XI JINPING A LA CABEZA
DE LA BURGUESÍA GLOBAL CONTRA TRUMP
Popayán, 22 de junio de 2019
XI JINPING A LA CABEZA
DE LA BURGUESÍA GLOBAL
Popayán, 22 de junio de 2019
En 1989 se
derrumbó la URSS y se oficializó la caída del “socialismo de Estado”. La
globalización neoliberal parecía alzar vuelo a todo vapor; no obstante, 18 años
después, la crisis económica y financiera (2007-8) introdujo al mundo del capital
en una fase de grave recesión permanente. En ese entorno, el “capitalismo
asiático” de China ha entrado en escena con relativa fuerza y ha puesto en
jaque la hegemonía estadounidense y de occidente.
La reacción
de algunos sectores capitalistas de EE.UU. y de países europeos (Brexit) ha
sido renegar de la globalización neoliberal y promover –precipitada e impulsivamente–
una política proteccionista que intenta revertir los efectos negativos que
trajo la globalización para determinados sectores de la industria y la
manufactura de sus países. Los trabajadores de vieja generación (fordistas)
apoyan esa política que adquiere forma “nacional-populista”.
La mayor
parte de la “izquierda socialista” –sin el referente de los trabajadores o de
otros sectores sojuzgados– se puso detrás de la burguesía global. Para no
quedar bajo la dirección de los Obama, Clinton o Merkel, colocan a los líderes
de las potencias orientales (Xi, Putin) al frente de los intereses
“progresistas” de la humanidad. Según ellos, son los únicos que pueden derrotar
al “nuevo fascismo” que encabeza Trump, Bannon, Salvini, Bolsonaro, etc.
En esa línea
se pronuncia el creador del sello del “Socialismo del siglo XXI”, Heinz Dieterich
Stefan, en su último artículo titulado “Trump pierde Guerra imperialista
contra China”, en
la que presenta una interesante información que, sin embargo, nos lleva a una
interpretación muy diferente a la del sociólogo alemán, no reducida a los
análisis geopolíticos.
¿En
realidad que es lo que está ocurriendo?
La burguesía
china, que durante
este período aprovechó una serie de ventajas comparativas (inversión
extranjera, protección y subsidios estatales, mano de obra súper-barata,
permisividad en temas ambientales y otras), ha construido una línea globalista “hacia
afuera” y un relato nacionalista “hacia adentro”, para contrarrestar la
agresiva política de Trump. En ese sentido, Xi Jinping encabeza actualmente a
toda la burguesía financiera globalizadora tanto de EE.UU. como de Europa y del
mundo (en Colombia es Santos y casi toda la “izquierda”, la que se identifica
con dicha política).
Pero no
seamos ingenuos, esa alianza no se hace en favor de los intereses de la
humanidad y menos de los intereses de los trabajadores u otros sectores
oprimidos. Es, simplemente, lo que tiene que hacer la burguesía china para
avanzar hacia un mundo multipolar en donde sus inversiones tienen que abrirse más
espacio global. Pero tratar de presentar ese comportamiento como beneficioso
para los trabajadores no solo es cándido, sino que puede ser provocador.
Hay quienes
ante la dispersión y debilidad organizativa de los trabajadores (que algunos ya
enterraron o desconocen su existencia), aspiran ilusamente que sean las
burguesías las que resuelvan los problemas entre ellas. Por ello, colocan a Putin
y a Xi, como la cabeza del supuesto frente anti-imperialista que hay que
organizar contra Trump, ya no para avanzar hacia modelos de sociedad que –por lo
menos– enfrenten los graves problemas estructurales que vive la humanidad sino solo
para salvar y proteger las reglas “racionales” que le sirven a la burguesía
financiera para mantener su estabilidad global.
En vez de
denunciar que el uso de la fuerza, la imposición unilateral de aranceles, el
chantaje comercial y tecnológico, y la amenaza de confrontación bélica, así
como el uso criminal de los medios de comunicación para atacar y derrotar a los
enemigos del nuevo poder que se tomó la dirección política del imperio
estadounidense, los teóricos de “izquierda” al servicio de la burguesía
globalista, llaman –ahora– a defender las reglas de las instituciones
financieras que dominan el mundo (ONU, OMC, FMI, etc.). Ahora sus aliados son Obama,
Clinton, Merkel o Lagarde. Además, hasta los citan en sus escritos.
En América
Latina ocurrió otro tanto. Las burguesías emergentes de la región aprovecharon
las luchas populares, especialmente de sectores sociales relegados y excluidos
del mundo del capital (indígenas, campesinos, trabajadores informales, etc.),
para acceder a los gobiernos y establecer lo que ellos llaman “socialismo”. En
realidad, ese socialismo no tiene nada que ver con la “apropiación social y
colectiva de la riqueza creada por la sociedad”, sino se reduce al viejo Estado
de Bienestar que la burguesía creó después de la 2ª guerra mundial para
contrarrestar el “socialismo de Estado” de la URSS y demás países.
A ello se
han reducido las pretensiones de los “socialistas” actuales. Consiste solo en
un capitalismo que ofrece servicios mínimos de “salud”, “educación”, agua
potable, electricidad y vivienda a la población pero que no cuestiona para nada
el modelo de civilización y de “desarrollo” que destruye la vida a todos los
niveles (pueblos, comunidades, naturalezas, pensamientos, sentimientos). Es el
modelo de la inequidad (monopolios), desigualdad (pobreza camuflada con cifras en
medio de inmensas fortunas de millonarios y mega-millonarios), injusticia (ley solo
para los pobres), sobre-explotación (a todo nivel), etc. No obstante, la crisis
sistémica de reproducción del capital es tan profunda que ni siquiera les
permitió a los “progresistas latinoamericanos” sacar adelante ese intento de
reforma. AMLO ya es el nuevo ejemplo.
La derrota
histórica de los trabajadores durante el siglo XX y principios del XXI, no ha
sido aún asimilada por cuanto seguimos pensando con las herramientas
epistemológicas del pasado. Pero las ciencias de la complejidad en desarrollo,
las nuevas miradas filosóficas no reduccionistas ni dualistas, y las luchas de
“los de abajo” (mujeres, jóvenes, ecologistas, hackers libres, nuevos
trabajadores, etc.) vienen en nuestro auxilio.
Además, las
soluciones que propone Trump y sus supuestos opositores (que en realidad solo son
rivales), son solo flor de un día. La crisis económica y política se va a seguir
agudizando. La mínima tasa de ganancia del capital obliga a las burguesías a
violar sus propias normas y legalidades. Por ello, se requiere no arriar las
banderas “anti-sistémicas” sino levantar nuevas consignas de carácter
civilizatorio[1],
que solo pueden alzar los trabajadores y pueblos oprimidos para responder a los
nuevos retos de la lucha que está en pleno desarrollo.
E-mail: ferdorado@gmail.com / Blog: http://cort.as/-K4hh
[1] Un ideario civilizatorio a
trabajar debería tener en cuenta: miradas complejas, no lineales; planetarias,
no nacionalistas; colaborativas y comunitarias, no colectivistas; humanistas, no
“multi-culturalistas”; ecologistas, no anti-tecnológicas; post-generistas, no
feministas; espirituales pero científicas; postcapitalistas, no
anti-capitalistas; post-extractivistas, no anti-extractivistas; utilitaristas y
prevenidas frente al Estado, no estatistas ni anti-estatistas; y, en general,
miradas críticas, que rechacen las teorías generalizantes y valoren lo
concreto.
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