Soros y Trump |
GLOBALISTAS Y NACIONALISTAS DEL SIGLO XXI
Popayán, 1 de octubre
de 2019
Con el fin de contribuir con la
comprensión de la aparente división que existe entre “globalistas” y
“nacionalistas” al interior del bloque transnacional del Gran Capital
(oligarquía financiera global), presento las siguientes ideas que tienen que
ver con la comprensión de la naturaleza del neoliberalismo que prefiero
denominar como globalización
neoliberal[1].
Estas ideas sirven para tratar de
entender –más allá de falsos y artificiales sesgos ideológicos– el proceso de
crecimiento económico capitalista que se ha presentado en Oriente (incluyendo a
China, Corea del Sur, Indonesia, Malasia, Singapur, Taiwán, India, Vietnam,
etc.) y el declive y/o estancamiento del capitalismo en Occidente (incluyendo a
los EE.UU., Europa y Japón).
Así mismo, se trata de mostrar
los límites de los análisis geopolíticos. Pienso que debemos recuperar los
análisis de clases (sin desconocer las herencias culturales e históricas) para aceptar
que el capitalismo es el modo de producción imperante en todo el mundo y que la
contradicción capital-trabajo sigue siendo la determinante y la fundamental.
La reestructuración post-fordista
En los estudios sobre la
globalización neoliberal (“neoliberalismo”) siempre se resaltan las políticas de privatización,
flexibilización laboral, empequeñecimiento y “modernización” del Estado, etc.,
etc. Creo que se debe tener en cuenta lo relacionado con la “reestructuración
post-fordista”, que fue un proceso de “transectorización del proceso productivo[2]”
con la aplicación de las nuevas tecnologías y los nuevos métodos de
organización del trabajo, proceso que arrancó entre 1970 y 1980 con el “toyotismo[3]”
y demás experimentos hechos por los empresarios estadounidenses y desarrollados
inicialmente en Japón, y que continuó con los avances de las 3ª y 4ª
revoluciones industriales y tecnológicas. Ese proceso de transformación del
proceso productivo fue la base real que sostenía y requería de las demás
iniciativas de la globalización neoliberal o “neoliberalismo”.
La reestructuración del proceso
productivo consistió en el desmantelamiento de la manufactura e industria
centralizada (en las áreas y lugares donde lo podían hacer, incluyendo los
países latinoamericanos), la deslocalización de la industria (interna y
externa, nacional e internacional), y la descentralización y la
desconcentración de los procesos productivos y administrativos. Todo ello
correspondía a la necesidad de sobre-explotar la mano de obra, aumentar la tasa
de ganancia y la rentabilidad tanto del capital variable como del constante, y
apropiarse de la riqueza y mercados de los países de la periferia capitalista
que se habían descolonizado formal y políticamente, con las revoluciones
nacionalistas de países de África y Asia en las décadas anteriores (algunas
pintadas de “comunistas” y “socialistas”).
Este proceso es muy importante de
resaltar porque es uno de los aspectos determinantes del proceso de
globalización neoliberal. El conocimiento de ese fenómeno estructural puede
ayudar a explicar la reacción
nacionalista en EE.UU., Reino Unido y Europa (Trump, Brexit y demás), que
cuenta con amplios apoyos sobre todo entre los trabajadores industriales que
perdieron sus empleos y formas de vida, y entre los productores agrícolas que
se beneficiaban directamente de los mercados internos de aquellos países que se
habían industrializado durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras tres
cuartas partes del siglo XX. Ello se puede comprobar identificando las bases de
apoyo político de Trump entre los núcleos de población del llamado “cinturón del
óxido” y los Estados del “medio oeste” de los EE.UU., lo que también es fácil
ubicar en el Reino Unido con las
bases sociales de apoyo del Brexit[4].
Es interesante hacer notar cómo
algunos países del Lejano Oriente que recibieron las enormes inversiones en
infraestructura y tecnología, independientemente de su orientación ideológica, de
su pasado colonial o de la dependencia de una u otra potencia económica y
política (USA, UE o Rusia), contaban con las condiciones económicas, políticas
y hasta culturales para responder positivamente a las necesidades del gran
capital. Es decir, podían ofrecer mano de obra barata, gran flexibilidad en la
normatividad ambiental y disciplina de hierro para los trabajadores. Pero, a la
vez, los gobiernos de esos países se cuidaron de que los Estados impulsaran
políticas relativamente autónomas en la política monetaria y en ciertos
aspectos de su economía nacional, lo que les permitió proteger su mercado
interno y construir su propia base industrial y tecnológica.
Políticas nacionalistas, nuevo eje de acumulación de capital y América
Latina
En nuestros países latinoamericanos
no existían las condiciones políticas y económicas para aplicar esa política “nacionalista”.
Pongo las comillas porque dicha política se aplicó incluso en países que eran subordinados a EE.UU. como Corea del Sur y
otros, pero lo que es común a todos ellos es que sus Estados, más allá de que
fueran de “izquierdas” o “derechas”, no practicaban la “democracia occidental”;
en lo fundamental eran gobiernos autoritarios, dictaduras personalistas o
gobiernos de “partido único”. Y, aunque dicho proceso estuviera supeditado a la
globalización neoliberal y hasta se alimentara de ella, les permitió a dichos
países construir sus propias bases económicas industrializadas, y asimilar y
apropiarse de tecnologías de punta que habían sido monopolio de los países
capitalistas de Occidente.
En América Latina las oligarquías
conservadoras de formación colonial no podían objetivamente impulsar un proceso
parecido. Su poder político era muy débil y frágil, su “patriotismo” es
retórico y su racionalidad económica es parasitaria, quieren vivir de la renta.
Paradójicamente fue Pinochet en Chile el que intentó hacer algo parecido a los
países del Lejano Oriente pero, en la práctica, solo desarrolló lo que los
EE.UU. le dejaron hacer. Otras dictaduras militares de Sudamérica como la del
Brasil y algunos gobiernos “populistas”, también lograron implementar algunas
políticas de industrialización pero, solo fueron esfuerzos residuales del
proceso de sustitución de importaciones que se plasmaron en algunos proyectos
siderúrgicos, producción de automóviles con auto-partes producidas en EE.UU. o
Europa, y algunas industrias textiles y de alimentos. En general, el gran
capital desmontó sus industrias en todos los países de América Latina y solo en
algunos países se instalaron industrias de maquila y otras modalidades de
súper-explotación de los trabajadores. El énfasis se colocó en las industrias
extractivas de materias primas.
A manera de reflexión
En 1980, siendo obrero en una
fábrica de zapatos en Bogotá, Croydon del Pacífico del Grupo Uniroyal, que
también tenía plantas de producción de llantas de caucho, vivimos el proceso de
desmantelamiento de la factoría que alcanzó a tener más de 2000 obreros. Con
algunos intelectuales, entre quienes destaco a mi amigo Héctor León Moncayo (“Moncayito”),
empezamos a estudiar y a entender el problema, a comprender el proceso de “transectorización
del proceso productivo”, y hasta realizamos huelgas para tratar de impedirlo,
pero era algo indetenible. Después, hemos logrado entender como este proceso
era lo central en toda esa transformación estructural del capitalismo, y como
las medidas concertadas en el Consenso de Washington solo eran un complemento
para adecuar los Estados a sus necesidades, con las privatizaciones y demás
políticas. Dichas políticas no sólo se impulsaron en la periferia capitalista (o
países del “tercer mundo” como se decía en aquellos tiempos) sino también en
los países del centro capitalista, aunque lo hicieron con más tacto y más
despacio porque en dichos países los trabajadores tenían mayores herramientas
para defenderse como lo explica y reseña con detalles el ya desaparecido
teórico italiano, Giovanni Arrighi, en varios de sus textos[5].
Estudiar y debatir sobre estos
procesos de transformación de los procesos productivos es muy importante porque
permite demostrar que la “hegemonía de Occidente” está en declive y decadencia,
no principalmente por factores “geopolíticos” (estratégicos, políticos,
militares, etc.) sino por la deriva que asumió la crisis estructural del
capitalismo (que se manifestó en la crisis del petróleo de los años 70s), que
obligó a los capitalistas a construir nuevos centros industriales y
tecnológicos (“deslocalización a nivel global”), y que ello no se presentó por
obra de “otros” sino por necesitad vital de los mismos capitalistas “globalistas”
(es su momento). Y ello tiene que ver con demostrar, que el intento de reversar
ese proceso (idea de Trump, Johnson y otros) no solo es contraproducente para
ellos mismos sino que es una tarea infructuosa.
Además, a los capitalistas
“globalistas”, cuya cúpula está concentrada en menos de 50 familias de
multimillonarios del mundo entero, que en esencia controlan las redes globales
del gran capital y tienen inversiones entrelazadas e imbricadas tanto en
Oriente como Occidente, no les interesa una desestabilización de su economía
que ponga en peligro su dominio aunque permiten las tensiones entre países para
desinformar, engañar y manipular a los pueblos y a los trabajadores, y por
ello, de alguna manera permiten que esos falsos nacionalismos tomen auge, y
hasta los aprovechan para obtener más ventajas para sus inversiones y proyectos
de expoliación y despojo de territorios y de materias primas estratégicas.
Por otro lado, esta temática tiene
que ver con que si China y otros países como la India o Corea del Sur, quieren
convertirse en las nuevas potencias económicas (como lo están haciendo), tienen
que hacerlo sobre la base de la súper-explotación de los trabajadores, lo que
inevitablemente genera reacciones masivas y beligerantes de los trabajadores o
de otros sectores víctimas de sus políticas y agresiones. Un ejemplo es lo que
ocurre actualmente en Hong Kong, donde el problema de fondo son los bajos ingresos
y la escasez de empleo “de calidad”, con la particularidad de que en esa ciudad
y región, los trabajadores y jóvenes tienen “ciertos grados de libertad” para
expresar su protesta que pareciera centrarse en una lucha contra el gobierno
chino pero que en el fondo deja ver las contradicciones y conflictos de clase
que están latentes y ocultos en toda la gran nación china. Otra cosa es que
EE.UU. y otras potencias de Occidente quieran aprovechar esas protestas para
hacer demagogia "antichina", lo que es aprovechado por el gobierno chino para reprimir esas
expresiones de inconformidad y engañar al pueblo chino continental.
Todo lo anterior nos lleva a
concluir que en dichos países de Oriente (sean gobernados por
“pro-capitalistas” o por “comunistas” o “socialistas”) no se puede esquivar la lógica
del capital en su proceso de crecimiento y ensanchamiento de su poderío
económico. Lo que tampoco se puede negar es que dicho “proceso económico” hace parte
de su “lucha nacional” en contra de las potencias económicas tradicionales (de
Occidente, principalmente) que se disputan los mercados y el control de
regiones estratégicas ricas en materias primas. Pero, así mismo, se puede
concluir que los trabajadores y los sectores sociales subordinados de esas sociedades
y del mundo entero, no tienen, en dichos modelos y experiencias, las soluciones de
fondo para superar un modo de producción basado en la explotación del trabajo y
en la depredación irracional de la naturaleza.
Por el contrario, podemos decir
que la “línea” que surgió en Oriente, la del “capitalismo asiático” (ya probado
parcialmente en Japón), en donde el Gran Capital utiliza unos Estados que
heredaron las tradiciones despóticas de sus pasado ancestral y lo combinan con
una particular forma de capitalismo salvaje, empieza a ser mirado con buenos
ojos por los capitalistas en general, tanto “globalistas” como “nacionalistas”,
lo que se expresa en la lucha política actual en todo el planeta, y se va a
agudizar más en la medida en que estalle la crisis económica y financiera que
se viene incubando a la sombra de la llamada “guerra comercial y tecnológica”
entre EE.UU. y China.
Es indudable que la única manera
de superar los graves problemas que vive la humanidad, tiene que pasar por
replantear el “modelo” (o modo) de producción y de consumo capitalista. No
tenemos absolutamente claro como surgirá el “postcapitalismo” pero lo que si
podemos asegurar, a partir de estas reflexiones, es que continuar “emulando” y “compitiendo”
con las potencias de Occidente en su mismo terreno para continuar con la
carrera infinita hacia el “progreso” y el “crecimiento”, colocando a la cabeza
de los pueblos y de los trabajadores a los multimillonarios como “grandes
generales o timoneles”, como lo propone Heinz Dieterich
para México[6] (Carlos
Slim) y lo hacen en la práctica los “comunistas” chinos, no nos llevará a
construir una sociedad más justa y equitativa pero si nos conducirá hacia la
extinción de la vida humana en la tierra.
E-mail: ferdorado@gmail.com
[1]
Thomas Friedman (2017). La
Tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. Es un
interesante libro sobre la globalización que aunque no es crítico aporta una
buena visión panorámica sobre ese proceso.
[2]
Transectorización de los procesos productivos: Fue el proceso implementado por
los capitalistas para utilizar toda la capacidad instalada de las unidades
productivas (secciones, talleres, etc.) que estaban contenidas dentro de una
fábrica o factoría, para acabar con los “tiempos muertos o negros”, automatizar
las unidades de montaje reduciendo al máximo a los trabajadores operarios, trasladando
las áreas de la producción manufacturada hacia zonas rurales o hacia países con
regímenes políticos que les garantizara una sobre-explotación de los
trabajadores. Así, muchas de esas unidades productivas se convirtieron en
“negocios” específicos y particulares, puestos al servicio simultáneo de
diversas industrias o áreas económicas, aumentando la productividad del trabajo
y garantizando mayor rentabilidad a sus inversiones. (Nota del Autor).
[3]
El toyotismo es una relación en el entorno de la producción industrial que fue
pilar importante en el sistema de procedimiento industrial japonés, y que
después de la crisis del petróleo de 1973 comenzó a reemplazar al fordismo como
modelo referencial en la producción en cadena. (Nota del Autor).
[5]
Arrighi, Giovanni (1937-2009). Importante intelectual italiano. Entre sus
principales obras están “Dinámica de la crisis global” (2005), “Caos y orden en
el sistema-mundo moderno” (2001), “Adam Smith en Pekín” (2007), “El largo siglo
XX” (2014). Ediciones Akal.
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