Pancarta de comunidades de barrios del norte de Popayán (Cauca-Colombia) |
NO QUEREMOS MÁS LIMOSNAS… ¡QUEREMOS TRABAJAR!
Popayán, 28 de julio
de 2020
“Si aceptamos que el concepto de “trabajar”
es sólo ganarnos el sustento diario, significa que ya estamos perdidos”
Anónimo
Comparto dos notas relacionadas
con el momento actual que vive el mundo y la necesidad de romper esquemas y
conductas que nos involucran en discusiones “teoricistas” y “bizantinas” e
impiden el diálogo abierto y franco que nos debe llevar a la acción práctica y
conjunta. A veces, en medio de la acción colectiva, van surgiendo nuevas pistas…
Tensión y división
Todo el mundo está demasiado
tenso como para escuchar al otro...
Unos, no creen que exista el
coronavirus.
Otros, lo aceptan pero se dividen
en dos bandos:
Los que creen que es fabricado
por el ser humano y los que piensan que es obra de la naturaleza.
Los primeros, se dividen entre
los que piensan que fue obra de Bill Gates, de los chinos, del ejército estadounidense,
etc.
Los segundos, se diferencian
entre los que piensan que es una pandemia más y los que creen que es obra del
desequilibrio eco-social causado por el capitalismo depredador de la naturaleza
Unos más, se dividen de acuerdo
al remedio o la “cura” que proponen (remedios caseros, Ivermectina,
Remdesivirm, Interferón, Hidroxicloroquina, Dióxido de Cloro, etc.)
Otros más, se dividen entre
quienes creen que puede haber vacuna y los que lo ven improbable o imposible (“no
existen verdaderas vacunas contra la gripe, VIH, y como el virus muta, la
inmunidad es relativa”, afirman estos últimos basados en informes científicos).
La tensión crece mientras cada
gobierno financia a sus propias empresas (privadas o estatales) para ganar la
carrera contra el SARS-CoV-2, sin que la ONU o la OMS puedan hacer nada para
impulsar acciones conjuntas y colectivas para fabricar una verdadera vacuna o
algún medicamento efectivo.
Y en lo político sí que es
cierto. En la mayoría de países crece la tensión, nadie escucha al otro; o eres
“trumpista” o eres “anti”; o eres “uribista” o eres “anti”. No hay término
medio.
No obstante, hay que construir
puentes para que el interés general y el bien colectivo pueda encontrar un
clima de diálogo tranquilo y serio, y las grandes mayorías puedan decidir con
conocimiento y sabiduría.
Es evidente que en un ambiente
tenso y enrarecido... ¡nunca llegará esa “luz”! Seguiremos por las mismas... ¡en
la oscuridad y el caos...!
El asistencialismo paternalista y nuestras izquierdas
El actual capitalismo “senil”
utiliza el asistencialismo paternalista para domesticar a las mayorías
populares en los países dependientes que viven de la simple exportación de
materias primas. Y tal parece, en otros países en donde el desempleo
estructural se va convirtiendo en una constante para millones de personas,
dicha política ha empezado a aplicarse.
Inventan programas denominados “transferencias
focalizadas en dinero o en servicios” (bonos, subsidios, auxilios) para asistir
a la población “vulnerable” que vive en la informalidad absoluta, sin que esos
recursos sirvan para crear fuentes de trabajo que dignifiquen a las personas y
ayuden a convertirlas en sujetos creativos y pensantes.
Nos calman el hambre para que nos
conformemos con ser vendedores ambulantes o mototaxistas u otros “oficios”
fácilmente reemplazables y “desechables”, realizando trabajos que no dignifican
la vida sino que nos llevan al límite de la indigencia y la desesperación.
Y lo más grave es que existen
algunas izquierdas que “copian” esa estrategia creyendo que eso es “socialismo”
o “progresismo”.
Por esa razón es que esas “izquierdas” nunca han cuestionado al capitalismo, nunca se han propuesto
transformaciones radicales, solo plantean “pequeñísimas reformas”, “paños de
agua tibia”, “lo políticamente correcto”, “lo posible”.
Hay que recordar que Uribe en
Colombia fue uno de los primeros gobernantes que se le salió del redil al Banco
Mundial y que aprovechó los altos precios del petróleo de la primera década del
siglo XXI para “universalizar” los subsidios cuando creó “familias en acción” y
los “guardabosques”.
Luego, la izquierda
latinoamericana le copió, y presentó esa política como propia.
Hoy frente a la pandemia Covid-19
y a la crisis económica (hambruna, desempleo, quiebra de pequeñas y medianas
empresas) se plantea la propuesta de la “renta básica” pero –pareciera– se concibe
dentro de esa concepción paternalista y asistencialista.
Es interesante recordar que el
presidente Roosevelt planteó la política del “New Deal”
(1933) frente a las consecuencias de la crisis económica de 1929, pero lo hizo
con una visión y práctica muy diferente a la que hoy se propone. Así no fuera revolucionaria era realmente "progresista".
Esos inmensos recursos invertidos
por el Estado se canalizaron hacia formas de trabajo concreto y no a limosnería
y promoción de la indigencia. Se pagaron durante varios años salarios dignos a
4 millones de trabajadores para reforestar y recuperar el sector agropecuario,
y se aprobaron subsidios para fortalecer procesos productivos sin que fueran
administrados por la banca privada.
Es por ello que debemos
plantearnos de nuevo el debate frente a los subsidios. Ya Alberto
Acosta y John Cajas Guijarro en Ecuador habían planteado la discusión pero,
creo que se quedó corta.
Y además, es necesario reafirmar
que es totalmente justificado que cuestionemos a quienes a nombre del
socialismo o del progresismo terminan haciendo lo que promueven los “neoliberales
recalcitrantes”, que con el argumento de la “reactivación económica” aprueban “paquetes
de ayuda a los pobres” que solo sirven para alentar un supuesto y artificial consumo
y cuyos recursos vuelven –vía pública o privada– a las arcas de las
instituciones financieras.
Lo que debe quedar más claro todavía es que es necesario y urgente recuperar nuestra perspectiva anticapitalista y postcapitalista para orientar las luchas que se avizoran en el inmediato futuro.
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