Uribe “preso”, los demócratas
colombianos y la asamblea constituyente
Popayán, 7 de agosto
de 2020
Inicio este artículo con un
comentario fuerte y polémico. Aclaro, no es un recurso para llamar la atención.
Corresponde a un sentimiento que vengo acumulando desde el mismo 4 de agosto
del presente año cuando la Corte Suprema de Justicia de Colombia emitió orden
de captura con detención domiciliaria contra el ex-presidente Álvaro Uribe
Vélez con cargos por fraude procesal y manipulación de testigos.
Es un hecho extraordinario en un
país acostumbrado a la impunidad de los “de arriba” que debe ser valorado en
toda su dimensión, sin exageraciones y falsas expectativas.
Me digo a mi mismo: Hay gente
ingenua que cree que la justicia colombiana va a condenar “de casualidad” a
Uribe al estilo como los gringos apresaron a Al Capone o como la oligarquía
peruana detuvo a Alberto Fujimori, que son casos totalmente diferentes que
muchos analistas utilizan como referentes. Anhelan que Uribe sea juzgado “de
chiripa”, por “los laditos”, algo así como en un “juego de suerte”. ¡Qué
ingenuidad! Juzgar de verdad a Uribe implica derrotar –de plano– a los EE.UU. y
a toda la casta dominante colombiana.
La orden de detención domiciliaria
La orden mencionada hace parte de
un proceso jurídico originado por el mismo Uribe cuando denunció al congresista
Iván Cepeda Castro de sobornar y manipular a testigos del caso de paramilitarismo
que compromete a su hermano Santiago y a la hacienda “Guacharacas” de propiedad
de la familia Uribe Vélez. Es una decisión preventiva (cautelar) dirigida a
evitar la interferencia del poder político y estatal del ex-mandatario (Duque
es su pupilo) en la siguiente fase de investigación y juicio que ha iniciado
ese organismo judicial con base en una amplia recopilación de pruebas
documentales y testimoniales.
Ese fallo es una acción similar a
la que se emitió contra Andrés Felipe Arias (alias “uribito”) por razones
similares con el argumento de que el acusado podría huir o influir en su favor en
el proceso. Entonces, hubo rechazo y frustración entre los sectores
democráticos del país, mientras ahora,
se ha desencadenado un total apoyo basado en la llamada separación de los
poderes y en la aspiración de que la “independencia de la justicia” se haga
realidad.
Ni Colombia ni la justicia son independientes
Es importante, por otro lado,
recordar que la historia de la justicia en Colombia ha sido bastante negativa,
por parcializada y subordinada al poder y al capital (como en todo el mundo). En
muy pocas ocasiones los órganos judiciales han sido independientes; prueba de
ello es que los autores intelectuales de los crímenes de lesa humanidad
cometidos a la sombra del Estado desde mediados del siglo XX, nunca han sido
enjuiciados ni condenados. Los llamados “perpetradores de alto nivel” jamás han
sido siquiera “tocados”.
Éste caso –el de Álvaro Uribe
Vélez– pareciera ser el primero de ese tipo, y ello explica las reacciones, totalmente
sobredimensionadas, desde mi punto de vista, tanto por quienes adversan la
decisión como por los que la apoyan.
En este sentido es necesario
insistir en que Colombia nunca ha sido un país autónomo e independiente.
Siempre un Imperio, sea el español o el inglés
y desde principios del siglo XX, el norteamericano, han determinado el
actuar de las llamadas “instituciones nacionales” y nada se ha hecho sin su aprobación.
Aun así, se ha creado el mito de la “democracia más estable de América Latina”.
Además, en la actual coyuntura
también es importante traer a la memoria que Álvaro Uribe Vélez tuvo el apoyo total
del gobierno de los EE.UU., de sus agencias de inteligencia y de numerosas
empresas transnacionales para ensangrentar a Colombia durante más de 3 décadas
(que fue continuidad de lo que se inició con el asesinato de Gaitán en 1948), con
la participación de la mayoría de la clase dominante de este país. Él fue la
cabeza de esa campaña criminal pero no actuó solo; fue una verdadera alianza mafiosa
transnacional la que se ensañó contra el pueblo colombiano y lo llevó a una
situación de absoluta indefensión y parálisis, aprovechando los graves errores políticos
cometidos por la insurgencia colombiana.
Por todo lo anterior, es claro
que el principal “capo” mafioso y paramilitar de Colombia (Uribe) tiene muchas
formas y herramientas para chantajear a todos sus cómplices y va a librarse de cualquier
condena en su contra. Y por ello, la batalla para lograr que sea procesado y
penado por sus crímenes implica mucho más que apoyar a unas precarias
instituciones “democráticas” y requiere desarrollar con consistencia un
movimiento social y político que comprenda y aborde la complejidad del asunto.
El derrotismo de los sectores democráticos y la situación actual
A los demócratas colombianos,
especialmente a los de las izquierdas, les quedó el complejo de culpa de haber perdido con Uribe una confrontación que
–en últimas– no decidía nada importante para el país como era la oficialización
de la entrega y desmovilización de las Farc sin modificar ni el modelo de
desarrollo dependiente y neoliberal y menos la estructura capitalista y
colonial del Estado colombiano.
Esas fuerzas políticas no han
evaluado a fondo las causas que llevaron a la derrota del “SI” en el referendo
de la “paz” de octubre de 2016. Por ello, a pesar de que amplios sectores
populares han mostrado en los últimos años un creciente distanciamiento de las
políticas impuestas por el gran capital, dichos sectores políticos no logran
entender la dinámica del momento.
Es indudable que tanto en el
terreno de lo político “real” (conciencia) como de lo “formal” (electoral), las
manifestaciones de rechazo a los partidos tradicionales y del establecimiento neoliberal
(incluyendo al uribismo) ha venido expresándose de muchas maneras.
En las elecciones presidenciales
de 2018 el uribismo tuvo que hacer grandes malabares para hacerse con la
presidencia “en cuerpo ajeno” y solo fue la división de las fuerzas
democráticas lo que permitió que Duque fuera elegido. Y en las elecciones
regionales y locales de octubre de 2019 esa tendencia se fortaleció.
Además, el llamado “paro nacional”
que se realizó entre el 25 de noviembre y el 20 de diciembre de ese mismo año
demostró esa inconformidad, fue una masiva protesta que contó con el apoyo y la
participación de amplios sectores sociales, especialmente de importantes niveles
de las clases medias de las grandes ciudades, entre las cuales se destacó la
movilización creativa y versátil de los trabajadores que identifico como “profesionales
precariados”.
El problema consiste en que tanto
los demócratas en general como los de las izquierdas, al diseñar toda su
estrategia política alrededor de lo electoral, se ven obligados a confiar y
fortalecer la supuesta institucionalidad democrática, y quedan entonces subordinados
a la fuerza de la tradición del capital y de la institucionalidad colonial que
sólo ha cambiado de nombre (¡ni siquiera de forma!). ¡Ahí pierden!
La propuesta uribista de una Asamblea Constituyente y cómo “cogerles la
caña”
En Colombia se dice “coger la
caña” a lo que en otras partes del mundo se denomina “tomar por verdad lo que
el otro dice”. “Coger por la palabra al contrario y colgarlo con ella”, decía
un teórico y político famoso cuando proponía hacer un ejercicio táctico como el
que propongo se debería realizar en esta coyuntura colombiana.
Pues bien, algunos sectores
uribistas desesperados por lo que está ocurriendo con la detención de Uribe y
con lo que avanza con la Jurisdicción Especial de Paz, han lanzado la propuesta
de convocar una Asamblea Constituyente con la tarea exclusiva de “reformar la
justicia”, a lo que le agregan su propuesta de “unificar y crear una sola Corte,
y de paso, acabar con la JEP”.
Pienso que las fuerzas
democráticas deben superar su derrotismo y creer en su propia fuerza. Sin
abandonar la presión sobre la Corte Suprema de Justicia y la estrategia
jurídica que ha encabezado el senador Iván Cepeda Castro, pienso que debe
evaluarse la posibilidad de aceptar el reto de la convocatoria de Asamblea Constituyente
planteado por el Centro Democrático (uribismo) pero proponerla con un sentido
amplio para abordar todos los temas importantes y trascendentales para el país,
el pueblo y los trabajadores.
Se trataría de abrir el panorama
político y constitucional para debatir los graves problemas que tiene la nación
en el terreno del modelo productivo dependiente y extractivista, el poder
omnipotente de la banca y el sistema financiero, el monopolio de la tierra y la
terrible depredación de nuestros recursos naturales, y demás problemas
estructurales acumulados a lo largo de 3 décadas de neoliberalismo y toda una historia
de economía y poder colonial-capitalista.
En forma resumida planteo lo que
podrían ser logros para nuestro pueblo y país si se impulsara una propuesta de
este tipo:
1. Aprender
a manejar tácticamente la convocatoria de ANC para posicionar temas que la
oligarquía colombiana y el imperio han logrado imponer como “prohibidos”. (No
importa tanto si en lo inmediato se concreta o no, todo depende de la correlación
de fuerzas).
2. Desmitificar
la Constitución de 1991, que se presenta como una “gran conquista democrática”
cuando en realidad tanto la casta dominante, las derechas recalcitrantes y los
EE.UU., la han utilizado para aplicar toda su política neoliberal.
3. Rescatar
la idea de impulsar un verdadero “Proceso Constituyente Desde Abajo” que se
venía construyendo y que en un momento de debilidad del candidato presidencial
de la Colombia Humana, Gustavo Petro, echó al traste por intereses electoreros
de ocasión.
4. Contribuir
a “DESURIBIZAR” la política colombiana que al girar alrededor de este personaje que se convirtió en un instrumento distractor en favor de los grandes poderes
oligárquicos e imperiales, lo que les ha servido para engañar al pueblo y a los
trabajadores, haciéndoles creer que el principal problema es el llamado
“conflicto armado” cuando éste fue resultado de una estrategia de mayor calado,
donde Uribe solo fue una ficha manipulable y manejable que –de alguna manera–
se les salió de las manos, pero que en ningún momento ha sido el factor
determinante.
Finalmente, es muy importante
concluir que debemos rechazar con todas nuestras fuerzas la idealización de las
llamadas instituciones democráticas, olvidando la historia y los intereses
imperiales y oligárquicos que siempre no sola han subordinado a esos organismos
judiciales sino que han violado las normas, leyes, Constituciones, y han
recurrido a la violencia y al crimen para impedir que el pueblo defina su
destino.
Y es necesario reiterar una verdad que es
fundamental en el momento actual: Todo lo que debilite la confianza, voluntad y
fuerza organizada del pueblo es ganancia para sus enemigos. ¿Confianza en la
justicia?
Estoy de acuerdo, casi en todo. Sigo teniendo temor por la ANC, yo no veo tan derrotados a los uribistas y tienen todo el poder económico para manipular las elecciones. Personalmente no tengo confianza en nuestra justicia. Tan solo a nivel de pequeñas Instituciones del Estado, campea la corrupción y jamás pasa nada....Cómo confiar??
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con la mayoría. Pero sigo pensando que la ANC, es un arma de doble filo. Yo no veo a los uribistas tan derrotados, y sobre todo, tienen en sus manos, el poder económico para manipular las elecciones. Tal vez, soy muy pesimista. Personalmente no confío en nuestra justicia.. porqué en las pequeñas instituciones del Estado hay tanta corrupción y nunca pasa nada???...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con la mayoría. Pero sigo pensando que la ANC, es un arma de doble filo. Yo no veo a los uribistas tan derrotados, y sobre todo, tienen en sus manos, el poder económico para manipular las elecciones. Tal vez, soy muy pesimista. Personalmente no confío en nuestra justicia.. porqué en las pequeñas instituciones del Estado hay tanta corrupción y nunca pasa nada???...
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