Retomando las tareas
frente a la coyuntura electoral de 2018
LAS CONDICIONES HAN MADURADO…
Bogotá,
20 de febrero de 2017
“Estoy
seguro de que las condiciones están madurando. Pero yo no tomaré la iniciativa,
no voy a alimentar en nadie la sensación de que tengo avidez de poder político.
Si hacemos algo, será a mi pesar, y eso es lo más conveniente. Cuando hay tanto
ambicioso a punto de saltar, conviene que quien ama a esta tierra tenga que ser
obligado.”
William
Ospina
En Colombia de cara a
las elecciones de 2018 se configuran cuatro bloques políticos: a) Izquierda-liberal
“santista”; b) Centro-izquierda; c) Derecha-populista; d) Extrema
derecha-seudo-fascista.
Los principales temas
que han escogido para construir identidad son: a) Continuidad de la paz; b)
Anti-corrupción; c) Autoridad y obras de infraestructura; d) Lucha contra el
“castro-chavismo”.
Las personalidades y
candidatos que van ubicándose en cada bloque son: a) Humberto de La Calle
Lombana, Clara López, Piedad Córdoba, Iván Cepeda; b) Claudia López, Jorge
Enrique Robledo y Sergio Fajardo; c) Germán Vargas Lleras; d) Oscar Iván
Zuluaga y demás pre-candidatos “uribistas”.
Otros precandidatos que
“suenan” de los partidos de la U, liberal y conservador, como Juan Carlos
Pinzón, Roy Barreras, Armando Benedetti, Juan Manuel Galán, Aurelio Iragorri
(hijo), Martha Lucía Ramírez y Alejandro Ordoñez, no se han definido.
Las fuerzas políticas
que se van alinderando en cada bloque son: a) Partido Liberal; un sector de la
U, conservador y del Polo; PC, UP, PTC, Voces de Paz; b) Alianza Verde, Polo
“robledista”, Compromiso Ciudadano; c) Cambio Radical; d) Centro
Democrático.
Esos bloques van a
jugar como atractores para el resto de fuerzas políticas, incluyendo a Progresistas,
ASI, MAIS, otras agrupaciones y la organización política que creen las FARC y
el ELN (si su proceso de negociación avanza con prontitud).
Sin embargo, existe un
gran margen de opinión y de electores que –como se observó el 2 de octubre de
2016 en el plebiscito– son abstencionistas y/o indecisos, y no creen o no son
motivados por el régimen político o por las dinámicas electorales existentes.
Es decir, hay
condiciones para que un “nuevo movimiento” irrumpa en la política colombiana.
Es evidente que para incidir en la coyuntura actual –dada la cultura política
de nuestro país– tendría que apoyarse en un candidato “outsider” con características
especiales.
Esa situación se puede
observar con mayor nitidez si se analiza el contenido de los discursos y la
dinámica de los actuales bloques políticos. En verdad, son resultado de
precarias sumas de fracciones desgastadas, unión de divisiones residuales,
coaliciones que se forman por necesidades electorales. Nada que ver con verdaderos
proyectos basados en una coherencia política y en una narrativa común. Por
ello, no entusiasman al conjunto de la sociedad.
A pesar de los
esfuerzos individuales de Claudia López, que ha picado en punta con la consulta
anti-corrupción, no se perciben formas
nuevas de hacer política. El espíritu colectivo está ausente, no se aprecia una
visión estratégica, todo juega alrededor de individuos y candidatos, no se
construyen programas en forma incluyente. ¡Es más de lo mismo!
Hoy la forma es mucho más importante que
cualquier otro aspecto. Gustavo Petro encabezó el último experimento que logró
romper con algunos esquemas tradicionales pero no lo pudo consolidar desde la
Alcaldía de Bogotá. Al contrario, lo deterioró. Su margen de resistencia es muy
alto con respecto a otros candidatos bien posicionados. De allí que todavía no
sepa dónde ubicarse o que al final decida actuar en forma independiente. Está
atado al pasado.
Además, la propuesta de
“gobierno de transición” planteada por las FARC en el Teatro Colón durante la firma
definitiva de los acuerdos (24.11.2016), que incluiría a todas las fuerzas que
apoyaron el SI –que ha sido ratificada por diversas personalidades de izquierda–,
no sólo se ha visto mermada en sus posibles componentes sino que carga con la
imagen negativa de las FARC y el desgaste del gobierno Santos. Por tanto, no es
una alternativa confiable para derrotar a las derechas que –indudablemente– se
unificarán en la recta final de las elecciones.
Un “nuevo movimiento”
de ciudadanos del “común”, apoyándose en un candidato “outsider”, puede
oxigenar la actividad política en Colombia, colocando temas de fondo que tienen
que ver con la verdadera democratización del país y la construcción de una paz
social. Si no le alcanza, sea por un motivo u otro, dicho movimiento podrá
jugar como un importante refuerzo y estímulo para derrotar tanto al
“progresismo neoliberal” (santismo) como a los “populismos de derecha”
(uribo-varguismo) y desencadenar un proceso de moralización de la acción
política y de construcción de amplias ciudadanías activas y protagónicas,
empezando por la juventud.
Además, puede servir de
punto de apoyo para continuar con la construcción de un Nuevo Proyecto Político
que siga proponiendo y empujando las transformaciones estructurales que exige
el país y el mundo. Y claro, deberá jugar un papel de control social del nuevo
gobierno que se elija en 2018 (cualquiera que sea), estimulando la organización
social y popular “desde abajo” y visualizando
un “proceso constituyente de nuevo tipo” que sólo podrá ser impulsado por un
gobierno alternativo.
Todo es cuestión de
voluntad y decisión. Las condiciones están dadas.
Nota: Queda pendiente
el análisis de clase y sectores de clase, incluyendo otro tipo de antagonismos
heredados de la "colonialidad del poder" como lo étnico, racial, cultural,
género, regiones, etc.
Importante es que sean candidatos que defiendan el sentir humano y no vulneren los derechos del pueblo, para hacer de Colombia un Pais mejor con mejores oportunidades para todos
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