Las FARC, los “Terrepaz” y la complejidad del momento
actual…
AHORA EMPIEZA LO BUENO… ¡A CONSTRUIR DEMOCRACIA DE VERDAD!
Marzo 14 de 2016
“La realidad es siempre tan obstructiva”
Eric Ambler
Se viene la parte final de la terminación del conflicto
armado. El proceso de acuerdo entre el gobierno y la guerrilla de las FARC
entra en su fase más delicada. Se aproxima la toma de decisiones más importantes.
La desmovilización y la ubicación de los guerrilleros en proceso de
reintegración a la sociedad son parte sustancial del cese al fuego bilateral y
definitivo. Es, por tanto, el nudo
gordiano del fin de la guerra entre la insurgencia y el Estado.
En pocas semanas o tal vez días, empezarán a movilizarse
diversas comunidades en el Cauca para presionar al gobierno para impedir que
sus fincas, tierras y territorios, queden incluidas en las zonas de ubicación
que la guerrilla exige para garantizar su seguridad durante el proceso de desmovilización,
dejación de armas e integración a una vida pacífica. Será un pulso que tomará
por sorpresa, no sólo a la sociedad en general sino a los dirigentes de la
misma insurgencia.
El tema que trataré en este artículo es considerado “tabú”
entre algunos sectores de la “izquierda tradicional” y entre las organizaciones
sociales que tienen influencia social y política entre campesinos mestizos,
indígenas y afrodescendientes. Lo abordaré con una visión histórica general
pero a la vez, lo ubico en el departamento del Cauca, que es donde cuento con
la experiencia y el conocimiento directo del asunto.
En este escrito se hace visible y analiza el conflicto por
el territorio que –en forma callada pero profunda– se presenta entre las
comunidades rurales de ese departamento. Dicho conflicto se despliega tanto
entre diversos sectores, principalmente campesinos mestizos e indígenas, como
entre la población de diversas e importantes zonas frente a las FARC. El Cauca es
escenario de esa lucha, en donde los terratenientes del norte del Cauca, los
herederos de los antiguos latifundistas de Popayán, los enemigos del “proceso
la paz”, la misma guerrilla y las comunidades rurales y agrarias van a ser
protagonistas de primera mano.
La necesaria historia
para comprender la situación actual
Las guerrillas de las FARC a lo largo de la historia han vivido
tres fases de desarrollo que se configuran en tres áreas diferentes de
influencia territorial y tres clases de comportamiento frente a la población de
las regiones de relativo control insurgente. Las separamos así: 1. Fase de
gestación y nacimiento; 2. Fase de fundación y primera expansión; 3. Fase de
crecimiento acelerado y expansión territorial por todo el país.
La primera fase, su gestación y surgimiento, se origina
desde antes de la “violencia de los años 50s” del siglo pasado. En los
alrededores del Volcán del Huila (suroriente del Valle, nororiente del Cauca,
suroccidente del Tolima y noroccidente del Huila) confluyeron campesinos
mestizos de origen paisa desheredados y desplazados del Eje Cafetero con
indígenas pijaos y nasas. Más adelante llegan a esta región montañosa, huyendo
de la violencia pero en resistencia activa, dirigentes del movimiento campesino
de Sumapaz y gentes influidas por el movimiento obrero de los años 20s (PSR)
que tiene su expresión más visible en los “bolcheviques del Líbano”. Como todos
los estudios, relatos y escritos sobre el origen de las FARC lo reconocen, es su
zona de presencia histórica por excelencia. Allí existe una fuerte tradición de
lucha, resistencia y autonomía indígena y campesina.
Las FARC, al igual que el Partido Comunista en los años 30s
y 40s, tuvieron desencuentros con las comunidades nasas que iniciaron desde los
años 60s un proceso de reconstrucción de sus sociedades, culturas y autoridades
propias. Pero, es desde 1983, cuando se inició el proceso de expansión
acelerado de las FARC. Ya desde años atrás se acumulaba el conflicto que tuvo
su momento más dramático con la masacre de Los Tigres en donde fueron
asesinados varios comuneros a manos de la guerrilla[1].
Sin embargo, a pesar de los fuertes enfrentamientos, la guerrilla logró
mantenerse en la región apoyándose en la población más pobre que por diversos
motivos sobrevive apoyándose en los ingresos obtenidos de los cultivos de uso
ilícito.
Otra zona histórica con presencia de las FARC que tiene particularidades
especiales surgió de las colonizaciones paisas de población y guerrilleros liberales
de los años 47-48 que se ubicaron en Corinto, Caloto, Miranda y Toribío, en el
norte del Cauca y, también, en la región de Huisitó, municipio de El Tambo
(Cauca). Son regiones de presencia histórica de la guerrilla en donde cuentan
con bases de apoyo ligadas a la economía del narcotráfico.
La segunda fase se inicia desde 1964 y va hasta 1983. En
esta etapa de lucha los campesinos liberales gaitanistas que durante la
violencia “liberal-conservadora” mostraron mayor autonomía, que se habían ubicado
en las localidades de Marquetalia, Riochiquito, El Pato y Guayabero, son
obligados a convertirse en una guerrilla móvil ante la arremetida del ejército
oficial con la implementación del Plan LAZO. Así, se crean formalmente las FARC
y a lo largo de los siguientes años amplían su radio de acción hacia zonas de
colonización del Meta y Caquetá. Allí las FARC se relacionan básicamente con
colonos y empiezan a actuar como pequeños grupos más parecidos a una “policía
rural” que a un ejército popular. Consiguen mantener su dinámica de guerrilla
que expresa en lo fundamental la resistencia campesina como lo plantea su
programa agrario. Durante esta fase también logran establecer algunas bases de
apoyo en regiones como Urabá, Noreste Antioqueño y Bajo Cauca, el Magdalena
Medio y otras zonas en donde históricamente algunos sectores cercanos a la
guerrilla tenían influencia política.
A partir de 1983 viene la fase de expansión acelerada. El
auge y las campañas político militares del M19, el balance triunfalista de tipo
insurreccional que se hace del Paro Cívico Nacional de 1977 y otros factores de
similar tipo, convencen a la dirección de las FARC que existían condiciones
para iniciar un proceso de crecimiento en todo el país. A partir de allí la
naturaleza de las FARC cambia radicalmente. Se convierte en un ejército en
formación y desarrollo pero sin la capacidad ideológica y organizativa para
realizar un trabajo político consistente y cualificado con la población.
Utilizan el proceso de paz con el gobierno de Belisario Betancur para avanzar
en su propósito, implementando en la práctica la estrategia de la “combinación
de las formas de lucha”. Se aprueba la utilización generalizada del secuestro y
la extorsión como forma de presionar el pago de los “impuestos revolucionarios”
y se decide gravar con el “gramaje” a la cadena de producción de la base de
coca y cocaína, que estaba en pleno desarrollo en diversas regiones donde tenían
presencia.
En muchas regiones, para poder crecer, reclutar masivamente
a jóvenes campesinos, financiar sus arcas, abastecer sus tropas y armarse con
equipos modernos, se hacen acuerdos con narcotraficantes que a su sombra y bajo
su protección se convierten en poco tiempo en terratenientes –como ocurrió en
el Magdalena Medio–. Esta gente poco después se convierte en el principal
enemigo de las FARC por cuanto se cansan de pagar impuestos. Es así como se
alían con el ejército y constituyen los primeros núcleos de paramilitares con
la financiación del Cartel de Medellín y el apoyo político de la derecha
extrema de ese tiempo. Se inicia la llamada “guerra sucia” y los militantes
legales de la Unión Patriótica se convierten en las principales víctimas.
En esta fase las FARC se expanden en nuevos territorios llegando durante los años 90s a ser un verdadero ejército que logró, en determinadas regiones, pasar de una lucha móvil de guerrillas a desarrollar una guerra de movimientos. En esta etapa logran darle golpes contundentes a las fuerzas armadas oficiales en Nariño, Putumayo, Caquetá, Meta, Guaviare y Guainía. Estamos hablando de mediados de años 90s en donde la dirigencia de las FARC considera que han logrado un estado de equilibrio estratégico frente al Estado.
Sin embargo, ese rápido y fenomenal crecimiento y expansión
se hace –en lo fundamental–, sin el apoyo consciente y organizado de la
población. A donde llegan se comportan como un “ejército de ocupación”. En
algunas regiones se enfrentan con los terratenientes pero la mayoría de ellos ya
no habitan en el campo. Por ello, la confrontación se presenta con los campesinos
ricos y medios. Así, se van generando las condiciones para una guerra
territorial de aparatos armados entre la guerrilla y los grupos paramilitares,
que más que combates directos tiene como componente el control militar y
económico de la población con todos los problemas que ello implica.
Durante las últimas tres décadas, se presenta un fenómeno
socio-económico en las zonas controladas por las FARC, especialmente en
aquellas donde la economía del narcotráfico y más adelante, la minería ilegal,
progresan y se consolidan. La acumulación de capitales les permite a los campesinos
ricos de esas regiones invertir en ganadería, después en minería y más adelante
en propiedad raíz e inversiones financieras fuera de las zonas de colonización.
Se constituye así un sector de lo que es una “burguesía emergente”. Es la clase
social dominante en esas regiones, y son el principal soporte social –más estable–
de las actuales FARC.
Los campesinos pobres de esas regiones y los jornaleros de
la coca o “raspachines”, son sectores de clase subordinados y se “mueven” alrededor
de esos intereses. En las movilizaciones “campesinas” de 2013, en el marco del
paro agrario, cada campesino rico era el que financiaba la presencia y
participación de un número determinado de campesinos pobres pero principalmente
de jóvenes jornaleros o “raspachines”. La propuesta de las “zonas de reserva
campesina” tiene la intención de “rectificar” ese proceso real que genera la
evolución de la vida, pero todo apunta a que serán escenario de fortalecimiento
de esa burguesía emergente.
La expansión de
las FARC en el caso del Cauca
En la primera fase las FARC se localiza en pequeñas áreas
del nororiente del Cauca y de Huisitó, municipio de El Tambo. En la segunda,
avanzan principalmente hacia varios municipios de la cordillera occidental como
Argelia, Balboa, Patía, Morales y Suárez. Además, localizan un frente en la
Bota Caucana y organizan varios bloques móviles. En la tercera, avanzan hacia
los municipios de la Costa Pacífica como López de Micay, Timbiquí y Guapi, controlando
amplios territorios ricos en minería de oro y expandiendo la economía del
narcotráfico. Es la fase en donde también se explayan hacia la Costa Pacífica
nariñense y el piedemonte de la cordillera occidental de ese departamento.
Dado que en esas nuevas regiones no existía un trabajo
político consistente, las relaciones con la población nativa han sido
conflictivas. Al principio las comunidades campesinas los aceptaban para
combatir la delincuencia común y el abigeato. Pero, con el pasar del tiempo la
guerrilla se fue convirtiendo en un poder opresivo. Las juntas de acción
comunal y otras organizaciones campesinas perdieron su autonomía. En algunas zonas
imponían candidatos a Concejos Municipales, Asamblea Departamental y Alcaldías.
En otras, llegaban a acuerdos con politiqueros tradicionales para impedir el
fortalecimiento de movimientos campesinos y cívicos que mostraban autonomía y
manejo ético de los presupuestos municipales. Y claro, la confrontación –aunque
callada y soterrada–, se ha presentado a lo largo de los años.
En el municipio de Patía, en donde con la fuerza de su
trabajo político pero también del amedrentamiento de la población habían
logrado imponer por varios períodos alcaldes y mayorías en el Concejo, se pudo
evidenciar cómo en las últimas elecciones locales –ya con los diálogos y proceso
de paz en marcha–, la población tanto del municipio como de la cordillera
patiana (occidental), se resistió a las orientaciones, órdenes y presiones de
la guerrilla, y los resultados fueron adversos a la insurgencia. Es sólo una
muestra de lo que se empieza a vivir en otras regiones y zonas del Cauca.
La propuesta de los
“Terrepaz” y las “Zonas de Reserva Campesina” en el Cauca
La guerrilla de las FARC presentó en la mesa de la Habana en
el mes de noviembre de 2015 la propuesta de conformar hacia el futuro lo que
denominan Territorios Especiales para la Construcción de la Paz (“Terrepaz”).
Es el plan de lo que llaman “normalización territorial para la transformación
de las FARC-EP y su tránsito hacia convertirse en una organización abierta”[2].
Es indudable que para terminar la guerra es necesario organizar unas zonas en
donde los guerrilleros cuenten con seguridad y protección y no se reduzcan
–como quiere Uribe–, a unas “cárceles con cielo abierto” como las han
calificado los comandantes insurgentes.
Sin embargo, para que esos territorios no se conviertan en
zonas de escenario de conflicto con las comunidades, es necesario que la
población sea consultada, sin tener la presión armada de la guerrilla. Y allí
es donde se va a complicar el panorama. Debido al comportamiento impositivo,
autoritario y muchas veces violento y antidemocrático que han asumido las FARC
en su proceso acelerado de expansión territorial, han lastimado, atropellado y
vejado a amplios sectores de la población campesina que hoy se resiste a hacer
parte de las “Terrepaz” y de las “ZRC”.
En el caso del Cauca ya se han empezado a movilizar las
comunidades de algunos municipios del Macizo Colombiano, El Tambo, Patía,
Morales, Cajibío, y las comunidades indígenas del Norte del Cauca están alerta
y a la expectativa. El problema consiste en que si las organizaciones con
tradición de trabajo comunitario no reaccionan a tiempo y con claridad política,
van a ser unas supuestas organizaciones “campesinas” e “indígenas”, creadas por
fuerzas uribistas apoyadas por grandes empresarios, terratenientes y políticos
corruptos desde Popayán, Santander de Quilichao, Cali y Bogotá, las que aúpen, incentiven,
manejen y canalicen ese conflicto latente y en desarrollo.
Si las organizaciones sociales y partidos políticos que
apoyan el proceso de terminación negociada del conflicto armado y que tienen
influencia en el Cauca, con la colaboración del Gobernador, los alcaldes, el
gobierno nacional y la misma dirigencia insurgente, trabajan el tema con
sinceridad y franqueza, si la guerrilla reconoce sus errores y fallas en el
tratamiento de la población rural de diferentes regiones, si se impone la
madurez y el espíritu de reconciliación que se pregona, se pueden construir
acuerdos participativos y democráticos y, por tanto, se impedirá que los
enemigos de la paz se aprovechen de esta situación para agudizar conflictos y
“pescar en rio revuelto”.
Ojalá se actúe con la madurez y la sindéresis que se
requiere en un momento tan difícil y delicado como el que vive el país y la
región. Se podría decir que el “post-conflicto” ya es un hecho. Lo que podemos
concluir es que no habrá un verdadero desarrollo territorial en Colombia sin
que primero, se acuerde y se logre la terminación del conflicto armado y, segundo,
sin que la gente tenga posibilidades de construir democracia con base en la
autonomía de sus organizaciones.
La contradicción
entre “zonas de concentración” y los “Terrepaz”
En la propuesta planteada por las FARC existen elementos sustanciales
para construir unos acuerdos consensuados con las comunidades. En el punto
sobre “la naturaleza y criterios básicos para la conformación de los Terrepaz”
se afirma: “Los territorios especiales para la construcción de la paz,
constituyen el espacio social y geográfico para la transformación integral de
las FARC-EP en su dimensión territorial, en lo político, lo económico, lo
social y cultural, habitados por excombatientes, familiares y allegados, y los
ciudadanos vecinos del lugar, dentro del orden constitucional surgido del
proceso de diálogos y las formas de organización política y social que se
derivan del ejercicio de la democracia directa, autogestionaria y comunitaria,
a través de cabildos o asambleas populares”.
El problema es garantizar el ejercicio pleno de esa
democracia directa mientras la guerrilla esté armada y tenga la posibilidad de
ejercer presión real sobre la voluntad de las comunidades con base en ese poder
de coerción. Es la principal contradicción a resolver. Para la guerrilla lo
ideal es que todas las zonas en donde han tenido presencia sean a la vez las
áreas de concentración para la desmovilización y dejación de armas porque abandonar
algunas de esas regiones temporalmente sería una concesión inaceptable. Para
los enemigos de la paz, tal situación crearía condiciones para copar las áreas despejadas
con grupos paramilitares u otras fuerzas que están reactivando. Para el Estado
sería la “recuperación” del territorio con base sólo en la ocupación militar.
Para algunas comunidades que no están conformes con la presencia y el control
de las FARC, sería una “liberación”. He ahí la complejidad de la situación.
Por ello se requiere un acuerdo político entre las fuerzas
vivas de las regiones, que tengan conocimiento efectivo de la realidad y
voluntad de construir paz y convivencia. Con voluntad y claridad política…
¡todo se puede!
[1]
Más de cien muertos significó para las comunidades indígenas este
enfrentamiento, que incluyó hechos tan dramáticos
como la masacre de Los Tigres, el 3 febrero de 1981 en
el resguardo de La Aurora, municipio de Santander de Quilichao, en donde fueron
asesinados por el Sexto Frente de las FARC, siete indígenas acusados de
cuatreros y desertores, entre los que se encontraba el dirigente local José
María Ulcué, antiguo miembro del Partido Comunista y a quien se
responsabilizaba por la pérdida de influencia del Partido en la región. Después
han continuado los asesinatos y atropellos hasta años recientes. Ver: “Nuestra
vida ha sido nuestra lucha” – Resistencia y memoria en el Cauca Indígena. Informe
del Centro de Memoria Histórica. Director General: Gonzalo Sánchez Gómez
[2]
Propuesta quinta sobre el “Fin del Conflicto”, referida a la definición de Territorios
Especiales para la Construcción de la Paz (TERREPAZ). Rebelión 27 de noviembre
de 2015. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206143
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