El imperio ordena la política
en Colombia…
URIBE SE TREPA AL CARRO DE LA PAZ
Bogotá, 5 de mayo de
2015
“No ver la vida en movimiento nos lleva a
estar retrasados frente a lo que ocurre. Esa es la base del pesimismo y la
eterna queja”.
Introducción
Es un hecho: Santos y Uribe caminan
hacia la unidad estratégica. El acuerdo entre las dos fracciones de la
oligarquía (grandes latifundistas-burgueses agrarios y gran burguesía
trans-nacionalizada) va en el sentido de reforzar la “Paz” que ellos necesitan.
Pero además, le harán frente unidos a la situación económica y política, no
sólo en lo nacional sino también en lo regional e internacional. Uribe pondrá
unas condiciones, Santos otras, pero el acuerdo está cercano. Así lo ordenó el
imperio del Norte. Ante ese mandato “no hay tutía que valga”: La burguesía
cortesana y el latifundismo obsecuente tienen que hacer caso. “Donde manda
capitán no manda marinero”.
Tres elementos entraron en juego durante los últimos 15 días que contribuyeron
con la concreción de esa voluntad norteamericana: los 21 militares muertos en
el Cauca (usados por Uribe para arrinconar a Santos); los altos funcionarios de
Uribe condenados por la Corte Suprema de Justicia (usados desde la sombra por
Santos para arrinconar a Uribe); la enorme caída de la imagen de Santos y del
respaldo al proceso de Paz. Resultado: saldo a favor de Uribe.
¿Cómo compensar las fuerzas?
Santos rehabilita a Uribe diciendo – a través de Néstor H. Martínez – que “Uribe
es un patriota” y “que no es enemigo de la paz” (http://bit.ly/1DLntX6).
Todo apunta a que el gobierno de Santos va a aceptar los inamovibles de Uribe:
1. Cese de actividades bélicas por parte de las FARC (que ya es un hecho); 2.
Concentración de tropas con verificación; y 3. Aceptación de mínimos de
justicia, es decir, cárcel para los comandantes de la guerrilla.
Así, el proceso de Paz entrará en
una nueva crisis que será aprovechada por Uribe para arrinconar más a Santos y
subirse elegantemente al carro de la Paz. Santos acaba de mostrar – una vez más
– el cobre. Su pasado uribista es un ancla oscura y pesada que le impidió
avanzar con decisión hacia una paz plena y digna. La presión democrática en favor de la Paz debe
mantenerse pero ahora el énfasis debe recaer en denunciar los nexos de Uribe y
Santos, en sus intereses comunes y en la necesidad de la movilización contra
sus políticas neoliberales y antipopulares.
Lo determinante: La política estadounidense
En Panamá se oficializó la
política estadounidense de “distensión forzada” con el bloque de países latinoamericanos
encabezados por la ALAC, UNASUR, el ALBA y un conjunto de naciones que han
asumido una política propia frente al debilitamiento económico y político de
los EE.UU. Estos gobiernos, pueblos y países latinoamericanos intentan
construir soberanía política y autonomía económica apoyándose en las
inversiones rusas, chinas, iraníes, etc., y en el poder “sub-imperial” de
Brasil. Aprovechan la agudización de las contradicciones geo-estratégicas entre
los bloques económicos globales para consolidar su independencia e integración.
El gobierno de los EE.UU.
encabezado por Obama llegó a la conclusión – después de grandes aventuras y reveses
en Afganistán, Irak, Siria, Libia y Ucrania –, que en América Latina no existen
condiciones para realizar a corto plazo una intervención militar directa. Es
por ello que oficializaron un proceso de distensión con Cuba, acercamientos con
Venezuela, y acuerdos diplomáticos con Brasil para tratar de recuperar o
estabilizar relaciones económicas y políticas con la región, tomar aire y ganar
espacio, abriéndole campos y dinámicas a la Alianza del Pacífico. Así,
rediseñan su estrategia.
Obama tuvo que enfrentar a los
republicanos y convencerlos de que se trata de una pausa táctica pero es
evidente que no van a renunciar a desarrollar paralelamente sus prácticas subversivas
para desestabilizar las economías de aquellos países donde sus gobiernos no se
amolden a sus “sugerencias” (reales imposiciones). Tampoco desisten de la
infiltración, el saboteo político y mediático, la financiación de fuerzas
“democráticas” (derechas camufladas y vestidas de “ciudadanías neutrales”,
etc.), y tratarán de aprovechar las contradicciones entre intereses regionales
(Ej. Táchira y Zulia en Venezuela; Guayaquil en Ecuador; Santacruz de la Sierra
en Bolivia, etc.), intereses étnicos (indígenas, afros, mestizos), generacionales
u otro tipo de diferencias sociales para promover enfrentamientos y disturbios.
Ha sido su conducta reiterada.
De hecho ya lo hacen con
suficientes recursos tecnológicos y monetarios en Venezuela, Brasil, Argentina,
Bolivia y otros países, y están logrando importantes avances aprovechando las
vacilaciones y errores de los partidos y frentes políticos democráticos que
presionados por las burguesías locales y permeados por fenómenos de corrupción,
han permitido que las derechas retomen la iniciativa política mientras los
pueblos y los trabajadores entran en ciertas conductas cercanas al escepticismo
y la desmoralización política.
Esa nueva política imperial es
una de las causas de que en Colombia esté en pleno desarrollo un realineamiento
de las fuerzas políticas oligárquicas. Uribe y Santos están en trance de acercamiento
y unidad (http://bit.ly/1GVyl8n).
El caso colombiano
Colombia – así sea en medio de la
guerra – se ha convertido en un país de gran importancia económica y política para
la región. No sólo compite con Argentina por ser la tercera economía de América
Latina, después de Brasil y México, sino que desde el punto de vista político
lidera la Alianza del Pacífico, ocupa la secretaría de UNASUR, y hace cola ante
la OCDE para ser recibida dentro del club de las 34 naciones “con mejores
prácticas económicas”. Es decir, juega a dos bandas con la asesoría y la
dirección estadounidense.
La burguesía trans-nacionalizada
– encabezada por el actual presidente Juan Manuel Santos – se la jugó por la
negociación política con las FARC para lograr la terminación del conflicto. Son
inmensos los intereses de los inversionistas internacionales para apoderarse (“en
Paz”) de grandes territorios y enormes riquezas naturales, así como para
explotar el turismo, los mercados locales y la mano de obra. Necesitan una “paz
a su medida” para impulsar un “proceso democrático” que sirva para asimilar a
su legalidad y a la economía formal a la población de zonas marginales que es
controlada por la insurgencia y lograr un clima óptimo para la inversión
capitalista.
Ese “proceso de Paz” no pudo ser
concertado inicialmente con Uribe. El expresidente era presionado por los grandes
latifundistas, burgueses agrarios, poderosos mineros ilegales, mafias
narcotraficantes y militares corruptos que viven de la guerra. Por eso se opuso
a los diálogos desde un principio. Su temor consistía en que las fuerzas
democráticas pudieran romper los diques de ese “proceso democrático controlado”
y desarrollaran un fuerte movimiento que pudiera llevar al esclarecimiento de
la verdad histórica del conflicto armado. El peligro para Uribe era que dicho
movimiento terminara juzgándolo – a él y a sus cómplices – por los graves
crímenes cometidos durante el auge de la guerra paramilitar contra la
guerrilla.
Sin embargo son los intereses
transnacionales los que se imponen. El gobierno de Santos diseñó una estrategia
para distanciarse hábilmente de las cúpulas mafiosas y paramilitares y ha
utilizado el aparato judicial – desde la sombra –, para arrinconar a Uribe,
juzgando y llevando a la cárcel a casi toda la plana mayor de funcionarios de
la entraña uribista, lo que ha sido su carta para neutralizar al expresidente y
obligarlo a buscar acuerdos. Por eso, a medida que el lazo de la justicia se
acerca a su cuello, Uribe ha tenido que cambiar su comportamiento.
Por un lado, ha confeccionado
ataques a los diálogos de La Habana mediante saboteos y provocaciones orquestadas
desde el interior de las filas militares, y ha utilizado los graves errores de
las FARC para desprestigiar al gobierno y al proceso de Paz, lo que le ha
permitido mantener y aumentar su capital político. Pero al mismo tiempo, ha
presentado propuestas en favor de la salida negociada al conflicto, las cuales
se hicieron públicas al final de la campaña presidencial de su candidato
Zuluaga. De ser un absoluto opositor a los diálogos pasó – paulatinamente – a plantear
unos puntos inamovibles que son sus cartas de negociación para subirse al carro
de la Paz por la puerta delantera, con la posibilidad de convertirse en
copiloto.
El resultado de ese juego de
ajedrez no va a ser otro que la impunidad para Uribe, la rebaja de penas para
sus cómplices ya condenados, el tratamiento suave para los que van a regresar
del exilio y la impunidad para los altos mandos militares comprometidos con el
paramilitarismo y los crímenes de guerra. La ley de “punto final” con base en
un diseño especial de “justicia transicional” que incluya a los jefes
insurgentes, es lo que al final terminará por aprobarse en nombre del
patriotismo y de la democracia.
Pero en el fondo estos son los
elementos secundarios. Estos aspectos – aunque parezcan determinantes – son los
menos importantes para el gran capital. Esta recomposición entre “comadres” como
los calificó un analista (http://bit.ly/1FLYwiR),
es lo que tienen para despistar a la opinión pública. Lo más importante y
fundamental es impedir que las fuerzas democráticas colombianas – que en la
anterior campaña electoral crecieron al calor de la lucha por la Paz y
reivindicando la justicia social – no tengan ninguna posibilidad de crecimiento
y de triunfo político. No era posible para la oligarquía ofrecerle a los
demócratas y a la izquierda la cabeza de Uribe como premio a su insistencia por
la Paz y la Reconciliación.
Y a la par con esa preocupación
está la situación económica en declive, con un desplome del 40% de las
exportaciones, la caída de los precios del petróleo, el bajón en la inversión
extranjera y la crisis fiscal del Estado. Todo ello al juntarse, no le
permitirá al gobierno cumplir en lo más mínimo con sus promesas de inversión
social durante la etapa de los post-acuerdos (post-conflicto). Eso ya lo
estamos comprobando con la respuesta del gobierno al actual paro magisterial. El
tratamiento a los conflictos sociales que están represados va a ser la dilación,
la mentira, el engaño, y finalmente, la represión. Y para enfrentar esa
situación es indispensable que se unan las dos fracciones de la oligarquía. ¡El
palo no está para hacer cucharas!
Consecuencias para la izquierda
Al interior de la izquierda
surgió un debate – aún no resuelto – sobre naturaleza de las diferencias entre
Uribe y Santos. Para el MOIR (Robledo) “Santos es igual a Uribe”. Fue la razón
para llamar a votar en blanco en la 2ª vuelta presidencial de 2014. Según el
senador polista, no había diferencias entre ellos. Para Clara López y los
sectores llamados “progresistas” sí existían contradicciones. Santos es – según
ellos – respetuoso de la legalidad democrática se había distanciado de la mafia
paramilitar. Por ello creían que la contradicción entre Uribe y Santos era
irreconciliable y se hacían ilusiones con Santos sobre su voluntad de Paz y su
compromiso con la democracia formal (burguesa). Ambos sectores – según mi
opinión – tienen un enfoque unilateral.
Nuestra posición es diferente.
Uribe representa al latifundismo y a la gran burguesía agraria, profundamente
reaccionaria, anti-democrática y anti-comunista a morir. Por ello, no estaban
dispuestos a ceder en lo más mínimo frente a reivindicaciones sectoriales de
los campesinos y colonos de las zonas marginales del país. Además, están
obsesionados con las revoluciones democráticas de América Latina y sienten que
el “castro-chavismo” es el “comunismo del siglo XXI”. Para ellos la única vía es
el exterminio y la tierra arrasada. Son los “neo-conservadores” colombianos.
Están apoyados por los sectores más retrógrados de los republicanos
estadounidenses y por la ultra-derecha latinoamericana y española.
Santos – en cambio – representa a
la burguesía trans-nacionalizada, moderna, globalizada, que en otros países usa
la democracia formal (restringida en Colombia) para mantener la estabilidad y
la “paz” para poder explotar eficazmente a los trabajadores y someter a los
pueblos. En el caso colombiano esa gran burguesía siempre se sometió a los
mandatos de sus “mayores” latifundistas y grandes terratenientes y sólo hasta ahora,
intenta una nueva vía para superar una guerra que le estorba y que les impide
explotar con mayor eficiencia las riquezas de nuestro país y la mano de obra trabajadora.
Santos es taimado, no es frentero, posa de decente y legalista, aparenta ser
reformista y progresista, pero en verdad es frío, calculador y no vacila – al igual
que Uribe – en utilizar el crimen y la trampa para lograr sus intereses de
clase.
Finalmente la burguesía
trans-nacionalizada ha impuesto su punto de vista y sus intereses. No sin los
pataleos y forcejeos del latifundismo uribista. Obama intervino y el conflicto
intra-oligárquico va a ser superado.
La realidad va a obligar a los
dos sectores de la izquierda a replantear sus posiciones. El hecho es que quienes
apoyaron a “Santos contra Uribe” (entre los que me incluyo) se posicionaron
ante la opinión pública como verdaderos estadistas que antepusieron sus
intereses particulares en favor de la Nación y la Paz. Al empujar a Santos
hacia la firma de los acuerdos – además de ayudar a desenmascarar al mismo
Santos – también presionaron a Uribe. Las condenas a los ministros y ex-funcionarios
de Uribe, y demás verdades que se están conociendo, son en gran parte fruto de esa
actitud.
Para los sectores que votaron en
blanco – que no apoyaron a Santos – va a ser una especie de “teníamos la razón”.
Sin embargo, si no captan la vida “en movimiento”, tampoco podrán responder
correctamente a la nueva situación. Algunos de estos sectores colocarán el
énfasis en que es más importante condenar a Uribe que salir del conflicto
armado y así, podrán convertirse en aliados de los sectores guerreristas que
prefieren “seguir la guerra otros 100 años” a permitir que la sociedad perdone
a TODOS los que cometieron crímenes. De lado y lado.
Los primeros deben desechar sus
ilusiones en Santos. Los segundos, aprender a que las más mínimas fisuras son
aprovechables. Ambos tendrán que unificarse para presionar a las FARC y a
Santos-Uribe para firmar la terminación del conflicto armado y para profundizar
la lucha contra el modelo neoliberal. A la vez, para impedir que una falsa
“apertura democrática” – cocinada al calor del proceso de Paz – se convierta en
una trampa para engatusar al pueblo con veleidades oportunistas. Si ello se
logra, se aclara el camino.
Conclusiones y propuestas
La oligarquía y el imperio han
redefinido su estrategia. La “Paz” va, pero a su medida. Los acuerdos en las
cúpulas de las clases dominantes podrán acelerar la dinámica de los diálogos –
en medio de la guerra – y todo dependerá de la guerrilla. La mayoría de la
sociedad – derechizada por los últimos acontecimientos – apoyará al “nuevo dúo
dinámico” de la Paz y la insurgencia tendrá que evaluar entre asegurar lo ya
firmado o mantenerse en la vía armada.
Lo que ocurre entre Santos y
Uribe no es una vuelta a atrás. A pesar de que Uribe retomó la iniciativa
parcial por efecto de los errores de las FARC y las vacilaciones de Santos
(dejarse provocar en el terreno de operaciones y no depurar las fuerzas
militares de mandos uribistas), finalmente – debido a la presión que tiene
Uribe de la justicia – éste se va a trepar al carro de la Paz.
¿Qué le conviene al movimiento
democrático? Que se firme la Paz. Así sea limitada y programada en favor del
gran capital. Así se aprueben perdones y reconciliaciones de apariencia. Pero
lo que es bien cierto, y así no lo quieran reconocer las clases dominantes, ese
paso hacia la terminación del conflicto armado será un triunfo de los
demócratas y le abrirá un espacio inmenso a la organización y a la movilización
popular, que ya no tendrá encima el “sambenito” de ser acusada de estar
infiltrada por la guerrilla. No será un camino de rosas pero al menos nos
quitamos ese “karma” de encima.
Lo importante es también entender
que el principal escenario de la lucha cambió. El eje ha ido pasando de lo
rural a lo urbano, y de lo armado a la protesta civil y a la acción política
electoral. La protesta de los maestros – casi todos “profesionales precariados”
– es una muestra de las verdaderas movilizaciones populares del siglo XXI en
Colombia. Como lo fue la movilización estudiantil de 2011 y como lo fueron los
“cacerolazos” de solidaridad con el paro agrario en 2013. Desgraciadamente la
dirigencia de izquierda todavía los dirige y maneja con enfoques y criterios
del siglo XX, o sea, con una visión “estatista”, sectorial, reivindicativa y
estrecha[1].
Lo inmediato es desarrollar una
estrategia política que combine la participación electoral (la defensa de los
avances sociales en el caso de Bogotá) con la construcción de procesos
ciudadanos y comunitarios que vayan más allá de lo electoral. Conformar
espacios participativos en los barrios y localidades, con espíritu unitario, en
donde las fuerzas democráticas (independientes, alternativas, progresistas y de
izquierda) tanto de carácter social como político profundicen en el esfuerzo de
crear nuevas formas de democracia – “desde abajo” – directa, deliberativa,
social, ciudadana, comunitaria y popular.
Es claro que en esa dinámica
tienen cabida los revolucionarios socialistas, comunistas, libertarios y aún,
anarquistas, que quieran integrarse al “movimiento democrático” para contribuir
desde las bases a construir esas nuevas formas de democracia. Para ello tenemos
que trabajar con los dos pies, uno puesto en lo institucional y el otro, en la
organización popular. En un espacio con visión de gobierno, en el otro con
concepción de Poder.
Muchas personas y sectores
políticos no ven los acercamientos y niegan la posibilidad de la unidad táctica
y estratégica entre Uribe y Santos. He allí el detalle de no entender la
dinámica de la vida en permanente movimiento. Realmente… ¡Nunca hay vuelta a
atrás!
[1] La lucha de los
“profesionales de la educación”, en la que deberían estar involucrados
todos los profesores, del sector estatal
y privado, universitarios y de educación primaria y secundaria, hace parte de
las luchas del “nuevo proletariado”, de los “profesionales precariados”, y
deben contar con una orientación más política, que involucre al conjunto de la
sociedad, que plantee por encima de todo el debate sobre la naturaleza y la calidad de la educación.
Como lo intentaron hacer los estudiantes universitarios en 2011, aunque esa
lucha también quedó a mitad de camino.
VEA EN EL BLOG DE DEMOCRACIA DIRECTA: CONVOCATORIA DEL MOVIMIENTO POLITICO DE LA DEMOCRACIA DIRECTA
ResponderEliminarhttp://movpoldem.blogspot.com/2015/05/convocatoria-del-movimiento-politico-de.html