rural” al servicio de los narcotraficantes de
turno. Igual sucede con la minería “ilegal” y otras economías criminales
(tráfico de armas, de personas, prostitución, pornografía, apuestas, extorsión,
microcrédito ilegal, etc.) que los imperios capitalistas promueven ante la
crisis sistémica de un modelo de desarrollo que ahora “prospera” en medio del caos
sistémico. Por más campañas que anuncien “guerras contra las drogas” y combates
al narcotráfico, su doble moral les permite alimentar a sus entidades
financieras con capitales generados en esos ámbitos ilegales, delictuosos y
sangrientos.
La nueva política de la burguesía
financiera global que impulsa Trump, Putín, Xi y otros gobernantes, es
reconstruir y fortalecer las economías de las “grandes naciones” (USA, UE,
Rusia, Japón, China) mientras promueven la inestabilidad en otras regiones del
mundo. Una especie de colonialismo más depredador y destructivo impacta el
planeta e impone un nuevo reordenamiento global. Les interesan territorios
estratégicos con abundantes materias primas y mercados cautivos, y con algunas
zonas idílicas de turismo “ecológico y cultural”. Poco a poco van estableciendo
nuevos guetos humanos y zonas de confort exclusivas y construyen muros para
detener las migraciones desbordadas y desatadas por ellos mismos en los países
saqueados y conducidos a la permanente inestabilidad política y económica.
Esa política agudiza los
conflictos geopolíticos entre las “naciones-potencia” pero son resueltas a alto
nivel entre ellos. Guerras económicas, informáticas, virtuales y digitales se
ponen a la orden del día. Por eso, hoy no necesitan organismos internacionales
como la ONU o la Corte Penal Internacional. Nuevas guerras más degradadas sumen
a nuestros pueblos y naciones en una inseguridad y un caos controlado desde las
metrópolis financieras (Siria, Libia, Irak, Afganistán, et al). Poco a poco la
humanidad es empujada por una minoría plutocrática a revivir regímenes
políticos y sociales “pre-modernos”, con nuevos tipos de esclavitud y de
servidumbre capitalista. Las democracias hoy solo son cascarones vacíos y
gobiernos autocráticos surgidos de regímenes nacionalistas o socialistas (comunistas)
ocupan en muchos países y regiones el papel de nuevos gestores y
administradores del gran capital.
En Colombia el conflicto armado
se puso al servicio de esa política y las relaciones pre-modernas
supervivientes del siglo XIX se han combinado e imbricado con esa “modernidad
premoderna” del siglo XXI. Nuestro país puede seguir en la dinámica de las
violencias inducidas e impuestas por intereses externos o intentar liberarse de
ese círculo vicioso que puede incluso ser utilizado para desestabilizar el
norte de Sudamérica y todo el Caribe, incluyendo a Venezuela y Cuba. Podemos
ser instrumentos de esa ajena tensión geopolítica o sobreponernos a nuestros
conflictos internos y diseñar nuestro propio camino.
Frente a esa situación las
fuerzas políticas que lograron representar a las “ciudadanías libres” en las
pasadas elecciones tendrán que escoger entre diluir sus acumulados políticos en
medio de las polarizaciones heredadas de la larga guerra degradada que hemos
sufrido, convirtiendo las instituciones como la Justicia Especial para la Paz
(JEP) en instrumentos de retaliación y de venganza mutua, eternizando la
espiral de odios y desquites, o buscar nuevos caminos de reconciliación que unifiquen
a la Nación y la potencien hacia un replanteamiento general de sus políticas en
la búsqueda de nuevos horizontes para las nuevas generaciones que no quieren
más de lo mismo.
Si no comprendemos las nuevas
realidades globales seguiremos idealizando nuestras pequeñas y miserables
rencillas creyéndonos el ombligo del mundo cuando no somos más que habitantes
de territorios marginales y marginados del desarrollo integral y del anhelado bienestar
humano.
E-mail: ferdorado@gmail.com
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