La Covid-19, la medicina patriarcal-capitalista
y el remedio ancestral
Popayán, 23 de julio
de 2020
La aparición y el impacto del
coronavirus SARS-CoV-2 en la vida de los humanos del siglo XXI, ha mostrado la
fragilidad del cuerpo individual de los homos
sapiens y la precariedad y debilidad de toda nuestra sociedad como cuerpo
social.
Esta pandemia no solo ha
permitido que salgan a relucir todos los males de la humanidad en el terreno
económico, social, político y cultural, sino que ha desnudado realidades
insospechadas en la práctica de la medicina, de los llamados sistemas de salud
(tanto públicos como privados) y de las industrias farmacéuticas que enriquecen
a unos pocos a costa de la ignorancia y el sufrimiento humano.
Es increíble lo ocurrido con este
coronavirus. Los científicos todavía no han logrado conocerlo plenamente dejando
ver que un “organismo” que parece tan simple, al interactuar con los fluidos
humanos (mucosas) se transforma en algo amenazador y letal. Y entonces, tanto
los remedios, curas milagrosas, prácticas preventivas y el tema de la
fabricación de la vacuna se convierte en otro terreno de especulación y de
promoción del miedo.
Y en medio de ese pandemónium de
desinformación e histeria inducida por los medios de comunicación, aparece el
tema de la medicina tradicional, ancestral o indígena (sea china, hindú,
amerindia, negra-africana u otras) como un referente a tener en cuenta.
La medicina tradicional o
ancestral concibe y practica las artes y
las ciencias de la energía que está concentrada al interior de las plantas.
Es todo un conocimiento extraordinario que está en proceso de ser comprendido
por las más avanzadas ciencias de la actualidad.
En esa medicina “creo”, o sea, la
considero válida y efectiva. Esa medicina está relacionada con la acupuntura y
otras prácticas “secretas” que pertenecían a las comunidades ancestrales que
tenían un carácter comunitario, y solo pueden ser aplicadas con el compromiso
consciente (¡súper-consciente!) de la persona o la comunidad que es tratada de
cierto “mal” o enfermedad.
Y por ello “no creo” en la
medicina y rituales de todas clases que promueven abiertamente una gran
cantidad de charlatanes y estafadores que hablan de las “plantas sagradas” y,
en verdad, no las usan como sagradas. Realizan “rituales” para engatusar a
despistados e impresionar a “creyentes” que participan de una serie de
prácticas que nada tienen que ver con la medicina tradicional que es una
verdadera ciencia (no reconocida por la academia occidental no lineal).
La verdadera medicina tradicional
no puede ser divulgada abiertamente ni se puede convertir en un “estándar” o en
una “moda”, y menos, en una fórmula. Es algo tan delicado y peligroso que los que
saben, la catalogan como el “remedio” que está en el límite entre la vida y la
muerte. Y el “paciente” realmente es el que se cura, se “auto-cura”, restituye
el equilibrio perdido.
El curandero, las plantas, la
respiración, las agujas, los cuarzos, los “humitos”, etc., etc., solo son
elementos complementarios para canalizar la ENERGÍA, hacia afuera o hacia
adentro. Esos elementos son necesarios para quien no tiene el suficiente poder mental.
El papel central lo cumple el “paciente” (que nunca puede ser individual) y es
algo realmente “sagrado” y, por tanto, riesgoso y mortal.
No se puede jugar con dicha
medicina como hacen algunos charlatanes que se disfrazan de “chamanes” y de “médicos
tradicionales” para descrestar incautos y hacerse una fama inmerecida, que los
verdaderos médicos-sabios nunca buscan porque sin “ética espiritual” ese “remedio”
no le funciona a quien lo practica (sea médico tradicional o “paciente”).
Esa medicina, repito, está en los
límites entre la vida y la muerte, que es el lugar desde donde surge y se
potencia la energía curadora y restauradora. ¡Para estas épocas esta ciencia
ancestral es muy valiosa! Pero nada tiene que ver con teorías “mítico-animistas”,
o con religiones de la “Nueva Era”, o con esoterismos conspiranoicos, y menos,
con espiritualidades que separan al individuo de la sociedad.
Nada que ver. Es ciencia
ancestral, muy materialista, que las ciencias de la complejidad han empezado a
desentrañar y entender. Son conocimientos con un total sentido práctico.
Lo que vienen descubriendo las ciencias
de la complejidad no lineal y las neurociencias es que el desequilibrio mental
(emocional, psicológico, etc.) está en la base de toda enfermedad (incluso,
detrás de lo que llamamos “accidentes”).
La medicina tradicional de
carácter comunitario abordaba y trataba ese problema, y no giraba alrededor de
tratar los “síntomas” (lo que nosotros llamamos enfermedades o afectación de un
órgano, un sistema, etc.). Es posible que los médicos tradicionales no fueran
conscientes del “poder” de su medicina. Ellos no querían “curar” al individuo sino
establecer el equilibrio y la armonía comunitaria que era la verdadera
enfermedad. Sin embargo, hoy la ciencia empieza a comprender la importancia que
tiene “lo social”, “lo comunitario”, para la salud de los humanos. Los
rituales, yerbas, plantas, “humitos”, etc., etc., solo eran "formas"
de involucrar al individuo y a la comunidad en ese ejercicio para “restablecer
la unidad sanadora”.
Eran verdaderos procesos de “auto-curación”
basada en el poder de la mente (pensamientos, emociones, sentimientos, deseos, etc.).
Ahora, al ser "re-descubiertos" conducen hoy a los científicos por nuevos caminos
insospechados y perspectivas que cuestionan en su esencia a la medicina alopática
que trata a cada síntoma (“enfermedad”) por aparte, parcialmente, con mirada de
“especialistas”, perdiendo de vista la complejidad no solo del cuerpo humano
(que incluye la mente) sino la complejidad no lineal de las relaciones que
entabla el ser humano con sus semejantes y la naturaleza en general (cosmos,
energía universal, tierra, aire, fuego, agua, etc.).
No rechazo las medicinas
alopáticas, en algunos casos se hace necesario usar antibióticos
o una cirugía, por ejemplo. Pero, en la medida en que la verdadera enfermedad que nos ha “partido”,
“dividido”, “fracturado”, al convertirnos en individuos sin comunidad, sea
abordada con nuevas lógicas y prácticas salubristas y sociales, la medicina “curativa”
(alopática) tendrá menos espacio en nuestras vidas.
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