Popayán, 14 de abril de 2021
El pasado 11 de abril se realizaron
las elecciones presidenciales en Ecuador y Perú. Muchas lecciones se pueden
sacar de esos procesos electorales y políticos. Lo ocurrido en esos países ratifican
varias tendencias que se han observado en el mundo y ocurren en Colombia.
Los llamados “partidos políticos”
se han convertido en “cascarones” que aúpan diversas tendencias y liderazgos. La
revolución tecnológica y de las comunicaciones ha creado condiciones para que
surjan nuevas formas (precarias) de acción política. Los dirigentes construyen
su “identidad personal” y buscan el favor de los electores en forma directa sin
pasar por el partido u organización.
El debilitamiento organizativo de
los partidos hace que la Ideología y los Programas Políticos sean difusos,
eclécticos y hasta incoherentes. La acción política se ha “banalizado” y “precarizado”,
la forma se impone sobre los contenidos y el espectáculo electoral anula o
minimiza los principios y los propósitos programáticos. Tanto en Ecuador como
en Perú se observa ese fenómeno.
Los “dirigentes” y candidatos que
han triunfado con ocasión de esta situación se comportan más como “payasos” que
como políticos formados; ello explica las elecciones de Trump, Bolsonaro,
Bukele, Duterte, etc. Ante el deterioro de la calidad de los candidatos y gobernantes
surge la proliferación de aspirantes como ha ocurrido en esos países y sucede
en Colombia.
Toda esta situación le sirve al
Gran Capital que utiliza “mandaderos” de todos los colores para administrar la “renta
pública” y distraer a la gente, mientras el verdadero Poder Financiero hace y
deshace a todo nivel (como se ha hecho evidente con la Pandemia). Sin embargo,
al final la calidad tiene que imponerse y nuevas formas de acción política
tendrán que desarrollarse en donde se combine la fuerza organizada “Desde Abajo”
con la acción política en los ámbitos institucionales.
Las elecciones de Ecuador-Perú
y las lecciones para Colombia
Lo ocurrido en los países vecinos
lleva a hacer algunas comparaciones que deben tener en cuenta las
particularidades de cada país y sirven como ejercicio diferenciador. Veamos:
1) Lo ocurrido en Ecuador ya pasó
en Colombia en 2018. Es una lección aprendida de cómo las fuerzas democráticas
no tienen por qué dejarse llevar a una confrontación “suicida” mientras
descuidan al opositor principal (acá Uribe, allá Lasso y Fujimori).
Así Petro, que en nuestro caso es
una especie de Yakú Pérez y Andrés Arauz combinados, porque es un progresista que
ha construido un programa anti-extractivista, plurinacional y anti-patriarcal,
no tiene por qué depender de acuerdos con el “centro” que ha empezado a ser un “centro-derecha”
sino impulsar su política con toda decisión y sin temores.
2) Las elecciones del 2022 en
Colombia se parecen a las de Perú y Ecuador en la cantidad de candidat@s y tendencias dado que
esa multiplicidad de aspiraciones han surgido por el vacío de poder que se ha
presentado en estos países. En Colombia porque “el que dijo Uribe” (Duque) es
un gobernante torpe e infantil, en Ecuador pasó algo similar con Lenin Moreno (“el
que puso Correa”), mientras que en Perú la sucesión de destituciones ha hecho
que muchos políticos se pregunten: “Si todos estos tipos han podido ser
presidentes... ¿por qué yo no?”.
3) Comparando con el Perú, Petro -más
o menos- se puede asimilar a la sumatoria de Pedro Castillo y Verónica Mendoza.
No obstante, hay que tener en cuenta que en Colombia las derechas están más desgastadas
y el progresismo de izquierda tiene un mayor espacio ganado en los últimos años.
4) La diferencia con Perú (o
similitud) es que acá en Colombia la primera vuelta (que se ha convertido en un
filtro de candidatos) se va a realizar en 2 fases: una, será en la consulta
inter-intra-partidista programada para marzo/22, y la otra, que es la propia primera
vuelta en mayo/22.
Este breve ejercicio tiene que ver
con la naturaleza de las tareas que Petro y quienes se están sumando al Pacto
Histórico debemos impulsar. Si se parte de entender que estamos en un “nuevo
momento político” diferente al de 2018, debemos concentrarnos en hacer conocer la
verdad sobre el candidato progresista y desmontar las mentiras que
se dicen sobre él.
Esa es la tarea central: hacer
conocer el programa y las ideas formuladas por Petro y retroalimentarlas
(aterrizándolas en cada región y/o localidad) en el intercambio con las gentes.
Por todo lo anterior, Petro no se
debe incomodar porque surjan otras candidaturas de género, etnia o sector
social. Incluso, él puede estimular con toda tranquilidad la aparición de ese
tipo de aspiraciones porque esos esfuerzos y ejercicios electorales -a la hora
de la verdad- le suman en vez de restarle.
Es otra forma de construir el Pacto Histórico sin acudir a acuerdos burocráticos con fuerzas que -como se demostró en 2018- están más cerca de las derechas que del progresismo y de las izquierdas. Petro puede comportarse desde ahora como un gran estadista. Tiene todas las condiciones, formación teórica y experiencia, para ser un presidente con gran liderazgo regional y mundial.
La proyeccion de lo que debe hacerse para ganar en 2022 es una tarea mas compleja. El escenario politico desde hace tiempo lo dominan las fake news que se han convertido en protagonistas. Competir exige tener argumentos claros y mucha transparencia para irlas desmontando en tiempo real. Realizar un trabajo profesional de comunicacion-educacion politica constante que llegue a todos los sectores sociales. Un trabajo que cope las bases de la periferia politica y social y en la medida que logre este objetivo vaya avanzando de manera simultanea con el objetivo de cubrir a toda la sociedad. Y en realidad no hay mucho tiempo...
ResponderEliminarDe acuerdo. Si, por eso se plantea que debe hacerse desde ya, la construcción del Pacto Histórico es eso mismo, y si, no es un tarea simple, es bastante compleja y no puede hacerse si se mantiene la visión tradicional de la política, que se le ha encargado a los candidatos y deberíamos hacerla todos y todas. Gracias por leer y comentar, abrazo
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