Ante las
vacilaciones de la “izquierda santista” y las pretensiones oportunistas del
uribismo…
LLENAR DE CONTENIDO LA PROTESTA SOCIAL[1]
Popayán, 15 de enero
de 2016
Una vez la sociedad colombiana se ha sentido libre de la
violencia política –aún sin que se firmen los acuerdos en La Habana–, se
percibe en el ambiente el espíritu de la protesta. Era lo previsto y anhelado.
Varios temas están en el centro de la inconformidad ciudadana
y popular. El exiguo y arbitrario aumento del salario mínimo impuesto por el
gobierno y los empresarios. El anuncio de nuevos impuestos como el aumento del
IVA (Impuesto al Valor Agregado) y su imposición para productos de la canasta
familiar. La intención de aplicar gravámenes a los ingresos de los trabajadores
que devenguen por encima de 1,5 millones de pesos mensuales.
Además, la venta arbitraria e ilegal de la principal empresa
pública de generación de energía eléctrica –ISAGEN–, a un fondo de inversión
canadiense (realmente dominado por inversionistas estadounidenses), ha tocado
las fibras sociales de amplios sectores de la Nación, que encabezados por
partidos políticos de oposición denunciaron la inconveniencia de esa privatización
sin que el gobierno atendiera sus reclamos.
Pero existen muchos otros motivos de la visible
inconformidad y disposición a la protesta.
Entre ellos, el impacto de la inflación galopante, el alto costo de la
gasolina, la corrupción e ineficiencia en la prestación de los servicios de
salud, el arrasamiento de los recursos naturales a manos de los megaproyectos y
de la minería, los altos sueldos y prebendas de los congresistas, y sobre todo,
las gabelas y ventajas de todo tipo para los banqueros y para los grandes
emporios económicos que se enriquecen de una forma exagerada y visible, mientras
el grueso de la población no siente el progreso y bienestar que anuncia a
diario la administración de Santos.
El gobierno había logrado ocultar estos problemas debido a
que en años anteriores obtuvo significativos ingresos provenientes de la
exportación de materias primas como el petróleo y lograba canalizar algunos
recursos de la minería legal e ilegal y de la economía del narcotráfico.
Además, el tema de la paz y la terminación negociada del conflicto armado era
utilizado como argumento para llamar a la paciencia y a la comprensión de la
población para la acción gubernamental.
Sin embargo, hoy se respira otro aire. El tema económico ha
empezado a desplazar al de la terminación del conflicto armado. Diversos
colectivos de jóvenes desde diferentes ciudades han lanzado la consigna de
realizar un “paro cívico nacional” que se iniciaría con una gran movilización y
protesta nacional el día domingo 24 de enero de 2016.
Dicha convocatoria no está encabezada por organizaciones
sindicales o sociales reconocidas sino por personas sueltas que organizan
pequeños núcleos para promover, principalmente por las redes sociales, el
llamado a la protesta.
Las centrales obreras y las organizaciones de izquierda han
mostrado aprehensión y vacilación. Todavía no se han decidido a participar
oficialmente. El principal argumento de esas dudas está relacionado con el tema
del “proceso de paz”. Se plantea que el objetivo de la protesta es debilitar al
gobierno de Juan Manuel Santos, que prepara un plebiscito para refrendar los
acuerdos con las FARC.
De acuerdo a quienes así piensan, detrás de la convocatoria
al “paro nacional” estaría el expresidente Uribe, quien “pescaría en río
revuelto” para fortalecer su posición en contra de los acuerdos de La Habana. En
ese sentido, quienes participen de la protesta del 24 de enero serían “idiotas
útiles” y ayudarían –sin proponérselo–, al debilitamiento del “gobierno de la
paz” y al fortalecimiento de la “derecha guerrerista”.
En el fondo se revive la discusión de la pasada campaña
electoral. La mayoría de la izquierda llamó a votar por Santos para presionar y
garantizar la terminación del conflicto. Esa era –para ese momento– la posición
correcta. Pero, lo que ahora se demuestra, es que una buena parte de la
dirigencia de izquierda se ilusionó más allá de lo razonable con Santos.
Aunque afirmaran que éste era un político neoliberal
reconocido, las actuales vacilaciones o incluso la negativa de apoyar la protesta, muestra que llamaron a votar por Santos en medio de una enorme confusión. Se
empieza a notar que esa dirigencia izquierdista creía que Santos tenía una cierta
y verdadera voluntad “reformista” y “progresista”, y que iba a desarrollar un
proceso de democratización del país.
Hoy esa “izquierda santista” está descubriendo, con sorpresa,
que la voluntad “reformista” de Santos no pasa del papel. O sea, de los
acuerdos de La Habana. Que al donaire de
la paz, que al son de la ilusión progresista, el gobierno implementa – con la grosería
despótica de una tecnocracia arrogante–, la segunda fase de neoliberalismo, más
agresiva y entreguista que la implementada a partir de 1991, con la misma
promesa y quimera de la “apertura democrática”.
Eso explica sus temores frente a la protesta. Se pega
compulsivamente de la ilusión “progresista” y “reformista”, mientras le deja el
campo abierto y despejado al “uribismo”, que oportunistamente pretende
canalizar la inconformidad en contra del proceso de paz. Sin embargo, la
realidad muestra que el “uribismo” no puede ir más allá en esa lucha ya que el
contenido mismo de la protesta lo desenmascara frente a su pasado inmediato de entrega
de la nación al capital extranjero y de arrasamiento general de los bienes
públicos y de los derechos sociales.
Lo que estamos presenciando no es coyuntural. Los indignados
colombianos están poniendo a prueba –como lo hicieron en los países árabes y en
España–, a la sociedad en su conjunto y dentro de ella, a la izquierda
tradicional. Es el inicio no sólo de una nueva fase de luchas sociales, principalmente
citadinas, sino el surgimiento de una “nueva izquierda”, más moderna pero más
radical, menos fundamentalista pero más conectada a las necesidades de la vida.
El año 2016 pareciera ser el año de la partición de aguas en
Colombia. La juventud y los “profesionales precariados” se liberan de esquemas
obsoletos e inician un nuevo camino. Hay que apoyarles con decisión y
entusiasmo.
Nota: el argumento
de la manipulación imperial que se usó para explicar –falsamente– el fenómeno
de la “primavera árabe” no se podrá aplicar en Colombia. Hoy el imperio juega
al lado de Santos para instrumentalizar la paz como lograron instrumentalizar la
guerra. Mal haría en socavar su propio proyecto.
[1]
Las reivindicaciones más mencionadas por los colectivos de jóvenes que convocan
a la protesta del 24 de enero son: 1. Por un digno aumento del salario mínimo;
2. No a la venta de ISAGEN; 3. No al aumento del IVA; 4. No al IVA para la canasta
familiar; 5. No más impuestos para los ingresos de trabajo; 6. Reducción del
precio de la gasolina; 7. Recorte del tamaño del congreso y reducción de los
sueldos de los parlamentarios; 8. No al aumento de las tarifas de los servicios
públicos.
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