General Alberto Muller Rojas (qepd) y diputado Luis Tascón (qepd) |
Dicen que hay una dictadura
pero actúan como si no existiera…
¿EXISTE O NO UNA DICTADURA EN VENEZUELA?
Popayán, agosto 4 de
2017
“Usted está sentando en un nido de alacranes”.
Del General Alberto Müller Rojas a Hugo Rafael Chávez F.
Para quienes idealizan las luchas
de los pueblos, como las del pueblo venezolano (y latinoamericano), es muy
difícil comprender lo que ocurre en Venezuela. Las idealizaciones surgen –no de
la realidad– sino de esquemas ideológicos. Ello impide aceptar los hechos como
son y lleva a acomodar la realidad. Y mientras esté el esquema, la idealización
también. Así, el aislamiento de la realidad llega a extremos increíbles.
El siguiente texto parte de una
caracterización que hicimos desde hace varios años. La denominamos “deriva
autoritaria y bonapartista” del proceso bolivariano. Siguiendo esa línea, en
una primera entrega, desarrollamos la idea, la actualizamos, mostramos los
antecedentes y las causas de ese “Acontecimiento”. En un segundo artículo –en
construcción– plantearemos las consecuencias de ese hecho y algunas
propuestas sobre lo que podría ser la
táctica y la estrategia de los demócratas para enfrentar una situación de tal
envergadura.
Consideramos un deber
revolucionario, internacionalista, humano, de Patria Grande Latinoamericana,
asumir una posición decidida y franca frente a lo que ocurre en Venezuela. Ello,
por cuanto el capital financiero global ha aprendido a usar a gobiernos
dictatoriales –independientemente de su ideología– para promover sus intereses.
En los países dependientes, aprovecha los conflictos internos provocados por dictaduras
y gobiernos autárquicos para inducir guerras y conflictos que le permiten desestabilizar
los Estados y saquear sus recursos humanos y naturales; y en los países más
fuertes o potencias económicas, no entran en choques directos sino que
aprovechan sus regímenes para impulsar el llamado “capitalismo asiático”, o
sea, impulsar el “libre comercio”, la “confianza inversionista”, y aceptan y
negocian con toda clase de gobiernos autocráticos (“comunistas”, “islamistas” u
“monárquicos de vieja data”).
En nuestro caso, Colombia tiene
una frontera “caliente” de más de 2.200 kms. con Venezuela, compartimos
recursos naturales y una hermandad de siglos. Sabemos que una guerra inducida
por los imperios capitalistas no solo afectaría al pueblo y país hermano sino
que impactaría a toda la región, convirtiendo el norte de Sudamérica en una
especie de Medio Oriente. Impedir un conflicto de esas dimensiones es la tarea
democrática más importante del momento, mucho más cuando múltiples fuerzas
derechistas de Colombia apuestan por la polarización y la guerra fratricida en
Venezuela. ¡Hay que impedirlo!
Antecedentes y caracterización
La deriva autoritaria de la
cúpula del PSUV mostró su rostro con mayor nitidez en diciembre de 2015, pero
ya en la derrota del referendo “socialista” de 2007, que fue el único fracaso
electoral del presidente Chávez, el desvarío totalitario se insinuó en el
horizonte bolivariano, dado que el rechazo popular a muchos de los cambios planteados
fue desconocido por el gobierno y de hecho se fue instituyendo el llamado “socialismo”.
Ahora, la dictadura mostró plenamente
su semblante. Se había ocultado en la fuerza electoral que tenía la “revolución
bolivariana”, apoyada en el enorme carisma de su líder histórico o en que se justificada
porque era una revolución anti-imperialista, nacionalista, anti-oligárquica, que
beneficiaba al conjunto del pueblo eternamente excluido del poder y, por sobre
todo, porque puso una parte de la formidable renta petrolera al servicio de las
mayorías populares.
Para algunos, señalar el carácter
dictatorial del actual gobierno venezolano es un acto de traición, es
“colocarse del lado del imperio”, “coaligarse con la burguesía parásita”,
“ponerse al servicio de la reacción derechista”, y “desconocer los logros de la
revolución”. Sabemos que para quienes idealizaron el “proceso bolivariano” es
muy difícil, de un momento para otro, entender esa caracterización, pero para
actuar en las actuales circunstancias es necesario quitarse los esquemas y
enfrentar la realidad.
Un gobierno dictatorial es aquel
que desconoce la voluntad de las mayorías, no las consulta de manera directa,
universal y secreta, y se inventa mecanismos acomodaticios para impedir que
esas mayorías expresen y validen decisiones de interés general. Para poder
hacerlo, se apoya en la fuerza de la coerción directa, en la amenaza disuasiva
y en la manipulación discursiva.
Historia reciente de la deriva autoritaria en Venezuela
La deriva autoritaria en
Venezuela tiene una secuencia muy clara a partir del triunfo electoral de la
oposición el 6 de diciembre de 2015. Veamos:
1. Nombramiento
apresurado, “a dedo”, irrespetando y violando la normatividad existente,
absolutamente ilegal y arbitrario, de nuevos magistrados del Tribunal Supremo
de Justicia TSJ.
2. Impugnación
de la elección de diputados indígenas para mermar la capacidad de decisión de
la mayoría opositora en la Asamblea Nacional AN.
3. Congelación
y no realización de las elecciones de los diputados indígenas.
4. Anulación
de las facultades legislativas a la AN y asunción de las mismas por la Sala
Constitucional del TSJ.
5. Debilitamiento
de la Fiscalía General al transferir parte de sus funciones a la Defensoría del
Pueblo y usurpación de sus facultades al nombrar la Vice-fiscal.
6. Convocatoria
y realización de elecciones a Asamblea Nacional Constituyente, violando la
Constitución Bolivariana de Venezuela en varios aspectos:
a) No
se realizó el referendo aprobatorio previsto en la Constitución.
b) Se
concibió una forma de ANC para garantizar la absoluta mayoría de las fuerzas
oficialistas (circunscripciones territoriales y sectoriales).
c) No
hubo ninguna posibilidad de auditoría imparcial y transparente en dichos
comicios y se violaron todas las normas de un proceso electoral legal.
d) No
se garantizaron las más mínimas condiciones para una participación libre y
transparente en el proceso electoral, hubo todo tipo de presiones desde el
Estado, usando el “carnet de la patria” y el chantaje para trabajadores y
beneficiarios de los programas sociales del gobierno.
Es importante
anotar que esa deriva autoritaria del gobierno ha aprovechado las torpezas,
violación de normas y procedimientos democráticos, y el comportamiento
irresponsable de una oposición que leyó su triunfo electoral de diciembre de
2015 en términos golpistas. Pensamos que el sector más extremista de esa
oposición, juega desde Washington y Miami a la polarización política y, por
tanto, le conviene la “deriva autoritaria” del gobierno “bolivariano” para
crear –a corto y a mediano plazo– condiciones para un conflicto bélico de
dimensiones regionales y globales, que como ha ocurrido en Libia, Siria y otros
países, sirva a los intereses de la burguesía financiera global. No solo está en
juego la más grande reserva de petróleo del mundo que tiene Venezuela, el botín
incluye nuestra biodiversidad amazónica y otras riquezas naturales.
Causas de la deriva autoritaria
Existe una teoría
política, supuestamente “marxista-leninista”, que con la tesis de la “dictadura
del proletariado” y las limitaciones de la “democracia burguesa”, justifica que
los revolucionarios se “tomen el poder” para realizar las transformaciones
estructurales que el pueblo necesita. Según dicha teoría, una minoría “iluminada”,
una vanguardia ilustrada o “científica”, un “partido proletario”, puede en
nombre de la verdad y la justicia acceder al poder por los medios que sea e
instaurar la “dictadura de las mayorías”. Ya sabemos qué tantas barbaridades se
han cometido a nombre de esa teoría.
La base ideológica
de dicha teoría es profundamente religiosa. Quienes conciben la revolución como
una causa de los “liberadores supremos”, son capaces de inmolarse –entregar su
vida “por el pueblo”– y llevar su causa a máximos extremos: sacrificar al pueblo que pretenden liberar.
El fanatismo religioso convertido en razón de “liberación”, si logra controlar
un aparato de Estado, entra de manera creciente en una dinámica suicida que es
alentada y provocada por sus enemigos; el proceso de defensa de la fortaleza conquistada
frente al asedio de fuerzas hostiles, casi siempre ha desatado la locura que
puede ser colectiva y conduce a los pueblos a verdaderas tragedias. Es historia
verídica y comprobada.
Podemos afirmar
que esa teoría está en la mente de algunos dirigentes de la “revolución
bolivariana”, quienes actúan de “buena fe”, diríamos, ingenuamente, pero el
grueso de la dirigencia que se empotró en el aparato del Estado venezolano, no
cree en dicha teoría pero la utiliza para defender intereses particulares,
promover el enriquecimiento de grupos y mafias que –paralelo a las políticas
asistencialistas y paternalistas del gobierno– se lucran de la renta petrolera.
Así, construyeron una poderosa red clientelista entre los sectores más pobres
de la población. Esa es la cúpula que realmente gobierna.
La base social de
esa cúpula que hoy controla el aparato y la riqueza petrolera de Venezuela, es
una “burguesía emergente” que al calor de la frenética actividad del presidente
Chávez, se fue empoderando en el enorme aparato burocrático y en las empresas
“bolivarianas” y “socialistas”, las cuales se crearon para implementar las
inmensas inversiones sociales aprobadas con base en facultades absolutas que
por medio de leyes habilitantes la Asamblea Nacional, controlada por el
“chavismo”, le otorgaba al presidente. Esos programas e inversiones sociales y
productivas no tuvieron ningún control,
muchas de ellas fracasaron pero enriquecieron a numerosas personas, tanto de la
“burguesía emergente” como de la “burguesía parasitaria tradicional” así como a
compañías extranjeras. Fue una fiebre inversionista que a la sombra de
programas asistencialistas y paternalistas con fachada de “revolución
socialista”, emborrachó al conjunto de la sociedad. Solo muy pocos revolucionarios
escaparon al “delirio emancipatorio”.
Mientras
existieron recursos económicos provenientes de la bonanza de los precios
internacionales del petróleo, el gobierno de Chávez logró obtener sonoras y
contundentes triunfos electorales, que le sirvieron al presidente bolivariano
para ratificar y promover su idea de “construir el socialismo en democracia”,
que fue uno de los fundamentos más importantes y novedosos del “socialismo del
siglo XXI”. Mientras la oposición golpista se mostraba impotente, otros
sectores democráticos que previeron desde ese tiempo la burocratización del
proceso y la deriva autoritaria que se estaba incubando, entre ellos el general
Alberto Müller Rojas y el diputado Luis Tascón, alertaron a su manera pero la
mayor parte del tiempo solo podían hablar en voz baja. La “nomenklatura
roja-rojita” se apoyaba en la voz de Chávez y aplastaba cualquier alerta.
Hoy que los
recursos escasean tanto por el entorno internacional de la caída de los precios
del crudo como por la ineptitud, el derroche y la corrupción en el manejo
económico, el pueblo venezolano sufre una crisis social, económica, política y
moral de grandes dimensiones, que en términos económicos se manifiesta en
carestía e inflación desbordada, pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios,
escasez de alimentos y medicamentos e inseguridad, delincuencia y corrupción a
todo nivel, que el gobierno eufemísticamente denomina y achaca a la “guerra
económica” desatada supuestamente por la burguesía y el imperialismo. Es el
argumento para ocultar el despilfarro y el robo.
Frente a la
crisis económica, al destape descarado de la riqueza obtenida a la sombra de la
“revolución bonita” por la llamada “boli-burguesía” y a los escándalos de
corrupción que no sorprenden a nadie porque el poder bolivariano controla buena
parte de los medios de comunicación, la cúpula chavista empezó a perder fuerza
electoral. La deriva autoritaria y dictatorial en ciernes es la respuesta al
deterioro de su imagen política ante el pueblo y todas las desesperadas acciones
para obligar a sus bases a participar en las elecciones de la ANC, muestran su
enorme debilidad, su angustia frente a la posibilidad de que sus enemigos
accedan al aparato gubernamental y destapen una realidad de nepotismo,
corrupción, descomposición burocrática e institucional que se ha acumulado a lo
largo de estos 18 años. Saben lo que se les puede venir encima y huyen hacia
adelante en un gesto previsible y de horror.
Hoy (04.08.2017) se
instaló y se inició el “gobierno constituyente” de la ANC. Es un nuevo tipo de
gobierno “de facto” que no representa los intereses del pueblo venezolano. No
es un dirigente como el presidente Chávez su inspirador sino que se acude a personajes
como Hermann Escarrá para idear sus funciones y justificar los “contenidos
constitucionales”. Él, es un fiel representante (incluyendo su figura e historia)
de la “burguesía emergente” que está al mando y es la imagen perfecta de una
constituyente que no puede constituir nada. Sólo es la forma que adquiere un
gobierno que empezó a difuminar los rostros individuales de la dirigencia “chavista”
que se esconde en los vericuetos de leyes espurias cuya herramienta
institucional va a ser el Tribunal Supremo de Justicia TSJ (una nueva
inquisición).
Es decir, los
alacranes de que habló el general Müller Rojas finalmente son los que gobiernan
y no esconden su ponzoña. ¡Qué peligro!
Próxima entrega: Consecuencias de la
deriva autoritaria y tareas hacia el futuro.
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