LA “AFRICANIZACIÓN” DE COLOMBIA Y LA ILUSIÓN DE LA PAZ
Popayán, 9 de junio
de 2016
La malograda frase del presidente
Santos de comparar la región del Catatumbo con el llamado “Bronx” bogotano,
deja ver la incapacidad del Estado colombiano para controlar el territorio. La causa
no es otra que la refinada estrategia imperial que se viene aplicando en el
mundo. Se trata de convertir a los Estados de los países periféricos y naciones
ricas en materias primas en Estados “fallidos”, inestables, corruptos, militarizados,
encargados de mantener una democracia de papel especializada en controlar y reprimir
a la población. Y paralelamente, intervenir y explotar los mercados cautivos de
las grandes ciudades y otras áreas productivas como el turismo, la
biodiversidad y las tierras cultivables.
En América Latina han conseguido
avanzar en ese propósito en México, Colombia, Venezuela, Brasil y gran parte de
Centroamérica (Honduras, Salvador y Guatemala). El conflicto armado, la
economía del narcotráfico, el crimen organizado, la delincuencia común, la
corrupción político-administrativa y la conflictividad política, han sido los
instrumentos escogidos para lograrlo. Los Estados “fallidos” son cascarones de
burocracia sostenidos por una policía cada vez más militarizada como los ESMAD
y los ejércitos oficiales, paramilitares e ilegales.
En Colombia el Estado no controla
casi nada. Si en una ciudad como Bogotá prosperó a menos de 8 cuadras de la
casa presidencial, de la sede del Congreso de la República y del Palacio de
Justicia, un centro de delincuencia y descomposición social como el Bronx, que
hace parte de una zona más amplia que va desde la calle 26 hasta la 4ª y de las
carreras 13 a la 18, en donde prosperan toda clase de negocios de prostitución,
tráfico de drogas y crimen… ¿qué se podrá decir de otras regiones en donde los
grupos armados ilegales imponen su ley?
El Estado colombiano es fallido. Depende
de la economía del narcotráfico y otras economías ilegales para mantener su “estabilidad”
económica. La oligarquía y el imperio saben que si acaban con esas economías no
sólo van a tener problemas macro-económicos sino que las decenas de miles de
familias que dependen de esas actividades se van a convertir en una carga y en
un problema incontrolable. Los negocios que se mueven en torno a la siembra de coca,
procesamiento de cocaína, transporte, producción y comercialización de insumos
como gasolina, cemento, químicos, alimentos y otros productos que se llevan a
esas regiones para el consumo de la mano de obra, dejarían de mover los dineros
que genera e irriga esa economía ilícita. El Estado actual no está en
condiciones de asimilar el impacto negativo que ese hecho generaría en la
economía formal, el sector financiero y los ingresos del gobierno.
Pero además, toda esta situación
es planificada. En muchas regiones y zonas específicas existen verdaderos “Estados
paralelos” o de hecho, controlados por el Gran Capital. No importa que los
grupos armados ilegales que actúan en esas regiones sean de izquierda o de
derecha, guerrilleros o paramilitares, con discurso ideológico o con prácticas
delincuenciales, eso no es importante para los grandes inversionistas en
explotación de petróleo, carbón, oro, coltán, agro-negocios, mega-proyectos
energéticos, etc. Poco a poco, con sobornos, impuestos o “vacunas” y prebendas
de diverso tipo, los han convertido en
fuerzas armadas funcionales a sus intereses. El secuestro de la periodista Salud
Hernández en el Catatumbo sacó a relucir esa realidad que se trata de ocultar
pero que todos conocen.
En el Catatumbo al lado de los cultivos
de coca se extrae petróleo, se producen agro-combustibles y cultivos forestales,
se practica el contrabando con Venezuela, se “progresa”, en medio de alianzas
tácitas o no declaradas entre toda clase de grupos armados, a la vista y con el
consentimiento comprado de la “fuerza pública” de ambos países fronterizos de esa
enorme región. Pero esa realidad no sólo se presenta allí. Es una situación
generalizada. Igual o peores fenómenos se viven en Buenaventura, en amplias zonas
del Chocó, en la cordillera occidental y en la Costa Pacífica del Cauca y
Nariño, en el Urabá antioqueño, en el Putumayo y Caquetá, en diversas regiones
del Meta, Guaviare y demás zonas de los Llanos Orientales, y en numerosas y
conflictivas zonas de muchas ciudades colombianas.
El gobierno nacional, las
gobernaciones y alcaldías, las corporaciones ambientales, y en general todas
las instituciones han sido cooptadas y puestas al servicio del gran capital. Por
ejemplo, en el Cauca la corporación ambiental es subordinada y comprada por
Smurfit Kappa y por las empresas minero-energéticas. Todavía no es un proceso
total en el ámbito nacional pero está en marcha la segunda fase de ofensiva neoliberal
que profundizará ese proceso. La venta de Isagen, el desmantelamiento de
Ecopetrol, y la aprobación de la Ley Zidres, inauguran la aplicación de ese
segundo paquete neoliberal. El Estado fallido está al servicio de esa
estrategia. Es una especie de “balcanización” en cabeza de empresas
transnacionales, con la asimilación funcional de todos los actores armados, legales
e ilegales, que son un factor de desorden controlado, descomposición social y
caos a todo nivel. Podríamos decir que más que balcanización la palabra precisa
es la “africanización” de Colombia.
Como hemos dicho, no es un
fenómeno que suceda sólo en Colombia. Es una realidad mundial. Brasil lo siente
en sus selvas y en las favelas de las grandes urbes. Venezuela lo vive en las
ciudades con la corrupción, delincuencia y descomposición social. México ha
sido arrasado con la economía del narcotráfico y todo tipo de violencias. Y los
países petroleros del Norte de África y el Medio Oriente con las guerras de
intervención imperial.
Colombia se entusiasma con la
terminación del conflicto armado. Es bueno que una fuerza armada ilegal que
terminó siendo funcional a la estrategia imperial se salga de esa dinámica.
Pero no es bueno que bajemos la guardia y nos ilusionemos con lo que no va a
ocurrir. No va a haber ni una “simple paz”, ni una “paz imperfecta”, ni
siquiera una “paz precaria” o “perrata”. Será un nuevo tipo de guerra como la que
ya vivimos: una guerra contra el pueblo y la naturaleza. Una guerra no
reconocida, invisible, subterránea, manipulada y manejada por el gran capital.
El Estado fallido sólo es un distractor, una apariencia, un embeleco.
Llego a esta página por una casualidad, un conocido que creyó hacerle un servicio a la gente pensante, envió este enlace, y en realidad lo único que hizo fue propagar prejuicios e ideas erradas. Señor Dorado, todo conocedor de África, y yo entre ellos, le dirá que en África existen muchos países que viven en una situación mejor que la de Colombia (los ejemplos son numerosos Senegal, Cabo Verde, Tunez, Marruecos, Angola, Gabon Brazzaville, Nigeria, Namibia, Zambia, Tanzania, etc...), y que por lo tanto, por precisión y sensibilidad, el uso del término africanización es algo abyecto. Le invito a que viaje a ciertos países de África y descubra que en muchas regiones se vive mejor que en Colombia: la costa Caribe de Colombia está por ejemplo en peor situación que los países que he mencionado previamente. Además, África no es una masa compacta. ¿Le gustaría que le confundieran con un argentino o mexicano? África es un continente que incluye 54 países, lleno de diversidad y riquezas. Y finalmente, por qué no hablar de lo contrario: de la colombianización de África. Le recordaré que nuestro país es más viejo que la mayoría de los países africanos y, pese a los 200 años de existencia, seguimos siendo un estado fallido. Ellos tienen menos tiempo en ese estado de fracaso. Entonces, ¿No será que los países fracasados del continente africano (a los que se refiere sin mencionar) están están en realidad colombianizándose? Por favor, no mancillemos el nombre de África en vano.
ResponderEliminarVale Discenal Seo, abrazo!
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