EL ETHOS MAFIOSO DEL
URIBISMO SACA LA CARA
Popayán, 11 de diciembre de 2018
“La vida
parece perfecta porque funciona, pero si fuera perfecta no funcionaría”.
Preámbulo sugerente
La tragedia
de Duque es que se cubre con ropajes de otros para tapar su esencia uribista. Su función no es otra
que mantener el estatus quo, ganar
tiempo para tapar los crímenes de Uribe y de la casta dominante (cada vez más entrelazados
y a la vista) y detener el avance de Petro. Frente a esa situación está la
actitud del idiota, el tonto y el (im)bécil[1]. El idiota ve nítidamente
esa desnudez y la señala con cierta ingenuidad y astucia, pero no logra que los
demás vean al “otro”. El tonto toma
en serio los ropajes y cree que estos
actúan por sí mismos; así, ayuda a cubrir al “otro”. El imbécil está en la
mitad entre el idiota y el tonto; lo confronta con su mirada penetrante, lo
deja sin ropas y al atravesarlo,
desnuda al “otro”. De esa forma, desviste a Duque y expone a Uribe. El idiota
es un humorista; el tonto es un político; el imbécil, un revolucionario con
vocación de mártir.
Hechos y desechos
Hasta el momento
Duque intenta mantener el ropaje con el que se hizo elegir. Se podría definir
como una especie de “fajardismo impostado” combinado con un “bucaramismo”[2] burdo y ordinario. O sea, más
lugares comunes sobre la lucha contra la corrupción, indefinición política en
todos los temas y cinismo cubierto con sainete. Con la supuesta meta de “no
polarizar” llama a “pactos nacionales” para tratar de llevarse bien con todo el
mundo.
En la
práctica Duque no ha gobernado. Se le vinieron encima los problemas y no ha
sido capaz de tomar decisiones. El resultado de la consulta anti-corrupción, la
investigación de la Corte Suprema de Justicia a Uribe, las limitaciones
fiscales del Estado y las presiones de la OCDE, el paro estudiantil universitario,
el escándalo del Fiscal General y Odebrecht-Aval, el entorno regional
incluyendo la migración venezolana, y otros entuertos, cogieron al gobierno
fuera de base.
Su primer
intento de “pacto nacional” fue una simple parodia a pesar de la buena voluntad
de Claudia López y Angélica Lozano, que entre crédulas y desconfiadas en la
palabra de Duque, apostaron a sacar adelante los puntos de la consulta
anti-corrupción, encontrándose con la realidad que el presidente ni siquiera controla
la bancada uribista. Así, todos los proyectos legislativos del gobierno
terminaron en nada, a excepción del debilitamiento de la JEP y el respaldo
total al Fiscal General, en donde Uribe hizo sentir su poder.
Para ganar
tiempo y mantener la imagen de “anti-corrupto”, Duque nombró un gabinete “tecnócrata”
pero totalmente inepto; con peso corporativo (gremial) pero con médula uribista.
Al aparentar “transparencia” no puede usar la tradicional “mermelada” en forma abierta,
pero lo hace en forma taimada y selectiva, generando resquemores y resistencias
en sus propias filas y en las de los partidos aliados (caso de Embajadas,
consulados y algunos institutos claves).
Un hecho de
trascendencia ocurrido en este período que ha pasado relativamente
desapercibido, fue el reacomodo ocurrido en la Corte Suprema de Justicia, la elección
de nuevos magistrados de orientación conservadora y la designación de una
magistrada con formación y vínculos castrenses para continuar la investigación
a Uribe sobre manipulación de testigos. Es decir, han obtenido la principal
meta que se propuso el Centro Democrático al elegir a Duque: neutralizar a la
Corte Suprema y garantizar la impunidad de Uribe y sus cómplices. ¡Y van por
más!
Una vez
asegurado el terreno, se lanzaron a la tarea de buscar su segundo objetivo que
no es otro que destruir a Petro. Aprovecharon el debate al Fiscal General organizado
en el Congreso por la oposición para soltar y “viralizar” por los medios y
redes de comunicación el video donde Petro recibe unos dineros en efectivo.
Inician así el contrataque con el que intentan desviar la atención y ocultar la
responsabilidad de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el acaudalado multimillonario
que es quien realmente está detrás del poder en esta precaria nación (Ver: https://bit.ly/2Eq1XCo).
El ethos mafioso del uribismo entra en escena
En pocos
meses, el carácter distintivo del uribismo, que permaneció a la sombra durante
los dos períodos de Santos, ha vuelto a aparecer en diversos escenarios
institucionales.
El más visible,
es el comportamiento de la bancada del Centro Democrático y de sus aliados en
el Congreso, que mostró toda su naturaleza agresiva, provocadora y despótica
con ocasión del destape de Jorge Pizano en el caso Odebrecht y el debate
parlamentario mencionado. Pero claro, la esencia mafiosa va más allá y está comprometida
con la sospechosa muerte del auditor y la de su hijo, la reacción del Fiscal y
de todo el establecimiento en defensa de “su institucionalidad”, el acoso a
periodistas y políticos de oposición, y la forma como tratan de acorralar a
Gustavo Petro por parte de abogados y “comunicadores” pagados por mafias de
todos los colores.
Pero esa
naturaleza mafiosa también empieza a aparecer en el poder judicial y en el
ejecutivo. Es evidente que las altas Cortes Judiciales han sido cooptadas –en
gran medida– por el uribismo. Los nombres de los “juristas” escogidos por Duque
para conformar la terna del Fiscal Ad-hoc para el caso de Odebrecht, que son todos
de la cuerda uribista y goda, deja ver que quien va apareciendo al frente de
todas las decisiones del gobierno es Uribe, y detrás de él, toda la plutocracia
oligárquica más unida que nunca. No importa lo que diga Duque de boca para
afuera.
Mientras
tanto en valles y montañas, las fuerzas paramilitares hoy disfrazadas de grupos
armados ilegales, que están al servicio de narcotraficantes, despojadores de
tierras y de proyectos agro-mineros y energéticos en diversas regiones del
país, asesinan y desaparecen impunemente a líderes sociales y guerrilleros desmovilizados.
Son las reservas armadas de un proyecto de nación de carácter criminal que hoy
está en el gobierno y que no dudará en utilizar su fuerza legal e ilegal contra
dirigentes de oposición cuando así se lo exijan las dinámicas de lucha en torno
al poder.
La realidad es que en Colombia no hay espacio
para las “medias tintas”. Son tan graves los crímenes que tiene detrás la casta
dominante que no pueden darse el lujo de que llegue –ni siquiera– alguien como
AMLO a la presidencia de la república. El dilema para la oposición democrática en
Colombia es si se modera y acomoda al sistema para no tensionar la cuerda (aminorar
los riesgos) o se radicaliza para conectarse con la mayoría de la población,
incluyendo a los abstencionistas, y se organiza de verdad para enfrentar el “ethos”
mafioso de una oligarquía perversa.
Epílogo sugestivo
El idiota (humorista) ayuda en la tarea de
desnudar el poder, pero solo llega hasta ridiculizar a Duque y a Uribe. De allí
no pasa a excepción de que fuera un Jaime Garzón que pasó por tonto e imbécil y
se convirtió en mártir. El tonto (político) también colabora, pero si es capaz
de quitarse su propio ropaje. El im-bécil (revolucionario) es el único capaz de
enfrentar a esas mafias porque es por esencia irreverente y no tiene nada qué
perder. No obstante, debe protegerse y saberse rodear.
[1] “El idiota, tonto e imbécil”,
alegoría usada por Kant, Hegel y otros filósofos para significar “otras miradas”.
[2] “Bucaramismo” de Abdalá
Bucaram, presidente ecuatoriano destituido por incapacidad mental para gobernar.
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