HAY QUE TORCERLE EL CUELLO A LA HISTORIA
Popayán, 5 de julio
de 2016
Colombia vive un momento muy
particular. Algunos protagonistas del
proceso constituyente de 1991 creen –porque así lo desean– que lo de 2016 va a
ser una nueva versión de ese instante. Acuerdo de paz, desmovilización,
reintegración a la vida política legal y aprobación de “nuevas” normas para el
post-conflicto. Y claro, el remate posterior con la aplicación del 2° paquete
neoliberal en un clima de reconciliación y convivencia pacífica. ¿Para qué más?
Sin embargo, la vida demuestra
que la historia no retrocede. 1991 no volverá a ser. La trampa imperial y
oligárquica que quiere instrumentalizar la paz para engañar una vez más, va a
ser derrotada. Claro, no totalmente. Lo será en otro terreno. Colombia parece
ir, políticamente, detrás de los demás países de América Latina pero –sin
saberlo– va adelante. Pero lo hace por una variante “no progresista” que
pareciera “un error”. Pero no hay tal, es una muestra de la “no-linealidad” de
la vida, del desarrollo desigual y combinado, de lo Real.
En 1991 parecía que les cogíamos
casi 10 años de ventaja a los demás países de América Latina. Se aprobaron amplios
derechos fundamentales. Se reconoció la plurinacionalidad, la multiculturalidad
y la diversidad étnica y regional. La descentralización política y la
democracia participativa estaban a la orden del día. Todo olía a futuro: “Bienvenidos
al futuro” fue la consigna del presidente César Gaviria. No obstante, 25 años
después estamos desilusionados. Los cambios constituyentes se quedaron en el
papel.
Para que se concreten los saltos
históricos se deben tocar las esencias, los nudos gordianos, los conflictos
determinantes de las sociedades. Si no se logra ese objetivo pareciera que volviéramos
atrás pero nunca es así. Lo que no se “tocó” antes, volverá a ser asumido pero de
una forma nueva. Lo que en el primer intento se dejó de hacer, vuelve a jugar y
encontrará una salida diferente. Es lo que enseñan las ciencias de la
complejidad.
Para entenderlo debemos echar una
mirada bien atrás en nuestra historia. Sólo si entendemos el núcleo de nuestro
carácter, el “síntoma” de nuestro conflicto no resuelto y somos conscientes de
él, podremos superarlo y empezar a construir la verdadera 1ª República. Sólo así
podremos pasar del reconocimiento falso –que es una primera fase del camino a
la verdad–, a la afirmación plena de nuestra realidad. Es el siguiente paso.
El problema de la propiedad
monopólica de la tierra ha sido calificado por casi todo el mundo como el
origen de nuestros conflictos armados. Pero detrás de ese problema existe un
conflicto mayor que está en el origen del “espíritu cortesano”. Es como una
especie de complejo de Edipo que vive Colombia surgido del rechazo al “padre” que
tiene el poder omnipotente de incluir o excluir de la familia a quien él desee.
Hasta el expresidente Uribe lo manifiesta inconscientemente en su obsesiva lucha
contra la oligarquía bogotana.
Los habitantes de Colombia
llevamos encima esa carga psicológica tan fuerte. Todavía no hemos superado el
trauma de la conquista española, el dolor de ser –en su mayoría– hijos e hijas
de mujeres indias y negras, violadas y violentadas por blancos europeos que
eran verdaderos bárbaros y criminales. En otros países de América Latina las
burguesías nacionales lograron dar –parcialmente– ese paso. En Colombia ha sido
imposible.
Ante tanta violencia, humillación
y dolor, la mayoría de la población tuvo que asumir la actitud del
“acomodamiento cortesano”, la aceptación obligada de la opresión y el
comportamiento ladino y oportunista. Pero al lado de ese sentimiento, se ha
mantenido en forma subterránea y profunda (inconsciente), un espíritu de
rebelión reprimida, un instinto libertario que está por allí escondido en nuestros
genes indios y negros, y que de cuando en vez, resurge mediante alzamientos
parciales y controlados. Dichas rebeliones siempre terminaron en armisticios (“procesos
de paz”) pero los acuerdos fueron desconocidos.
Sin embargo, ahora, en 2016, ha
llegado el momento en que la oligarquía colombiana –en su versión pérfida (Santos)
y en su versión frentera (Uribe) – va a ser finalmente derrotada. No por las
fuerzas populares directamente porque no existe unidad popular. La tarea va a
ser cumplida por una “burguesía emergente decente” que ya no tiene mayor
interés en conservar los dos elementos centrales por los que luchó toda su vida
la clase dominante: 1. El poder de excluir de la sociedad a las clases,
sectores de clase y grupos sociales que ellos consideran “inferiores”
(vagabundos, pobretones, indios, negros, mestizos rebeldes, mujeres liberadas,
librepensadores, comunidades LGTBI, trabajadores, etc.) y 2. El poder de
plasmar ese poder en propiedad territorial (tierras) que ha sido el símbolo
material de su hegemonía.
Hoy, por fin, se abre esa
posibilidad ante nuestros ojos. Esa “burguesía emergente decente” requiere del
apoyo estratégico de las fuerzas populares porque no puede romper en forma
beligerante y radical con sus progenitores. Tiene que hacerlo respetando lo que
ellos son en lo económico. Pero va a derrotar la ideología “señorial” y
“colonial” que es el componente esencial del actual régimen político falsamente
democrático. Y lo hará, apoyándose en el grueso de la sociedad que quiere pasar
la página de la guerra.
Por ello es tan clave que
alentemos a esa “burguesía emergente decente” a romper con sus pares de clase,
sin colocarle más condiciones que desarrollar un ambiente de participación
democrática. Sus líderes saben que el primer cáncer que hay que extirpar es la
“burguesía burocrática”, núcleo de la corrupción político-administrativa,
baluarte de todas las mafias incrustadas en el Estado. Ese paso debe ser dado
con “pulso quirúrgico”, sin otorgarle ninguna ventaja a los grupos armados que
se están reintegrando a la sociedad pero dándoles todas las garantías para que
lo hagan en forma plena y segura.
Si esa “burguesía emergente
decente” se ve rodeada por las mayorías sociales de nuestro país, el “síntoma”
lacaniano que llevamos dentro, el resentimiento, la vergüenza, el odio y el
rencor acumulado tendrá un canal de superación, y el pueblo colombiano podrá
avanzar –más adelante– hacia la conformación de una República Social, después
de reencontrar sus raíces, que deberá incluir el “gen” o raíz blanca-europea,
pero colocado a la par de igualdad con los demás componentes de nuestra esencia
racial y social.
Si queremos que a la vez se
derrote el neoliberalismo y se supere el capitalismo, no sólo no daremos ese
paso sino que podríamos sacrificar a quienes como Luis Carlos Galán Sarmiento
quisieron ir un poco más allá de lo que la oligarquía criminal podía permitir
en ese momento de nuestra historia. Allí está la clave de 1986-91. La
oligarquía asesinó a uno de sus hijos (L. C. Galán) y a diversos líderes que
representaban la rebelión popular (Pardo Leal, Jaramillo Ossa, Pizarro
León-Gómez) pero cooptó –a la fuerza– hacia la institucionalidad oficial a los
rebeldes que “entendieron el mensaje” y se acomodaron al régimen (M19).
Ahora, vamos a derrotar a la
“burguesía burocrática”, núcleo de la corrupción. Ese pequeño paso práctico (no
ideologizado ni presentado como una gran revolución) nos pondrá nuevamente a la
cabeza de la transformación democrática que los pueblos de América Latina no
han terminado de hacer. Pero será un paso muy importante para despejar el
camino. Nuestros vecinos también quisieron pasarlo por alto y la corrupción
político-administrativa les está pasando la factura. Las tareas hay que
hacerlas o se vuelven una carga.
Por ello el evento de 1991 no se
puede repetir. Hay que torcerle el cuello a la historia.
Estimado Fernando, Política y socialmente tienes toda la razón y esperemos que así y esa sea la respuesta tanto de la "burguesía emergente decente" como de las "mayorías sociales del País" por el bien de tod@s l@s connacionales, antes de que la avasalladora política Financiera se apodere del Estado como ya lo ha realizado en muchos países en diferentes continentes. Sin querer ser pesimista esa es la verdadera batalla que tendremos que librar si queremos medio conservar la dignidad humana ante los proyectados interesas de la banca internacional, reemplazar los gobiernos y someter y doblegar a toda la población humana a sus pies mediante el reemplazo del dinero efectivo circulante por el elecrónico digital. Por algo se retiró el Reino Unido de la UE, blindándose de lo que van a imponer ellos mismos al resto de la población!! Ojalá Nuestra querida America del Sur reaccione a tiempo y también se "blinde" y sea capaz de mantenerse a "flote" ante la brutal embestida que el sistema financiero tiene proyectado asestarle al Mundo entero!! Un Fraterno Abrazo! Y El Mejor de los Éxitos!!
ResponderEliminarAmigo Aurel..."la avasalladora política Financiera ya se apoderó del Estado", pero hace rato. Lo que planteo es que todavía no existe la fuerza suficiente para derrotar a la burguesía financiera - porque no hay unidad popular ni se ve a corto plazo -, y que debemos empezar por sacar del Estado a los corruptos político-administrativos, neutralizando a la burguesía financiera que es la que los utiliza. Si pudiéramos derrotar al Gran Capital Financiero estaríamos al borde de una revolución anti-capitalista y eso por ahora es imposible. Los trabajadores estamos dispersos, los campesinos e indígenas en su mayoría están engañados por los Samper, Serpas, Córdobas y demás, y las clases medias no son conscientes de su verdadero enemigo. Gracias por su comentario. Abrazo
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