Desenmascarar el injerencismo
extranjero y evitar la guerra…
IMPEDIR LA GUERRA FRATRICIDA EN VENEZUELA
Popayán, 27 de julio
de 2017
Todo lo que ocurra en Venezuela
tiene implicaciones directas en Colombia y América Latina. Mucho más cuando
ex-presidentes colombianos alientan abiertamente el golpismo en Venezuela y gobiernos
de la región en ejercicio se prestan para organizar complots injerencistas
liderados por el gobierno de los EE.UU. Por ello hay que ayudar a desenmascarar
la trama que se ha armado, los actores y los objetivos en la mira.
Los demócratas, progresistas y
las izquierdas de América Latina no pueden permitir que sus gobiernos –en forma
descarada e impune– se presten para que sectores extremistas con discursos
ideológicos supuestamente antagónicos, conviertan a Venezuela y a la región en
un campo bélico de la confrontación geopolítica global por el control de los
recursos energéticos, y que también, le hagan el juego al imperio estadounidense
para resolver las crisis de gobernabilidad que sufren los gobiernos que
impulsan la restauración neoliberal (Brasil, Argentina, Colombia, México, Perú,
etc.).
Los actores locales en Venezuela
son dos castas sombrías de dirigentes que a nombre de proyectos políticos aparentemente
contrarios (“bolivariano” y “democrático”), quieren mantener o recuperar el
control y el monopolio de la empresa petrolera más grande del mundo (PDVSA),
que es el eje económico estratégico para controlar el Estado rentista y
burocrático de ese país. Son élites desclasadas que utilizan gentes ingenuas y
un discurso “patriótico” y “republicano” para ocultar sus intereses económicos particulares.
A nivel regional y global, detrás
de cada bando están los capitalistas de “occidente” y de “oriente”, unos más
agresivos encabezados por USA y UE, y otros más “racionales” y “solidarios”,
liderados por Rusia y China. Todos, luchan abierta y soterradamente por el
control de las reservas de petróleo más grandes del planeta que están en
Venezuela, pero también, por el acceso y control de los inmensos recursos
estratégicos que posee la región (minerales, biodiversidad, agua, trabajadores,
mercados, etc.).
Además, otros actores secundarios,
unos ubicados en Miami y otros en La Habana, reeditan la confrontación de la
guerra fría de hace 45 años que tuvo como escenario la isla caribeña (Cuba),
que ya no es una colisión entre socialismo y capitalismo sino la lucha por sobrevivir
cada uno en su entorno: los unos, al lado de Trump y su proto-fascismo “nacionalista”,
y los otros, a la sombra de globalistas que solo están interesados en sus negocios
sin satanizar a gobiernos “comunistas” ni autocráticos (línea Clinton).
Y, de lado y lado, se alinean los
aparatos burocrático-políticos de las clases y sectores de clases que luchan
por el control de los gobiernos de la región y el repartimiento de las migajas
que les deja la gran burguesía financiera global. Todas las derechas latinoamericanas
encabezadas por Uribe, Fox, Piñera y Vargas Llosa, financiados por los neocons estadounidenses y las derechas
españolas, se ubican con la MUD. Y del otro lado, los representantes de las burguesías
emergentes, que se apropiaron de las direcciones de los movimientos sociales de
la región, agrupados en coaliciones socialdemócratas y “progresistas” con
formas de ONGs, se colocan –muchos de ellos con ciertas vacilaciones– del lado
del gobierno del presidente Maduro y el PSUV. Cada uno para mantener sus caudas
electorales y participar del botín.
Si la dinámica que están
imponiendo los sectores más extremistas de esos dos bandos se convierte en
guerra civil e intervención armada imperial, todas estas fuerzas serán
polarizadas y “radicalizadas” (alineadas a la fuerza y contra su voluntad) como
ocurrió en Libia, Siria y demás países “intervenidos”, y no lograrán impedir la confrontación bélica fratricida; quedarán
presas de sus lealtades “ideológicas” mientras el gran capital global seguirá
jugando y ganando –a su manera– con los intereses y los recursos de los pueblos
subordinados y dependientes. ¡Esa es la trampa!
Por ello, hay que desenmascarar
los intereses reales (ocultos) y evitar a tiempo que los extremistas “suicidas”
nos empujen a un escenario de guerra. Si los demócratas lo impedimos, conseguiremos condiciones de convivencia para
que los pueblos y los trabajadores evalúen lo recientemente sucedido, se
pueda retomar el rumbo de la construcción de la Patria Grande Latinoamericana y
avanzar por caminos de auto-gobierno y nuevas formas de democracias (por
inventar) que garanticen justicia social, autonomía económica e integración
cultural, bases indispensables para lograr un mejor futuro para las amplias
mayorías de la región.
¡Hay que impedir el escenario de guerra
entre hermanos!
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