VENEZUELA: ¿AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS?
Popayán, 17 de junio
de 2017
“La verdad surge del falso reconocimiento”
(Lacan-Zizek)
El machismo sale a relucir
El aparato estatal venezolano se
fractura. Muestra fisuras que de convertirse en grietas abrirían boquetes por
donde la estructura institucional se puede derrumbar. La Fiscal General Luisa
Ortega se ratificó en su oposición a la Asamblea Nacional Constituyente. No
sirvieron las reacciones de reconocidos dirigentes del PSUV que la declaran
“insana mental” (diputado Carreño), amenazan destituirla al otro día de
instalada la Constituyente (diputado Cabello), o la atacan como indigna
(vicepresidente Tarek El Aissami). Insultos similares, tildándola de traidora y
“salta-talanquera”, van y vienen por los medios y redes sociales. El machismo
sale a relucir.
No obstante, ella pasó a la
ofensiva. Denunció por viciada la elección de magistrados y suplentes del TSJ
en diciembre pasado. El Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, trató de
descalificar la acción de la funcionaria judicial pero, la ex-defensora, Gabriela
Ramírez (http://bit.ly/2rpyxu5) y la
ex–secretaria del Consejo Moral, María José Marcano, respaldaron a la Fiscal.
El mayor general Alexis López Ramírez renunció a la Secretaría del Consejo de
Defensa de la Nación por no estar de acuerdo con la Constituyente y numerosos
ex-ministros de Chávez han reafirmado su oposición a esa iniciativa del
gobierno. El ambiente está tenso.
Las dos caras: política y derecho
En otro país y momento, tales
hechos serían simples confrontaciones entre funcionarios de alta dignidad. No
obstante, en este instante en que el gobierno acusa a la derecha y al imperio
estadounidense de orquestar un golpe de Estado, las acciones de la Fiscal General
son inusitadas. Que la principal autoridad de la justicia venezolana ponga en
duda la legitimidad del Tribunal Supremo de Justicia, que cuestione la
principal carta del presidente Maduro dirigida a superar la crisis política
actual, y que, con ello, legitime las protestas pacíficas y violentas que
encabeza la oposición, es un acontecimiento insólito, asombroso y extraño.
Sin embargo, la Fiscal ha sido
coherente. Sus antecedentes le otorgan credibilidad política. No solo se
declara chavista y defensora de la Constitución sino que semanas atrás logró reversar
las resoluciones 155 y 156 del TSJ, obligando al gobierno a convocar el Consejo
de Defensa para “resolver diferencias entre poderes” (http://bit.ly/2nTJ7L3). Que se atreva a retar
el establecimiento oficial, siendo la esposa de un diputado chavista (Germán
Ferrer), que conoce por dentro el poder bolivariano y, por tanto, de seguro preveía
las retaliaciones en curso, dejan ver que se apoya en fuerzas poderosas y
subterráneas que están por aflorar. Si no fuera así, sería una suicida o una
“loca de atar”. Para rematar, el diputado Carreño ha pedido enjuiciarla e
“impedir su salida del país”, acción que intenta aislarla de las bases sociales
bolivarianas.
La MUD vocifera
Lo que se observa es que la MUD
tratará de aprovechar ese tipo de fisuras pero no tiene el apoyo popular para forzar
la caída del gobierno de Maduro. El odio y espíritu de venganza mostrado por
sectores de la oposición es su principal obstáculo para influir en amplios
sectores populares que tienen mucho que agradecer al proceso chavista. Empero, una
parte importante del establecimiento militar y oficial no comprometido con
graves delitos puede alinearse con una salida que se plantee construir un
ambiente de concertación que garantice mínimas condiciones para restablecer la
institucionalidad. La meta sería dar un margen para la reorganización de las
estropeadas fuerzas políticas, construir reglas de juego para retomar el rumbo
e intentar encontrar soluciones inmediatas a los problemas de abastecimiento de
medicinas y alimentos, la híper-inflación y otras urgencias que afectan al
pueblo.
Todo apunta a que el nudo está
por desatarse. Movilizar a las mayorías alrededor de la Constituyente es una
tarea imposible en las actuales circunstancias por cuanto se “ha fracturado al
chavismo”, como afirmó el diputado Ferrer (http://bit.ly/2tqnUYL).
La salida no será la que quiere la oposición pero tampoco la que desea el
núcleo duro del gobierno. Las grietas son un síntoma de que el cuerpo
bolivariano ansía respirar y que existen reservas democráticas que están
esperando el momento para actuar con moderación y firmeza. ¡Mientras haya vida
hay esperanza!
La crisis del análisis geopolítico –dicotómico y dogmático–.
La crisis del análisis
geopolítico tradicional tiene en América Latina un referente en el proceso
venezolano. Ese tipo de enfoques desconoce o minimiza la importancia de la
lucha de clases y sobredimensiona los intereses “nacionales” de los
capitalistas, reduciendo el análisis a la confrontación entre los bloques
imperiales. Es una herencia de la “guerra fría” y de una lectura rígida de la
teoría de los “tres mundos”. “Identificar el enemigo principal” es la práctica
tradicional de esa lógica. En Latinoamérica tal planteamiento parte de afirmar
que el “imperialismo norteamericano” es el enemigo principal y, por tanto, las
demás potencias globales (Rusia, China), así sean capitalistas, son percibidas
como aliadas incondicionales.
La línea conceptual inicial de
Chávez era correcta. Construir un gran bloque latinoamericano, la “Patria
Grande” con la que soñó Simón Bolívar, para impedir que las grandes potencias y
la burguesía financiera transnacional continuaran explotando nuestras riquezas
naturales y nos siguieran limitando a ser básicamente exportadores de materias
primas, o sea, a vivir del rentismo estructural petrolero. Era y es, la tarea
central de nuestros pueblos. Sin embargo, esa meta requiere de una teoría y una
estrategia acertada, que corresponda a la realidad de la lucha de clases y del
entorno mundial. Hoy esa lucha es mucho más compleja.
La lección de Bolívar
Ya se tenía el antecedente de
Bolívar como lección. Las castas dominantes coloniales e imperiales de
entonces, intervinieron contra ese objetivo independentista y abortaron la
constitución de la Gran Colombia. Sabíamos que esas castas no han cambiado y
que el único soporte cierto para lograr esa meta eran los pueblos, los
trabajadores, los campesinos, los oprimidos y excluidos de siempre. Porque
ahora no solo nos enfrentamos a un imperio (el estadounidense), el reto es
mucho mayor. Existe un entramado global, el gran capital ha construido una
arquitectura financiera que involucra a los capitalistas de todo el mundo. La
lucha por la ganancia es global, regional, nacional y local; los Estados están
subsumidos por conglomerados capitalistas supra-nacionales; la más avanzada
explotación del trabajo (virtual, cibernética, cognitiva) se combina con nuevas
formas sofisticadas y ordinarias de despojo (guerras, saqueos,
financiarización, extorsión monetaria y crediticia, etc.); la guerra asume
formas de control comunicacional, informático y mediático en donde los
intereses globales del capital son camuflados de mil maneras. Por ello, el
simple análisis geopolítico no basta.
¿Qué ocurrió? Hubo mucha idealización.
Los capitalistas no ideologizan los negocios como lo hacen algunas izquierdas
que parece que vivieran todavía en los tiempos de la “guerra fría”. Las
burguesías brasileña, argentina y uruguaya utilizaron los esfuerzos de Chávez
para negociar en mejores condiciones con el gran capital[1],
pero no estaban dispuestas a ir más allá. Por eso sabotearon el Banco del Sur, la
idea de una moneda propia y el Canal Telesur. Les incomodaba la retórica
anti-imperialista y “socialista” del Comandante, y nunca fueron más allá de
mejorar algunos aspectos comerciales y de infraestructura que ya estaban
diseñados en el Plan IRSA. Y esperaron la destorcida.
Además, Chávez fue presa también
del análisis geopolítico de tipo dicotómico. Por ello se colocó del lado de
Mubarak y Gadafi, quedando prisionero de un juego en el que las potencias
globales tenían enormes intereses. Su aureola revolucionaria mundial y su “socialismo
democrático”, se vieron desmejorados frente a los pueblos árabes y europeos que
conocían al detalle las incoherencias en que habían caído los gobernantes
autócratas egipcio y libio. Y por ese rumbo “anti-imperialista” –más retórico
que real–, el proyecto de integración regional se difuminó, no pasó del sueño,
no prendió a fondo entre las masas, nunca nació de verdad, se quedó en la idea.
Venezuela subsidió a Petrocaribe, al ALBA y otras alianzas, pero con la caída
de los precios internacionales del crudo, la integración basada en la
solidaridad no es sostenible. “Mucho ruido y pocas nueces” diría un sencillo campesino.
Hoy los imperios están de vuelta.
En Venezuela nunca van intervenir militarmente en forma directa porque no lo
necesitan. Usan a la oposición golpista para debilitar al gobierno y someterlo
sin mayores desgastes. Las nacionalizaciones y estatizaciones fueron asimiladas
por el gran capital y ahora están a la ofensiva en todos los campos (extracción
de riqueza con base en el control monetario y de importaciones, deuda externa,
retoma de posiciones en la Franja del Orinoco y el Arco Minero, etc.). Y las
burguesías transnacionales de origen latinoamericano juegan a lo mismo. En toda
la región usan economías ilegales, se apoyan en burguesías emergentes que
manipulan de diversas formas, mafias de diverso tipo, agiotistas ilegales,
contrabandistas y bachaqueros, poderes locales, delincuencias de toda clase
dentro y fuera del Estado. México y Colombia son prototipos. Sus Estados son
marginales, los bancos lo determinan todo. Un caos instrumentalizado. Estados
fallidos y guerras inconclusas.
Ir más allá del apoyo incondicional o de la crítica
descontextualizada
El esfuerzo del pueblo venezolano
alentado y dirigido por Chávez, con aciertos y errores, debe ser evaluado en su
verdadera dimensión. No se trata de tapar los errores para “no hacerle el juego
al enemigo” pero tampoco de desconocer un proceso acosado por fuerzas globales
que utilizan “todas las formas de lucha” para derrotar a quienes se salen de su
control. En vez de identificar las causas de que los imperios tengan
arrodillado al gobierno, un sector de la izquierda apoya acríticamente a Maduro,
y el otro, le exige políticas “democráticas” que ya no puede aplicar aunque quisiera. Ambas posiciones –pienso– son
unilaterales y responden a la misma matriz analítica.
Casi todos reivindican a Chávez y
culpan a Maduro, aunque empiezan a aparecer posiciones que intentan identificar
las limitaciones de todo el “proceso de cambio”. Se subraya la dependencia e
incapacidad para superar el modelo rentista, la aplicación de políticas
extractivistas y el errado manejo monetario, la creciente cesión y entrega al
gran capital de importantes recursos naturales fruto de la debilidad política, la
senda bonapartista que transita el actual “chavismo”, la burocratización y
corrupción en la dirigencia, y otros aspectos similares. Sin embargo, no se estudian
causas más profundas que hay que abordar como: las deficiencias teóricas
existentes en el movimiento revolucionario; las limitaciones estructurales de
las clases populares y de sus procesos organizativos; la incapacidad de frenar
y superar el caudillismo que explica la inexistencia de una dirigencia
colectiva y formada; el “enamoramiento” del Estado heredado y las dificultades
para construir “poder popular desde abajo”;
y otros aspectos de ese tenor que deben ser examinados sin esperar encontrar las
“condiciones ideales” para actuar.
Todo proceso de cambio exige
repeticiones sucesivas. El error debe ser corregido sobre la marcha. La crítica
y la autocrítica son fundamentales para poder avanzar. Los que se apegan al
pasado serán rebasados por lo nuevo. “La revolución dentro de la revolución”
nos conecta con el movimiento de la vida. Claro, hay quienes limitan la
“revolución” al entorno de las direcciones burocráticas aisladas de la gente, y,
por ello, se auto-derrotan.
Conclusión
Salir de la mirada dicotómica y
dogmática es imprescindible para aprender y avanzar. El dilema no es guerra o
no-guerra; intervención directa o indirecta; no es USA contra Rusia y China; ni
Occidente vs. Oriente; ni nada parecido. Aunque esa sea la idea que nos quieran
hacer creer. La verdadera confrontación es el juego global en donde las
víctimas son los trabajadores y los pueblos, sean de donde sean, blancos, negros, mestizos o amarillos;
hombres o mujeres; del sur o del norte. En el análisis geopolítico tradicional
(lineal, no-complejo) eso no se entiende, se reacciona como marioneta y en
fin... La gran mayoría de la izquierda tiene como base ese tipo de análisis y
reaccionamos como ratón de laboratorio. Es un problema a resolver.
E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado
[1]
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), China, el gigante asiático
es hoy el segundo socio comercial de América Latina, con una participación del
13,7 por ciento del comercio exterior de la región el pasado año (2015). El
comercio con cuatro países −Brasil, Chile, Colombia y Perú− constituyó en este
marco la mitad del volumen total, que asciende ya a 263.000 millones de dólares
(más de veinte veces más que hace 15 años). CEPAL-Naciones Unidas (2016) “La
Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe”.
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