COVID-19, el virus que pone a prueba
la fragilidad humana
Popayán, 6 de marzo
de 2020
La epidemia de coronavirus COVID-19
es real. Lo interesante de este tipo de eventos (terremotos, ciclones,
pandemias, grandes meteoritos, etc.) es que de alguna manera nos igualan a los
humanos y pueden ser aprovechados para hacer conciencia de nuestra corta
temporalidad (“vernos colectivamente frente a la muerte”) y nuestra total
fragilidad frente al universo y a las fuerzas de la naturaleza.
Que los operadores
del capital lo utilicen como tapadera
para tratar de ocultar la recesión económica de carácter sistémico es una
cosa y, que, además, lo usen como motivación para hacer ejercicios de militarización de
la crisis y control masivo de la población es otra, pero creo que hay que
ir más allá.
En el caso de China lo que se
comprueba es que el control ya era una realidad anterior y, que frente a la
epidemia actual, ese poder fue aplicado y utilizado –no tanto para salvar vidas–
sino para intentar contener los efectos económicos y políticos internos, y de
política global (geopolítica). Tal situación puede haber desencadenado mayor
pánico en China y en el mundo que si se hubieran impulsado estrategias y métodos
sanitarios apoyándose en la gente (democráticos y no burocráticos) y en la
ciencia (transparentes y con criterio de ciencia humana y no con sesgos
nacionalistas y capitalistas).
Las noticias y rumores
relacionados con el secreto con que se manejó la información inicial, la represión
sufrida por el oftalmólogo chino que alertó tempranamente sobre el problema y
que después murió (Li
Wenliang), y otras situaciones que llevaron a la destitución
de altos dirigentes del PCCH y del Estado de la provincia de Hubei y de la ciudad de Wuhan, dejan
ver que las cosas han sido mucho más complejas de lo que se observa a simple
vista.
No obstante, como eso no es fácil
de demostrar hasta no tener información detallada de la gente que lo sufrió y
está sufriendo, puede ser presentado ante el mundo como un método de contención
exitoso por el gobierno chino (cuarentena, control estricto, censura de prensa
y de la red web, castigos, etc.), dado que son ellos los que sufrieron el
primer brote y han logrado, más o menos, contenerlo o atenuarlo. Aunque todo
eso está por verse.
Y ese ejemplo le cae de perlas a
los gobiernos autoritarios de occidente (y a otros que posan de “demócratas”)
que están viendo cómo sus democracias “liberales” ya no les sirven para
controlar a la gente y se les hace la boca agua aplaudiendo no solo el sistema
de control del gobierno chino sino la actitud conforme, obediente y
disciplinada del pueblo oriental, que tampoco sabemos si es real pero que
sospechamos es fruto no solo del sistema político reciente y actual sino de manejos
y tradiciones de poderes despóticos que tienen más de 3.500 años de antigüedad.
Pero además, debemos abordar otro
tema que ha empezado a aparecer en los análisis de quienes estudian el fenómeno
de la aparición de este tipo enfermedades causadas por “nuevos virus”
(coronavirus).
De acuerdo a los estudios
realizados es indudable que el fenomenal y acelerado proceso de
urbanización de la sociedad china y la industrialización intempestiva de su
aparato productivo (que no solo ha sucedido en China sino en casi todo el
sudeste asiático y Corea del Sur), tiene importantes consecuencias y está relacionado con el problema.
Ese proceso no solo ha llevado a
que los seres humanos invadan abruptamente los espacios de múltiples especies
de plantas y animales “salvajes” sino que millones de personas trasladen muchas
de sus costumbres alimenticias basadas en tradiciones y creencias ancestrales (como
comer órganos de animales vivos como el murciélago, pangolín, arañas, serpientes, etc.) a
espacios y condiciones donde se presenta una alta y caótica concentración de
población humana, lo que crea las circunstancias óptimas para que los virus
“salten” y “muten” de una especie a otra hasta llegar a los seres humanos,
según explican los científicos
especializados en el tema.
Y no es un fenómeno que afecte a
poblaciones pobres y marginales de China. La ciudad de Wuhan es la Nueva York
de esa nación; el acceso a ese tipo de comidas es de gentes con alto nivel
económico; y el virus inicialmente afectó a personas que viajaban en avión y
cruceros de turismo. Es decir, es el resultado de la globalización planetaria de
las relaciones humanas como lo viene demostrando al impactar a más de 100.000 personas de 86 países en escasamente 60 días.
Dicho fenómeno va a seguir
presentándose mientras se mantenga el modelo de desarrollo que actualmente
impulsa el capitalismo a nivel global.
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Ahora bien, quienes piensan que
el coronavirus Covid-19 es fruto de un complot contra China o para reducir la
población, o un shock (o show) mediático para distraer la opinión pública, creo
que no analizan bien el fenómeno. Si fuera una arma biológica contra China los
que supuestamente la habrían hecho, no habrían calculado que los efectos económicos los
sufre todo el mundo porque esa nación es un gran mercado, produce el 30% de
la manufactura global, consume enormes cantidades de petróleo y produce gran
cantidad de autopartes para otras industrias regadas por todo el planeta, y
además, allá tienen inmensas inversiones los grandes capitalistas de todos los
países y potencias.
Y si fuera para matar a millones
de personas porque una élite ya tuviera el antídoto, primero, hubieran hecho un
virus más letal y no lo habrían soltado en China que es la nación más preparada
(población obediente y “disciplinada” y gobierno “fuerte” que puede imponer
todo tipo de medidas de contingencia) para contener ese tipo de enfermedades. Y
si solo es un shock (o show) mediático, pues les está saliendo mal porque no
solo genera pánico entre la gente sino que ya tiene consecuencias económicas y
políticas en muchos países y a nivel global.
E-mail: ferdorado@gmail.com
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