Por Rafael Alban (abril de 2021)
A mis viejos amigos de la vieja guardia
marxista que saltó a la vida política con el movimiento estudiantil de los años
70s, no les gusta ni les ha gustado nunca Gustavo Petro. Si alguna vez han
tenido que votar por él lo han hecho a disgusto y obligados por las
circunstancias. Pero Petro no es santo de la devoción de la izquierda ortodoxa, aquella que sentó de
una vez y para siempre la estrategia de la revolución colombiana: el Partido,
el Frente Popular, el Ejército del Pueblo y adelante con la guerra popular y
prolongada hasta la victoria final. Como las cosas no salieron así, están
convencidos que no nos equivocamos nosotros sino que se equivocó la Historia.
La principal acusación que el marxismo ortodoxo
le enrostra a Gustavo Petro es que es un caudillo que desprecia las instancias
organizativas y es por lo tanto un déspota antidemocrático que concentra en su
propia persona todo el poder y la representación de la Colombia Humana.
Recuerdan con razón la tragedia de la desaparición de Gaitán y la histórica
frustración que eso significó para los anhelos de paz, justicia y democracia
del pueblo colombiano.
La esencia del marxismo es "el análisis
concreto de la situación concreta". Nada más lejos del marxismo que los
dogmas y las fórmulas de aplicación universal e infalible. Eso es lo que han
olvidado nuestros viejos bolcheviques: que no estamos en Dinamarca sino en
Cundinamarca. Olvidan que américa latina es un continente de apenas 500 años,
que fue conquistado y sometido a sangre y fuego por la espada y la cruz, y que
desde un principio se estableció en nuestro suelo una radical división entre
españoles e indios, entre amos y esclavos, entre indios tributarios y
encomenderos, entre criollos y chapetones, entre realistas y patriotas, entre
centralistas y federalistas, entre bolivarianos y santanderistas, entre
Gólgotas y Draconianos, entre godos y liberales... es decir que nuestra
historia ha sido un proceso ininterrumpido de exclusión, negación y eliminación
del otro, donde ha primado la confrontación y no el consenso, donde nunca se ha
experimentado la democracia y donde la polarización es el método que han usado
las clases dominantes para dividir al pueblo y mantener mediante la violencia
su poder. ¿Qué otra cosa más que el caudillismo podía producir América Latina,
una tierra de caudillos militares y gamonales?
Trasplantamos acríticamente a nuestros
nacientes países la teoría del partido político del proletariado -la más alta
expresión de la organización política de clase- a naciones en formación,
semifeudales, donde nunca existió el proletariado como clase para sí, con
conciencia de su rol histórico como liberadora de todas las clases y de la
construcción de un Estado popular. Olvidamos que nuestros pueblos nunca
tuvieron la experiencia histórica de los pueblos europeos, con sus guerras
religiosas, sus imperios y sus luchas contra el absolutismo de los reyes y por
la democracia. Es decir, olvidamos la experiencia histórica de los pueblos
europeos en la construcción del capitalismo y la democracia. Olvidamos que en
nuestra américa nunca hubo un Aristóteles ni un Copérnico ni un Martín Lutero
ni un Diderot, y por lo tanto nunca se formó en nuestros pueblos la experiencia
de luchas y la conciencia política que nos permitieran dar el salto cualitativo
hacia la construcción de una conciencia democrática de la soberanía popular.
¿Qué otra cosa que caudillos podrían surgir en estas condiciones?
Sí, Gustavo Petro es un caudillo, pero es
NUESTRO caudillo. Es lo que ha producido nuestra Historia, que casi nunca
se somete al dictamen de las ideologías. Gustavo Petro no tiene partido sino
caudas, no convoca militantes sino electores, se enfrenta el solo como un
superhéroe, contra las fuerzas coaligadas del establecimiento y el narco-paramilitarismo
(hoy en el poder) en una lucha titánica y temeraria que nuestro pueblo educado
en la promesa de un mesías identifica como su salvación.
Pero el liderazgo de Gustavo Petro no ha
surgido por casualidad. No olvidemos que surge a la vida política en la ANAPO,
el partido del dictador y caudillo militar Rojas Pinilla. Recordemos que la
consigna del M-19 era "Con el
pueblo, con las armas, con María Eugenia al Poder". El M-19 nunca
emprendió la tarea de construcción de partido, dada la diversidad de vertientes
ideológicas que convergieron en su alzamiento y rebeldía. Pero Petro fue más
allá: emprendió una lucha en solitario contra la parapolítica y logró a base de
tesón, de inteligencia y valentía asestarle históricos golpes a la oligarquía
que desde entonces lo señala como su máximo enemigo. El debate parlamentario de
Petro contra la parapolítica es comparable al debate de Jorge Eliecer Gaitán
contra la Masacre de las Bananeras. En ambos casos el pueblo identificó a un
líder valeroso y comprometido con sus anhelos y capaz de hacerlos realidad.
Nació el caudillo, y con él el pueblo dio un paso de gigante en la
identificación y comprensión de sus tareas históricas.
Luego vino la Alcaldía de Petro en Bogotá y con
ella la santa alianza de todas las fuerzas del establecimiento y de la reacción
para hacerle imposible gobernar la capital. Pero Petro demostró que es posible
gobernar con la gente y para la gente. Y en esta lucha de Petro contra la
oligarquía el pueblo lo acompañó, se movilizó en defensa de la Bogotá Humana y logró
derrotar todas las perfidias y felonías de los enemigos del Alcalde. El
resultado de esta confrontación histórica fue el rompimiento definitivo del
pueblo bogotano con los partidos del establecimiento y la consolidación de
Petro como el líder nacional en que el pueblo ha cifrado sus esperanzas.
La campaña presidencial del 2.018 fue el
despertar histórico de la voluntad y posibilidad de poder del pueblo
colombiano. Las caudalosas manifestaciones, la claridad del mensaje y el
entusiasmo fervoroso de las masas populares hacían presagiar una victoria, que
hoy sabemos que obtuvimos pero que fue escamoteada por la corrupción de los
políticos y el dinero de las mafias.
Somos ocho millones de votos en la Colombia
Humana, una fuerza formidable a pesar de que nos asesinen sistemáticamente a
nuestros líderes sociales. Una fuerza inatajable que crecerá con la crisis de
ingobernabilidad y corrupción que carcome las bases mismas del establecimiento.
Todos los caminos conducen a Petro a la
presidencia en el 2.022. Colombia será azotada por una crisis sin precedentes
que afectará todas las relaciones sociales y económicas y que obligará a un
gran timonazo en la conducción nacional.
Al frente de ese proceso estará Gustavo Petro
como personero y representante de los más caros anhelos nacionales. Petro es la
esperanza de los excluidos y olvidados de nuestro pueblo. Por eso la salud de
Petro es la salud de la patria y de la paz.
Si señor. Salud y larga vida a este gran político Humanista, un luchado integro a favor del pueblo. Qué la maldad Uribista no te alcance 🎉🙏🎉.
ResponderEliminarSi, larga vida saludable
ResponderEliminarDios lo permite